Nuestros primeros pasos

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Nuestros primeros pasos

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por Rev. Martin Añorga

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Este artículo del Rev. Martín Añorga nos ofrece tres ejemplos de “instrumentos de Dios”, cuyas palabras usa para invitarnos a trazar el camino en este año que apenas comienza. Esperamos que lo disfruten, recordando el mensaje del apóstol Pablo: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”—(Filipenses 4:8)

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Han pasado apenas dos semanas y todavía sentimos el “sabor” a Año Nuevo. Creo que en estos momentos podemos reflexionar, con mayor tranquilidad y mejor perspectiva en lo que deseamos y necesitamos para vivir conquistadoramente durante los numerosos días de 2014 que nos esperan.

Quiero empezar citando una de las oraciones más famosas del cristianismo escrita por ese santo de bondad, sacrificio y mansedumbre que se llamó Francisco de Asís, el varón que viniera al mundo en el año 1182, y que en sus cuatro décadas de existencia nos dejara el más impresionante testimonio de sencillez, entrega y servicio. Estamos en los comienzos de un nuevo año y la ocasión es propicia para que iniciemos la caminata hacia lo desconocido tomando la oración del santo de Asís como norma y brújula para nuestros pasos.

“Señor, hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, siembre yo amor;
donde haya injuria, perdón;
donde haya duda, fe;
donde haya desaliento, esperanza;
donde haya sombras, luz;
donde haya tristeza, alegría.
¡Oh, Divino Maestro!. Concédeme que no busque ser consolado,
sino consolar.
Que no busque ser comprendido, sino comprender.
Que no busque ser amado, sino amar;
Porque dando es como recibimos; perdonando es como Tú nos perdonas.
Y muriendo en Ti es como nacemos a la vida eterna”.

Si fuéramos capaces de incorporar a nuestra vida cotidiana esta bella oración franciscana que por casi ocho siglos ha sido faro para muchos caminantes, no tan solo seríamos nosotros mucho mejores, sino que contribuiríamos a que mejore el mundo en el que vivimos.

Hay otra persona, mucho más reciente que el santo franciscano a quien conocí personalmente disfrutando de su presencia como de un tramo de cielo, que nos ha dejado el legado de una vida de nobleza impresionante que exalta los verdaderos valores por los que debiéramos regir nuestro destino. Se trata de la Madre Teresa de Calcuta, dama de Dios, que por más de 60 años de ministerio invirtió el tesoro de su inacabable piedad entre los pobres y desheredados de la tierra. La oración que vamos a citar constituye un programa cristiano para llevar a cabo durante los días que el nuevo año nos trae como reto y oportunidad.

“Señor, Tú eres
el Hambre que debe ser saciada,
la Sed que debe ser apagada,
el Desnudo que debe ser vestido,
el Desamparado que debe ser hospedado,
el Enfermo que debe ser curado,
el Abandonado que debe ser amado,
el Rechazado que debe ser recibido.
Dame ojos limpios para verte
y corazón para amarte en ellos”.

A menudo carecemos de un programa definido para nuestras vidas. Hay seres humanos que se refugian en sus propios intereses o se sumergen a solas en sus propias desgracias. Creen que la vida es un espacio cercado y terminan su travesía de viajeros con el alma torturada, las manos vacías de gloria y el corazón transido de tristezas. ¿Pudiéramos intentar un proyecto al estilo de la frágil monjita que echó su suerte con los más desgraciados en un país lleno de prejuicios y paganismo como es la India?

Cuando unimos la oración de San Francisco con la de la Madre Teresa, separados por siglos de distancia, descubrimos que en ambas se revela el secreto de la vida que Dios quiere que vivamos. San Francisco habla de sentimientos, la Madre Teresa habla de acciones. Las palabras y los conceptos, la devoción y la nobleza de espíritu son el fundamento de la conducta; pero creer es una función íntima, que sin el aliciente exterior del servicio, queda reducida a expresiones que no producen fruto en vidas ajenas. Hay que vivir una vida de devoción; pero también de servicio abnegado y fértil. Ese es, en síntesis, un gran equipaje para nuestra incursión de viajeros por los caminos del año que acabamos de estrenar.

Quisiéramos, finalmente, mencionar la oración, no de un santo, sino de un hombre afligido por complejos de culpa, vicios esclavizadores y cambios bruscos en su personalidad. Se trata del escritor ruso Fedor Dostoievsky, fallecido en el año 1881. Durante sus más de diez años de encarcelamiento en la Siberia, este hombre, uno de los más grandes novelistas de todos los tiempos, descubrió el valor supremo de la existencia humana. Esta oración suya, poco conocida, pudiera ser también parte de nuestro equipaje como viajeros por los caminos del mañana.

“Señor, haz que yo ame tu creación, toda la tierra, y aún cada grano de arena que repose en la misma. Permíteme amar cada hoja y cada rayo de tu luz.
Haz que pueda yo amar a los animales … no nos permitas abusar de ellos, no nos dejes nunca privarlos de su tranquilidad. No toleres que podamos nunca interferir con tus designios…
Reconocemos ante Ti que el universo es un inmenso espacio de grandezas y armonía, y que amar todo lo creado por Ti es la forma mejor de apreciar el amor que Tú nos tienes”.

Mencionamos en tres oraciones de tres grandes instrumentos de Dios los elementos que, unidos y mantenidos, darán sentido de creatividad y victoria a nuestras vidas. Durante este nuevo año ocupémonos de nuestro desarrollo espiritual, de nuestro crecimiento interior y de la valoración de nuestros dones; dediquémonos a servir y a honrar a los demás seres humanos, sin apego egoísta a prejuicios desafiantes, y finalmente, amemos y cuidemos la creación de Dios.
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Con un equipaje como éste, nuestra senda de viajeros será cada día más florida. Llegaremos a la meta, quizás extenuados por la larga y rocosa jornada; pero con el corazón resplandeciente de gozo. Habremos cumplido con la afirmación gloriosa de San Agustín en la breve oración que hace siglos nos legara: “Señor, de Ti vinimos y no seremos totalmente felices hasta que a Ti regresemos”.