Regresemos a la Biblia: El proceso de estudiar la Biblia

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Regresemos a la Biblia: El proceso de estudiar la Biblia

(Segunda parte)

por Al Valdés, Profesor de Biblia

Hace algunos años recibí una llamada telefónica de un amigo que me invitaba a escuchar a un profesor ambulante de Biblia que había llegado a nuestra área con algunas afirmaciones sorprendentes. Ni mi amigo ni yo habíamos escuchado acerca de él, así que decidimos asistir tanto por curiosidad como desconfianza. Nos unimos a unos cientos de personas de diferentes iglesias que se habían reunido para escucharlo. A medida que avanzaba la noche nos dimos cuenta que estábamos en la presencia de un genuino falso maestro. Descubrimos que negaba la deidad de nuestro Señor Jesucristo —verdad fundamental del cristianismo que las Escrituras enseñan claramente (cf. Juan 1:1-18) — y que proclamaba interpretaciones espectaculares sin base alguna en el texto bíblico. De hecho, él mismo admitió que no tenía evidencia para una de las diversas ideas erróneas que presentó allí como verdades. Pero esa noche hicimos otro descubrimiento alarmante: los que habían llegado de las diferentes iglesias para escucharle le aplaudieron sus enseñanzas y ¡le dieron dinero! Sólo dos o tres personas desafiaron su falsa enseñanza.

Este relato verídico nos lleva de nuevo al propósito de esta serie de artículos—regresar al pueblo de Dios a Su Palabra. El primer artículo reveló el secreto sencillo para la comprensión de la Biblia – ¡leerla! En especial, se recomendó la lectura de cualquier libro de la Biblia que decida leer de una sola sentada, varias veces, y en diferentes versiones. En este artículo analizaremos el proceso para el estudio de la Biblia. Una vez que reunamos nuestra Biblia, nuestro cuaderno y pluma, y una taza de café (si la necesitamos), oramos al Señor para que nos dé comprensión de Su Palabra, y nos ponemos a trabajar. Ahora, ¿qué clase de trabajo debemos realizar a medida que leemos a través de un libro de la Biblia?

Utilice el proceso inductivo clásico

El proceso clásico de estudio bíblico inductivo consiste esencialmente en tres pasos: observación, interpretación, y aplicación. Una visita al médico es muy parecida a este proceso. El médico nos hace preguntas y nos examina para reunir información. Si descubre algo que no reconoce o para cual necesita más información consulta un libro de referencia médica u ordena algunas pruebas. Tal vez ya tenga algunas impresiones, pero aún no tiene respuesta definitiva. Esto corresponde a la etapa de observación, guiado por la pregunta “¿Qué veo?” Una vez que reúne toda la información que necesita, interpreta los resultados y ofrece un diagnóstico. Esto refleja al paso de interpretación, guiado por la pregunta “¿Qué significa esto?” Por último, el médico le receta algo. Quizás le prescriba medicina, cirugía, terapia, o simplemente descanso. Esto corresponde al paso de aplicación y responde a la pregunta “¿Qué debo hacer?” o “¿Qué debo simplemente creer?” Comencemos con el primer paso.

Use ocho preguntas / Haga muchas preguntas

Ocho preguntas nos pueden ayudar a cumplir con el paso de la observación: ¿Quién?, ¿Qué?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Cómo?, ¿Cuánto?, ¿En qué medida?, y ¿Por qué? Estas preguntas nos ayudan a recopilar información sobre un texto. Mientras más observamos, más precisa será nuestra interpretación. Más tarde, podemos utilizar libros de referencia fiables para ayudarnos a recopilar información adicional, pero al principio nos quedamos muy cerca del propio texto. Como ejemplo, vamos a vamos a utilizar las preguntas de observación al leer Juan 3:14-18:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (Juan 3:14-18, Versión Reina Valera 1960).

  • ¿Quién? – Los versículos mencionan a varias P(p)ersonas: Moisés (v. 14); el Hijo del Hombre (v. 14); aquel = el creyente (v. 15); Él = el Hijo del Hombre (v. 15); Dios = el Padre (v. 16); Su Hijo unigénito = Jesús (v. 16); el mundo de manera colectiva (v. 16); todo creyente (vv. 15, 16); el creyente (v. 18); y el no creyente (v. 18, 2x).
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  • ¿Qué? – El texto habla de levantar una serpiente y una acción paralela de levantar al Hijo del Hombre (v. 14), de creer en el Hijo del Hombre = unigénito Hijo de Dios = a Jesús (en contexto), y el propósito de Dios en enviar a su Hijo al mundo, para salvar y no para condenar.
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  • ¿Cuándo? – El verso 18 habla de un juicio negativo ya para aquellos que no creen. El versículo 14 habla de un evento que ocurrió en la época de Moisés. El versículo 17 presupone que Dios ya ha enviado a su Hijo al mundo.
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  • ¿Dónde? – El incidente de la serpiente con Moisés ocurrió “en el desierto” (v. 14).
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  • ¿Cómo? – Moisés facilitó la salvación de los israelitas de la muerte levantando a la serpiente en el desierto (v. 14, Números 21:4-8 para el trasfondo.). Dios realiza la salvación eterna por entregar (v. 16) y el levantamiento (v. 14) de Su Hijo. La persona recibe la vida eterna al creer en el Hijo de Dios (vv. 15, 16, 18). El versículo 3:16 también afirma cómo Dios nos amó, “de tal manera”.
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  • ¿Cuánto? – El verso no cuantifica la creencia. O se cree y se recibe la vida eterna (v. 15), se obtiene la salvación (v. 17), y se escapa uno de la condenación (v. 18), o no se cree y se experimenta todo lo contrario: perecer (v. 16) y ser condenado (v. 18).
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  • ¿Hasta qué medida? El pasaje menciona vida “eterna” y por lo tanto se extiende a la eternidad (vv. 15, 16).
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  • ¿Por qué? El versículo 16 muestra el amor de Dios como la motivación para enviar a Su Hijo a morir por nosotros. El versículo 18 afirma la razón de la condenación, no creer en el nombre del Hijo único de Dios. Ellos reciben el juicio ya porque no creen.

Ahora, mientras hacemos estas preguntas, los detalles que descubrimos sacan a relucir preguntas interpretativas. Estas preguntas nos ayudan comprender lo que vemos y sirven como puente a la interpretación.

Por lo tanto, podemos dividir una hoja en dos columnas y encabezar la primera con “Observaciones” y la segunda con “Preguntas interpretativas”. A medida que anotamos las observaciones en un lado, podemos ir escribiendo cualquier pregunta que venga a la mente en el otro. Las respuestas a estas preguntas nos servirán de guía para la interpretación correcta del texto. Por ejemplo, las observaciones hechas con referencia a Juan 3:14-18 generan las siguientes preguntas:

Preguntas interpretativas

  • ¿Qué significa “ser levantado” cuando se refiere a Jesús? ¿Se refiere a la Cruz? (V. 14)
  • ¿Por qué la frase “en el nombre del unigénito Hijo de Dios” sólo aparece en relación con los no creyentes, en contraste con el sencillo “creer en Él” con referencia a los creyentes? (V. 18)
  • Sabemos que otros pasajes como 1 Corintios 3:1-18, esp. vv. 10-15; 2 Corintios 5:9-11 y Romanos 14:1-12, esp. vv. 10-12 afirman que los creyentes en Jesús sí serán juzgados con referencia a las recompensas. Aquí los creyentes no serán sometidos a juicio. ¿A qué clase de juicio entonces se refiere este contexto?

Esto es sólo un ejemplo limitado de las observaciones y preguntas interpretativas que podemos hacer en este pasaje. En este paso de observación se puede consultar atlas bíblicos, concordancias, léxicos y manuales que se ocupan de temas culturales, por ejemplo, para ubicar referencias geográficas o adquirir conocimiento de asuntos culturales después de haber reunido la mayor cantidad de información posible del texto bíblico mismo. En principio, estos libros de referencia deben ayudarle a llegar a su propia interpretación o las opciones para la interpretación. (Desafortunadamente, aun algunos recursos, aparentemente neutrales, ofrecen interpretaciones con una inclinación teológica particular.) En el ejemplo de arriba deberíamos usar una concordancia para ayudarnos a encontrar la referencia a Moisés.

Ponga su interpretación a prueba y aplíquela

Los comentarios bíblicos sólo se deben consultar después de haber hecho observaciones y formulado —y tratado de responder a— las preguntas interpretativas que se presentan. ¿Por qué? Porque dichos libros de referencia nos pueden dar la interpretación correcta o incorrecta de otra persona. El mismo principio se aplica a las notas de estudio o bosquejos provistos en muchas Biblias modernas. De manera que primero queremos hacer nuestro propio trabajo con la Biblia, orar, reflexionar, y llegar a una conclusión que luego podemos modificar según sea necesario. Esto nos pone en la mejor posición para después poder evaluar las conclusiones de otros. En el seminario teológico nos enseñaron a considerar los comentarios bíblicos como si fuesen amigos con quienes nos sentamos a discutir la interpretación de un pasaje— no como las autoridades definitivas. Debemos consultar y dialogar con éstos, pero la respuesta final está en el propio texto bíblico.

En nuestro estudio del pasaje anterior, concluimos que en la misma forma que una mirada a la serpiente de bronce salvaba al israelita pecador de la muerte, una mirada de fe hacia Jesús (es decir, creer en Él para la salvación) salva al pecador de la condenación eterna. Dios, en Su amor ofrece esta provisión singular, entregando a su único Hijo por nosotros. Las personas pueden creer y no perecer, o no creer y contar como ya condenados. Por lo tanto, en este pasaje la aplicación no pide que se haga algo, sino más bien que se crea en Alguien— Jesús. El coro de un himno muy popular en la iglesia lo dice todo: “Una mirada de fe es la que puede salvar al pecador.” Otras Escrituras sí nos piden que hagamos o no hagamos algo, o ambos (cf. Filipenses 4:6), o que tengamos una disposición particular (cf. Filipenses 2:5). Al estudiar el contexto de estos textos en el libro completo lo podremos entender.

Conclusión

Hace años realicé un proyecto en la escuela bíblica que me desafió a descifrar una curiosidad de este versículo: “Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: ‘No maldecirás a un príncipe de tu pueblo.'” (Hechos 23:5). Esta declaración del apóstol Pablo se presenta en el contexto de su presentación en Jerusalén ante Ananías, el sumo sacerdote (cf. Hechos 23:1-10). ¿Ve usted el reto? ¿Cómo es que Pablo con su conocimiento experto del judaísmo no conocía al sumo sacerdote? Mencioné la tarea a una amiga que estudiaba derecho y hablamos de las posibles interpretaciones. Yo rápidamente rechacé una opción afirmando, “Esta no puede ser”. Mi amiga inmediatamente respondió, “¿Por qué no?” Usted ya sabe cómo termina la historia. Después de reflexionar e investigar el pasaje resulta que terminé defendiendo la interpretación que yo había rechazado originalmente. Por cierto, disfruté tanto del proceso de descubrimiento que sigo hablando de este pasaje hasta el presente.

Así que, en esta etapa del proceso, queremos animarle a conducir su propio estudio de las Escrituras. Inicialmente nuestro objetivo es evitar saltar a conclusiones ya sean las nuestras o las de otras personas. Primero queremos hacer nuestro propio trabajo con el texto bíblico, orar, leer el libro entero, seguir el proceso inductivo, reflexionar y llegar a una interpretación. Entonces consultamos a fuentes secundarias y ponemos a prueba nuestras conclusiones. Por fin regresamos de nuevo a la vista panorámica y nos aseguramos de que nuestras conclusiones se conforman al texto de la Biblia. Hacemos todo esto para asegurarnos de interpretar y aplicar correctamente la Biblia: creyendo lo que Dios quiere que creamos y haciendo lo que Él nos dice que hagamos.

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