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William E. Nix, A.M.1
Traducción para LOGOI de Raúl Lavinz2
Como evangélicos, ¿cuál debe ser nuestra postura ante temas como el de la guerra? Aunque en este artículo se presenta la opinión de la gran mayoría de evangélicos en Norteamérica, nos puede también ayudar en nuestro mundo latino a evaluar puntos de vista que quizás no hemos considerado antes. Es un tema importante y uno que merece mucha más atención de la que se le ha dado.
Es completamente obvio, para el cristiano entendido del siglo XXI, que el Antiguo y Nuevo Testamentos colocan mucho énfasis en la ética social, pero la aplicación práctica de este énfasis ha resultado en una gran confusión y ha traído consigo pretensiones contradictorias de parte de importantes voceros de la iglesia. El problema de la guerra ejemplifica estas pretensiones opuestas en una forma no igualada por ningún otro tema social.3 Mientras el problema particular de la guerra en Irak es de interés vital para la comunidad cristiana, el presente estudio tratará con el problema más amplio de la guerra en general. Se hará un intento por determinar si las pretensiones en conflicto acerca del comportamiento cristiano están fundamentadas en las enseñanzas de la Escritura o en prejuicios personales surgidos de intereses creados, o en la mala aplicación de principios exegéticos. Este estudio buscará las enseñanzas bíblicas acerca del tema de los creyentes y la guerra en un intento por limpiar el aire contaminado y de arrojar más luz que calor sobre el tema.
Es el mismo desarrollo de las innovaciones tecnológicas y científicas lo que ha hecho que los horrendos resultados de la guerra sean tan observables para la sociedad moderna. Las incontables innovaciones y descubrimientos constructivos —tales como la sulfamida, la penicilina, el radar, las comidas empacadas y preservadas, la televisión y otros— que han llevado al hombre más allá de las fronteras del espacio han estado acompañadas con sus contrapartes destructivas. El mismo concepto de “guerra total” (que involucra al mundo y a todo lo científico) tiene escasamente poco más de un siglo y la “sorpresa técnica” de la I Guerra Mundial ha sido seguida por artefactos adicionales destructivos creados durante, y desde, la II Guerra Mundial. Bombas de zumbido, bombas de demolición, bombas incendiarias, bombardeos de saturación, bombardeos de precisión, el napalm, armamentos nucleares y una cantidad de misiles sofisticados han amenazado la mismísima existencia del hombre y han subrayado la urgencia de hacer4 intentos por descubrir tanto los efectos inmediatos como los de largo alcance de la guerra.
La transformación de la guerra, durante el siglo pasado, ha ampliado el problema de la participación en la guerra de una “participación” activa hasta incluir aquellos que dan contribuciones de “apoyo”. De esta forma, los científicos y técnicos han llegado a estar tan involucrados en la guerra moderna como quienes en realidad “presionan los botones”. Los ingenieros, investigadores, y otros se han dado cuenta que ellos comparten las implicaciones morales de la ejecución de su trabajo tanto como los jóvenes, hombres y mujeres, que sirven activamente en las fuerzas militares de su país.
Para los evangélicos con su compromiso a un código moral y ético más elevado, la necesidad de una participación responsable en la búsqueda de soluciones al problema de la guerra está en la etapa crítica. Seguramente el cristiano descansa en la “bienaventurada esperanza” pero las perspectivas del futuro del hombre han sido pintadas en tonos desoladores y sombríos. Que no se diga que los evangélicos han sido vigilantes adormitados durante estas horas tenebrosas.
En años recientes ha aparecido una oleada de artículos y capítulos de libros relacionados con el problema del cristiano y la guerra. En ellos ha habido una tendencia a analizar a fondo la evidencia acerca de las guerras (y las opciones disponibles con respecto a la actividad personal en las mismas) teniendo como base la actitud propia de cada autor hacia el participación de los Estados Unidos de Norteamérica, primero, en Vietnam y ahora en Irak. Aunque este es un problema inmediato, hay una consideración mucho más fundamental la cual se debe tratar, a saber, ¿cuál debería ser la actitud cristiana hacia la guerra en general? Luego de quedar borradas todas las sutiles diferencias hay tres posiciones básicas:
La primera de estas tres posiciones es la del pacifista. John Poder5 y J.A. Toews reflejan esta posición cuando abogan por una desvinculación total de la guerra, de cualquier tipo, bien sea como agresor o defensor. En el extremo opuesto están los evangélicos que podríamos llamar “incondicionales”, quienes argumentan que los cristianos deben involucrarse en la guerra siempre que su país tome dicha postura. Esto es especialmente cierto en el caso de los estadounidenses, ellos argumentarían, ya que pretenden poder demostrar que los Estados Unidos no pelean guerras de agresión. En este estudio se referirá a esta posición como activista. Está representada por escritores tales como Sherwood E. Wirt6 y Carroll R. Stegall7 A su vez, hay una posición intermedia entre estos dos extremos. Esta es la postura que mantienen evangélicos tales como Emery J. Cummins8 y George Ladd.9 Esta perspectiva —la llamaremos “mediadora”— reconoce la responsabilidad de todo cristiano a ser obediente al estado, sin embargo difiere de una mentalidad que diría “estoy con mi país, esté correcto o equivocado”. El peso de este problema es tan grande que la Iglesia Luterana —Sínodo de Missouri— hace poco adoptó una resolución para solicitar al gobierno que dé una legislación aun más amplia para proteger legalmente por igual a todo tipo de objetores de consciencia a todo tipo de guerra.10 Cada una de estas posiciones será revisada más detalladamente ahora.
La posición pacifista
La posición pacifista es protegida por algunos grupos Bautistas, los Menonitas y la Sociedad de Amigos. Declara categóricamente que los cristianos deben evitar todo tipo de guerra. Sus defensores fundamentan su punto de vista, en gran parte en el Sermón del Monte,11 con sus amonestaciones de amar al enemigo de uno, de caminar la segunda milla, poner la otra mejilla, hacer la paz, no angustiarse por los asuntos del día a día de la vida, etc.12 Haciendo hincapié en la noción de que el amor es la ley suprema de Cristo ellos acumulan apoyo, para sus enseñanzas, de otros pasajes del Nuevo Testamento.13 Citando 1 Juan 3:15, demuestran que el odio es equivalente al asesinato. En 1 Juan 3:16 encuentran apoyo para su pasividad que les conduce a la posición de que ni siquiera pueden levantar los brazos para defenderse ya que Cristo dio su vida como un ejemplo a seguir por ellos. Ellos arguyen que el Nuevo Testamento enseña a los creyentes a seguir el ejemplo de Cristo (1 Pedro 2:21-23) y sus enseñanzas, además las alusiones y analogías militares en el Nuevo Testamento (véase a Efesios 6; 2 Timoteo 2; y Apocalipsis 1, 13-9) se aplican sólo a la guerra espiritual pero no a la física. Ellos, virtualmente anulan la enseñanza de Romanos 13:8-10. Cuando mucho, este es un asunto de gimnasia exegética, ya que los obliga a argüir que el Sermón del Monte no se puede aplicar a la sociedad como un todo, ni aun a la mayor parte de una sociedad.
Pasando de la Biblia a la historia, ellos arguyen que hay ejemplos en la iglesia primitiva cuando los cristianos practicaron la no-resistencia en vez de formar parte del ejército de Roma.14 “Cuando el cristianismo se convirtió en la religión del estado, en 323 d. de C.”, dice Toews, “el ritualismo y el formalismo se introdujeron en la iglesia y la espiritualidad se fue”.15 El continúa, diciendo que no mucho después la guerra se convirtió en un instrumento de la ‘política eclesiástica’.16 Yoder dice que la actitud de Cristo se tomó antes de la época de Constantino y que “en tiempos más recientes, varios grupos monásticos, los primeros Valdenses, Menonitas, Cuáqueros, Hermanos y muchos individuos han tomado la misma actitud”.17
Suficiente material ha sido presentado para demostrar el corazón de la posición pacifista. Tiene su lógica y está basada en la ley suprema del amor. Dada su premisa básica, esta teoría pareciera ser irrefutable. Aun así, con todo y su validez lógica esta posición es muy simplista como para ser una solución práctica al problema del cristiano y la guerra. Se plantearán varios puntos para ilustrar lo irreconciliable de esta posición con los hechos de la vida, para un cristiano que viva en una democracia de masas como la de los Estados Unidos de Norteamérica.
En primer lugar, la posición pacifista está basada sobre una noción que su ética se puede aplicar a creyentes individuales pero no a la sociedad como un todo. Resumiendo, ella supone que los creyentes deben ser un grupo minoritario dentro de la sociedad y no tener responsabilidad política por las acciones del estado.18 Actuando dentro de una sociedad donde no tienen responsabilidad por las decisiones gubernamentales, los pacifistas son capaces de disfrutar las bendiciones y la protección de dicha sociedad, considerándose a sí mismos completamente libres de la responsabilidad de tener que rendir cuenta por la participación de dicha sociedad en una guerra. El que la guerra sea defensiva o agresiva es completamente irrelevante para los pacifistas, y ellos vuelven atrás a través de la historia y en el Nuevo Testamento para aplaudir a los creyentes que han rehusado tomar un papel activo en los asuntos gubernamentales o militares.
Sin embargo, vale preguntarles: ¿cómo consideran ellos las actividades militares y políticas de Abraham, Josué, David, Daniel, Nehemías, Nicodemo, Teófilo, el Centurión o Cornelio? En su crítica a Pedro, quien desenvainó la espada y golpeó a uno de los que venían a apresar al Señor en el Huerto, ellos arguyen que el Señor rechazó la violencia física con sus preceptos y ejemplo. A su vez, el Señor mismo echó del Templo —al parecer con alguna violencia— a los mercaderes y cambistas en dos ocasiones.19
Tener una perspectiva del Sermón del Monte tal como aboga la posición pacifista, implica que hay una diferencia cualitativa entre lo que ellos enseñan, lo que enseña el Antiguo Testamento y otras porciones del Nuevo. Como resultado, Carl F. H. Henry hace notar con firmeza que este planteamiento debilita la continuidad esencial de la ética bíblica.20 Lo hace implicando que en Dios hay un desarrollo o cambios morales, ya que El ha dado mandamientos contradictorios al sermón del monte en el Antiguo Testamento. Esto también separaría la moralidad de los mandamientos de Dios y minaría el carácter absoluto de los mandamientos divinos.
Durante el período previo al siglo cuarto, el cristianismo era considerado con frecuencia como subversivo y sus adeptos eran frecuentemente perseguidos. Pero, aun concediendo que los creyentes rehusaran alistarse en el ejército antes del triunfo del cristianismo con Constantino (un argumento que, incidentalmente, aparece en pocos documentos), la mismísima naturaleza del problema cambió en el siglo cuarto. Antes de esa época, el cristianismo era una religión minoritaria y los creyentes suponían que quienes se adhirieran a la fe no deberían estar involucrados en el proceso político. Entonces, cuando con Constantino el cristianismo se convirtió en la religión mayoritaria su mismo papel en la sociedad cambió a favor de la situación práctica. En vez de un gran “éxito de taquilla” espiritual, los líderes de la iglesia reconocieron que no podían rechazar sus roles de responsabilidad en la sociedad. Como un ejemplo único de cómo los hombres respondieron a esta nueva situación durante los primeros tiempos, uno sólo necesita observar al obispo de Milán, Ambrosio. El fue el padre espiritual de Agustín, quien más tarde fue obispo de Hipona y objeto del ataque pacifista por haber elaborado la racionalización de la “guerra santa”. Sin embargo, fue Ambrosio quien, en 387, estuvo en desacuerdo con las políticas de Máximo y lo urgió a preceder una invasión contra Valentino II. En 389, el mismo Ambrosio, nuevamente se opuso a las políticas del gobierno y dirigió un conmovedor sermón a la persona del Emperador Teodosio quien, en ese momento, estaba en la congregación. De hecho, Ambrosio se rehusó a continuar con el culto hasta que el Emperador revocara una orden para que los cristianos reconstruyeran una Sinagoga judía que había sido destruida durante un disturbio. En una tercera ocasión, en 390, Teodosio llevó a cabo una masacre en Tesalónica, luego que una turba allí se rebeló y asesinó a un comandante imperial llamado Boterico cuando este hubo ejecutado a un popular auriga por conducta inmoral. Las tropas de Teodosio mataron a 7.000 personas y se informa que Ambrosio reprendió al Emperador rehusando darle la Santa Comunión, quien, entonces, hizo penitencia pública.21 Por consiguiente, aquí tenemos un ejemplo de un gran personaje que se irguió en oposición al estado cuando se consideraba que estaba errando al aplicar los principios de Romanos 13:1-7 y Hechos 5:29.
La posición pacifista en relación a la guerra conduce a la “deserción” en todas las áreas de la actividad política. En la actualidad ha planteado, entre los Menonitas, la cuestión de rehusar el pago de impuestos como una objeción de conciencia a la guerra.22 En los Estados Unidos de Norteamérica, donde el concepto de democracia de masas es el fundamento para el ideal político, el problema de la “deserción” es particularmente desastroso. Si el cristiano estadounidense ha de someterse a sí mismo a una autoridad más alta —y no hay discusión acerca del hecho que Pablo se refería al estado, o gobierno, cuando escribió Romanos 13:1-7— está obligado a verse involucrado en el proceso gubernamental. Esta perspectiva es expuesta con mucha franqueza por John Warwick Montgomery en un artículo reciente intitulado “Demos y Cristo”.23 Implícitamente el creyente estadounidense está involucrado en las políticas gubernamentales sea que tenga, o no, un papel activo. Esta responsabilidad en las políticas del gobierno incluye tanto el problema de la guerra y el pago de impuestos que financian el fortalecimiento de la maquinaria bélica estadounidense.
Notas
1. William Nix es un escritor evangélico que radica en Dallas, Texas.
2. Nota del traductor: dado el contexto latinoamericano de los lectores/destinatarios de estas traducciones, sustituí “AMERICAN” en la mayoría de los casos por ESTADOUNIDENSE y “AMERICA” por ESTADOS UNIDOS/oESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA.
3. Hutchinson, Werner, “Pájaros de Vietnam”, His, 28, No. 9, Junio, 1968, 12-13, ha intentado clarificar la situación clasificando las distintas actitudes hacia Vietnam de acuerdo a los atributos básicos del halcón, “súper halcón”, avestruz, periquito y buitre. Podría haber añadido provechosamente la clasificación del búho (el predador “sabio”) y la gallina.
4. Yoder, John, “Vietnam: Una Guerra Justa”, His, Abril, 1968, 28, 1-3, y “Vietnam: Otra Opción”, His, 28, Mayo, 1968, 8-11.
5. Toews, J.A., Verdadera No-resistencia A Través de Cristo, Winnipeg: La Junta de Bienestar General y Relaciones Públicas de la Iglesia de los Hermanos Menonitas de Norte América, 1955
6. Wirt, Sherwood E., La Conciencia Social de los Evangélicos, New York: Harper and Row, 1968.
7. Stegall, Carroll B., “Dios y los Estados Unidos de Norteamérica en Vietnam”, Eternity, Marzo 1968, 12, 1516, 40-41.
8. Cummins, Emery J., “Dios y los Estados Unidos de Norteamérica en Vietnam”, Eternity, Marzo 1968, 13-14, 28-29.
9. Ladd, George, “El Cristiano y el Estado”, His, 28, Diciembre, 1967, 2-6, 16-18.
10.“Una Declaración sobre la Objeción de Conciencia”, Informe de la Convención, 1969, p. 11. El Sínodo de Missouri también ha publicado dos valiosos informes intitulados, Directrices para Asuntos Cruciales en relación a la Ciudadanía Cristiana, 1969, y Obediencia y Desobediencia Civiles, 1969.
11.Bainton, Roland H., Actitudes Cristianas Hacia la Guerra y la Paz, New York, Abingdon, 1960, p. 61.
12.Ver Mateo 5-7.
13.Comparar Mateo 5:39 con Marcos 12:30-31; Lucas 6:35 y Romanos 13:10.
14.Toews, op. Cit., pp. 54-57
15.Ibid., p. 57
16.Toews, op. Cit., pp. 54-57.
17.Toews, op. Cit., pp. 54-57.
18.Henry, Carl F. H., Ética Cristiana Personal, Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans Publishing Co., pp. 322-323.
19.Ver Juan 2:13-25; Mateo 21: 12-17 y pasajes paralelos.
20.Henry, Carl F. H., Ética Cristiana Personal, op. Cit., pp. 304-308, 322-323, 333.
21.Jackson, Foakes F.J., Historia de la Iglesia Cristiana desde los Primeros Tiempos hasta 461 d. de C., 6ta. Edición, Cambridge: Deighton, Bell y Co., Ltd., 1942, pp. 426-428.
22.Jackson, Foakes F.J., Historia de la Iglesia Cristiana desde los Primeros Tiempos hasta 461 d. de C., 6ta. Edición, Cambridge: Deighton, Bell y Co., Ltd., 1942, pp. 426-428.
23.Schmidt, Melvin D., “Negativa a Pagar Impuestos como Objeción de Conciencia a la Guerra”, Revista Trimestral Menonita”, Julio, 1969, 234-246, Vol. 43.
Si le intereso este artículo, le sugerimos lea el artículo Los evangélicos y la guerra – Parte II