por Les Thompson
Ya que en nuestros días está muy en boga enfatizar y exaltar la obra particular del Espíritu Santo, tomemos unos momentos para repasar elementos importantes de lo que la Biblia nos enseña acerca de la Santa Trinidad. Desde la antigüedad, y basándose en la Biblia, la Iglesia de Jesucristo ha establecido que “adoramos a un Dios en Trinidad, y una Trinidad en Unidad, ni confundiendo a las Personas, ni dividiéndolas en cuanto a sustancia”(credo de Atanasio, 325 d.C.). Sólo por revelación bíblica comprendemos que la unicidad de Dios existe en una trinidad de personas. A su vez, esta verdad no es vista ni como irracional ni como tema secundario a la fe cristiana. Es una verdad profundamente incrustada a través de las páginas del Nuevo Testamento (véase a Mt. 28.19 y 1 Co. 12.3-6 como ejemplo).
Es en el Evangelio de Juan que más claramente vemos la relación ínter dinámica que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo:
- El Hijo es enviado por el Padre (14.24)
- El Hijo sale del Padre (16.28)
- El Espíritu es dado por el Padre (14.16)
- El Espíritu es enviado por el Padre (14.26)
- El Espíritu procede del Padre (15.26)
- El Hijo está involucrado en ese envío del Espíritu (Él ora para que sea enviado) (14.16)
- El Padre envía el Espíritu en el nombre del Hijo (14.26)
- El Hijo envía al Espíritu que procede del Padre (15.26)
- El Hijo regresa al Padre para que venga el Espíritu (16.7)
- El ministerio del Espíritu siempre se entiende como la continuación y elaboración de la obra del Hijo, no como una obra independiente:
- a) El Espíritu traerá a memoria lo que el Hijo ha dicho (14.26)
- b) El Espíritu dará testimonio del Hijo (15.26)
- c) El Espíritu declarará lo que oye del Hijo, para así glorificarlo (16.13-14)
Al hablar del Espíritu Santo hay varias cosas que tenemos que mantener claras:
- La unidad de Dios es el concepto básico. Es UN SOLO DIOS, no se trata de la unión de tres entidades separadas. En todo momento y en toda ocasión en que uno actúa —sea el Padre, el Hijo, o el Espíritu Santo— la realidad sorprendente es que los tres están actuando.
xx - La perfecta deidad de cada una de las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo tiene que ser afirmada, puesto que las tres Personas son cualitativamente iguales. El Hijo es divino de la misma manera que lo es el Padre; igualmente lo es el Espíritu Santo —así es que lo proclama la Biblia.
xx - Es frente al concepto de Trinidad que negamos como error que Dios cambia de modalidad (a veces es el Padre, en otras es el Hijo, y todavía en otras es el Espíritu Santo). También rechazamos el “monarchianismo”: que considera a Jesús sólo como ser humano, y al Espíritu Santo como una mera influencia divina, y Dios Padre el monarca encima de todo. En cada momento del tiempo pasado, presente y futuro, la Biblia enseña que Dios es una unidad de tres Personas. Siempre mantiene Su perfecta unidad de Un Dios. Porque somos seres unipersonales, nos es difícil concebir a Dios como ser tripersonal; nos cuesta distinguir entre la perfecta naturaleza de Su Trinidad y a la vez comprender Su Unidad. Por ejemplo, en las metáforas de Juan 14 tenemos al Hijo presentado como el camino al Padre, el Padre presentado como el que envía, y el Espíritu Santo presentado como nuestro maestro. Todas son claras distinciones. A la vez leemos en 1 Juan 5.7: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.”
xx - La Trinidad nos es un aspecto provisional de Dios mientras trata con todo lo creado. La Trinidad es eterna. Dios siempre ha existido en tres Personas: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Desde siempre y para siempre seguirá siendo un solo Dios en tres Personas, todos iguales en honor, poder, y gloria.
xx - En Su actividad a favor de nosotros, un miembro de la Trinidad puede aparecer subordinado (y por tanto inferior) a otra Persona de la Trinidad, ya que en la obra de redención cada una de las Tres Personas de la Trinidad ha tenido una función particular que ejercer. Sin embargo, tales funciones han sido propiamente divinas sin que en su esencia cada Persona hubiera cambiado para llegar a ser inferior a las otras. La aparente subordinación ha sido con el fin de cumplir una tarea divina específica. Por ejemplo, el Hijo, al venir al mundo para morir por nosotros, se subordinó al Padre (nada hizo sin la dirección específica del Padre), incluso al punto de muerte y resurrección. Semejantemente, el Espíritu Santo en su presente misión está actualmente subordinado al Hijo y a la voluntad del Padre (véase Juan 14 al 16), pero esto no implique que sea inferior ni al Padre ni al Hijo.
Como punto de análisis final, confesamos que aspectos de la Trinidad siempre nos serán incomprensibles —la finitud simplemente no puede comprender infinitud. Por nuestras limitaciones muchas cosas acerca del Dios Trino se quedarán veladas en misterio. Pero damos gracias por todo aquello que Dios ha querido revelarnos de Su divina Persona, no porque son elementos tan ajenos a nuestra realidad, sino porque nos dan vistazos de la gloria sublime que nos circunda. Atónitos ante tan majestuosa grandeza, nos gloriamos en la realidad de que, por los méritos de Jesucristo, el Trino Dios ha buscado relacionarse íntimamente con nosotros. En consecuencia nosotros podemos reciprocar a tal punto de llamar a Dios, “Padre”; llamar al Hijo nuestro “Salvador” y “Hermano”; y llamar al Espíritu Santo nuestro fiel “Consolador” y divino “Consejero”.