GP Doctrina 25: Dios y los Ángeles

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GP Doctrina 25: Dios y los Ángeles

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Ángeles guardianes

Mi hermano Allen y yo teníamos un pequeño negocio, en Cuba, suplíamos viandas y frutas a las familias que vivían en el plantel del Seminario Los Pinos. Yo tendría unos 12 años de edad y Allen 11.

Recorríamos las fincas aledañas en busca de lo que necesitábamos en los caballos de papá. Una de esas veces, nuestro hermanito de seis años, Pablito, insistió en acompañarnos. Lo montamos en la yegua más mansa, y nos fuimos a buscar aguacates.

Todo iba de lo lindo. Al rato Pablito se cansó de la yegua y quería montar en mi caballo. Tanto insistió, que cedí y cambiamos las bestias. El problema era que mi caballo se asustaba fácilmente, por eso solo lo montaba yo. Pocos minutos después del cambio, en un recodo del camino, el caballo se espantó y empezó a correr a galope libre.

Pablito trataba de sujetarse a la montura mientras yo lo perseguía a la máxima velocidad que podía correr la vieja yegua. En eso el caballo pegó un salto, voló una zanja y vi a Pablito despedido por el aire cayendo sobre unas rocas.

Cuando llegué a su lado, estaba inerme. Había que llevarlo a un centro de auxilio que estaba en el poblado cercano de Santa Clarita.

Y aquí viene lo del ángel guardián. ¿Cómo fue que el caballo espantado regresó a mi lado sin yo llamarlo? ¿Cómo fue que se detuvo allí sin moverse? ¿Con qué fuerzas pude yo —un niño de doce años— levantar a mi hermanito de seis hasta la montura y luego montarme en el mismo caballo, sin que la bestia se moviese?

El otro incidente fue en bicicleta. A seis kilómetros del seminario está la ciudad más cercana, Placetas. Como casi todos los chicos de la zona, aprendí a aferrarme de los camiones que subían las lomas de aquella región. En eso estaba un día, esperando al camión que subiera más lento para poder agarrarlo. Por fin pasó uno, y lo agarré. De pronto me vi en un gran peligro. Una soga que colgaba del camión se estaba enredando en los rayos de la rueda delantera de mi bicicleta.

Y aquí entra lo de los ángeles guardianes: Cuando esto sucede, la soga se lleva todos los rayos, querando la rueda completa y causando un serio accidente. Pero en mi caso, misteriosamente la soga se desenredó de la rueda, sin que un solo rayo se rompiera. Pude soltarme del camión sin que nada me sucediera, aparte de los fuertes latidos de mi corazón, consciente del gran escape. Episodio, de paso, que nunca conté a mis padres, pues imagínense la paliza que habría recibido.
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¿De dónde vienen estos ángeles?

No hay duda de que los ángeles son considerados como parte de la creación de Dios (Sal 148:2, 5; Col 1:16). El sentido de la palabra ángel, tanto en hebreo (mal’ach) como en griego (aggelos), es «mensajero». Su número es incalculable (Ap 5:11; Dn 7:10; Mt 26:53; Lc 2:13).

La Biblia los describe como seres con extraordinaria autoridad sobre lo creado. Son «poderosos en fortaleza» (Sal 103:20), se llaman los «ángeles de su poder» (2 Ts 1:7) y en 2 R 19:35 se indica que un solo ángel mató a 185,000 asirios. Además, tienen la responsabilidad de cuidar a los niños (Mt 18:10), también de proteger a los hijos de Dios (Sal 34:7). La Biblia muestra que han intervenido en eventos mundiales (Dn 10:13; 10:20-11:10) y que tendrán participación en el juicio final (Ap 15:16).
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¿Cuándo fueron creados?

La Escritura no indica exactamente cuándo fueron creados. Oliver Buswell afirma:[1] «Si la frase “todo lo que había hecho“, en Génesis 1:31, significa «todo sin excepción», entonces tendríamos que asumir que los ángeles fueron creados antes del final del sexto día y que la caída de Satanás y los ángeles malos sucedió después que Dios dijera «que [todo] era bueno en gran manera».

n cuanto a lo que enseña la Biblia, la creación de los ángeles pudo haber sucedido en cualquier momento antes del final del sexto día de la creación. La caída de Satanás, sin embargo, debió ocurrir entre el final del sexto día y la tentación del hombre en el huerto [debido a la frase de que, hasta ese sexto día, «todo era bueno en gran manera»]. Si rechazamos esta indicación de Buswell, entonces no tenemos idea de cuándo fueron creados.
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Los ángeles no pueden cohabitar con los humanos

En Lucas 20:34-36 leemos: Entonces respondiendo Jesús, les dijo… Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. (Véanse también Mt 22:29-30, Mr 12:24-25, donde se indica que no tienen sexo.) Su incapacidad de procrear nos lleva a la conclusión de que fueron creados individualmente.

¿Cómo, entonces, hemos de interpretar los hijos de Dios, de Génesis 6? El conocido teólogo Oliver Buswell dice:

Algunos toman esta como una referencia a los ángeles. No negamos que a los ángeles a veces se les llama «hijos de Dios» en el sentido de que también son criaturas de Él (Job 1:6 y 38:7), pero Génesis 6 trata de hombres [y no de ángeles]. El sentido de «hijos de Dios» en este pasaje se entiende en conexión con los gigantes, los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre (del versículo cuatro) …

Mantenemos que los «hijos de Dios» en Génesis 6:1-4 es una referencia normal a los hombres creados a la imagen de Dios y no tiene nada que ver con los ángeles.[2]

¿Qué del caso especial mencionado en 2 Pedro 2:4? Pedro hace solo una referencia a los «ángeles caídos», explicando que sobre los que pecan vendrá un juicio seguro, sean ángeles u hombres. Asociar este ejemplo del juicio sobre los que pecan con los «hijos de Dios» y «las hijas de los hombres» (Génesis 6) es demasiado arbitrario, ya que va contra lo que el mismo Señor Jesús claramente enseña en cuanto a que los ángeles no tienen sexo. Además, decir como algunos que ellos eran un rango especial de ángeles que Dios creó, para poder relacionarlo con el pasaje en Génesis, es crear una exageración hermenéutica.

Tomemos el sentido de 2 Pedro 2:4-9 por lo que verdaderamente es: una serie de ejemplos de cómo Dios castiga el pecado, «sabe el Señor … reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio», sean ellos pecadores humanos o angelicales.
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La función de los ángeles

Los ángeles son «espíritus ministradores», como lo señala el autor de Hebreos (1:13 y 14). Están ante el trono de Dios en el cielo (Mt 18:10) adorando las perfecciones de Dios y del Cordero (Ap 5:11-12). Anhelan comprender el glorioso plan de salvación, considerando cuidadosamente los eventos divinos en la tierra (1 P 1:12). Además, son los instrumentos de Dios para ejecutar sus obras de providencia (Gn 28:12, Dn 10:13). La ley fue ordenada por medio de ángeles (Gl 3:19; Hch 7:53, Heb 2:2). Son instrumentos de bendición para el pueblo de Dios (Heb 1:14; Hch 12:7; Sal 41:10-12). Igualmente, para castigar a los enemigos de Dios (Hch 12:23; 2 R 19:35; 1 Cr 21:16). En el juicio final, separarán a los buenos de los malos, llevando a los escogidos al encuentro con el Señor en el aire (Mt 13:30,39; 24:31; 1 Ts 4:17).
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Otras cosas que debemos saber

No deben ser adorados. En el texto se da la razón por la cual no se debe adorar a los ángeles: ¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Ese puesto de autoridad y adoración le pertenece únicamente a Jesucristo.

Son más elevados que los hombres. Dice el salmista: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria y el hijo del hombre para que lo visites? le has hecho poco menor que los ángeles… (Salmo 8:4-5 y Heb 2:7).

Son espíritus ministradores. Hebreos 1:14 afirma: «son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación». Aunque la tarea específica de ellos no se describe, no demos rienda suelta a la imaginación, como lo hacen muchos de los libros escritos recientemente.

Portan mensajes especiales. En ocasiones fueron enviados por Dios para dar mensajes especiales como a Abraham, a Daniel, a María, a José, a los pastores en Belén; a los discípulos para indicarles que Jesús había resucitado; a Pedro para abrirle las puertas de la cárcel; a Juan para aclararle cosas que no entendía en el Apocalipsis. Cuando tomamos en cuenta estas pocas ocasiones mencionadas en la Biblia, sabemos que tales apariciones son infrecuentes.[3] No aceptemos todo reclamo de apariciones de ángeles (2 Co 11:13-14, compárese con Gl 1:8).

Protegen a los que son de Dios. El salmista nos asegura que el ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende (Sal 34:7). El Señor Jesucristo también nos advirtió en cuanto a los niños (Mt 18:10). Ambos textos nos alientan al mostrarnos el cuidado que Dios tiene de nosotros, grandes y pequeños.

Un día reinaremos sobre ellos. La fascinación con los ángeles puede equilibrarse al recordar que, aun cuando son especiales, Dios nos elevará un día por encima de ellos: ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? (1 Co 6:3).
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La naturaleza de los ángeles[4]

Como aceptamos que existen, nos interesa saber más de su naturaleza. De nuevo tenemos que apegarnos a la Biblia y no a la especulación.

No son seres humanos glorificados. Mateo 22:30 dice que los seres humanos serán como los ángeles de Dios en el cielo (aunque en este caso, no nos casaremos allí). En Hebreos 12:22–23 se separa la compañía de muchos millares de ángeles de la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, es decir, los que somos redimidos por la sangre de Cristo.

Son incorpóreos. Hebreos 1:14 aclara que son espíritus. En Efesios 6:12 Pablo dice que la lucha que tenemos con los ángeles malignos no es contra carne y sangre. Claramente no tienen cuerpos. En ocasiones se hacen visibles (angelfanías), tomando forma humana (Gn 19; Jue 2:1; 6:11-24; Mt 1:20; Lc 1:26; Jn 20:12).

Saben más que los humanos. Aunque no son omniscientes, parecen tener mayores conocimientos que los hombres (Mt 24:36). El texto implica que tienen conocimientos especiales. Seguramente lo tienen por su cercanía al trono de Dios. Por lo tanto, concluimos que saben más que nosotros.

Son más poderosos que nosotros. Un ejemplo de su asombroso poder lo vemos en Apocalipsis 8. Debemos recordar, sin embargo, que ese extraordinario poder es dado por Dios para que cumplan con Su voluntad. El poder que tienen es derivado, de acuerdo con lo que Dios les pide hacer; no es propiamente suyo. Otros ejemplos se encuentran en Hch 5:19; 12:7, 23; Mt 26:2.[5] Todos los ángeles, buenos y malos, se limitan a la voluntad soberana de Dios. No son seres independientes.
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Los demonios

ios les dio soberanía limitada, cosa que tenemos que asumir dado que pudieron pecar. Como ya se indicó, Dios hizo todo bueno en gran manera. A su vez encontramos que algunos ángeles pecaron contra Dios. Judas 6 habla de los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, tratándose de una rebelión en el cielo. En 2 Pedro 2:4 leemos que Dios no perdonó a los ángeles que pecaron.

A partir de estos y otros textos (Sal 78:49; Mt 25:41; Ap 9:11; 12:7-9) entendemos que existen ángeles malos y que están asociados a Satanás. Igual que nos dio a los hombres soberanía limitada, también se lo dio a esos seres espirituales. Esto explica la existencia de ángeles buenos, que no se rebelaron y de otro grupo de ángeles rebeldes y caídos.

Cuatro veces se menciona a los demonios en el Antiguo Testamento (Lv 17:7; Dt 32:17; 2 Cr 11:15; Sal 106:37 —a veces traducido por «ídolos»). En el Nuevo Testamento se nombran 63 veces.

Además, nos asegura que un día serán sellados para siempre en el lago de fuego y azufre (Ap 20:10; Mt 25:41).
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Rangos entre los ángeles malignos

Hay solo un ser que la Biblia denomina Satanás o «el diablo»; a los ángeles caídos se les llama demonios (véase Mt 4:24; Lc 4:33; 10:17; 1 Ti 4:1; Stg 2:19; Ap 9:20; 16:14). En cuanto a sus rangos, primero está Satanás, llamado: el dios de este siglo (2 Co 4:4), la cabeza de los ángeles caídos (Mt 25:41; Ap 12:7) y el príncipe de los demonios (Mt 12:24; Ap 16:13-14).

Luego la Biblia habla de tronos, dominios, principados y poderes. Aparentemente hay organización entre los ángeles. Por ejemplo, en Colosenses 1:16 y en Efesios 1:21 se mencionan estos rangos, hablando tantos a ángeles buenos como malos. En Romanos 8:38, Efesios 6:12 y Colosenses 2:15 la referencia claramente es a los ángeles caídos.

Hoy, los que siguen la línea de la «Guerra Espiritual», dan mucha importancia a estos rangos. Debemos aclarar que la Biblia no los define. Por tanto, cualquier concepto que se proclame es mera especulación.
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Las actividades de los demonios

 A.A. Hodge en su Bosquejos Teológicos[6] dice: «En cuanto a las almas de los hombres, Satanás y sus ángeles no poseen poder alguno ni para cambiar los corazones ni para forzar a nadie a hacer su voluntad. El poder de Satanás y sus huestes demoniacas sobre los hombres es solamente moral, ejercido por engaño, sugerencias y persuasión. Las frases bíblicas que describen sus obras incluyen expresiones como «engaños y obras de injusticia», «poder, señales, y prodigios mentirosos» (2 Ts 2:9-10); transformándose en «ángel de luz» (2 Co 11:14); «engaños» (Ef 6:11); «cegando la mente» (2 Co 4:4), «cautivando la voluntad» (2 Ti 2:26); engañando, si puede, al mundo entero (Ap 12:9). Si no gana por medio de sus persuasiones, utiliza sus «dardos de fuego» (Ef 6:16) o «abofetea» a los que le resisten (2 Co 12:7).

De acuerdo con lo que nos enseña la Biblia, Satanás y sus demonios:

  1. Inducen a la impureza moral (Mt 10:1; Mr 5:13; Dt 18:9-14)
  2. Propagan doctrinas falsas (1 R 22:21-23; 2 Ts 2:2; 1 Ti 4:1)
  3. Se oponen a los hijos de Dios (Ef 6:12)
  4. Poseen seres humanos (Mt 4:24; Mr 5:8-14; Lc 8:2; Hch 8:7; 16:16)
  5. A veces son usados por Dios para cumplir Sus divinos propósitos (Jue 9.23; 1 S 16.14; 1 Co 5.5; Ap 9.1-12; 16.13-16)

Recordemos que siempre emplean mentiras, señales y milagros engañosos para perjudicarnos y tentarnos (Ap 16:14; 2 Ts 2:9). Su influencia, sin embargo, es solo moral y espiritual. No tienen el poder para forzar a nadie a cometer pecado. Todo hombre, por su libre albedrío, siempre es responsable de sus propias acciones. Nunca puede decir: «¡La culpa es del diablo!»
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Conclusión

Con respecto a todas las formas de demonología, la Biblia nos exhorta a probar los espíritus (1 Jn 4:1; 1 Co 12:10); a no tener comunión con los que participan con demonios (Lv 19:31; 1 Co 10:20; 2 Jn 10-11). A no tener nada que ver con ellos en lo personal (Dt 18:10-14; Is 8:19), a ponernos la armadura de Dios para vencerlos (Ef 6:12-13) y entregarnos a la oración (Ef 6:18).

Gracias a Dios por los benditos ángeles puros y buenos que, de forma invisible, pero real, cumplen los propósitos divinos tanto en el cielo como en la tierra. Gracias a Dios que también los ángeles caídos están bajo Su soberanía.

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[1] Oliver Buswell, A Systematic Theology of the Christian Religion, Zondervan, Grand Rapids, MI, 1962, p. 131.

[2] Ibid, p. 132

[3] Hoy las apariciones de ángeles a los evangélicos son tan comunes como las de la virgen a los católicos. Cuidémonos de exageraciones e interpretaciones de eventos —sueños y visiones— atribuyéndoles virtudes espirituales que en realidad no tienen.

[4] Stanton W. Richardson, Manual de Teología Bíblica, CLIE, pp. 135–152.

[5] Stanton Richardson, Manual de Teología Bíblica, CLIE, España, 1998, p. 138.

[6] A.A. Hodge, Outlines of Theology, publicado en 1860, ed. por Zondervan, Grand Rapids, MI, 1979, p. 255.