Regresemos a la Biblia: El secreto de entender las Escrituras

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Regresemos a la Biblia: El secreto de entender las Escrituras

(Primera parte)

por Al Valdés
Profesor de Biblia

Hace poco visité una iglesia donde al parecer el pastor no comprendía el pasaje que él mismo había seleccionado para su prédica —un texto difícil del Antiguo Testamento. Leyó el pasaje, y con poca explicación brincó a una ilustración que no tenía conexión inmediata con el mismo. Al final del servicio no se supo cómo se relacionaba el pasaje ni al resto del libro ni a la vida de los oyentes. La congregación se quedó sin saber el sentido de esa porción de las Escrituras. Esta escena probablemente se repite en un sinnúmero de iglesias. Ni el pastor ni la congregación terminan con una mejor comprensión de la Biblia. ¿Cómo se arregla esto?

El título de esta serie de artículos, Regresemos a la Biblia, da a entender que la iglesia se ha alejado de las Escrituras. No queremos decir que si le preguntamos a varios cristianos al azar si creen o no que la Biblia es la Palabra de Dios responderán que “no”. Esperamos que todos respondan en el afirmativo. No obstante, uno puede creer en la Biblia y aun así tener poca interacción significativa con la misma.

Hay tres maneras básicas de desconectar a la congregación del texto bíblico: 1. Casi no usar la Biblia; 2. Usar un texto bíblico como si fuese un trampolín para saltar a un mensaje o ilustración que tiene poco o nada que ver con el pasaje original; y, la peor, 3. Usar la Biblia, pero malinterpretarla. Estas tres prácticas resultan en un desenlace entre el creyente y las Escrituras.

Bueno, ¿cuál es el secreto para restablecer la conexión entre el creyente y las Escrituras? La respuesta es increíblemente sencilla de decir — pero difícil de poner en práctica. Para renovar la conexión con la Biblia debemos ¡leerla! Pero, ¿cómo debemos leerla para sacar el mayor provecho?

Leer el libro completo sin interrupción— de una sentada

Para comprender cualquier libro de la Biblia debemos leerlo sin interrupción—de una sentada. Sí, aun los libros largos. Es la mejor forma de mantener el hilo y captar el mensaje. Quizás hemos visto algún plan para leer la Biblia entera en un año que divide la lectura diaria en dos o tres capítulos del Antiguo Testamento, otros del Nuevo, y tal vez un Salmo y un Proverbio. Por un lado, estos planes ayudan a cumplir la meta de leer la Biblia en 365 días. Pero, también hacen que se rompa el hilo en la lectura. Mezclan un libro con otros y así dificultan el poder captar el sentido y mensaje de cualquiera de los libros.

Debemos saber que cada libro de la Biblia es una unidad compuesta de unidades más pequeñas que se complementan. Por ejemplo, Hechos 5:1-11 no debe separarse de Hechos 4:32-37 ya que forman un solo relato — aunque separados por una división de capítulos. Jonás no se entiende hasta llegar uno al último capítulo del libro donde se revela la razón por la cual el profeta desobedeció a Dios al principio. Y, Juan no revela el propósito de su Evangelio hasta casi el final del libro en el capítulo 20, versículo 31. Hay que leer la totalidad para poder alcanzar comprensión.

Los televisores modernos vienen con un control remoto que permite al televidente cambiar de un programa a otro con rapidez. Qué tal si alguien mira tres minutos de un programa donde hay una muchacha llorando. Entonces, cambia de canal y ve a una persona escondida en un bosque. Y, de nuevo pasa a otro programa en el cual alguien clama, “¡Al fin, al fin!”. Entonces, la persona apaga el televisor. ¿Cuál programa entendió? ¿Qué explicación concebible pudiera dar de la historia, la manera en que se desenvuelve la trama de, o el sentido de cualquiera de los tres programas? Algo muy similar ocurre cuando leemos unos versículos aquí y unos cuantos allá. Se rompe el hilo, y con eso abandonamos la comprensión. Es por eso que es imprescindible leer el libro entero de una sentada— de la misma manera que las personas miran un programa completo, y no a retazos. Ahora, este paso importante, debe repetirse hasta llegar a una comprensión cristalina.

Quizás esté pensando, ¿cómo podré alcanzar leer libros como Génesis (50 capítulos) o Hechos (28 capítulos) sin interrupción? ¿No habrá otro método? El segundo método preferido consiste en leer los libros según sus divisiones literarias naturales — aquellas determinadas por el autor original bajo la dirección del Espíritu Santo (véase 2 Pedro 1:21). Todos los libros de la Biblia están compuestos de unidades más pequeñas. Por ejemplo, Génesis, un libro largo, se puede dividir en las siguientes divisiones que al parecer marcan las unidades literarias diseñadas por el mismo Moisés:  1:1—2:3; 2:4—4:26; 5:1—6:8; 6:9—9:29; 10:1—11:9; 11:10-26; 11:27—25:11; 25:12-18; 25:19-35:29; 36:1-8; 36:9—37:1; y 37:2—50:26.

Nótese que dichas unidades no siguen las divisiones por capítulo. Esto es porque se basan en el uso de la frase “estas son la generaciones” (a veces con una traducción diferente de la misma palabra hebrea toledot) que aparece diez veces en Génesis [véanse 2:4; 5:1; 6:9; 10:1; 11:10, 27; 25:12; 25:19; 36:1; 37:2]).  Ahora, otros intérpretes dividen el libro de manera diferente. Por ejemplo, Génesis puede delinearse según dos (1—11 y 12—50); tres (1—11; 12—36; y 37—50); u, ocho divisiones (1—2; 3—5; 6—9; 10—11; 12—23; 24—26; 27—36; y 37—50). Todas estas agrupaciones presentan unidades manejables de material. Sin embargo, todas son provistas por algún otro intérprete de la Biblia. Y aquí está parte de la respuesta a la pregunta inicial.

La provisión de algún bosquejo de antemano nos quita el gozo del descubrimiento propio. Siempre es mejor trazar el proceso de descubrimiento solo al principio, aunque sea arduo a veces, con fines de llegar a nuestras propias observaciones y opiniones iniciales acerca de un libro. Sin hacer esto no tendremos criterio propio para poder evaluar las propuestas de otros intérpretes o saber cómo es que ellos llegaron a sus conclusiones.

También debemos pensar que la alternativa de leer un libro poco a poco (aun utilizando sus divisiones naturales o aproximadas) tal vez tome más esfuerzo que leerlo de una vez sin interrupción. ¿Por qué?  Porque cada vez que comience la lectura de nuevo tendrá que percatarse de lo que ya leyó anteriormente.  Y, en este proceso la memoria falla y se pierde el hilo. Ahora, ¿quién dice que debemos comenzar con los libros más largos? Alguien ha dicho que muchos de los libros de la Biblia caben en la primera página de un diario o periódico.  De manera que podemos comenzar con libros tales como Jonás, Hageo, Habacuc, 2 y 3 de Juan, o Judas, y después con la práctica pasar a libros más largos como Efesios, Romanos, Juan, Lucas, y otros.

Leer el libro varias veces

Recomendamos el método de leer los libros de la Biblia sin interrupción desde el comienzo hasta el fin, y también hacerlo repetidamente hasta alcanzar una comprensión panorámica del mismo. Es decir, debemos poder explicar cómo se desenvuelve el libro completo de manera concisa, precisa, y panorámica. Como ejemplo sencillo (y que admite ser refinado), en su Evangelio Juan presenta siete señales que demuestran que Jesús es el Mesías (capítulos 1-12), la última reunión de Jesús con Sus discípulos antes de Su muerte (capítulos 13-17), y la muerte, resurrección, y encuentros pos-resurrección con Jesús (18-21) a fin de que el lector crea que Jesús es el Mesías y así disfrute de la vida eterna (20:30-31). De manera que, mientras leemos el libro ya estamos pensando en preguntas tales como: ¿De qué trata este libro? ¿Cuáles son las divisiones o unidades principales? ¿Cuál es el mensaje panorámico? ¿Qué propósito tiene? todo con miras a nuestras impresiones iniciales las cuales después requerirán estudio adicional.

Hace algunos años hablé con un profesor que había enseñado griego por veintisiete años en un seminario de renombre. En esos tiempos yo enseñaba un curso en una universidad cristiana donde les requería a mis alumnos leer cada libro del Nuevo Testamento sin interrupción. Le expliqué al profesor que yo les había dicho a mis alumnos que si leían la Biblia con ese método ellos podían llegar a conocer mejor las Escrituras que alguien con conocimiento de los idiomas originales de la Biblia. El profesor afirmó que hay cosas que sólo se captan en los idiomas originales. No obstante, estuvo de acuerdo. Siempre hay provecho en aprender hebreo, griego, y otros idiomas. Pero esto no le resta al gran valor de esforzarnos en leer los libros de la Biblia en su totalidad, sin interrupción, a fin de conocerlos, enseñarlos, y predicarlos bien (véase 2 Timoteo 2:15).

Por cierto, no tenemos que necesariamente leer el libro varias veces el mismo día, aunque puede hacerse así. Sin embargo, hay que hacerlo si queremos alcanzar la comprensión. Así, hay otro paso que nos ayudará.

Leer el libro en varias versiones

Además de leer los libros de la Biblia sin interrupción, y varias veces, debemos leer el libro que estamos estudiando en varias versiones. No estamos diciendo que se brinque de una versión a otra sin comprender ninguna. Siempre es mejor mantenerse en una versión hasta sentirnos lo suficientemente cómodos con la misma como para pasar a una nueva versión. Si no lo hacemos así estaremos confundidos de nuevo. Ahora, ¿por qué hacerlo? ¿Por qué no sencillamente adoptar una sola versión y vivir y morir con ella? La respuesta es que las diferentes traducciones tienen sus puntos fuertes y a veces una versión nos ayuda mejor a descubrir o mejor entender el sentido de un pasaje.

Como ilustración veamos el caso de Filemón v. 6 donde las diversas traducciones han traducido la palabra koinonia en diferentes maneras:

  1. “y ruego que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno que hay en vosotros mediante Cristo.” Biblia de las Américas
  2. “Pido a Dios que el compañerismo que brota de tu fe sea eficaz para la causa de Cristo mediante el reconocimiento de todo lo bueno que compartimos”. Nueva Versión Internacional
  3. “para que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús”. Reina Valera 1960
  4. “Pido a Dios que pongas en práctica la generosidad que proviene de tu fe a medida que comprendes y vives todo lo bueno que tenemos en Cristo”. Nueva Traducción Viviente
  5. “Para que la comunicación de tu fe sea eficaz, en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros, por Cristo Jesús”. Reina Valera Antigua Versión

Como podemos ver, la palabra koinonia puede traducirse de varias maneras. Pero, ¿cuál de las versiones enumeradas arriba refleja el sentido del apóstol Pablo? La respuesta se encuentra en el contexto más amplio de la carta entera a Filemón. (Retamos al lector a utilizar la enseñanza de este artículo a fin de formar una opinión al respecto.) Quizás aquí salga a relucir la pregunta ¿dónde consigo los fondos para comprar tantas biblias? Afortunadamente, Biblegateway.com ofrece varias versiones de la Biblia disponibles gratuitamente tanto en castellano como también en otros idiomas.

Nótese que a propósito hemos dejado fuera los comentarios bíblicos, concordancias, y programas de computadora. Todos estos tienen su uso, pero aquí, la meta es llegar a nuestra propia comprensión panorámica del libro sin la influencia de otras opiniones. Este paso nos capacitará para evaluar mejor la contribución de las ayudas bíblicas que todos necesitamos como referencia.

Entonces, debemos tener un libro en “remojo” y uno “listo para la acción”. ¿Qué queremos decir con esto? El libro que califica como “listo para la acción” es aquel que ya ha pasado por el plan de lectura descrito arriba, pero que también ha sido estudiado de manera más detallada —tema que se tratará en otros artículos. El libro que está “en remojo” es aquel que a penas comenzamos a leer como aquí descrito.

Conclusión

Habiendo comprendido que el secreto de entender la Biblia es leerla, debemos tener un método y un plan de trabajo. (Se entiende que el Espíritu Santo nos ayuda en todo el proceso de lectura, estudio, y aplicación de la Biblia.) ¿Cómo es el plan? Sencillo: comience con una Biblia, un cuaderno, y una pluma o lápiz para escribir ideas y preguntas que se le ocurran durante la lectura. También, según el libro que sea, debemos determinar el tiempo y el lugar adecuado a fin de poder completar la lectura sin interrupción.

Lo esencial es predicar o enseñar un libro que conocemos lo suficientemente bien como para poder hacerlo con precisión e integridad. Así, según alcanzamos comprensión, los libros de la Biblia pasan de estar “en remojo” a calificar como “listos para la acción”, preparados para la enseñanza y/o prédica íntegra. Pero, en ambas categorías, el punto de partida sigue siendo el mismo: leer un libro completo de la Biblia sin interrupción, de principio a fin. Ahora, este solo representa el primer paso. En próximos artículos exploraremos el estudio más profundo de la Biblia.

*Lee la segunda parte de este artículo aquí.