La carga del predicador

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La carga del predicador

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por Les Thompson

Introducción

Antes de morir, el gran historiador católico Will Durant escribió las siguientes líneas a su esposa. Estas aparecieron en la dedicatoria de su famoso libro La historia de la filosofía:

Fortalécete, compañera… para que permanezcas
inconmovible cuando yo caiga; para que sepa que
los fragmentos dispersos de mi canto se harán
por fin una melodía más pura en ti;
que pueda decirle a mi corazón
que tú iniciarás el camino donde yo muera.

Cuando Cristo se despidió de sus discípulos expresó un deseo parecido. Estas líneas bien pudieran simbolizar el quehacer de todo predicador:

  1. Crecer fuerte.
  2. Reunir todo lo enseñado por Cristo en Su palabra.
  3. Construir el edificio, que es la Iglesia, sobre esa piedra angular que es Cristo.

Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mateo 28:19-20)

Nuestra difícil tarea

Ser un ministro del Señor Jesucristo no es cosa del todo fácil. Dijo el famoso predicador T. T. Forsyth:

 “Algunas personas piensan que es una cosa dulce y fácil el hablar de Jesús. Leen las lindas historias acerca del Niño Jesús, de la Navidad; de la invitación que hizo a los niños a venir a él y así llegan a pensar que ha de ser una cosa feliz y fácil ser un ministro y llevar ese dulce mensaje al mundo. Pero pronto descubren, cuando viene la tempestad, que la carga de anunciar a Cristo es muy pero muy pesada, una carga dolorosa, que requiere la mas fuerte hombría para poder llevarla”.

Y es precisamente sobre esa carga que queremos tratar ahora.

Una Ilustración negativa

Un predicador se levantó y con urbanidad, facilidad de palabra y obvia inteligencia dio su mensaje. Luego se oyó el siguiente comentario: “Al oírlo me daba cuenta de que era un hombre de experiencia y que ciertamente era un hombre que se veía seguro en el púlpito. Pero lo que no me gusto es que también tiene una seguridad en si mismo que parece llevarle a través de su sermón sin ningún sentido de carga o presión por la carga de su oficio”. (Alejandro Gammie, autor y periodista)

Preguntas lógicas
Bien podemos preguntarnos:

  1. ¿Hay una carga especial que lleva el pastor?
  2. ¿Cuál es esa carga, si es que la hay?
  3. ¿Cómo llevar esa carga?
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Reconocimientos

Antes de seguir quiero agradecer a dos personas en particular, uno a mi padre, que por su ejemplo y nobleza como fiel predicador del evangelio de Jesucristo me dio el mejor ejemplo de lo que es un predicador y también de cómo debe uno predicar el evangelio del Señor Jesucristo. En segundo lugar, quiero agradecer a un escocés del cual desconozco todo menos su nombre, que es Ian MacPherson y un texto sobre la predicación que llama LA CARGA DEL SEÑOR. El libro fue editado en 1855 por una editorial metodista. Citaré libremente las ideas e ilustraciones de este dotado siervo del Señor.

A. LA CARGA DEL SEÑOR
Al pensar sobre las varias cargas significativas que debe llevar el predicador podemos identificar cuatro cargas importantes.

LA CARGA DEJA ETERNIDAD

  1. Nuestros feligreses consumen mucho tiempo pensando sobre la eternidad.
    1. Piensan de la eternidad cuando cantan alguna canción evangélica, como:
      1. Roca de la eternidad.
      2. Cuan gloriosa será la mañana.
    2. Una grave enfermedad o la muerte de un amigo o pariente
    3. La mayoría están consumidos por pensamientos de esta vida presente.
      1. Cómo pagar la renta.
      2. Cómo avanzar en su empleo.
      3. Cómo lograr una educación para sus hijos.
      4. Cómo ganar más dinero.
      5. Cómo mejorar las condiciones generales de la vida.
    4. Como predicadores tenemos el deber de impartir otra carga, la de la eternidad
      1. La vida es pasajera.
      2. De qué vale al hombre ganar el mundo y perder su alma.
      3. La insignificancia de esta vida, recordemos el dicho de Salomón: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

En su texto MacPherson habla de un predicador llamado Bengel, dijo: “Mi carga principal no es el estado débil físico de mi cuerpo, ni mis aflicciones relativas, ni los ataques que mis enemigos hacen contra mí, aunque de todas estas cosas he sufrido. Lo que tengo firmemente escondido en mi corazón es la carga de la eternidad”.

No hay predicador que predique con poder si no conoce esta carga de la eternidad. Pero ¿debemos pasar todo nuestro esfuerzo impartiendo esta carga real de nuestra eternidad?

B. LA CARGA DE NUESTRA PECAMINOSIDAD

  1. Esta es una carga extraña para un predicador

¿No hemos sido librados de nuestros pecados?
¿No ha habido perdón?
El lavamiento por la sangre de Cristo ¿no nos ha librado de todo pecado?

  1. Aclaración:
    No es carga de pecados cometidos, de eso si nos ha librado Cristo. Hablamos de otra carga, la carga de nuestra pecaminosidad.
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    1 Juan 1:8 nos dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no esta con nosotros“. El capítulo 2, versículo 1 dice: “Hijitos míos de estas cosas he escrito para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo, y el es la propiciación por nuestros pecados.
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  2. Hablamos de la carga de pecaminosidad que llevamos:
    Ejemplos:

    1. El apóstol Pablo cuando confesaba que el era el peor de los pecadores, o el menor de los apóstoles.
    2. Un santo de las eras pasadas llamado Lancelot Andrews confesaba: “Soy hecho de pecado”.
    3. William Law, un devoto santo, decía de si mismo: Soy como un perro muerto”.
    4. El famoso Alexander Whyte, uno de los mas prominentes predicadores que jamás tuvo Escocia, decía de sí mismo: “Soy el peor hombre de Edinburgo”.
    5. Jerry Miller y su oración: “Tu eres tan bueno… yo soy tan malo”.
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  3. Explicación
    ¿Qué querían decir al hablar así de sí mismos? Dice MacPherson: “La carga del pecado es algo que en ciertos términos Cristo levanta de todos los hombres: la carga de nuestra pecaminosidad es algo que Cristo impone sobre los hombres”.
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  4. Aplicación
    Darnos expresiones de menosprecio no es una simple hipérbole piadosa, estas citas representan las palabras de hombres honestos que se han confrontado con sí mismos. Como decía Richard Baxter: “En mis días de juventud me preocupaba principalmente sobre mis pensamientos, palabras o acciones. Pero ahora me estorban mucho más todos esos defectos y omisiones internas, por la falta que tengo de gracia en mi alma. Estas fallas representan la carga mas profunda de mi vida”.
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    Pero aunque es muy importante y real esa carga de pecaminosidad, no creo que sea la que debe absorber todo el pensamiento y oratoria del predicador. Si siempre habláramos sobre esta realidad, nuestras prédicas serían: pesimistas, morbosas y tristes.

C. LA CARGA POR LAS ALMAS
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Recuerdo, en 1956, mi primer viaje a la ciudad de México. Habla leído que sólo el 2% de la población en esa gran ciudad conocía verdaderamente a Cristo. Al ver a todo aquel gentil sentí la carga de Dios por esas almas y mi corazón parecía quebrantarse.

Juan Wesley, el famoso predicador y reformador ingles, decía: “¡Qué gran carga siento por mi pueblo!”

Juan Welch, se cuenta de ese gran pastor escocés que pasaba largas horas de rodillas al lado de su cama, aun en las frías noches invernales, orando y agonizando en la oscuridad, con una simple frazada tirada sobre sus hombros para protegerle del frío y que su esposa, pobre criatura, le venía suplicando que se acostara para recibir el descanso que necesitaba. El solía contestar: “Oh, mujer, tengo a mi cargo las almas de tres mil personas y son tantas que no se cómo van muchas de ellas”.

Juan Bunyan llegó al punto que decía que prefería ver a un hijo propio morir que contemplar morir a unos de sus amigos que no tenían a Cristo.

Sí, esta carga por las almas debe por cierto ser parte importantísima de nuestra preocupación, pero hay otra carga que a mi juicio es la que debe ser la carga principal de todo ministro del evangelio: la carga del Señor.

D. EL RESUMEN —LA DESCRIPCIÓN DE LA CARGA PRINCIPAL DEL PREDICADOR: LA CARGA DEL SEÑOR

¿Qué queremos decir con la “La carga del Señor”?

La definición neo-testamentaria de la predicación negativamente:

  • No habla de predicar religión.
  • No habla de predicar cristianismo.
  • No habla con frecuencia, aunque sorprenda, de predicar el evangelio.

Positivamente ¿de qué habla?
¡De CRISTO! El Verbo. La palabra del Verbo. La Palabra de Dios.

Consideremos la evidencia:

  1. De Pedro y los apóstoles: “No cesaban de enseñar y predicar a Cristo Jesús.
  2. De Felipe, el diacono evangelista, se nos dice: “Descendiendo de la ciudad de Samaria les predicaba a Cristo” (He 8:5).
  3. Era el mensaje del apóstol Pablo desde su comienzo hasta su muerte, como dice Hechos 9:20: “Enseguida predicaba a Cristo en las sinagogas“.
  4. He 1:8: “pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.
    1. no era una serie de reglas éticas.
    2. no era una teoría filosófica nueva.
    3. no era un programa social y humanitario.
    4. no era un énfasis sobre milagros fenomenales.

El contenido distintivo apostólico se puede resumir en una sola palabra: ¡CRISTO!

Mateo 28 “No se asusten. Yo sé que están buscando a Jesús, el que murió en la cruz.  No está aquí; volvió a vivir, como lo había anunciado. Vengan, vean el lugar donde habían puesto su cuerpo. Y ahora vayan de inmediato a contarles a sus discípulos que él ya resucitó, y que va a Galilea para llegar antes que ellos. Allí podrán verlo. Este es el mensaje que les doy”.

Lucas 24 “Ustedes deben hablar en Jerusalén de todo esto que han visto”.

Marcos 16:14: “Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado”.

¿Qué queremos decir con “Predicar a Cristo”?

No quiere decir predicar acerca de Cristo
Uno puede predicar acerca de Confucio, Buda, Mahoma, Sócrates y aún acerca de Cristo, pero eso no es predicar propiamente en el contexto de Nuevo Testamento.

Por ejemplo: hablando de Cristo puedo contar donde nació, quién fue su padre, cómo fue su nacimiento; puedo hablar de sus palabras, de su hombría, de sus milagros, aún de su muerte. Pero de igual forma podría hablar de Confucio, de Buda, de Mahoma, de Sócrates, o Nietzche, o Fidel Castro.

Predicar a Cristo es:
Más que tomar un texto “precioso” de la Biblia y adornarlo con retórica, palabrería y verbosidad por cervantino que sea, y explicar palabras complicadas del griego, elucidar el hebreo o incluir ilustraciones emotivas y pertinentes.

Predicar a Cristo Es:
A. En Primer Lugar: sumergirnos en su divina persona, es decir, hablar de todo lo que es Dios:

—Su señorío.
—Su obra redentora.
—Su humillación.
—Su vida.
—Su muerte expiatoria.
—Su poderosa resurrección.

B. En Segundo Lugar: empaparnos de su ética, sus enseñanzas y su ejemplo.

Positivamente:
Predicar a Cristo implica hablar de nuestra conducta y compararla a la de Cristo. Es sacudir a los cristianos friolentos y prenderles en el fuego divino que produce:
—una conducta personal santa.
—una actividad vigorosa.
—una vida transformada que actualiza los ideales cristianos.
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Negativamente:
—Predicación sin ética es predicción fría, formal, carente de empuje moral.
—Predicación sin la ética de Cristo nos lleva al fanatismo (como Jones y su colonia de envenenados en Guyana).
—Nos lleva al sentimentalismo tan de moda hoy, que deja al hombre pensar cómodamente que Dios es todo amor, y todo lo que soporta, un mundo dónde desaparece el pecado, el castigo y el juicio divino.
—Nos lleva a una religión no práctica, donde llegan los cristianos a sentarse en unas bancas todos los domingos para aprender lindas historias bíblicas, oír cuentos de la antigüedad, y salir como entraron.

C. En Tercer Lugar: predicar a Cristo, aprender y comprender sus propósitos eternos.

—El mundo no es una nave espacial sin propósito y sin rumbo.
—El hombre no es un accidente de la evolución.

Este mundo tiene un creador que ha preparado un destino para toda persona.

Este mundo tiene un gobernador que supervisa y controla poderosamente, y con sentido, infinito todo lo que sucede.

Este mundo tiene un Juez que en su hora de vida silenciará a toda boca con su absoluta justicia.

Este mundo tiene un destino y un futuro glorioso y perfecto donde todo ser viviente cantará “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz y buena voluntad entre los hombres”.

Nuestra historia humana tendrá una digna conclusión.

E. LA IDENTIFICACIÓN DEL PREDICADOR CON LA CARGA DEL SEÑOR
Dice el autor MacPherson: “Predicar es algo glorioso, sublime, portentoso. Es una actividad sobrenatural, es la transmisión de una Persona a través de una persona a una compañía de personas: siendo la Persona presente el Cristo eterno.

La identificación ilustrada
La ilustración de MacPherson

“La predicción cristiana no es sólo una palabrería, aun cuando las hayamos tejido sobre un  lienzo literario bajo las reglas del arte de la retórica: la predicación cristiana es infinitamente mucho mas, es la comunicación de la Palabra, es llevar a cuestas esa carga en nuestros mensajes, muy conscientes de que esa carga es la carga del Señor; no es sencillamente la carga que el Señor impone sobre nosotros sino esa carga es el mismo ¡Señor Jesucristo! Así que la predicación es algo glorioso, sublime, portentoso. Es una actividad sobrenatural, es la transmisión de una Persona a través de una persona a una compañía de personas y la Persona presentada es nada menos que el Cristo eterno.

Sigue diciendo MacPherson: “Cada verdadero sermón es un Belén”.
Nótese cuidadosamente este ejemplo que usa MacPherson. “Por encima del sermón trasluce esa gloriosa estrella. Como si fuera un fondo musical se oye el son de los felices ángeles. Al oírlo, hombres de sabiduría traen sus regalos y se postran y el mundo se alegra por la venida del Salvador. Así como históricamente María fue la intermediaria por la cual Cristo se hizo hombre, así como esa humilde joven hebrea llego a ser la madre del Hijo de Dios, de una forma muy parecida el predicador llega a ser el intermediario de Dios a la humanidad a través de su mensaje”.

Tenemos la versión Vulgata latina del logos

Es curioso notar que en la versión latina del Nuevo Testamento se traduce la palabra logos con la palabra latina sermón (es obvio que de allí viene nuestra palabra hispana sermón). Como un ejemplo para saber cómo se leía en el latín interpongamos la palabra sermón allí en los primeros dos versículos de Juan 1:  “En el principio era el sermón, y el sermón era con Dios,  y el sermón era Dios”.

¡Qué definición más hermosa para un sermón! Pudiera al principio parecer muy atrevido y presuntuoso; pero cuando el predicador ha sido verdaderamente inspirado por el evangelio, por el Espíritu Santo, y no presenta una predica defectuosa o forzada por sus limitaciones humanas, el puede con justificación hacer ese reclamo tan estupendo.

El énfasis del gran Campbell Morgan

En su pequeño volumen que lleva por título Predicción, el gran Campbell Morgan nos indica que aunque en nuestras Biblias la palabra verbo vienen con mayúscula, en el original no se hace esa distinción. Para notar la implicación, citemos a dos textos:

Y la Palabra fue hecha carne y habitó entre nosotros”.
Y ellos… fueron por todas partes predicando la Palabra”.

Notaran en sus Biblias que los traductores usaron la mayúscula al decir Palabra, sin embargo en el original no tiene mayúsculas. Es glorioso pensar que Cristo, la Palabra de Dios, es encarnado en nosotros por nuestra palabra si hemos sido fieles en nuestra transmisión de esa Palabra. La importancia de esa declaración es obvia: nada menos que la comunicación del Cristo eterno a través de una personalidad consagrada.

Dichos de grandes predicadores ¿No es así como los grandes predicadores de la historia han interpretado su deber?

  • Un padre de la iglesia:
    “Si fueran los altos cielos mi púlpito y mi audiencia las huestes de los redimidos, Jesús y solamente Él sería mi texto”.
  • Martín Lutero:
    “Siempre predicamos a Cristo y sólo a Cristo, Dios verdadero y hombre verdadero: eso pudiera parecer un tema monótono y limitado, algo que con poco sermones se agotaría, pero la verdad es que nunca llega a su fin”.
  • Alexander MacLaren:
    “Mi tema siempre es Cristo Jesús, no sólo el de los evangelios, pero también el Cristo de los evangelios y las epístolas”.

La identificación peligrosa
Una honesta autoevaluación

Al identificar nuestra palabra con la Palabra de Dios es fácil pensar que nosotros como personas somos más de lo que verdaderamente somos. Algunos han dicho que los predicadores somos la tubería a través de la cual fluye el agua de la vida. El autor MacPherson usa el símil del tronco de un árbol vigoroso por el cual fluye savia que fluye por cada fibra. Dice MacPherson: “Cuando la Palabra nació de María no lo hizo transmitiéndose milagrosamente sin participar de la naturaleza y substancia de ella. Al contrario, el se apropió de la misma carne y sangre de ella… y así también es con el ministro y su mensaje. Cuando se predica de verdad, cuando la palabra se comunica con la vida, la personalidad del predicador no es pasiva. Lejos de ello. Únicamente cuando todo el poder de su facultad y habilidad son unidos armoniosa y vigorosamente es que se proclama propiamente la Palabra Divina.   …Nunca olvides que únicamente a aquellos que llegan a agarrarse con el alma y cuerpo de las grandes realidades de la redención”.

Ilustraciones de caídas en este peligro

Se hablaba del predicador que “Jugaba con un precioso texto, dándole vueltas y vueltas de aquí para allá sin nunca llegar a nada”.

Un tal W.R. Maltty dijo de un predicador: “Habló de grandes cosas y las hizo aparecer chicas, habló de cosas santas y las hizo aparecer comunes; sí, hablo de Dios y lo hizo a aparecer sin valor”.

(Temas grandes – hechos chicos)
Un historiador holandés, criticando a los predicadores de su siglo, dijo: “Al predicar un sermón sobre el advenimiento enfatizaban el establo, para el sermón de Epifanía, enfatizaba como dar buenos consejos, para el sermón de resurrección hablaban de los beneficios de caminar (como los que caminaban hacia Emaús) y los que usaban el tema del Pentecostés para hablar sobre la embriaguez”.

Qué triste la condición espiritual de un pastor que toma textos sublimes y los convierte en temas triviales.

Nuestro deber es predicar a Cristo en toda su gloria y majestad.

(Una imagen de Cristo de 300 metros)
Qué fácil es achicarlo y humanizarlo hasta el punto de que pierda su poder y señorío. Hace poco oí un programa de Oral Roberts y me alarmé enormemente al oírle anunciar que iba a construir la mayor imagen de Cristo que se ha construido sobre el mundo, una imagen de 300 metros de altura a un costo de varios millones de dólares. ¡Que monstruosidad! Pensar que al que ni el mundo ni el universo pueden contener, ahora un hombre que se llama cristiano pretende reducirle a una estatua de 300 metros. Pero no seamos ligeros en nuestra crítica de Oral Roberts. Cuántas veces yo, y posiblemente tú, hemos achicado a través de nuestras palabras a nuestro glorioso Salvador.

La tarea gloriosa
No olvidemos que predicar es una tarea gloriosa, sublime y portentosa. Es una actividad sobrenatural, es la transmisión de la persona de Cristo a través de mi persona como predicador a una compañía de persona que Dios me ha dado como mi responsabilidad. ¡Qué Dios nos ayude!

La identificación penosa
El ejercicio necesario

Un hombre, dice MacLaren, “debe comenzar temprano en su ministerio a tratar grandes temas. Como un atleta adquiere fuerza al hacer buenos ejercicios, de igual forma un predicador debe ejercitar sus fuerzas al tratar grandes textos bíblicos. Mientras más lucha más poder adquirirá”.

La advertencia contra la grandeza

Él que se trate de grandes temas no quiere decir que uno deba procurar predicar “grandes” sermones. Nos viene la advertencia: “Nunca procures ser famoso y grande: tal grandeza te hará chico”. La grandeza, si es que nos ha de llegar, nos llegará sin nosotros saber que ha llegado. Hay una petición antigua que nos viene de la liturgia Moravia que dice: “Del deseo infeliz de llegar a la grandeza, líbrame Señor”.

Dijo el gran Henry Ward Beecher: “Cada joven que aspira a algo quiere hacer grandes cosas y predicar grandes sermones. Debe recordar que grandes sermones, en el 99% de los casos, son pura mentira”.

Debemos tratar grandes temas y hacerlo con empeño, como el que sube una montaña.

CONCLUSIÓN

Luchar para ser entendidos
El hecho de que prediquemos a Cristo no implica que hayamos de dar un discurso pedante sobre toda la grandeza de la doctrina cristiana. A Cristo lo podemos ver desde una infinita variedad de ángulos y mostrarlo en una multiplicidad de aspectos. No te hagas la falsa idea de que puedes condensar todas estas cosas en un sermón denso y extenso. Un sermón solo puede captar y reflejar una faceta de la persona de Cristo y la prudencia nos dicta que es una pretensión insensata poner todo nuestro conocimiento acerca de Cristo en la pobreza de nuestro pensamiento finito. Un concejo inigualable para el predicador es: “Deja algo para mañana”.

Buscar la manera de predicar a Cristo con grandeza y variación
Viene a mi mente el paisaje que hay entre Bariloche en Argentina y Osorno en Chile. Es un caleidoscopio de hermosura. Cada vez que lo cruzo veo algo distinto. De Argentina uno sale de las tierras áridas y desiertas para enfrentarse a la rica cordillera que llena el horizonte. Hay montañas que traen a la mente toda clase de pensamientos. Uno toma la carretera hacia el Oeste y pronto en lugar de yerba seca uno se encuentra con poderosas montañas y árboles que levantan sus verdosos brazos en alabanza a Dios. Al lado, esta el interminable lago con sus aguas refrescantes y al cruzar somos llevados hasta las cumbres de las montañas, para luego hacer un leve descenso a los ricos y verdes prados que adornan el paisaje de la bella ciudad de Osorno. En cierto sentido así es Cristo. Siempre vemos en Él otra vista, otro paisaje.