xx
Por Enrique Fernández
«Quedaos con Dios, que en el camino de la virtud es perder tiempo el pararse uno, y peligroso responder a quien pregunta por curiosidad y no por provecho.» —Francisco de Quevedo
Prólogo
«La juventud es tan extraña y maravillosa…», dijo Bernard Shaw, «…que no sirve para niños». Y cierto es que en este mundo —especialmente en esta era que muchos llaman “era de la desilusión”— el joven alerto y estudioso se encuentra azorado por el ambiente de confusión que lo rodea.
Ve que el gentío vaga sin rumbo en un mar de problemas: choques de razas, religiones y culturas. Reconoce que el individuo ha llegado a perder valor ante el juego de la política, el materialismo y el secularismo. Contempla a sus semejantes marchando impacientes bajo banderas y credos extraños. Se compadece de las víctimas de los oportunistas y teme caer víctima de las poderosas corrientes que acorralan y encadenan.
Estos temores son reales. Vivimos en el mundo y el mundo es muy nuestro, la corriente de lo vida nos une, nos revuelve; nos cambia, nos adapta, con el único propósito de mezclarnos con la enmascarada muchedumbre. Procura hacernos pueblo sin cena, gentío sin identificación, grupo sin personalidad.
Es hora de estar alertos: ¡no fuimos creados pare ser acorralados! Somos cristianos. Creemos en Dios. Tenemos Salvador. No somos “grupo” somos “personas”. Podemos ejercer la voluntad. Optamos por lo divino y lo bíblico; fijamos lo meta en la eternidad.
Conscientes de esto dedicamos estas páginas a la juventud fervorosa y estudiosa que trata de vivir cristianamente.
—Los editores.