GP Doctrina 24: Dios el creador

Publicado por LOGOI

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GP Doctrina 24: Dios el creador

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A los niños de un colegio evangélico en Chula Vista, California, se les pidió que contaran cómo es Dios. La siguiente descripción es un resumen de lo que escribió Daniel Dutton, de ocho años de edad.

«Una de las tareas principales de Dios es hacer personas. Las crea para reemplazar a los que mueren, de modo que siempre haya suficiente gente aquí en la tierra para cuidarla. Y no las hace grandes, solo crea bebés. Creo que es porque pequeñas es más fácil fabricarlas…

»Otra tarea importante es que escucha muchas oraciones de la gente. Esto le consume mucho tiempo, porque hay una cantidad enorme de personas como los predicadores que oran durante todo el día, y no solo al acostarse. Por eso es que Dios no tiene tiempo para escuchar radio ni ver televisión…

»Por otro lado, Jesús es el Hijo de Dios. Y en el pasado hizo cosas difíciles, como caminar sobre el agua, y muchos otros milagros. Al mismo tiempo, trataba de enseñar a la gente, pero ellos no querían saber de Dios. Por fin se cansaron de oírlo predicar y lo crucificaron.

»Sin embargo, Él era bueno; igual que Su Padre. Por eso le dijo que la gente no sabía lo que hacía, y que debía perdonarlos. El Padre dijo: OK… Ahora [en el cielo] ayuda al Padre, escuchando las oraciones y haciendo muchas de las tareas difíciles… Es como un secretario, aunque más importante.

»Un consejo: No faltes a la iglesia por algo que creas más placentero, como ir a la playa. Eso es malo. Además, los domingos el sol no sale en la playa hasta después del mediodía. Es bueno saber que Dios está cerca, especialmente cuando está oscuro y tienes miedo, o cuando no puedes nadar muy bien y el agua es profunda… Es por todo eso que creo en Dios».

Graciosa perspectiva la del niño. ¿Qué escribiría usted acerca de Dios? ¿Podría hacerlo? ¿Cuánto conoce sobre su persona y su sublime naturaleza?
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Dios el creador

No hay nada que nos intrigue más que la doctrina de la creación. Nos obliga a contrastar a un Dios que no podemos ver y que nunca tuvo principio, con algo increíblemente grande —que podemos ver, y que tuvo que tener un comienzo. Si tomamos toda la extensión de lo creado, y le añadimos tiempo, espacio y masa, quedamos atónitos ante lo que eso representa.

Por ejemplo, la estrella más cercana a nuestro sol es Alfa Centauro y está a 4.3 años luz de distancia (cualquier chico en secundaria multiplica la velocidad de la luz —299.792.5 kilómetros por segundo— por los 4.3 años de segundos y nos dice que esa estrella está solo a 15.625 billones de kilómetros). ¡Y esa es la más cercana! ¿Qué diremos de las galaxias descubiertas en años recientes y que están a unos 9 trillones de kilómetros?

La inmensidad del universo, en términos de distancia y masa que cada estrella y planeta representa —incluso el nuestro—, y la cuestión del tiempo que llevó para que todo eso existiera es lo que causa los grandes debates científicos. ¿De dónde vino toda esa materia física indispensable para que cada cosa exista? ¿Cuánto tiempo —años, milenios— llevaría formarlo? ¿Cuál fue la primerísima cosa formada? ¿Para qué fue formada?

Contestar esas preguntas es lo que hace a los filósofos arrancarse el cabello. (¿Ha notado que casi todos son calvos?)

Aparece un evangélico y dice calmadamente: «Dios creó al mundo». Esa sencilla declaración tiene implicaciones extraordinarias. La más obvia es que para haber hecho todo eso ¡Dios tiene que ser mucho más grande que toda la creación en conjunto! Tal concepto es en verdad atemorizador.

Pero el evangélico no ha terminado. Añade, como si fuera nada: «Y lo hizo en seis días».

Ahora sí que se formó —por decirlo vulgarmente— un arroz con mango. «¿Cómo?», gritan los astrónomos. «¿Cómo?», claman los arqueólogos. «¿Cómo?, reclaman los teólogos. Y, sin pestañear, el evangélico responde: «Porque Él es Dios».
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¿De dónde vino este mundo?

¿Se ha sentado alguna vez a pensar cómo eran las cosas antes de que Dios creara el mundo? Nada… nada… nada… nada… nada existía. Bueno, me equivoco: Dios… Dios… Dios… Dios…. Sí, Dios llenaba todo ese espacio desconocido, porque Él ocupa el todo de todo.

Señor, Señor. Tú antes, Tú después,
Tú en la inmensa hondura del vacío
y en la hondura interior:
Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa;
Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor.
Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo;
si sus labios te niegan, yo te proclamaré.
Por cada hombre que duda, mi alma grita: Yo creo
¡y con cada fe muerta, se agiganta mi fe![1]

Un buen día, en su infinita sabiduría (nos dice la Biblia, «en el consejo de su buena voluntad» (Ef 1.9), Dios decidió crear: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra…»

Hablamos de que creó al mundo ex nihilo, de la nada. R.C. Sproul señala: «El cristiano dice que en la creación hubo una causa instrumental (la Palabra de Dios), una causa formal (el plan de Dios), una causa final (la voluntad de Dios), y un Ser auto existente el cual es la causa eficiente y suficiente. Aquí lo que falta es una causa material [algo ya existente que Dios hubiese usado]. Para un escultor tal falta sería mortal. Para Dios no lo fue».[2]
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La maravilla de la Araña Europea[3]

Esta pequeña criatura hace su morada en el fondo de los lagos. Como cualquier araña, tiene que respirar aire. ¿Cómo hace para poder vivir en el fondo del lago? Eso le llevó a los científicos a observar sus maniobras. Descubrieron que la genial arañita llega a la superficie y da un salto mortal, chupando aire en ese peculiar esfuerzo. Ese buche de aire lo lleva al fondo y lo vacía bajo el tejido de una telaraña especial que ha forjado. Viaje tras viaje hace a la superficie hasta llenar esa cúpula de aire. Ahora, allá abajo vive y cría, y atrapa su comida. Apenas hace unos pocos años que esta criatura fue descubierta, pero allí ha estado por siglos, observada y disfrutada por el gran Creador.

Cualquier maravilla de esta creación —sea una montaña luciendo su pico nevado; una flor abriendo sus pétalos; un ave flotando sin esfuerzo por el aire; el mar embravecido estrellándose furiosamente contra las rocas de una playa—, despliega la mano de un Dios increíblemente inteligente y capaz.
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Algo de C. S. Lewis para reflexionar

Para muchos científicos, la idea de que todo fue creado por Dios es difícil de aceptar. Les parece un invento de los religiosos. Hablan de las leyes de la naturaleza y de un Dios que, si actúa, no las considera, más bien las viola con su supuesta soberanía.

El gran pensador, profesor y escritor inglés, C.S. Lewis, luego de convertirse, luchó mucho con estas aparentes contradicciones que los incrédulos lanzan contra Dios. Escribió un libro entero para tratarlo. Se titula, Dios en el banquillo de los acusados, y asienta una defensa maravillosa de Dios en contra de sus acusadores.

«Todo viene por la acción de las leyes», dicen. Lewis responde:[4] «Las leyes de la física, entiendo, decretan que cuando una bola de billar (A) pone a otra bola en movimiento (B), al chocar (A) con (B), la velocidad adquirida por (B) es exactamente la misma perdida por (A). Esta es la ley. Este es el patrón al que por fuerza tiene que conformarse el movimiento de las bolas de billar. Si vamos más allá de la ley que mueve la bola, presuponemos que algo puso la primera bola (A) en movimiento. Aquí mismo salta el problema. La ley no es la que pone la bola en movimiento. Normalmente es un hombre con su taco quien lo hace…

»No importa cuántos movimientos busque, jamás podrá hallar las leyes del universo que dieron el golpe inicial para poner en movimiento el curso de la naturaleza. Nada en absoluto puede causar una ley …

»Súmele cinco centavos a otros cinco y tendrá un real. Pero a pesar de que la matemática es exacta, no pondrá un solo centavo en su bolsillo».

Lewis ahora hace una interesante confesión: «Hasta que vi esta realidad, pensé que eran las leyes de la naturaleza las que causaban las cosas. Me di cuenta de que eso era muy parecido a creer que se puede incrementar el salario con solo escribir una suma matemática en una hoja. Las leyes sirven solo como patrones a los cuales ciertos eventos se conforman: para que un evento comience primero se tiene que encontrar una causa…

»Aun el evento más insignificante, nos llevará a un misterio que está más allá de las ciencias naturales. Es muy cierto, como un posible supuesto, que detrás de ese misterio haya una poderosa Voluntad y Vida obrando. Si es así, cualquier contraste que haya entre Sus acciones poderosas y las leyes de la naturaleza está fuera de duda.

»Es solamente por Su acción que le da a las leyes naturales, que los eventos se pueden desencadenar. Las leyes son meramente marcos vacíos; Él es el que llena ese marco —no de vez en cuando, en ocasiones providenciales, sino en cada momento. Y Él, desde un punto privilegiado fuera del tiempo puede, si es que quiere, tomar las oraciones que los fieles han expuesto, y hacerlas obrar dentro de los eventos complejos que ocurren en la historia del universo. Seguro es que lo que llamamos “oraciones futuras” siempre son oraciones presentes para Él que está fuera del tiempo».
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Conclusión

se primer impulso, del que habla C.S. Lewis, lo dio Dios. La Biblia lo dice sencillamente: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Y lo hizo a través del formidable poder de su hablar: «Y dijo Dios: Sea…» Y con igual naturalidad, el texto concluye: «¡y fue la luz!» Luz, noche, día, tierra, expansión, árboles, vegetación, animales, peces, aves, sol, luna y finalmente hombre y mujer, todo vino por el mero hablar de Dios. Poder inmensurable, no solo más extraordinario, sino sin medida.

Como dijo el profeta Isaías, en una noche sin nubes —quizás parecida a una en que mi esposa y yo, allá al sur de Chile, miramos las brillantes estrellas que forman la llamada Cruz del sur:

Levantad en alto vuestros ojos,
y mirad quién creó estas cosas;
Él saca y cuenta su ejército;
a todas llama por sus nombres; ninguna faltará;
Tal es la grandeza de su fuerza,
y el poder de su dominio. (40.26).

Si a simple vista Isaías se maravilló ante aquel espectáculo celestial, ¿qué ocurriría si viviera hoy y pudiera mirar ese mismo cielo con los poderosos telescopios del Monte Palomar? Aun Pablo, considerando el cielo, se vuelca a los romanos incrédulos y les dice:

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa (Ro 1.18-20).

¡Qué terrible falta de fe muestran los hombres incrédulos ante la magnificencia de Dios! A su vez, ¡qué terriblemente ofensivo ha de ser ante Dios el trato de algunos hoy en día! Tratan al glorioso, sublime, e incomparable Creador de los cielos y la tierra como si fuera igual a ellos —con un tuteo y una intimidad imperdonables. Le gritan, le exigen, le piden, le amonestan, le mandan como si fueran reyes y Él meramente un siervo a sus órdenes.

Qué triste falta de respeto, dignidad, honra y gloria se exhibe hoy. Para ellos cabe la advertencia del rey David:

Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes;
Admitid amonestación, jueces de la tierra.
Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor.
Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino;
Pues se inflama de pronto su ira.
Bienaventurados todos los que en él confían (Sal 2.10-12).

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[1] Amado Nervo, (mexicano, 1870-1919).

[2] R.C. Sproul, The Character of God, Servant Publications, Michigan, p. 125.

[3] Citado por John Piper en The Pleasures of God, Multnomah, Portland, Oregon, p. 90.

[4] C.S. Lewis, God in the Dock, Eerdmans, Grand Rapid, Michigan, 1970, pp. 77-79.

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