Los Evangélicos y la Guerra, Parte II

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Los Evangélicos y la Guerra, Parte II

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 William E. Nix, A.M.[1]William Nix es un escritor evangélico que radica en Dallas, Texas.
Traducción de Raúl Lavinz

La Posición Activista

En el extremo opuesto de los pacifistas se ubican los activistas. Esta posición es apoyada por la gran mayoría de cristianos evangélicos y está basada en la noción de que el creyente está obligado a someterse a sí mismo al gobierno porque Dios lo ha ordenado, como se enseña en Romanos 13:1-7, Tito 3:1 y 1 Pedro 2:13. Yendo a los evangelios, los activistas encuentran apoyo para su posición en la respuesta de Jesús a los herodianos en Mateo 22:1 y sus pasajes paralelos. Actuando sobre la suposición que el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica está fundamentado en principios cristianos así como de verdades auto-evidentes que lo convierten en enemigo de la tiranía e injusticia, estos defensores del patriotismo están convencidos que su lealtad al estado, en tiempo de guerra, es en esencia, tanto política como espiritual. En retrospectiva a la I Guerra Mundial, con el sentido de misión que era “mantener el mundo seguro para la democracia”, y a la II Guerra Mundial con su justa indignación ante las atrocidades perpetradas por la Alemania nazi, ellos tienden a considerar la participación de los Estados Unidos en algún tipo de guerra, cualesquiera que fuera, como si por definición fuese “justa” y justificable en el terreno  de la moral. Mientras que Sherwood Wirt aboga por la misma posición básica, Carroll Stegall lo estipula en relación a la participación de los Estados Unidos en Vietnam cuando escribe, “De alguna manera, como lo fue en el caso de la guerra en Vietnam, el callado pueblo estadounidense encontró su ruta a través de los montones de palabreo y confusión ante los problemas y los hechos reales llegando a la conclusión: la guerra en Vietnam, por amarga que sea de resistir, fue lo correcto que teníamos que hacer.[2]Stegall, op. cit., p. 12 Con esta suposición él sigue adelante para defender la guerra justificable, desde la Biblia y los grandes documentos de la historia. El debate a favor de lo correcto de la posición de los Estados Unidos en Vietnam porque tres presidentes, y sus opositores derrotados, estuvieron de acuerdo en que era lo más correcto que debía hacerse. Esto suena sorprendentemente como que “doscientos millones de estadounidenses no pueden equivocarse”. Stegall apoya la causa de la guerra justificable, habiendo ya asumido la postura de que esta es la situación existente tomando el ejemplo de Abraham en Génesis 15 «…que Dios aprueba las guerras que son para proteger a los pacíficos de el agresor».[3]Stegall, op. cit., p. 42. Ya que este último punto no está en discusión, Stegall argumenta que una guerra en particular (Vietnam) es una guerra de protección justificable y es un tema abierto al debate. El percibe a Vietnam como la más noble y desinteresada guerra de los Estados Unidos de Norteamérica ya que no tenía nada que ganar, sea lo que fuere, a no ser la posibilidad de que deteniendo a los agresores comunistas en Asia se pudiera haber evitado una posterior confrontación en territorio de los Estados Unidos.[4]Harris, Louis, El Público se opone al Juicio de My Lai, Chicago Tribune, Enero 8, 1970, Sec. IB, p. 1; la encuesta se realizó entre el 10 y el 15 de Diciembre de 1969.

Esta noción de que es la responsabilidad de una nación hacer la guerra a favor de la comunidad internacional como un medio de frenar el mal y proteger la sociedad es la extensión del papel del gobierno para actuar como un restrictivo contra el mal en el nivel interno. Por lo tanto, el uso de la espada se extiende para cubrir la violencia internacional en la comunidad mundial justo como lo es dentro de un estado particular cuando la rebelión y la violencia amenazan su estabilidad.

Como en el caso de los pacifistas, la lógica de la posición de los activistas es irrefutable dada su premisa básica. Sin embargo, así como la noción pacifista es demasiado simplista frente a la situación práctica, la perspectiva activista es también muy simplista para conducir a los creyentes en relación a su papel en una guerra determinada. Su total e ilimitada sumisión al estado conduce a una actitud “con mi país, esté en lo correcto o se equivoque”. Aunque esta actitud tenga el tono de fervor patriótico, otras implicaciones van mucho más allá de la esfera del comportamiento aceptable para el individuo cristiano. Se recordará que fue esta obediencia ciega al estado lo que dio origen a las horribles actividades practicadas por los nazis durante la II Guerra Mundial. El peligro inherente se puede encontrar en la noción de que cuando el estado en general, y los Estados Unidos en particular, entabla una guerra de cualquier tipo es ipso facto “correcta” y “justa”. Solo recientemente una encuesta de Louis Harris ha revelado los vívidos presentimientos de tal perspectiva entre los estadounidenses. Como un subproducto de una encuesta sobre un incidente particular en relación a Vietnam, Harris destaca que “en la práctica, la mayoría de los estadounidenses parecen estar contra la ley internacional instituida en los juicios de Nuremberg luego de la II Guerra Mundial… en el sentido que ningún miembro individual de las fuerzas armadas de ningún país podría ser perdonado por involucrarse en un crimen de guerra simplemente porque su oficial superior le hubiera ordenado cometer el acto”.[5]Clouse, et al., op. cit., pp. 84-86.

Lo esencial de este tipo de situación enfoca varios problemas morales y teológicos a los cuales el ciudadano bien informado se debe dirigir por sí mismo. En primer lugar, la noción de que un creyente siempre se debe someter al gobierno en general, y al de los Estados Unidos en particular, implica que su país es una “nación escogida”. El contenido de la Escritura enseña que esta situación no puede ser el caso. Los escritos de Pablo indican claramente que la nación escogida de Dios, Israel, ha sido separada y que la iglesia consta de un “reino de sacerdotes”. Ninguna nación, sin importar las similitudes teológicas que sus fundadores puedan haber compartido con las enseñanzas de la Escritura, pueden pretender legítimamente ser el reino teocrático, i.e.,  “la nación escogida de Dios”. Este hecho de por sí incide negativamente contra la suposición de que una nación tal como los Estados Unidos nunca va a errar al llamar a su ciudadanía para hacer una guerra. William W. Cuthbertson ha señalado muy bien los peligros del militarismo y su amenaza para oprimir y reprimir a las clases más bajas, poner en peligro la fuerte tradición humanitaria de los Estados Unidos de Norteamérica y amenazar la misma existencia de la sociedad estadounidense, y aun de la civilización occidental, con la destrucción.[6]Clouse, et al., op. cit., pp. 84-86. Además de su declaración de las restricciones que el militarismo coloca sobre el creyente, hay otros problemas que plantea para los evangélicos. Entre ellos está el simple hecho de que la sumisión total al estado es en realidad una forma de idolatría. En tal situación, el creyente renuncia a su lealtad principal hacia Dios a cambio de una dedicación de sus lealtades, ante todo, al estado. En resumen, está dando completa lealtad a algo que es menos que absoluto y el estado llega a reemplazar a Dios como objeto de su devoción. Esto no es sólo contrario a la Escritura sino también a las lecciones de la historia. Por ejemplo, Babilonia exigió tal devoción de parte de los hijos de Israel. Al estar bajo el gobierno de un rey Seléucida, Antíoco Epífanes, Israel se sublevó ante tal posibilidad. Fue esta misma situación la que causó que los cristianos se rehusaran a servir en los ejércitos de Roma. Es más, esta noción va en dirección contraria a las enseñanzas de la democracia tal como se ha llevado a cabo en la historia de los Estados Unidos de Norteamérica. Todo lo que uno tiene que hacer es ver el registro de los colonos en los Estados Unidos durante la década de la Revolución norteamericana para observar las razones subyacentes a la segunda y tercera enmiendas de la Constitución. Por último, esta noción de lealtad incuestionable al estado conduce a la bancarrota moral. El relato serio, esclarecedor y profundamente conmovedor de la vida personal de Helmut Thielicke bajo la tiranía totalitaria del régimen nazi, indica cómo Hitler y sus colegas usaron libremente el vocabulario de los cristianos y la Biblia en su campaña por obtener el control total durante su lucha por el poder contra todos sus adversarios.[7]Thielicke, Helmut, Entre el Cielo y La Tierra: Conversaciones con Cristianos Estadounidenses, traducido y editado por John W. Doberstein, New York: Harper & Row, 1965, pp. 112-145. Las tremendas atrocidades cometidas por el régimen nazi sobresaltaron tanto al mundo que las naciones se levantaron en una “indignación justa” para destruir a Hitler y su máquina de guerra. Los veredictos de Nuremberg simplemente subrayaron esta indignación.

La Posición Mediadora

Entre estos dos polos se encuentra la posición mediadora. Ella reconoce las enseñanzas de los pacifistas en relación al valor e importancia de la vida humana y la necesidad de ejercitar el amor más que el odio como la motivación del creyente. También reconoce el hecho de que ha habido, y efectivamente puede haber otra vez, tiempos cuando la moralidad demanda el llamado a las armas. Sin embargo, la perspectiva mediadora también reconoce que no hay una simplista “regla general” que siempre, y en cada caso, proveerá un manual práctico para tomar acciones personales en relación a la participación en determinada guerra. Además del Sermón del Monte, Romanos 13:1-7 y otros pasajes pertinentes citados tanto por pacifistas como por activistas, todavía se usan otras porciones de las Escrituras para determinar el contenido de la Palabra de Dios en cuanto a principios de comportamiento general. Por ejemplo, existen distinciones entre gobernantes extranjeros y nacionales (Deuteronomio 17:15); diferentes clases de gobernantes en determinado estado (por ej. Tiberio César y Nerón gobernaron Roma en la época del Sermón del Monte y Romanos 13, respectivamente); la declaración de Pedro en Hechos 5:29: “Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres”; las palabras de Pablo a Tito (3:1); la orden de Pedro a los cristianos para que se sometan a toda ordenanza del hombre por causa del Señor (1 Pedro 2:13-16). Por último, los mediadores citan numerosos ejemplos de las Escrituras donde Dios encarece a su pueblo a hacer la guerra y donde hombres de Dios, en muchas ocasiones, abierta y activamente se opusieron a sus autoridades gubernamentales (asumiendo la responsabilidad por cualquier tipo de sentencia que el gobierno pudiera considerar conveniente administrar a quienes se opusieran). En resumen, los mediadores asumen que las enseñanzas morales del Sermón del Monte no van en contra de la guerra “justa” ni que las directrices de Pedro en Hechos 5:29 excluyen automáticamente la guerra por completo. En cambio, él sostiene que el creyente está obligado a someterse a sí mismo a la autoridad hasta que, y a menos que, esa autoridad le obligue a colocar dicha autoridad antes que Dios. Los mediadores arguyen que debería ser obligatorio apoyar a su gobierno si la causa fuera verdaderamente “justa” y las acciones que fueran llamados a realizar no los obligaran a separarse de la adoración o el compañerismo con Dios. Esto tampoco obliga al creyente a justificar a cualquier nación en guerra aun si esa guerra fuera “justa”.

Es partiendo de las enseñanzas de Romanos 13:1-7 y 2 Pedro 2:13-16 que los mediadores se sienten obligados a tomar en cuenta la base filosófica para su gobierno. Para el ciudadano de los Estados Unidos de Norteamérica esa base se encuentra en las proclamaciones explícitas de la antigua Grecia, las implicaciones del Nuevo Testamento y los desarrollos prácticos de la civilización occidental. Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamérica.[8]Montgomery, op. cit., p. 11. El mismo Señor advirtió a los hombres sobre “Dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21; Marcos 12:7; y Lucas 20:25). Ni los activistas ni los pacifistas están en desacuerdo con esta declaración en términos de impuestos, pero sí se ofenden, el uno al otro, con el asunto de dar al César en lo que tiene que ver con involucrarse en una guerra. Para este estudio, sin embargo, es importante determinar justamente cuáles son las cosas del César de acuerdo a las premisas filosóficas de la moderna democracia de masas.

La declaración clásica del papel del ciudadano individual en una sociedad democrática ocurre en la “Oración Fúnebre” de Pericles al final del primer año de la guerra del Peloponeso que estalló entre Atenas y Esparta en 431 a. de C. En dicho discurso Pericles dijo:

Nuestros hombres públicos tienen, aparte de la política, sus asuntos privados que atender, y nuestros ciudadanos ordinarios, aunque ocupados con las actividades de la industria, todavía son justos jueces de los asuntos públicos. Por lo cual, a diferencia de cualquier otra nación, en relación a quien no toma parte en estos deberes no como sin ambición sino como inútil, nosotros los atenienses somos capaces de juzgar, de cualquier modo, si no podemos proceder, y en vez de buscar en la discusión, como una piedra de tropiezo en el camino de la acción, pensamos que es un preludio indispensable a cualquier acción sabia del todo.[9]Tucídides, La Guerra del Peloponeso, trad. Richard Crawley, New York: Random House, n.d., pp. 103-104. Traducción de Rex Warner, Tucídides: La Guerra del Peloponeso, Londres: The Bodley Head, … Continue reading

En esta declaración el cristiano evangélico encuentra el fundamento racional para obedecer al gobierno al cual se le ha advertido hacerlo. Partiendo de este fundamento varias implicaciones adicionales se derivan en lo que concierne a la posición mediadora.

En primer lugar, de acuerdo a la declaración de Pericles todos los ciudadanos de una democracia están en la obligación de contribuir con su estado en cualquier tipo de liderazgo creativo del que sean capaces. Si no pueden contribuir con un liderazgo creativo, deben estar tan bien informados como para ser capaces de tomar decisiones inteligentes y perspicaces cuando se les pida votar sobre un asunto determinado. En vista que el gobierno de los Estados Unidos está basado en el fundamento de la democracia (los científicos políticos la llaman democracia de masas), todos los ciudadanos elegibles están obligados a contribuir con algún tipo de liderazgo creativo que puedan. El evangélico está aun bajo una obligación moral mayor de proveer bien sea liderazgo creativo, o estar muy bien informado sobre los temas en preparación para el momento cuando tenga que dar su voto, ya que el Señor mismo encareció a los hombres a “Dar al César lo que es del César” y sus discípulos advirtieron a los creyentes para que obedecieran toda ordenanza del hombre. Entonces, para el evangélico el fundamento ideológico de la democracia adquiere una fuerza moral. Para él estar sin involucrarse no sólo representa ser inútil como ciudadano, sino también ser desobediente a las enseñanzas de las Escrituras.

Asociado con estas enseñanzas explícitas en relación a la autoridad y a todas las ordenanzas del hombre, se le dice al creyente que “haga el bien”. En muchas ocasiones se le advierte al creyente que promueva todo tipo de buenas cosas. Las cosas políticas y sociales son el tipo de buenas cosas en que se debiera involucrar el creyente. El viejo dicho, “Todo lo que hace falta para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada”, es particularmente cierto en una sociedad democrática. Por lo tanto, en la moderna sociedad estadounidense algo que es deseado es el bien político. Como el senador Mark O. Hatfield lo hace notar correctamente, hay un doble desafío para el ciudadano cristiano en los Estados Unidos de Norteamérica. “En primer lugar, redimir a los ciudadanos de nuestra sociedad y de ese modo edificar un mejor fundamento para el gobierno… El segundo desafío es la disposición de servir a Dios en la política y el gobierno si allí es donde Él te quiere”.[10] Hatfield, Mark O., ¿Cómo puede un Cristiano estar en la Política?, en Clouse, et al.,op. cit., p. 15.

El segundo desafío está basado en la premisa de que la mejor forma de promover algo es con nuestra participación en ello. Siendo que el creyente ha de promover toda clase de bien, el ha de promover el bien político y social. Considerando que él ha de buscar el bien político y social, debe participar en el bien político y social. Por lo tanto, los evangélicos deben buscar oportunidades para participar en la política justo como lo debiera hacer en asuntos sociales. Cuando lo hace estará aplicando la observación de Hatfield acerca de “Daniel Webster [quien] resumió la actitud de los líderes tempranos de la nación al decir que ‘cualquier cosa que convierta a los hombres en buenos cristianos, los convierte en buenos ciudadanos’”.[11]Hatfield, op. cit., p. 11.

Así como hay problemas que acompañan tanto a la posición pacifista como a la activista, hay problemas concomitantes con la posición mediadora. Sin embargo, a diferencia de aquellas otras perspectivas, la posición mediadora no es simplista. Al contrario, es demasiado compleja para proveer una guía simple para los creyentes que desean evitar la responsabilidad personal por sus propias decisiones.

Un problema enfrentado por la posición mediadora es la similitud entre las enseñanzas del cristianismo y la democracia. Esto ha provisto una señal fácil para los grupos radicales que buscan explotar estas similitudes y adelantar sus propias causas llenando sus filas con creyentes que basan su fe religiosa en sus convicciones fundamentalistas acerca de Dios y su palabra. Richard V. Pierard indica el resultado de las propensiones de esta situación diciendo:

Uno de los aspectos más perturbadores de la Derecha Radical es su relación cercana con el cristianismo protestante Estadounidense…A su vez, los profetas de la Derecha dirigen muchos de sus llamados a estas personas e identifican su trabajo con el cristianismo. Ellos hablan de un “Americanismo cristiano” y de la lucha contra el “comunismo impío”. Los nuevos cristianos patriotas declaran que “nuestro lado es el lado de Dios” y equiparan el capitalismo americano con el cristianismo mismo.[12]Pierard, Richard V., Cristianismo, Democracia y la Derecha Radical, en Close, et al., op. cit., p. 49.

Mientras que existe el peligro de que la Izquierda Radical pudiera apelar a la conciencia social de los creyentes teniendo básicamente convicciones fundamentalistas, la fusión de los ideales tiene varios obstáculos virtualmente insuperables que superar y tiende a ser menos una amenaza en la actualidad.[13]Karabenick, Stuart A. y Wilson, R. Ward, Dogmatismo entre Halcones de la Guerra y Palomas de la Paz, Informes Psicológicos, 25, 1969, 419-422, está basada en la tesis de Wilson M.S. en la … Continue reading

La Derecha Radical atrae a muchos a sus filas con tácticas tales como hacer insinuaciones, equiparando “comunismo” con pecado y dirigiendo sus esfuerzos como una cruzada con una moralidad y ascetismo elevados.[14]Pierard, op. cit., p. 50. La Izquierda Radical responde con matices similarmente simplificados en exceso contra el complejo industrial-militar, las amenazas a la libertad individual representadas por el militarismo y las consignas de hacer cumplir la ley. La Izquierda alega que los cristianos evangélicos deben oponerse a estas leyes “por causa de la conciencia”. Mientras que la Derecha Radical sería partidaria de una “línea dura” contra la posibilidad de que los Estados Unidos volviera a caer en otro “Munich”, la Izquierda Radical sería partidaria de una “línea suave” como si el incidente nunca hubiera tenido lugar. Por lo tanto, el partidario de la posición mediadora es de izquierda cuando está entre la espada y la pared y es confrontado por cualquier perspectiva radical. Habiendo hecho la distinción, en su propia mente, entre Americanismo y Cristianismo, y reconociendo que el capitalismo es una filosofía materialista justo como lo es el comunismo, el de posición mediadora es de izquierda en relación a tomar decisiones morales en un mundo plagado de valores seculares.

En un artículo escrito por Richard K. Kenn, este escritor ha desafiado la calificación convencional de ciertas actividades como religiosas y otras como seculares dado que muchas de las instituciones tradicionalmente religiosas han revelado ser de una importancia sólo próxima, mientras que muchas de aquellas actividades seculares ostensibles tienen una importancia final para quienes participan en las mismas.[15]Cuthbertson, op. cit., p. 90. Al abrir esta línea de razonamiento, el papel del creyente que está involucrado en crear, desarrollar o producir un artefacto usado para la destrucción de la vida humana se da cuenta que su actividad no es secular en el sentido tradicional, sino religiosa. Como lo señala Kenn, “serios problemas afloran solo cuando encontramos un grupo para quienes los valores próximos tienen la mayor importancia en todas las áreas de intereses de la vida”.[16]Fenn, Richard K., La Secularización de los Valores: Un Marco Analítico para el Estudio de la Secularización, Revista para el Estudio Científico de la Religión, Primavera de 1969, 13, p. 24. Entonces, para el creyente la obediencia a una determinada autoridad ya no va a ser considerada como absoluta, y la resistencia se enfoca como una opción práctica y real. Los actos del individuo humano deben ser indagados y se les debe aplicar los criterios bíblicos que los protegerán de un juicio injusto subjetivo.[17]Stroud, William J., Valores y Tecnología: Nuevo Énfasis Necesario en el Conflicto Ciencia-Religión, El Clérigo, 182, Diciembre, 1969, p. 8. Se convierte en algo esencial para los creyentes individuales el reinsertar su moralidad en sus actividades seculares ostensibles.

Puesto de otra manera, William J. Stroud arguye que por causa de la antigua batalla entre la religión y la ciencia “la tecnología se ha desarrollado sin valores”.[18]Dymale, Herbert R., Una Teología de la Resistencia, Cristianismo Hoy, 13, Agosto 22 de 1969, p. 10. Por lo tanto, es necesaria una nueva determinación que una a la religión y la ciencia en una búsqueda unida por un sistema de valores adecuado para un mundo tecnológico. Stroud arguye que una filosofía que lo incluya todo puede ser posible, pero que es “improbable mientras la gran mayoría de personas no entiendan los problemas y a nuestra culta elite se le niegue la oportunidad de tratar con ellos. La reconstrucción en la filosofía popular debería haberse realizado hace tiempo, pero definamos los problemas”.[19]Stroud, William J., Valores y Tecnología: Nuevo Énfasis Necesario en el Conflicto Ciencia-Religión, El Clérigo, 182, Diciembre, 1969, p. 8. Al definir los problemas es de importancia capital para los evangélicos el tener en cuenta su sitial de responsabilidad como creyente en una democracia de masas.

En tal situación el creyente no puede seguir disfrutando del capullo protector de la posición pacifista, que es muy simplista en su negación de la responsabilidad cristiana. Tampoco puede seguir por más tiempo hundiendo su cabeza en las arenas del ostracismo moral sometiéndose, a sí mismo, por completo a la autoridad, menos que final, del estado. En cambio, debe seguir en las pisadas de aquellos que se han mantenido firmes en sus convicciones morales a lo largo de la historia aun cuando sus mismas vidas fueron amenazadas. Ellos sufrieron castigos y muchos pagaron con sus vidas el tributo por sus convicciones. Los ejemplos de las parteras en Egipto, justo antes del Éxodo; Elías; los jóvenes hebreos en Babilonia durante el tiempo de Daniel; Jeremías (quien pasó, aparentemente, la mayor parte de su vida adulta dentro de la cárcel y no fuera de ella, por causa de su oposición a su gobierno); el apóstol Juan (quien pasó tiempo en el exilio en Patmos), y los numerosos cristianos quienes se resistieron a la autoridad cuando ella exigía lealtad antes que a Dios, se han ganado la estima y el respeto de los creyentes a lo largo de la historia. Aun en el siglo XXI la sangre de los mártires parece ser la semilla de la iglesia. Con seguridad, hoy en día es uno de esos tiempos en la historia del hombre cuando “la imagen de la Iglesia está siendo sometida a un cambio radical. El mundo parece estar cansado del sistema, sin embargo existe un gran interés en las dinámicas cualidades del vivir concentradas en Jesucristo y su nueva vida”.[20]Bube, Richard H., Responsabilidades Cristianas en la Ciencia, Revista de la Afiliación Científica Estadounidense, 21, Marzo, 1969, p. 8. Estas dinámicas cualidades de vida deben ser mantenidas en las vidas de hombres y mujeres valientes que estén comprometidos con los principios morales más elevados de las enseñanzas de Cristo en lugar de un oscurantismo simplista que ha contribuido al estancamiento institucional.

Conclusión

El hombre cristiano de ciencia debería estar dirigiendo sus más creativas contribuciones a las inquietudes que llenan diariamente las páginas de los periódicos en el mundo —inquietudes que muchas veces son el resultado del continuo desafío de los frutos de la ciencia. En lugar de ser caracterizados como hombres cristianos de ciencia que “adoran el retirarse de la pecaminosidad desagradable del mundo secularizado alrededor de la iglesia a la pecaminosidad agradable de la auto-gratificación”.[21]Ibid., p. 6. Ellos necesitan enfrentar sus responsabilidades como miembros de la comunidad de liderazgo tanto de los Estados Unidos de Norteamérica como de la Iglesia. Esto proveerá sus directrices necesarias para funcionar en una democracia de masas y les ayudará a enfocarse en un orden adecuado de prioridades entre las demandas de la vida en el nivel más elemental. Además, les posibilitará la resolución del dilema moral que confronta a los Cristianos en el mundo científico que están en búsqueda y dependiendo de fondos para investigación. En vez de caer presas del hecho de que “la decisión acerca de los sujetos de investigación, y la dirección de los esfuerzos investigativos, tiende a estar más o menos influenciado por las necesidades militares del país,[22]Dengerink, Jan, La Palabra de Dios y las Estructuras Temporales de la Sociedad, La Revista de Gordon, 11, Verano, 1969, p. 202. llegarán a darse cuenta de sus papeles individuales en su sociedad tecnológicamente avanzada. Entonces, y sólo entonces, serán capaces de experimentar la comprensión de que “La Ley de Dios que se nos ha dado en la Escritura nos hace un llamado, tanto en su resumen como en sus distintos mandamientos particulares, a servir a Dios y nuestro prójimo en una manera radical y que lo abarque todo”.[23]Dengerink, op. cit., p. 202. También serán capaces de recapturar la agradable experiencia de Elías, quien halló que Dios tenía otros siete mil hombres fieles en la tierra.[24]1 Reyes 19:18. “Por lo tanto, en último análisis, el motivo más profundo de la religión cristiana está expresado en la frase ‘soli Deo gloria’”.

Sugerencias para Lecturas Adicionales*

Bainton, Roland H., Actitudes Cristianas Hacia La Guerra y La Paz. New York: Abingdon, 1968.

Clouse, Robert G., Lindner, Robert D., y Pierard, Richard V. (editores), Protesta y Política: Cristianismo y Asuntos Contemporáneos. Greenwood, S.C.: The Attic Press, Inc., 1968.

Henry, Carl F. H. Ética Cristiana Personal. Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1957.

Nagel, William J. (ed.), Moralidad y la Guerra Moderna: El Estado de la Cuestión, Baltimore, Maryland: Helicon Press, Inc., 1960.

Thielicke, Helmut, Entre el Cielo y la Tierra: Conversaciones con Cristianos Estadounidenses, New York, Harper & Row, 1965.

Toews, J.A., La Verdadera No-resistencia a Través de Cristo, Winnipeg: La Junta de Bienestar General y Relaciones Públicas de la Iglesia de los Hermanos Menonitas de Norte América, 1955.

Wirt, Sherwood E., La Conciencia Social de los Evangélicos, New York: Harper & Row, 1968.

*Sociedad en Agitación: Ciencia, Cristianismo y Problemas Contemporáneos, Gary Collins (editor) incluye los artículos arriba indicados bajo el capítulo titulado “Guerra”, publicado en 1970 por la editorial Creation Press, Carol Stream, Illinois.

Nota del traductor
Dado el contexto latinoamericano de los lectores/destinatarios de estas traducciones, sustituí “AMERICAN” en la mayoría de los casos por ESTADOUNIDENSE y “AMERICA” por ESTADOS UNIDOS/o ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA.

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References

References
1 William Nix es un escritor evangélico que radica en Dallas, Texas.
2 Stegall, op. cit., p. 12
3 Stegall, op. cit., p. 42.
4 Harris, Louis, El Público se opone al Juicio de My Lai, Chicago Tribune, Enero 8, 1970, Sec. IB, p. 1; la encuesta se realizó entre el 10 y el 15 de Diciembre de 1969.
5, 6 Clouse, et al., op. cit., pp. 84-86.
7 Thielicke, Helmut, Entre el Cielo y La Tierra: Conversaciones con Cristianos Estadounidenses, traducido y editado por John W. Doberstein, New York: Harper & Row, 1965, pp. 112-145.
8 Montgomery, op. cit., p. 11.
9 Tucídides, La Guerra del Peloponeso, trad. Richard Crawley, New York: Random House, n.d., pp. 103-104. Traducción de Rex Warner, Tucídides: La Guerra del Peloponeso, Londres: The Bodley Head, 1954, ii, 4, p. 119, reza, “No decimos que el hombre que no tiene interés en la política es un hombre a quien sólo le importan sus propios intereses; decimos que no tiene ningún tipo de interés aquí”.
10 Hatfield, Mark O., ¿Cómo puede un Cristiano estar en la Política?, en Clouse, et al.,op. cit., p. 15.
11 Hatfield, op. cit., p. 11.
12 Pierard, Richard V., Cristianismo, Democracia y la Derecha Radical, en Close, et al., op. cit., p. 49.
13 Karabenick, Stuart A. y Wilson, R. Ward, Dogmatismo entre Halcones de la Guerra y Palomas de la Paz, Informes Psicológicos, 25, 1969, 419-422, está basada en la tesis de Wilson M.S. en la Universidad del Oriente de Michigan. Señala que contrariamente a la predicción basada en la Teoría del Dogmatismo de Rokeach, se demostró que el dogmatismo estaba significativamente relacionado con las actitudes hacia la guerra de Vietnam. Aunque los Halcones (a favor de la guerra de Vietnam) y los moderados, en sus actitudes acerca de la guerra, tenía virtualmente el mismo nivel de dogmatismo, esas Palomas (en contra de la guerra de Vietnam) sometidas a prueba demostraron un nivel significativamente más bajo de dogmatismo.
14 Pierard, op. cit., p. 50.
15 Cuthbertson, op. cit., p. 90.
16 Fenn, Richard K., La Secularización de los Valores: Un Marco Analítico para el Estudio de la Secularización, Revista para el Estudio Científico de la Religión, Primavera de 1969, 13, p. 24.
17, 19 Stroud, William J., Valores y Tecnología: Nuevo Énfasis Necesario en el Conflicto Ciencia-Religión, El Clérigo, 182, Diciembre, 1969, p. 8.
18 Dymale, Herbert R., Una Teología de la Resistencia, Cristianismo Hoy, 13, Agosto 22 de 1969, p. 10.
20 Bube, Richard H., Responsabilidades Cristianas en la Ciencia, Revista de la Afiliación Científica Estadounidense, 21, Marzo, 1969, p. 8.
21 Ibid., p. 6.
22 Dengerink, Jan, La Palabra de Dios y las Estructuras Temporales de la Sociedad, La Revista de Gordon, 11, Verano, 1969, p. 202.
23 Dengerink, op. cit., p. 202.
24 1 Reyes 19:18.