GP Biografía 23: Mateo, el recaudador de impuestos

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GP Biografía 23: Mateo, el recaudador de impuestos

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Por Mario J. Zani

Un llamado convincente

La palabra escuchada y la convicción fueron tan fuertes que dejó su negocio y siguió al que le llamaba (Mt 9.9). Su experiencia puede que haya sido similar a la de muchos hoy, que ante el llamado divino y la convicción plena de que es un privilegio que demanda una entrega radical, dejan todo y siguen a Cristo. Para los romanos aquel hombre era un importante aliado.

Para los judíos, sin embargo, un traidor y por lo tanto, contado entre los pecadores.

Sus padres, judíos muy devotos, lo bautizaron con el nombre Mateo —«regalo de Jehová»—, porque llegó como respuesta a la oración y a la larga espera del hijo varón que desearon con toda su alma. Por esta razón, y ante tantas expectativas, es posible que —al ser empleado por los romanos— Mateo sintiera vergüenza si sus padres se enteraban de que colaboraba con el imperio que avasallaba a su propio pueblo. Era mejor usar un apodo y pasar desapercibido ante los religiosos y sus propios vecinos.

Sus jefes y sus compañeros de trabajo lo conocieron como «Leví». Su esfuerzo por pasar desapercibido y no llevar vergüenza a su hogar no duro mucho tiempo. Pronto, con la llegada de las promociones y los ingresos suculentos que le generaban su oficio, le importo poco que lo identificaran como «Leví, el hijo de Alfeo».

Mateo llegó a ser temido por los judíos por su implacabilidad en los cobros y por su audacia en detectar a quienes ocultaban sus mercaderías y ganancias con tal de no pagar impuestos. Sin embargo, y para su beneficio, es posible que Leví se ganara la confianza de sus jefes por ser muy trabajador, disciplinado, y conocedor de su oficio. Es más, entre sus propios compañeros gozó de buena reputación y llegó a ser muy apreciado. De acuerdo con la tradición, Mateo pudo haber sido designado recaudador oficial por Herodes Antipas en las carreteras portuarias de Capernaum, incluyendo la principal que se dirigía a Damasco.

Rechazo y aceptación de un hombre popular

El nombre de Jesús llegó a oídos de Mateo. Era común entre los recaudadores de impuestos indagar y conocer las historias y fortunas de comerciantes y transeúntes de «sus caminos», mucho más cuando se trataba de gente de alcurnia o que alcanzaba notoriedad. Era de estos, al fin y al cabo, de quienes ellos podían obtener sus mejores ganancias. Para sorpresa de Mateo, su nombre también era muy conocido por uno de esos «caminantes», Jesús. Aunque los intereses de uno y otro eran totalmente opuestos, es posible que ambos quisieran y estuvieran listos para encontrarse.

No hay persona que resista la ausencia de cariño por parte de quienes le rodean. Aunque el dinero lo llevó a tener muchas posesiones y brindar fiestas y banquetes a sus amigos, Mateo experimentó en algún momento el vacío existencial que provoca no solo la falta de amor y el aprecio de la familia y la sociedad, sino también el rechazo y el señalamiento abierto de que era un traidor y pecador.

Jesús, por su parte —que conoce tanto la tragedia del pecado como el potencial que hay en cada vida—, pasó por su oficina y lo invitó a seguirlo. Mateo no dudo. Ante la mirada tierna del Maestro, y sus palabras llenas de misericordia y oportunidad, Mateo aceptó la invitación de dejarlo todo para dedicar su vida a Cristo.

Aunque su nombre no se menciona con la frecuencia de otros discípulos, es fácil seguir la trayectoria de Mateo. Es solo cuestión de caminar con «los doce» por toda la geografía que Jesús anduvo durante su ministerio. Al menos en una ocasión, Jesús fue el invitado de honor de un gran banquete ofrecido por Mateo, al que asistieron recaudadores de impuestos y pecadores, muchos de ellos compañeros de su vida pasada (Mt 9.10; Mr 2.15; Lc 5.29). ¡Qué gesto tan precioso! ¡Celebrar a Cristo, su salvación, y presentarlo a sus amigos!

El pecador restaurado

Aun cuando no lo sabemos a ciencia cierta, podemos imaginar que posteriormente parte de los recursos de Mateo fueron entregados para que Judas los administrara y se sufragaran muchos de los gastos relacionados con la movilización de Jesús y sus discípulos. Mateo presenció los grandes milagros del Señor, escuchó y asimiló sus enseñanzas, y confrontó los peligros del camino y de la persecución que implicaba seguir a Cristo. Fue uno de los que estuvo en la Última Cena, y de los que se durmieron en Getsemaní. Ante los eventos de la cruz sintió miedo y, como los demás, a excepción de Juan, prefirió observar a la distancia.

Seguramente, después de la muerte del Maestro, pensó volver a su negocio; pero experimentó la sorpresa e inmensa alegría de la resurrección de Cristo. Su obediencia al mandato dado por el Señor en el monte de la Ascensión llevó también a Mateo a esperar con los demás discípulos la promesa del Espíritu Santo en Jerusalén y a ser testigo del evangelio de Jesucristo.

Conclusión

La tradición indica que Mateo predicó por muchos años en Palestina. Fue durante ese tiempo que escribió, en el idioma hebreo, el evangelio que lleva su nombre. Más adelante, y como resultado de la persecución, huyó de su tierra natal y predicó en otros países. Fue durante esa época —aproximadamente en el año 60 d.C.— que también hizo una versión de su evangelio en griego. Es probable que su experiencia como recaudador de impuestos para el gobierno —que consistía en informar, archivar datos, correlacionar nombres de personas y mantener una detallada cronología de eventos cotidianos—, antes de seguir a Cristo, le sirviera para preservar por escrito los datos y eventos que, después, de manera ordenada integraría en el evangelio que relata la vida, enseñanzas y obras de nuestro Señor.

Leví, cuyo oficio fuera recaudador de impuestos, llegó a ser y es conocido como Mateo, uno de los discípulos de Jesús, apóstol de la iglesia cristiana (Hch 1.13) y autor del evangelio que lleva su nombre. Su ministerio nos proporciona un claro ejemplo y desafío a la obediencia y a la sujeción a Cristo.