GP Biografía 25: Judas, el necio

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GP Biografía 25: Judas, el necio

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Mario J. Zani

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Judas Iscariote ocupa en la Biblia, y la historia, un lugar destacado en la galería de los insensatos. Sin embargo, hay que recordar que hubo muchos otros antes y después de este personaje; como por ejemplo Jeroboam, el rey que hizo pecar a Israel (1 R 11.28 y 13.33-34). Ananías y Safira (Hch 5.1-10). El apóstol Pablo también menciona a varios, entre ellos a Figelo y a Hermógenes (2 Tim 1.15).

Seudónimos de Judas

Son muchas las características que describen a Judas. Una de las más conocidas es la que lo tilda de «traidor», o «avaro», y aun pudiéramos darle otros sobrenombres como «fracasado», «perdido» e «hipócrita». Pero que no quepa la menor duda. El pecado entró en su corazón cuando desobedeció las enseñanzas del Señor y quiso ser un discípulo a la distancia, sin compromiso, engañando al Maestro (Gl 6.7).

De su nombre, Judas Iscariote, se informa que según los eruditos este apodo bien podría indicar el lugar de nacimiento, aunque también puede ser un epíteto arameo que significa «falso», «mentiroso», o «hipócrita». Es posible que así lo apodaran los primeros cristianos arameos. Juan menciona que un tal Simón fue el padre de Judas (6.71; 12.4; 13.2, 26).

El llamado de Judas

Del relato bíblico entresacamos que Judas integra la lista de doce discípulos (Mt 10.4; Mr 3.19; Lc 6.16), a quienes claramente Jesús llamó para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios (Mr 3.13-15).

No sabemos exactamente qué interpretó Judas cuando Jesús lo llamó. Quizás se entusiasmó con su personalidad, Su mirada tierna, sus palabras o sus enseñanzas pertinentes y profundas. ¿Cómo rechazar un llamado tan cautivador? En campamentos y actividades juveniles de nuestras iglesias se predica sobre el llamado al ministerio, y ¡qué hermoso es ver a jóvenes y señoritas responder con presteza al desafío de los «campos blancos para la siega» (Jn 4.35)! De todos éstos, luego vemos cómo algunos toman tan en serio su decisión que se inscriben en un programa de preparación ministerial. ¡Judas hizo exactamente lo mismo!

Judas no solo respondió positivamente por lo que era Jesús y Su causa, lo hizo por lo que Él hacía: Predicar, enseñar y sanar. Qué privilegio es contarnos entre los llamados. No hay llamamiento mejor sobre la faz de la tierra, ni tarea más sublime que la de ser un ministro de Jesucristo.

Capacidades de Judas

Judas, como los demás discípulos, tenía dones, mucho potencial y además, la capacidad de manejar las finanzas del grupo. Jesús así lo entendió permitiendo que sirviera como tesorero, cargo que desempeñó hasta su muerte. El Señor y sus compañeros creyeron en él. Quizá poco antes de la traición inmediatamente después, es que algunas de las acciones de Judas lo desenmascararon. Esto se desprende de la observación que hace Juan cuando dice que Judas era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella (12.6). Si los discípulos hubiesen sospechado quién era Judas, no lo habrían aguantado como compañero hasta el final.

No hay que ser tesorero para sustraer o robar lo que le pertenece al Señor. Solo es suficiente con que retengamos lo que es de Él o que seamos injustos o no tengamos misericordia para con los demás (Pr 19.26; 22.22; 28.24; Mal 3.8).

Quizá no haya otro que exprese mejor esta verdad que el mismo Jesucristo: ¡Ay de vosotros… hipócritas! Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estás llenos de robo y de injusticia (Mt 23.25).

Judas, como sus colegas, mostró falta de fe

Quizá en más de una ocasión Judas, igual que sus compañeros, no logró comprender las enseñanzas de Jesucristo. Tal vez fue él —tesorero—, quien olvidó comprar el pan que necesitaron cuando los discípulos cruzaron el Mar de Galilea, desde Magdala a Betsaida (Mt 16.5; Mr 8.14). La discusión que Jesús tuvo minutos antes con los fariseos y saduceos lo hizo advertir a sus discípulos: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos, refiriéndose a la doctrina de ellos (Mt 16.6, 12).

Los discípulos, sin embargo, pensaron que Jesús les hablaba del pan que habían olvidado. El Señor, entonces, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan? De inmediato habló de los dos milagros de la multiplicación de los panes, insinuándoles que podía hacer lo mismo (y posiblemente lo hizo) con el único pan que tenían.

Notemos aquí que dudar no es pecado, y mucho menos si en lugar de bajar la guardia y dejarnos arrastrar acudimos a Cristo y nos asimos más fuerte de Su mano (Mt 5.3; 28.17). Judas comenzó con entusiasmo su carrera pastoral, pero su fe se debilitó. Poco después de este incidente Jesús enseñó a Judas y a sus compañeros el significado de ser discípulo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame… Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? (Mt 16.24-25).

Judas, a diferencia de sus colegas, le dio la espalda a Cristo

Es posible que el principio del fin de la carrera de Judas estuviera enmarcado en los seis días previos al Calvario, cuando Jesús fue ungido en Betania. En esa ocasión comentó con total desparpajo: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? (Jn 12.4-5). Tarde o temprano, el discípulo que intenta seguir a Jesús de lejos reflejará en una mirada, en una palabra, lo que guarda su corazón (Lc 6.45; Gl 6.8).

Días después, Judas pasó de las palabras a los hechos. Negoció primero, la traición al Maestro y después, lo entregó con un beso (Mt 26.14-16, 47-50; Mr 14.17-21, 43-45; Lc 22.47-48; Jn 18.2-3). El final trágico de Judas refleja que no hay retribución feliz para el que anda en el camino de los malos (Salmo 1). Quizás el epitafio en su tumba sea este: Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó (Mt 27.5).

Conclusión

Andar entre los seguidores de Cristo no garantiza beneficios duraderos. Más bien es la lealtad a Jesús, mientras se le sigue, lo que avala el éxito en la vida espiritual. Si andamos con Él a la distancia, es posible que fracasemos. No hay por qué fracasar. Aquellos seguidores de Cristo comprueban que podemos llegar a ser, con la ayuda del Espíritu Santo, todo lo que el Señor quiere que seamos.