Los nuevos cielos y la nueva tierra – Apocalipsis 21:1-5

Publicado por LOGOI

Enlaces a recursos

Comienza

Regístrate hoy Hágase miembro y acceda nuestro recurso

Los nuevos cielos y la nueva tierra – Apocalipsis 21:1-5

xx

Imagina que eres parte de un equipo de la NASA preparándose para una misión sin retorno a Marte. Después de años de entrenamiento, finalmente llega el día del lanzamiento. Mientras comienza la cuenta regresiva, un compañero astronauta te pregunta:

—«¿Qué sabes sobre Marte?»

Encoges los hombros y respondes: «No mucho. Nunca hablamos de eso. Supongo que lo descubriré cuando lleguemos.»

Inconcebible, ¿verdad? Resulta impensable que tu preparación no haya incluido un estudio profundo y una preparación exhaustiva para tu destino final.

Y sin embargo, en las iglesias, en los institutos bíblicos, en los seminarios y en todo el mundo, ¿cuánto enseñamos realmente sobre nuestro destino eterno: los nuevos cielos y la nueva tierra? Nos enseñan cómo llegar al cielo, y que es un destino mejor que el infierno, pero se nos habla sorprendentemente poco sobre el cielo en sí —y aún menos sobre los nuevos cielos y la nueva tierra.

Pero el viejo apóstol Juan escribe en Apocalipsis 21:1-5 (NVI): 

1 Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. 2 Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido.3 Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos,  y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. 4 Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.» 5 El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza.»

Estas son algunas verdades clave sobre nuestro destino eterno y final: 

  • La muerte es una realidad, no una finalidad.
  • El cielo es una estación de paso, no nuestro destino final.
  • La tierra será perfeccionada, no rechazada.

La muerte es una realidad, no una finalidad

La empresa de noticias satíricas estadounidense The Onion publicó una vez un titular que decía: «La tasa mundial de mortalidad se mantiene constante en el 100 %.»

Es gracioso, sí, pero revela una realidad innegable: la muerte es una certeza. Nadie sale con vida de este mundo.

Hebreos 9:27 (NVI) : «Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio…»

Génesis 2:15-17: 15 Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara. 16 Y le dio este mandato: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, 17 pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás

Romanos 6:23 (NVI): «Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.»

La muerte es nuestro enemigo, pero es un enemigo derrotado.

1 Corintios 15:26 (NVI): «El último enemigo que será destruido es la muerte.»

Y cuando morimos, ¿nos convertimos en ángeles, nos entregan un par de alas y un arpa, y nos asignan una nube para sentarnos a tocar música suave por toda la eternidad?

No, para nada. ¿Se te ocurre algo más aburrido? A mí no. Y además, no hay nada más alejado de lo que enseña la Biblia. La buena noticia es que la Biblia no enseña ninguna de esas cosas.

Esto es lo que dice la Biblia que sucede cuando morimos: Nuestros cuerpos dejan de existir, pero nuestras almas regresan de inmediato a Aquel que nos creó. Quienes han sido justificados por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo son hechos perfectos y recibidos en la presencia de Dios —la única manera en que podemos estar ante Él. Nuestros cuerpos terrenales, por su parte, esperan el día de la redención, el momento en que Dios llevará todo a su plenitud.

Quienes no han sido justificados por medio de Cristo son condenados, y sus almas son apartadas de la presencia de Dios para siempre —un destino trágico más allá de lo que las palabras pueden describir. Allí permanecerán hasta el día final del juicio.

En ese juicio final, las almas de todos los que hayan vivido comparecerán ante Dios, ante el trono de Cristo —el Mesías, el Redentor y el Juez— y darán cuenta de todo lo que hayamos hecho, dicho o pensado.

Si no fuera por la muerte expiatoria y sacrificial de Cristo, solo esa idea bastaría para aplastarme por completo. Pero gracias a la cruz de Cristo y a su sacrificio expiatorio, podemos tener confianza en ese día.

  1. A. Torrey dijo: «No seremos espíritus sin cuerpo en el mundo venidero, sino espíritus redimidos, en cuerpos redimidos, en un universo redimido.»

Daniel 12:1-3 (NVI): 1 «En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe protector de tu pueblo. Será un tiempo de angustia como no lo ha habido desde que existen las naciones. Pero en ese tiempo será liberado tu pueblo, todos los que estén inscritos en el libro. 2 Multitudes de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán: unos para recibir vida eterna, otros para sufrir vergüenza y confusión perpetua. 3 Los sabios resplandecerán como el brillo del firmamento, y los que conduzcan a muchos por el camino de la justicia brillarán como las estrellas por toda la eternidad.»

1 Juan 3:2 (NVI):  «Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.»

El cielo es una estación de paso, no nuestro destino final

Así es: el cielo no es nuestro destino final. ¿Te sorprende? No me extrañaría. Muy pocas veces hablamos de lo que viene después del cielo.

Randy Alcorn: «Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia» (2 Pedro 3:13, NVI). Pero ¿cómo vamos a esperarlo si nunca pensamos en ello? ¿Y cómo vamos a pensarlo, si no se nos enseña lo que dice la Palabra de Dios?

Supón que estás volando de Miami a Los Ángeles, con una escala en Dallas. Dallas no es tu destino final. Dices: «Voy a Los Ángeles.» O quizás: «Voy a Los Ángeles, con escala en Dallas.» Según la Escritura, la nueva tierra es nuestro destino final. El cielo actual será una etapa en el camino hacia la resurrección. Y será una escala maravillosa… infinitamente mejor que el aeropuerto de Dallas.

La tierra será perfeccionada, no rechazada

Creo que reconoceremos la nueva tierra en su forma perfeccionada. Así como nos reconoceremos los unos a los otros en nuestros cuerpos glorificados, todo indica que también reconoceremos la tierra en su forma glorificada. Florida seguirá siendo Florida, Miami seguirá siendo Miami… pero sin tráfico, sin marea roja, sin mosquitos ni huracanes.

Randy Alcorn: «Según lo que dice la Biblia, creo que no solo veremos las cosas como son ahora, sino que las veremos como siempre debieron haber sido. En la nueva tierra, nada bueno será destruido. Todo lo que amamos de la vieja tierra estará presente en la nueva —ya sea en su misma forma o en otra. Cuando comprendamos esto, no lamentaremos haber dejado atrás todos esos lugares increíbles que conocimos, ni nos quedaremos con las ganas de visitar otros. ¿Por qué? Porque sabemos que veremos muchos de ellos en la nueva tierra… y serán mejores que nunca.»

Los mansos heredarán la tierra —tal como Dios la pensó desde el principio.

Una aplicación más —y esto tal vez sorprenda a algunos, alegre a muchos, o incluso incomode a otros:

¿Animales? ¿Habrá animales en el nuevo cielo y la nueva tierra? Tal vez te sorprenda lo que estoy a punto de decir: sí, yo creo que los habrá. ¿Por qué? Primero —porque realmente quiero creer que es verdad. Soy un amante de los animales, especialmente de los perros.

Pero nunca diría algo así solo porque quiero que sea cierto. Aquí tomamos en serio la Biblia. Así que esto es una pequeña especulación santificada, pero una especulación bien fundamentada. Considera esto:

La Biblia no dice que los animales tengan alma. Tampoco dice que fueron creados a imagen de Dios; solo los seres humanos tienen ese honor y esa distinción. La Biblia es clara en que Jesús murió por los pecados de las personas —mujeres, hombres, jóvenes y niños— pero personas.

No sé si los animales son capaces de pecar… excepto los gatos. (Es broma… más o menos).

Así que la Biblia no dice que los animales tengan alma ni que fueron creados a imagen de Dios.

Tampoco dice que Jesús murió por los pecados de los animales. Pero hay una hermosa simetría entre el primer libro de la Biblia, Génesis, y el último, Apocalipsis. Lo que Dios comienza en Génesis, lo lleva a su cumplimiento y plenitud en Apocalipsis.

William Hendriksen, Más que vencedores: Génesis nos dice que Dios creó los cielos y la tierra. Apocalipsis describe el cielo nuevo y la tierra nueva ( Apocalipsis 21:1 NVI).

En Génesis, los astros —el sol, la luna y las estrellas— son llamados a la existencia.  En Apocalipsis leemos: «La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara.» (21:23)

Génesis describe un paraíso que fue perdido.Apocalipsis presenta un paraíso restaurado:

«Al que salga vencedor le daré derecho a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios.» (2:7) «En medio de la calle principal de la ciudad, y a cada lado del río, estaba el árbol de la vida…» (22:2) Génesis nos muestra la astucia y el poder del diablo. Apocalipsis nos dice que el diablo fue atado y lanzado al lago de fuego y azufre. Génesis pinta la escena terrible del ser humano huyendo de Dios y escondiéndose de su presencia. Apocalipsis nos muestra la comunión más profunda e íntima entre Dios y el hombre redimido: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios.» (21:3)

Finalmente, mientras que Génesis nos muestra el árbol de la vida, con un ángel que custodia el camino hacia él —“para que el hombre no alargue su mano y tome de su fruto”—, Apocalipsis restaura al ser humano su derecho de acceso al árbol de la vida:

«Dichosos los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida y poder entrar por las puertas de la ciudad.» (22:14)

Así que, una vez más, nos preguntamos: ¿Cuál es el tema de este libro? Es este: no el diablo, sino Cristo es el vencedor. El plan de Dios —aunque por un tiempo parezca frustrado— al final triunfa por completo. Somos vencedores. No —más que vencedores, porque no solo somos librados de la mayor maldición —en realidad, de toda maldición—, sino que también recibimos la más gloriosa de las bendiciones: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios.» ( 21:3)

Y también nos enseña que en el Edén —que era la tierra exactamente como Dios la había diseñado: perfecta, hermosa, intacta, sin pecado; sin violencia, odio, crueldad ni injusticia—, Dios colocó animales en ese Paraíso. Y le dijo al hombre y a la mujer que ejercieran dominio sobre ellos, que los cuidaran, y que llenaran la tierra con otros pequeños seres de dos piernas que hicieran lo mismo. Ese era el Plan A —y era perfecto.

Y luego, lo arruinamos. ¿Por qué sería inconsistente que Dios pueble los nuevos cielos y la nueva tierra con más de sus criaturas majestuosas, criaturas que se arrastran, nadan y vuelan?

Isaías 65:17, 25 (NVI):

17 «Presten atención:
¡Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva!
No volverán a mencionarse las cosas pasadas,
ni se traerán a la memoria.

25 El lobo y el cordero pastarán juntos,
y el león comerá paja como el buey.
Pero a la serpiente le tocará comer polvo.
En todo mi monte santo
no habrá quien haga daño ni destruya» —dice el Señor.

Me gusta imaginar que todas las bestias nobles de la Tierra, aquellas que sirvieron a su Creador al servir a sus amos, podrán comunicarse con nosotros en ese Edén renovado y mejorado. Y que vendrán a nosotros diciendo: «Gracias por haber sido siervos fieles del Señor Altísimo. Gracias por haber sido un amo bondadoso y compasivo. Fuiste un buen reflejo de tu Maestro.»

Romanos 8 nos enseña que toda la creación fue sometida a frustración, colocada bajo la maldición de Génesis 3, y que espera la redención tal como nosotros la esperamos.

Romanos 8:18–21 (NVI): 18 De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. 19 La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, 20 porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la de aquel que la sometió, pero con la esperanza 21 de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Volviendo a Apocalipsis 21:3 (NVI): «Oí una potente voz que provenía del trono y decía:

“¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos,

y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios.”»

Comunión con Dios para siempre…

Así como nuestros cuerpos actuales, terrenales, un día se desgastarán, morirán y luego serán resucitados en un estado glorificado —como el cuerpo de Jesús después de su resurrección—,

lo mismo sucederá con esta tierra y este cielo.

Dios ha dejado pistas de esto por toda la creación:

  • Las orugas se transforman en mariposas.
  • El carbono se convierte en diamantes.
  • Un grano de trigo cae en la tierra y da fruto en forma de otros granos.
  • Un incendio arrasa un bosque… pero luego cae la lluvia,
    y pronto un nuevo y verde crecimiento brota del suelo ennegrecido y calcinado.

El propósito supremo de Dios en todo esto es que toda la creación —esa creación nueva y transformada— refleje de vuelta hacia Él toda su gloria, en todos sus atributos. Y cada persona, cada criatura, tiene un papel que cumplir, un propósito que realizar en estos nuevos cielos y nueva tierra.

La nueva Jerusalén desciende del cielo… el cielo y la tierra son transformados…

Dios no solo es el arquitecto y constructor de la nueva ciudad —Él habita en ella. Ya no hay injusticia ni impiedad; la noche y el día dan paso a la luz eterna; el tiempo y la eternidad se funden; la distinción entre trabajo y sábado desaparece —porque todo trabajo, todo juego, toda recreación… se convierte en adoración.

Apocalipsis 21:22–27 (NVI): 22 No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. 23 La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara. 24 Las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra le entregarán su esplendor. 25 Sus puertas estarán abiertas todo el día, pues allí no habrá noche. 26 Le llevarán toda la gloria y el honor de las naciones. 27 Jamás entrará en ella nada impuro, ni nadie que practique la abominación y la mentira, sino sólo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida, el libro del Cordero.

  • La muerte es una realidad, no una finalidad.
  • El cielo es una estación de paso, no nuestro destino final.
  • La tierra será perfeccionada, no rechazada.

 

Kent Keller

Quiero expresar mi agradecimiento a quienes ayudaron a dar forma a este mensaje:
Randy Alcorn, Herman Bavinck, C. S. Lewis, William Hendriksen, Juan Calvino, numerosos teólogos de Thirdmill.org y Reggie Kidd.