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Por Domingo Fernández
El sufrimiento impera por todas partes, desde la choza del pobre hasta el palacio del rico. El pobre quizás sufra por falta de pan; y el rico por falta de salud para comer pan.
Un escritor de la antigüedad puso en boca de la destruida ciudad de Jerusalén las siguientes palabras: “¡Oh vosotros cuántos pasáis por el camino, mirad si hay dolor como mi dolor!”
Quizás pienses, estimado lector, que tus sufrimientos son mayores que los que padecen los demás mortales. Pero por muy grandes que tus sufrimientos sean, hay en el mundo millones de seres humanos que están pasando por iguales pruebas. Bien dijo aquel patriarca de la antigüedad llamado Job: “El hombre nacido de mujer es corto de días y hastiado de sinsabores“. (Job 14:1)
Jesús de Nazaret fue el único realmente perfecto que pisó esta tierra. Fue bueno, santo, sabio, misericordioso y humilde. Sin embargo, él sí que pudo decir: “¡Mirad si hay dolor como mi dolor! ¡Sufrimiento comparable a mi sufrimiento!”