¿Qué significa creer?

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¿Qué significa creer?

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por Les Thompson

En esta época moderna se trata de hacer todo fácil y sencillo, a tal grado que a veces la persona ya ni tiene que pensar. Por ejemplo, la mayoría de los programas de televisión se escriben al nivel de inteligencia de un niño de diez años de edad. Esto se hace porque los expertos dicen que el hombre moderno no es pensador.

El problema básico del evangelismo moderno es que hemos tratado de simplificar el plan de salvación lo más posible para hacerlo accesible a nuestra generación. Muchos han llegado al extremo de decirle al incrédulo: “Cree, cree, cree; eso es todo lo que tienes que hacer para ser salvo”. ¿Será cierto?

Una de las discusiones cardinales de la Reforma Religiosa del siglo XVI tuvo que ver con la naturaleza de la fe salvadora. Basándose en la Biblia y siguiendo la línea de pensamiento explorado por los Reformadores, dedujeron tres elementos claves de la fe auténtica: notitiaassensusfiducia.

Una breve explicación de lo que querían decir con estas tres palabras en latín nos puede aclarar mucho acerca del Evangelio.

Notitia:

Tiene que ver con datos (notae), es decir, conocimiento, los detalles, la información o el contenido de la fe cristiana. La fe que enseña el Nuevo Testamento no es una fe ambigua general, sino que contiene detalles específicos. El Evangelio tiene base y contenido que ha de ser conocido, entendido y afirmado. Es en este aspecto intelectual, ya que es imposible adorar de corazón al Dios verdadero sin antes tener una apreciación mental de quién es Él; el primer aspecto de la fe, entonces es cogitativo, tenemos que conocer los datos: Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste (Jn. 17:3).

Assensus:

En su relación a la fe, explica el asentimiento del intelecto a la verdad descubierta al estudiar los datos o el contenido del Evangelio. Aunque Tertuliano decía que “creía porque era absurdo”, opinamos que normalmente la mente repudia lo que el corazón rechaza. A la vez tenemos que decir que es posible tener un entendimiento claro de los datos (notitia) y dar asentimiento intelectual sin llegar a poseer una fe salvadora.

Por ejemplo, el Rey Herodes mató a los niños en Belén porque tenía fe en la verdad de la Palabra de Dios. El Apóstol Santiago aclara la insuficiencia de tal clase de fe al decir, Creéis que Dios es uno, y haceís bien. Aún los demonios creen y tiemblan (Stg. 2.19). En otras palabras, en cuanto a la fe, tener notitia y assensus no nos adelanta más allá de los demonios. Sin embargo, estos puntos son elementos indispensables para llegar a la verdadera fe que salva. Por sí solos no son suficientes, pero sin ellos no podemos llegar a la verdadera fe. Ahora, nos falta la tercera y más vital faceta de la fe.

Fiducia:

Se refiere a la facultad de fe, al proceso de creer, al cómo depositar confianza plena en lo que nos dice el Evangelio. La fe salvadora, lo que el Dr. Martín Lutero llamaba fides viva, envuelve el depositar una creencia y confianza personal en Cristo, confiando únicamente en Él para nuestra redención. Esto requiere asentimiento mental a la Palabra de Dios, pero va más allá del intelecto para afectar al corazón, la voluntad, y nuestras inclinaciones a Cristo Jesús. ¿Cómo logramos tal fe segura?

No hay duda de que la Biblia es el libro entre todos los libros. Afecta a ateos y a impíos tanto como a los más santos. Sus enseñanzas demandan una reacción positiva o negativa. Precisamente, porque es Palabra de Dios, la Biblia habla al corazón. Pero aún más: es por medio de esa Palabra que nos viene el don de la fe, esa capacidad para creer lo que Dios nos ha dicho de corazón (fiducia). Así lo afirma el apóstol Pablo: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.

Una persona que antes era impía puede convertirse en religiosa. Puede empezar a leer la Biblia e ir a la iglesia. Puede orar y hacerse miembro de una iglesia. Pero tal actividad puede ser sencillamente el resultado del esfuerzo personal (mero assensus).

Es al recibir la Palabra de Dios de corazón que viene la vida eterna. Escudriñad las Escrituras, nos dice Cristo, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi (Jn. 5.39).

El conocido evangelista Billy Graham cuenta de una ocasión en que volaba en un avión entre las ciudades norteamericanas de Atlanta y Houston. En el avión iba un texano ebrio quien, en voz alta y ofensiva blasfemaba y maldecía, causando pena especialmente a los que viajaban con Graham. Por fin el alcalde de Houston, que también acompañaba al evangelista, se acercó al borracho para hacerle callar.

—Señor, ¿no ha visto que Billy Graham está en el avión? ¡Debe controlar su lengua!

—¿Qué dice? —contestó el embriagado— ¿qué Billy Graham está en el avión? ¿Dónde?

En seguida se levantó para buscar al evangelista, equilibrándose aquí y allá con los asientos. Por fin encontró a Graham. Estrechándole la mano le dijo:

—Choque esos cinco, señor Graham, ¡soy un convertido suyo!

Mirándole seriamente, Billy Graham le contestó:

—Quizás sea usted un convertido mío. Pero por lo que veo y oigo, usted necesita ser un convertido de Cristo.