No pierdas el ánimo; te toca batear

Publicado por LOGOI

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No pierdas el ánimo; te toca batear

Escuché recientemente la historia de un niño pequeño que amaba el béisbol. El problema era que era muy pequeño para su edad y no muy atlético. La liga donde jugaba requería que todos los niños jugaran, pero incluso sus propios compañeros protestaban cada vez que él se acercaba a batear.

Como suele ocurrir, al pequeño le tocó batear en un juego crítico de desempate. Su equipo estaba perdiendo por una carrera, con dos outs y un corredor en tercera base. Ya nuestro amiguito se había ponchado tres veces; ni siquiera se había acercado a golpear la pelota. Estaba seguro de que volvería a fracasar.

Y así fue.

En solo tres lanzamientos, se ponchó. Sus compañeros de equipo gimieron y dijeron en voz alta que deseaban que nunca hubiera jugado béisbol. Lo llamaron perdedor, inútil y más. Incluso escuchó a algunos de los mismos padres de sus compañeros de equipo comentar que el niño se debería ir a otro equipo. Desconsolado y avergonzado el niño pensó, “Tienen razón, soy un perdedor”.

Regresó al banquillo, se cubrió la cara con la gorra como mejor pudo y lloró. Su entrenador le dio unas palmaditas en la espalda, le dijo “mejor suerte la próxima vez”, y se alejó. Se sentó solo en el banquillo desplomado con lágrimas corriendo por su rostro.

Llevaba llorando un buen rato cuando se dio cuenta de que alguien estaba sentado a su lado en el banquillo. Levantó la vista y vio a su padre. “Hola hijo”, dijo su padre con una leve sonrisa, “¿cómo estás?” El niño cayó en los brazos de su papá y sollozó aún más fuertemente.

Después de un largo abrazo, el padre dijo: “¿Por qué lloras? El juego no ha terminado”. Luego, su padre señaló el campo donde varios amigos y miembros de la familia se habían reunido, incluido un tío ciego, listo para jugar segunda base.

“Vamos, hijo”, dijo su papá, “el juego no ha terminado. Te toca batear”.

El niño hizo todo lo posible para secarse las lágrimas. Miró hacia el campo para ver a todos sonriendo, esperando, haciéndole señas para que saliera a jugar. “Vamos, hijo, el juego no ha terminado y te toca batear”, repitió.

El niño agarró su bate y caminó hacia el plato. Su papá tenía una cubeta llena de pelotas de béisbol y estaba parado en el montículo del lanzador. “Vamos, hijo”, dijo su padre con una sonrisa alentadora.

El padre entonces procedió a lanzar a su hijo. Lanzamiento tras lanzamiento el niño hacía el swing y fallaba, pero cada vez, su padre decía: “el juego no ha terminado”. Su familia y amigos en el campo vitorearon con cada lanzamiento, alentando al niño a no darse por vencido.

Finalmente, después de fallar decenas de lanzamientos más, golpeó la pelota. Fue un roletazo suave a la segunda base donde estaba su tío ciego. El niño estaba tan sorprendido de haber hecho contacto con la pelota que se le olvidó correr a primera base. Su padre gritó: “¡Corre!” y se fue a primera base.

Como era de esperarse, el tío no pudo encontrar la pelota y mientras todos aplaudían animados, el niño se fue a segunda base. Un primo corrió para agarrar la pelota, pero “accidentalmente” tropezó y cayó. El niño comenzaba a sonreír mientras continuaba corriendo hacia tercera base. Otro pariente trató de agarrar la pelota, pero él también falló cuando el niño, ahora riéndose, corría para el plato de home.

Podía escuchar a todos gritar “¡deslízate!” cuando llegó al plato y con una gran sonrisa, el niño se deslizó mientras su padre gritaba: “¡SAFE! (seguro)”. Luego, llorando de emoción, el padre levantó a su hijo, lo sentó sobre sus hombros y lo llevó fuera del campo donde toda su familia y amigos vitoreaban y aplaudían.

En un mundo lleno de desánimo, ¿cómo te mantienes animado en tu vida y ministerio? ¿Cómo encuentras esperanza y la fuerza para “recuperarte” e intentarlo de nuevo? ¿Cómo inspiras esperanza en otros que sientan que lo único que hacen es poncharse?

La primera lección es recordar quién eres. Tu Padre es el Rey de Reyes y Señor de Señores. Él sabe tu nombre, dónde vives, lo que comes, lo que te hace feliz y triste y lo que dices, haces y piensas. Jeremías 1:5 dice: “Te conocía antes de formarte en el vientre de tu madre. Antes de que nacieras te aparté…” Mateo 10:30 y 31 nos dice que ni un solo gorrión cae a tierra sin el conocimiento de nuestro Padre Celestial, “Y hasta los cabellos de tu cabeza están todos contados. Así que no tengas miedo; eres más valioso para Dios que toda una bandada de gorriones”.

Lo segundo es refrescar tu espíritu. Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (ver Mateo 11:28-30). Note que no dice, “Ve y haz esto o aquello”, dice, “ven a mí”. Jesús te invita a venir a Él y Él te dará el descanso como un regalo.

La tercera y última lección es negarte a rendirte. Jesús nos dice: “Os he dicho todo esto para que en mí tengáis paz. Aquí en la tierra tendréis muchas pruebas y dolores. Pero confiad, porque yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). También nos dice: “No temas, porque yo estoy contigo. No te desanimes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré. Te sostendré con mi diestra victoriosa” (Isaías 41:10).

Mis amigos, les comparto la historia de béisbol de este niño pequeño como una analogía para recordar las palabras de aliento del Apóstol Pablo para nosotros, “…pero me enfoco en una cosa: Olvidando el pasado y mirando hacia lo que está por delante, sigo adelante para alcanzar el final de la carrera y recibir el premio celestial al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama” (ver Filipenses 3:12-14).

En otras palabras, “¡Vuelve a levantarte! Te toca batear. El juego aún no ha terminado”.

Que Dios te bendiga mientras le sirves en este nuevo año.

¡Por siempre!

Ed Thompson
Presidente de Ministerios LOGOI