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por Al Valdés
Introducción
Los maestros pueden discernir algo de la calidad de los hogares de sus respectivos alumnos por medio del comportamiento en el aula. Los psicólogos enfatizan que un buen matrimonio trae estabilidad y seguridad a los hijos. ¿Por qué dicen esto? Los hijos captan cuando las cosas no andan bien entre sus padres —y responden según su percepción. Muchas veces reaccionan con rebeldía, mal comportamiento y hasta delincuencia juvenil. Alguien explicó que el mal comportamiento no siempre señala conflictos en el matrimonio. Pero los problemas matrimoniales siempre se manifiestan en los hijos. ¿Cómo podemos contrarrestar las consecuencias adversas de un matrimonio inestable?
El comportamiento de los hijos puede señalar problemas matrimoniales
En el proceso de planear su divorcio algunos padres les dan la siguiente explicación a sus hijos: “Mamá y Papá se aman… pero no pueden vivir juntos”. Dicha explicación va en contra de la simple lógica y no cancela las tristes emociones de los hijos. Muchas veces la tristeza también da lugar al enojo, y con él, el deseo de vengarse de los padres comportándose mal. Tristemente, no se dan cuenta que en el proceso de hacerle daño a sus padres se dañan a sí mismos. Sin dudas, a los hijos se les pide obediencia:
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.
Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con
promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.
Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino
criadlos en disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:1-4).
Notemos que en el mismo contexto de instrucción para los hijos, el apóstol Pablo amonesta a los padres. En contexto este versículo trata con la relación entre padres e hijos —y no entre los cónyuges. No obstante, a veces los padres deben mirarse a sí mismos antes de culpar principalmente a los hijos. En una ocasión me pidieron que visitara a un joven que estaba teniendo problemas. Al presentarme al muchacho, la madre le mintió ocultándole el hecho de que yo era un pastor. Cuando comenzamos a hablar en privado le dije al joven quién era yo y comencé a hablar con él. En el proceso descubrí que los padres — y no él— tenían la mayor culpa en los problemas que el joven estaba experimentando.
La armonía en el matrimonio beneficia a los hijos grandemente
Si preguntamos a la persona promedio si la relación con los hijos debe tomar prioridad en un matrimonio muchos tal vez digan que sí. Pero, no es así. Después de la relación individual con Dios viene la de la pareja. Entonces entran los hijos en el cuadro familiar. Pero en muchos hogares todo da vuelta alrededor de los hijos sin que la pareja se cuenta que su propia relación afectará a los hijos en un sinnúmero de maneras. Además de ofrecer un patrón para los hijos para sus propios matrimonios futuros, les afectará en sus estudios, en sus relaciones personales, y hasta en su salud. Pablo nos da el patrón básico para evitar muchas malas consecuencias:
Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido (Efesios 5:33).
Hay que recordar que los hijos crecen en el contexto más amplio del matrimonio. Aún estas concisas instrucciones (véase el contexto en Efesios 5:22-32), cuando obedecidas, ayudarán la calidad de relación entre los cónyuges.
El afecto, el perdón, y la madurez ayudan a nuestro hogar
Nuestro profesor de consejería familiar subrayó que los hijos deben ver el trato afectuoso entre sus padres. El ver que sus padres se abrazan y se tratan con cariño y afecto sirve como prueba visual de que las cosas andan bien entre ellos. Les da seguridad de que su hogar no está en peligro de romperse. Hay hogares en los cuales los hijos nunca ven a sus padres tomados de mano, diciéndose algo tierno, o demostrando sano afecto — como un abrazo. Pero estas acciones no pueden tomar lugar si hay enojo, tensión y problemas no resueltos entre los cónyuges. El afecto fingido no puede sostener a una pareja. ¿Entonces deben divorciarse? No. Aquí, el perdón resuelve múltiples conflictos. Leemos:
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea
buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los
oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros
toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos
a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:29-32)
Ambos deben hacer lo posible para que su matrimonio refleje el modelo presentado en Efesios 5 y otros pasajes como 1 Pedro 3. Aquí entra la madurez cristiana — y también la que se espera de cualquier adulto. ¿Qué queremos decir? Muchos colocan la felicidad (o un éxtasis perpetuo) como el fin absoluto del matrimonio. Cuando lidiar con su pareja les causa la más mínima frustración (o cuando las libras de peso llegan casi a su máximo), comienzan a buscar una alternativa fuera del compromiso matrimonial. (Hebreos 13:4 detalla las consecuencias: Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.) El matrimonio requiere que nos comportemos como adultos y no niños malcriados.
Conclusión
Sin duda los problemas en los hijos pueden sacar a la luz asuntos matrimoniales que requieren solución. Cuando salgan a la luz debemos recordar que las dinámicas del hogar por lo general tienen su fuente en la relación entre los cónyuges —entre mamá y papá. El trato gentil y amoroso, el perdón que viene del corazón (con la ayuda de Dios, por supuesto), y el comportamiento maduro ayudarán a nuestro matrimonio y traerá una gran medida de paz a los hijos en un mundo hostil.