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Les Thompson
Muchos años han pasado, y aún recuerdo, en esta Navidad, el momento en que presentaba mi examen para obtener la ordenación al ministerio. El doctor Wayte Fulton, con esa chispa de algunos pastores ancianos, se levantó lentamente de su asiento para hacerme una pregunta:
— Dime, Thompson, ¿eres infralapsariano o supralapsariano?
Esa clase de pregunta nunca se le debe hacer a un pobre, y nervioso, candidato al ministerio. ¡El que hace eso merece que lo lapidifiquen! Aunque la pregunta lapsaria (lapsus literalmente significa «caída»; y teológicamente y desde una perspectiva vertical, supra indica «superior, arriba», y para nuestros efectos «antes de»), no es usual en el ambiente cristiano, tiene suprema importancia teológica. ¿Cuándo decretó Dios su grandioso plan de salvación? ¿Antes de permitirle al hombre caer, o después?
Por supuesto, la pregunta es difícil de contestar. ¿Quién conoce la mente de Dios? Sin embargo, podemos afirmar con toda certeza que: El divino decreto de redimir al hombre caído se produjo antes de la creación del mundo.
San Pablo nos dice: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Asimismo, nos escogió en Él desde antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él.[1]Efesios 1.3-4
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Dios anticipa la caída
La caída de Adán y Eva no sorprendió a Dios. El maravilloso plan de salvación estaba listo mucho antes de que mordieran la fruta prohibida. Por eso es que ese mismo día fatal, en medio del huerto de Edén, Dios anunció Su plan de redención: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón.[2]Génesis 3.15
En pocas palabras, la serpiente y su descendencia representan a Satanás y sus rebeldes seguidores; la mujer y su simiente a María y a Su divino Hijo, junto a todos los que le siguen. La herida en la cabeza habla de la derrota fulminante y segura del diablo y sus huestes lograda por Jesús en la cruz; la herida en el talón (normalmente las serpientes venenosas muerden allí, en el calcañar) da a entender que la herida de Jesús no sería «mortal», ni definitiva, ya que vencería a la muerte con poder y ganaría la victoria eterna como la bendita «simiente de la mujer».
Este texto se conoce como protoevangelio, o primer anuncio del evangelio, debido a su importante mensaje profético.
Martín Lutero comenta que Dios, cuando insinuó que el Salvador llegaría por una mujer, se burló del diablo, aterrorizándolo al no saber por cuál, específicamente, vendría ese Varón Bendito que lo derrotaría para siempre.[3]Citado por H.C. Leupold, Exposition of Génesis, Baker Book House, Grand Rapids, MI, p. 168
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La promesa sorprendente
Por tanto, tenemos a través de las Escrituras las hermosas indicaciones que profetizan la llegada del Niño: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.[4]Isaías 7.14 Y, para citar otra: Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro.[5]Isaías 9.6
Y entre estos versículos no puede faltar el comentario interesante de San Pablo: …la mujer, al ser engañada, incurrió en transgresión. Sin embargo, se salvará teniendo hijos, si permanece en fe, amor y santidad con prudencia.[6]1 Timoteo 2.14-15 Se refiere a ese día en que la mujer, luego de dar a luz a tantos hijos, por fin daría a aquel Hijo prometido desde antes de la fundación del mundo, en el cual, teniendo fe, amándolo y viviendo según Sus sagradas instrucciones, ella —igual que el hombre— alcanzaría salvación.
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Dios invierte los conceptos
Esta trastorna totalmente las enseñanzas de las religiones falsas que buscan la manera de endiosar al hombre. Véase al mormonismo como ejemplo de ellas.
En un artículo de la revista Time,[7]Time, agosto 4, 1997, p. 50 se hace un recuento de lo que son, lo que hacen y lo que creen los mormones. Señala que Joseph Smith enseñaba que «Dios al principio se parecía al hombre, que tenía un cuerpo de carne y huesos, y hasta una esposa ». Luego —enseñan—, ese dios humano se convirtió, gradualmente, en el Dios celestial actual. Lorenzo Snow, presidente y profeta de la secta, dice: «Como el hombre es ahora, Dios en el pasado fue; tal como Dios es, el hombre podrá llegar a ser». ¡Herejía de herejías!
No así el cristianismo. La Biblia nos enseña que Dios, para rescatar al hombre caído, se hizo hombre. El cristianismo invierte las ideas erróneas de los hombres. Es una increíble verdad: para rescatarnos de nuestra maldad y condenación, Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, se hizo como uno de nosotros —de carne y hueso—, lo inverso del mormonismo.
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El nacimiento de Jesucristo fue así:
Su madre María estaba desposada con José; y antes de que se unieran, se halló que ella había concebido del Espíritu Santo.
Mientras pensaba en esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que ha sido engendrado en ella es del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo; y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.[8]Mateo 1.18-21
Esta es la historia de la Navidad. Dios hecho carne, llegando como un indefenso bebé, entregándose al cuidado de una madre joven, humilde, sin recursos, aunque sumamente privilegiada. Allí, tan pequeñito, vemos a Dios encarnado, aparentemente indefenso, susceptible a todas las calamidades que invaden la humanidad. ¡Maravilla de maravillas, Dios reducido a un recién nacido! Como observa San Pablo: «Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres».[9]Filipenses 2.6
El motivo de tal humillación nos interesa, a la vez que nos inquieta. Lo primero que resalta es el nombre que escoge: Jesús, que significa salvador. La Navidad es tiempo de regocijo porque ha venido nuestro Salvador. Con los dolores, penas, necesidades, angustias que sufrimos, alegre es la noticia que ha venido Uno para salvarnos.
Pero lo segundo que anuncia el texto es más preocupante. Dice: «llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Con gozo le damos la bienvenida a uno que viene para solventar nuestras angustias. No obstante es otra cosa recibir a uno que viene para señalar nuestras fallas, debilidades y pecados.
La Navidad, ¿será una época apropiada para examinar nuestros corazones en busca de limpieza del pecado, maldad, y todo lo que le ofende a Dios? ¿Será que esta Navidad Jesús está buscando ese tipo de regalo especial de parte nuestra? ¿Será que es ese el regalo que más le agrada —ya que para eso vino?
Menos complicada debe ser la Navidad de los mormones. Ellos no creen en el pecado (imagínese vivir indiferentes al pecado, pensando que la maldad no importa). Dice el artículo citado: «El mormonismo rechaza el concepto de pecado original, cuya expiación es entendida por la mayoría de los cristianos como el gran regalo de Cristo al mundo al morir en la cruz».
Contrario a nosotros, los mormones no necesitan la Navidad, pues no les hace falta Salvador, ya que afirman no tener problemas con el pecado. Nosotros sí. ¡Necesitamos mucho de Jesús! Reconocemos que sin Él no hay posibilidad de salvación, ni de una eternidad feliz con Dios.
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El pesebre vinculado a la cruz
En cuanto a la relación que hay entre el nacimiento de Jesús y su muerte quiero referirme a algo que escribe mi apreciado amigo, el Dr. Theo Donner, profesor de Teología Sistemática en el Seminario Bíblico de Colombia, en Medellín. Cito, con su permiso, la parte que trata precisamente acerca de la obra de expiación de Cristo Jesús:
Dios en lugar del hombre
«La epístola a los Hebreos nos dice que la sangre de las víctimas de los sacrificios no podía quitar el pecado.[10]Hechos 10.4 Dios en su gracia brindó un medio de expiación por los sacrificios de animales del Antiguo Testamento, para dar a entender la naturaleza de la expiación y para preparar la expiación completa y final en Cristo.
»Por lo que hemos dicho hasta ahora, podemos entender mejor qué es lo que pasa en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento hay un pacto entre Dios y el hombre. Es un pacto bilateral, en el cual el hombre debe cumplir o recibir la pena de muerte. Aquí vemos que Dios cumple con su parte del pacto. Él adopta a Israel como pueblo suyo, mora en medio de él, en el tabernáculo y en el templo, y nunca lo abandona pese a todas sus rebeldías. El hombre no cumple con su parte. Israel una vez tras otra se rebela contra Dios y viola el pacto. Y como no cumple, es culpable de muerte.
»En Cristo, Dios mismo, que sí cumplió su parte del pacto, viene a tomar la parte de quien no cumplió. El que sí cumplió viene a recibir el castigo por incumplimiento, viene a morir en lugar del hombre pecador.
»En esto consiste la redención. El pacto de Sinaí exigía la muerte del hombre pecador, por su incumplimiento. Ahora Dios mismo viene a recibir en su propia persona el castigo de muerte.
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El nuevo pacto
»Cuando Jesús entrega su vida, se cumple y queda abolido el pacto del Sinaí. Se inicia el nuevo pacto en la sangre de Jesús. Así se da cumplimiento a la promesa de Abraham que hablaba de bendición para todas las familias de la tierra. Este nuevo pacto en la sangre de Cristo ya no es bilateral. Aquí se trata de un pacto netamente unilateral. Dios lo hace todo. El hombre no contribuye para que se efectúe esta redención por la cruz.
»Aun en cuanto a lo que le corresponde al hombre, es decir, el creer en Cristo, arrepentirse del pecado, empezar una vida nueva; resulta último. Es el Espíritu Santo quien obra en el corazón la fe, la convicción de pecado; es el Espíritu Santo que produce en nosotros una vida transformada».
Así se cumple la promesa del Señor a través del profeta Ezequiel: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros… Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra».[11]Ezequiel 36.25-27
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Conclusión
Si en esta Navidad solo vemos al Niño en el pesebre es porque no hemos entendido el misterio de Su llegada. Para comprender el verdadero significado de la Navidad debemos ver el pesebre ligado a la cruenta cruz del sacrificio del Cordero. ¡Qué maravilloso! Se humilló en el pesebre para exaltarse mediante la cruz. Navidad es Cristo en nuestra vida. ¡Gloria a Dios!
References