¿Me caso contigo?

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¿Me caso contigo?

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por Al Valdés

Muchas personas enfrentan dudas antes de casarse. Por un lado, alguien puede decir que si hay cualquier duda no se debe proceder al altar. También debemos prestar atención a las serias objeciones de nuestros padres, familia, y pastores. Ellos muchas veces ven cosas que nosotros no notamos. Se ha dicho que por eso al chico se le llama el novio porque “no vio”. No obstante, nadie puede decidir por uno. La futura pareja tiene que decidir por sí misma —ante Dios y con Su ayuda. Alguien dijo que nadie debe casarse si no tiene una profunda certeza de que Dios quiere que lo haga. Parte de dicha decisión incluye enfrentar las dudas. Aquí, ofrecemos tres preguntas para ayudarles.

¿Creemos lo mismo?

Algunos piensan que creer lo mismo sólo tiene que ver con las futuras creencias de los hijos cuando lleguen. Sin dudas esto tiene algo que ver con el asunto. No obstante, el efecto inmediato se siente en la misma pareja. La falta de concordancia resulta en compañerismo limitado, valores diferentes, y perspectivas opuestas ante los problemas de la vida. En un contexto más amplio, el apóstol Pablo afirma sin equivocación:

No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? (2 Corintios 6:14-15)

A pesar de esto, tal vez nos sorprendería ver a cuántos jóvenes en nuestras iglesias les importa poco si la pareja que eligen ha creído en Jesús o no. Sólo les importa que “estoy enamorado” o piensan que los solteros en la iglesia ¡merecen seguir solteros! Recordemos que Dios nos ama y desea nuestro bienestar. Él le trajo a Isaac una joven “muy hermosa, virgen, ningún hombre la había conocido” (Génesis 24:16). Por otro lado, David se casó con Abigaíl — después que enviudó de un hombre cuyo nombre significa “insensato” (véase 1Samuel 25). Así que, ¡confíe en Dios! Ahora, hay otra consideración más allá de la creencia en Cristo.

¿Nos reímos de lo mismo?

El poder reírse juntos revela mucho acerca de la compatibilidad de dada pareja. Demuestra que existe la compatibilidad intelectual, dice mucho acerca de los valores que comparten, y contribuye al placer mutuo que una pareja debe disfrutar. A veces escuchamos a alguien que cumple varios años de aniversario de casado, que cuando los felicitamos, responden con algo como, “Tú no sabes nada. ¡Qué aguante!”. Al contrario, aunque toda pareja sentirá momentos de frustración, ésta no debe caracterizar la mayoría de su tiempo juntos. Salomón prescribió lo siguiente:

Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida fugaz que Él te ha dado bajo el sol, todos los días de tu vanidad, porque esta es tu parte en la vida y en el trabajo con que te afanas bajo el sol. (Eclesiastés 9:9)

El matrimonio debe ser por vida — pero ese tiempo se puede pasar con menos o más agrado interpersonal. Busque alguien con quien pueda disfrutar las bendiciones que Dios les dé en esta vida. Más allá de la compatibilidad social e intelectual, hay una tercera faceta.

¿Sentimos atracción física?

La pareja que entra con planes de cambiar a su futuro esposa o esposo debe dejar esas estrategias a un lado y enfrentar la realidad— hay que aceptar a la persona tal y como es. Usted no es un cirujano plástico (¡o tal vez sí lo sea!). No obstante, su pareja se sentirá rechazada si capta que no hay atracción. Hay algunos “súper espirituales” en la iglesia que nos exhortan a sólo mirar al corazón. (Pero, ¿no serán éstos los mismos que se voltean a ver una nueva persona atractiva que llega a la iglesia?) Cantar de cantares está lleno de alabanza física, por ejemplo:

He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores.
(Cantares 1:15-16)

Sin dudas, el corazón toma la prioridad. Pero a usted le tiene que gustar el aspecto físico de su pareja prospectiva. La pregunta no es si a las amistades les gusta, o si se conforman a alguna norma cultural de belleza, sino si a usted le agrada. Algunas consideran que “el hombre es como el oso, mientras más feo, más hermoso”. Otras tienen normas diferentes. Igual, a algunos chicos les gusta las súper flacas, a otros las más llenitas. A una joven le preguntaron, “¿Piensas que ese chico es bien parecido?” Ella respondió, “No sé, aún no he hablado con él”. Aquí está la sabia combinación. Le daba prioridad a lo interno, pero no desechaba lo externo.

Conclusión

Un profesor de renombre habla de un compañero de estudios que procedía de un país en el cual los padres le escogían la esposa a los hijos. El muchacho nunca ni había conocido ni visto a la chica y se la iban a enviar a los Estados Unidos para que se casaran. Al escuchar esto los amigos se rebelaron reclamando la injusticia de semejantes arreglos —hasta que vieron a la chica. Cuando conocieron a esa joven cristiana, capaz y atractiva ¡querían que los padres del muchacho también les enviaran novias! Tal vez nuestros padres no hagan lo mismo, pero sí tenemos un Padre que nos ayudará si le pedimos. En el proceso de selección, tres preguntas pueden ayudarnos: ¿Somos ambos creyentes? ¿Compartimos un sentido de humor compatible? ¿Nos gusta mirarnos el uno al otro sin ser distraídos por otros en nuestro alrededor? Una respuesta afirmativa no les garantizará un matrimonio exitoso, pero sí les ayudará a comenzar bien.