GP Doctrina 1: El gran amor de Dios

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GP Doctrina 1: El gran amor de Dios

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por James Montgomery Boice[1]Condensado del libro recién editado: Fundamentos de la fe cristiana por J. M. Boice, ©LOGOI, Inc.

Varios años antes de su muerte, el teólogo Karl Barth fue a los Estados Unidos para dar una serie de charlas. Después de una exposición brillante, un estudiante hizo una de esas preguntas tipicamente americanas: «Dígame, Dr. Barth, ¿cuál ha sido el pensamiento mas grande que ha tendido?» El profesor ya anciano, se mantuvo un rato callado mientras pensaba sobre su respuesta. Entonces citó con gran sencillez las primeras palabras del estribillo muy conocido: Cristo me ama, bien lo sé, Su Palabra dice así… La Biblia es muy sencilla cuando hable sobre el amor de Dios, y una de las cosas que dice es que el amor de Dios es un gran amor. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó… (Ef 2:4). Juan 3:16 implica lo mismo: «de tal manera», y es en la cruz que Dios nos muestra ese amor sin ambiguedades.

Cuando Dios dice que su amor es grande no está usando esta palabra de la misma manera que la usamos nosotros cuando decimos que algo relativamente normal es grande (un gran concierto, una gran cena, o algo similar). Dios, cuando dice que su amor es un gran amor en realidad está diciendo que su amor es estupendo, tanto que trasciende nuestras ideas de grandeza y nuestro propio entendimiento. ¿Cómo lo explicamos?

UN AMOR INAGOTABLE

La Biblia nos enseña que el amor de Dios es infinito. Esto no es lo mismo que decir que el amor de Dios es un gran amor; la diferencia está en que nunca se puede agotar. No es posible gastarlo, ni comprenderlo completamente. Pablo expresa esta idea cuando ora por aquellos a quienes les escribe para que «seais plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios» (Ef 3:18-19). Desde un punto de vista lógico, estas palabras parecen ser una contradicción; la oración de Pablo es que los cristianos puedan conocer lo que no puede ser conocido. Es la manera que Pablo utiliza para resaltar el hecho que él desea que entren más profundamente en el conocimiento del infinito amor de Dios.

¿Cómo podemos comprender el infinito amor de Dios? Podemos conocerlo, pero solo en parte. Hemos sido tocados por ese amor, pero su plenitud nos trasciende del mismo modo que el universo infinito escapa al ojo humano inquisidor.

Un himno fue encontrado en las paredes de un calabozo que expresa este aspecto del amor de Dios en lenguaje memorable. Fue escrito por un tal F.M. Lehman y encontrado en la cárcel después de su muerte:

¡Oh amor de Dios! su inmensidad El hombre no podría contar Ni comprender la gran verdad Que Dios al hombre pudo amar. Cuando el pecar entro al hogar De Adán y Eva en Edén, Dios les sacó, mas prometió Un Salvador también. ¡Oh amor de Dios! brotando está, ¡Inmensurable, eternal! Por las edades durará, Inagotable raudal.[2]F.M. Lehman, ¡Oh amor de Dios! Trad. W.E. Adell (Himnos de Fe y Alabanza, LOGOI, 1966) #42.

UN AMOR DE ENTREGA

Dios también nos dice que su amor es un amor de entrega. Este es el corazón de Juan 3:16: «Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito». La naturaleza del amor de Dios es la entrega, y cuando nos entrega algo no es una baratija, sino lo mejor.

En su libro Los cuatro amores C.S. Lewis diferencia dos clases de amor: el amor-regalo y el amor-necesidad. Señala que el amor-regalo es lo que caracteriza a Dios el Padre. Dice: «El amor divino es amor-regalo. El padre le da todo lo que tiene al Hijo. El Hijo se entrega al Padre, y se entrega al mundo, y por el mundo al Padre, y de ese modo (en Él) el mundo vuelve al Padre también».[3]C.S. Lewis, The Four Loves (New York: Harcourt Brace & World, 1960), p. 11 Esto se puede apreciar claramente en el regalo de Jesús para nuestra salvación.

Hay dos sentidos en que podemos ver el amor-regalo del Padre. Primero, Jesús es lo mejor que Dios tenía para dar, no hay nada que pueda compararse al Hijo de Dios. Segundo, al dar a Jesús, Dios se estaba dando así mismo, y no hay nada que uno pueda dar que sea mayor que eso.

Un ministro cierta vez estaba hablando con una pareja que atravesaba dificultades en su matrimonio. Había mucha amargura y pesar, unidas a una falta de comprensión. En determinado momento el esposo, exasperado, le dijo a su mujer: «Te he hado todo, una casa nueva, un automóvil nuevo y toda la ropa que puedes ponerte. Te he dado…» (la lista era larga).

Cuando había terminado, su mujer dijo con tristeza: «Todo lo que dices es cierto, Juan. Me has dado todo, menos a ti».

El regalo más grande es darse a sí mismo; fuera de ese regalo todos los demás resultan relativamente insignificantes. Dios se dio a sí mismo en Jesús.

UN AMOR SOBERANO

El amor de Dios es un amor soberano. Como Dios es Dios, por lo tanto no tiene obligaciones con nadie, es libre de amar a quien Él quiera. Él mismo lo ha declarado, diciendo: «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí» (Ro 9:13). Y también con referencia a Israel: «No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres» (Dt 7:7-8).

Si Dios es soberano en su amor, esto significa que su amor no puede ser influenciado por nada. Y si esto es así, la causa del amor de Dios descansa solo en sí mismo. Él ama a quien desea. Esto resuta claro en ambos textos citados en el párrafo anterior. Lo que importa no es que Jacob fuera más fácil de amar que Esaú, sino que Dios había puesto su amor sobre Jacob solo como un acto de su voluntad soberana, pues eligió a Jacob en lugar de Esaú antes que los mellizos nacieran (antes que tuvieran la oportunidad de hacer algo bueno o malo).

Para muchos esta enseñanza no es nada popular, pero es la única manera como las cosas han de ser … si Dios es verdaderamente Dios. Supongamos lo opuesto: que el amor de Dios está regulado por algo que no sea su soberanía. En ese caso Dios estaría regulado por ese algo (sea lo que sea) y entonces Él estaría bajo su poder. Eso es imposible si Él es soberano. En las escrituras no se menciona otra causa para el amor de Dios que no sea su voluntad electiva. Dice: «en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado» (Ef 1:5-6).

UN AMOR ETERNO

El amor de Dios es eterno. Del mismo modo que tendremos que encontrar su origen en la eternidad pasada, su final deberá encontrarse en la eternidad futura. Dios no tiene fin. Pablo escribe: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?… Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Ro 8:35-39).

En el listado de Pablo hay dos «separadores» que pueden amenazar el amor de Dios: primero están la pobreza, el hambre, los desastres naturales y la persecución. Estos no nos pueden separar del amor de Dios (Pablo tuvo que soportar estos enemigos en carne propia, véase 2 Co 6:5-10; 11:24-33). La segunda clase de enemigos son sobrenaturales: La muerte, la vida, los ángeles, los poderes del demonio, y todo lo que pueda caer dentro de esta categoría. ¿Pueden separarnos del amor de Dios? De ninguna manera, porque el eterno Dios es más que todas ellas.

Hay un último punto que debemos hacer. Pablo habla «del amor de Dios, que es en Cristo Jesús. No solo debemos mirar a Cristo par ver cómo el amor de Dios se despliega en Él, sino que debemos realmente estar «en Él». Esto requiere una relación personal con Él por la fe, si hemos de conocer ese amor. ¿Hemos encontrado que el gran amor de Dios es un amor para nosotros por medio de la fe en el sacrificio de Cristo?

No hay realmente otra manera de conocer el amor de dios. Debe comenzar por nuestro compromiso con Cristo. Dios ha decretado que solo por Cristo los pecadores pueden conocer su gran amor, infinito, dadivoso, soberano y eterno.

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ESA PALABRA AGAPĚ

La lengua griega es rica en palabras para el amor.

Storgê: Se refiere al afecto en general, en especial dentro del entorno familiar. El equivalente castellano más cercano sería «querer». Los griegos dirían: «Amo (quiero) a mis hijos».

Philia (de ahí provienen las palabras filantropía y Filadelfia): Se refiere a la amistad. Jesús utilizó esta palabra cuando dijo que «el que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10:37).

Eros: Se refiere al amor sensual. De esta raíz proviene la palabra erótico. Esta palabra había sido tan desvalorizada en los tiempos del Nuevo Testamento que nunca se la utiliza en la Biblia.

Pero en busca de una palabra que expresara el singular amor de Dios, los escritos bíblicos, cuando se tradujo el Antiguo Testamento al griego, encontraron una palabra griega sin fuertes asociaciones, muy poco utilizada con anterioridad: Agapê. A esta palabra le dieron un carácter enteramente nuevo. Fue así que crearon una palabra que con el tiempo transmitió el tipo de amor que explicara el amor de Dios.

¿Ama Dios con un amor justo y santo? Sí. Ese amor es agapê. ¿Es el amor de Dios soberano, eterno y lleno de gracia? Como dice el profeta: «Con amor eterno te he amado» (Jer 31:3). Ese amor es agapê.

Así fué como agapê se convirtió en la palabra suprema para hablar del amor de Dios.
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EL MISTERIO DEL CALVARIO
Por C.S. Lewis

Al pensar en Cristo clavado en la cruz

No debemos comenzar con el misticismo, el amor de la criatura hacia Dios, o con las maravillosas pruebas del cariño de Dios, derramadas en algunos en su vida sobre esta tierra. Debemos comenzar en el verdadero principio: con el amor como la energía divina… Dios, que nada necesita, en su amor hizo que existieran unas criaturas (humanas), completamente superfluas, para que las pudiera amar y perfeccionar. Crea el universo, ya previendo —¿o deberíamos decir «viendo»?— pues no se puede hablar con tiempos verbales con respecto a Dios) la nube de moscas zumbando alrededor de la cruz, la espalda azotada contra el tronco rugoso, los clavos atravesando los nervios mesiánicos, los ahogos que se suceden mientras el cuerpo se dobla, la tortura infligida vez tras vez sobre los brazos y las piernas que son estiradas, para facilitar la respiración. Si se me permite usar una imagen de la biología, Dios es el «portador» que deliberadamente crea sus propios parásitos; la causa que nos hace ser, para que lo explotemos y «tomemos ventaja» de Él.

—C.S. Lewis, The four Loves (New York, Los cuatro amores). Harcourt, Brace & World, 1960, pp. 175-76.

References

References
1 Condensado del libro recién editado: Fundamentos de la fe cristiana por J. M. Boice, ©LOGOI, Inc.
2 F.M. Lehman, ¡Oh amor de Dios! Trad. W.E. Adell (Himnos de Fe y Alabanza, LOGOI, 1966) #42.
3 C.S. Lewis, The Four Loves (New York: Harcourt Brace & World, 1960), p. 11