Escritos devocionales sobre la resurrección de Jesús

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Escritos devocionales sobre la resurrección de Jesús

Del libro Manantiales en el desierto
Sra. Cowman

 

7 de Abril

Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habrían de sobrevenir, se
adelantó …

Juan 18:4.

EL DÍA MÁS RADIANTE del mundo es el de la resurrección, pero los días previos a la resurrección no carecen de hermosura. El día de resurrección es un día de triunfo, pero los días que conducen hasta ese triunfo están cargados con un profundo significado y un sentimiento aún más profundo.

Los días previos a la resurrección nos muestran a Cristo entrando a Jerusalén de una manera emotiva, mientras los cascos de su paciente cabalgadura pisaban una alfombra de hojas de palmera. Celebraron la última cena cuando Cristo, sabedor de la cercanía del fin de su vida en la tierra, partió el pan con aquellos que amaba hasta lo sumo. Allí está el jueves santo, cuando Jesús oraba en el Huerto y fue besado por un traidor, y traicionado por un amigo. Allí está el viernes santo, que coronó con espinas al Supremo Sacrificio. Allí está el sábado santo, período del dolor, paciencia y oración. Y luego, aparecen los lirios en flor, los pájaros cantarines y la resurrección.

Los días previos a la resurrección nos enseñan a recibir el aplauso con mucha humildad: pronto se disipa en el crepúsculo del olvido. Nos enseñan que debemos ser mansos en nuestros momentos de triunfo y que debemos apoyarnos, no en la fanfarria de la multitud, sino en la aprobación aún no expresada del Juez Supremo. Nos enseñan la tolerancia. No al estilo de Pilato, que se lavó las manos y dejó que las cosas siguieran su curso, sino la tolerancia cristiana que ofrece compasión y ayuda y rehúsa tomar parte en malas acciones. Nos enseñan que no siempre la voluntad de Dios coincide con nuestra voluntad, pero que de todos modos debemos aceptarla. Nos enseñan que la vida y el amor sobreviven a las burlas y a la crucifixión.

Sabemos que a veces hay barreras, y que el dolor forma parte de nuestro futuro en la tierra. Cristo sabía —¡y muy bien!— que el martirio sería su herencia. Sabía que durante aquella semana, la semana santa, se estaba acercando a pasos agigantados al momento de supremo dolor. Sin embargo, el conocimiento de estas cosas no lo transformó en un mero espectador de la fiesta. Conservó su apetito, su filosofía, su buen humor y su confianza en su Padre. Estaba en condiciones de participar en las festividades que colmaban la ciudad. —Margarita Sangster.

8 de Abril

Cuando no era más que uno solo, lo llamé,
y lo bendije.

Isaías 51:2.

SIEMPRE QUE Dios ha requerido de alguien que haga algo grande, lo ha enviado a un refugio solitario. Lo ha llamado para que vaya solo. ¡Cuán solitarios andaban los profetas de Israel! Juan el Bautista estaba solo en medio de la multitud. Pablo tuvo que decir: “todos me han desamparado”. Y ¿quién ha estado más solo que nuestro Señor Jesucristo?

Las victorias de Dios no las ganan las multitudes. El hombre que se atreve a ir donde otros retroceden, se encontrará solo, pero verá la Gloria de Dios… —Gordon Watt.

Hay un misterio en el corazón humano: aunque estemos rodeados por un ejército de personas que nos aman, y cuyo amor correspondemos, hay momentos en que cada uno de nosotros tiene la sensación de absoluta soledad. El amigo más apreciado es ajeno a nuestro gozo, y no puede comprender nuestra amargura. “Nadie puede entender realmente lo que pasa en mis sentimientos”, es el clamor que eleva cada uno en su tiempo, cuando vaga solitario. No importa cuál sea nuestra suerte, cada corazón, ¡profundo misterio!, debe vivir su vida interior en soledad.

Y ¿sabes cuál es la razón? Es porque el Señor desea nuestro amor: desea ocupar el primer lugar en cada corazón. Por eso guarda para sí la llave secreta, para abrir todos los rincones y bendecir con perfecta compasión y santa paz al corazón solitario que acude a Él. Por eso, cuando sientas esta soledad, tan por cierto que Jesús te dice: “Ven a mí.” Cada vez que te sientes incomprendido, su voz te llama, porque Cristo solamente puede dar satisfacción al alma. Aquellos que caminan con Él cada día jamás sienten la soledad.

9 de Abril

Cantad a Jehová cántico nuevo.
Salmo 149:1.

EN MEDIO DEL regocijo primaveral oímos un nuevo himno de resurrección. Brota de los corazones de aquellos que han recibido una canción en la noche; canción que les ha sido enseñada por el Músico Principal. Proviene de corazones quebrantados que le han amado hasta lo sumo. ¿Sabríamos que las notas de la clave mayor no son dulces si no existiera la clave menor?

Cuando las cuerdas del corazón han sido tensadas por un dolor y los vientos de la tristeza y la prueba las soplan, desde el hombre, cual arpa eólica, oimos la música .de Dios. Las lágrimas se transforman en melodía y la oración sube desde nuestro corazón: ¡Ayúdame, oh Señor, para que mis penas y aflicciones se conviertan en música para el mundo! ¡Enséñame a comenzar la música celestial! ¡Concédeme la gracia de ensayar muchas veces el eterno aleluya, para que tenga un lugar en el coro celestial y pueda unirme a los que cantan una canción nueva! —Señora de Cowman.

Señor, cuán vulgar parece mi calvario cuando considero el tuyo. Solamente Simón te ayudó a levantar tu cruz, pero muchos llevan la mía. No he sido vilipendiado ni ridiculizado y a lo largo del camino muchas verónicas anónimas me enjugan las lágrimas. No tengo heridas de clavos en las manos, ni espinas en la frente y ángeles hay que van conmigo para suavizarme el camino. ¡Pero Tú! ¡Golpeado, molido, sangrante, Señor, mi Dios! Cuando te miro, pienso: ¿cómo me atrevo a llamar Calvario esta vida tan protegida que vivo? —Vera Marie Tracy.

10 de Abril

No está aquí; ha resucitado como dijo.
Mateo 28:6.

CADA AÑO HAY UN culto de resurrección a la salida del sol en el famoso Cuenco de Hollywood, al sur de California. El cuenco es un anfiteatro natural con capacidad para miles de personas sentadas. A él acuden personas de las diferentes áreas de la vida para atestiguar la resurrección de nuestro Señor’ y recibir una significativa bendición espiritual. A este culto llegó una querida hermana penosamente acongojada. Llegó mucho antes de la aurora y descubrió ¡Él había resucitado, tal como dijo!

Fui una de las primeras en llegar, dijo. Medité en la historia de la primera pascua, cuando ellas llegaron y hallaron la tumba vacía. Me pregunté cómo se sintieron las mujeres cuando hallaron la piedra fuera de su lugar. Aquella mañana tuve un despertar en mi alma mucho antes que las dianas sobre los cerros anunciaran la llegada de la aurora. El sol no brilló esa mañana, pero la seguridad de la resurrección de Jesús se grabó en mi ser como nunca antes lo había sentido. De pronto la oscuridad del escenario se transformó en una cruz iluminada y los niños comenzaron a cantar: “Cristo ha resucitado.”

Entonces algo dentro de mí estalló en alabanza y, por primera vez en toda mi vida, comprendí por experiencia el significado verdadero de aquella revelación hecha a las mujeres en su primera visita a la tumba. Entonces miles de voces entonaron “Todos alabad el poder del nombre de Jesús” y comprendí por qué las mujeres se sintieron tan sorprendidas aquella primera mañana de resurrección: la demostración de su poder sobre la muerte había sido abrumadora. Ahora conozco el poder del Señor Resucitado. ¡Él vive! La aurora de la resurrección brilló en mi alma. ¡La noche había pasado!

11 de Abril

Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia
del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo
he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo.

Filipenses 3:8.

EN EL HUERTO, Jesús estaba orando que “pasara de Él ese vaso” si era ésa la voluntad del Padre, pero mientras oraba comprendió que no era la voluntad del Padre y se rindió a Él.

El Getsemaní es un seguro perpetuo de que si Dios permite el sufrimiento no es por falta de amor.

¡Cuántos golpes y sufrimientos evitaría uno si pudiera ver lo que Job comprendió en sus horas de más profundo dolor, cuando no había quien tendiera su mano sino sólo Dios! Él vio aquella Mano en el terrible silencio de su hogar saqueado, y su fe alcanzó su clímax cuando el que fuera poderoso príncipe del desierto, sentado en cenizas, pudo decir: “Aunque me matare, en Él confiaré”; “Jehová dio, Jehová quitó; Bendito sea el nombre de Jehová.”

Hay un misterio divino en el sufrimiento. Hay un poder extraño y sobrenatural que no ha podido ser descifrado por la razón humana. No hay otro camino para alcanzar estas bendiciones inapreciables. Ellas llegan por el camino que pasa por el monte Calvario.

Me dicen que estaré de pie sobre la cumbre del monte de los Olivos, en las alturas de la gloria de la resurrección. Pero mi anhelo es mayor, ¡Oh Padre, quiero que el Calvario me conduzca hasta allí! Quiero comprender que las sombras de este mundo son las sombras de una avenida: la que conduce a la casa de Mi Padre. Dime que me veo forzado a subir porque tu casa está en la cumbre, y que no recibiré daño alguno de los pesares, aunque tenga que caminar en medio
del fuego.

Se arrodilló, juntas las manos,
en el Getsemaní sombrío,
bajo las ramas
de un frondoso olivo
Dormidas las flores, su cabeza gacha,
los pájaros nocturnos acallan su grito
y en el silencio, su mente
recorre los siglos.

 

Su pasado está lleno
de traición y tristeza,
de mañana, dolor y tormentas;
pero Él se arrodilla, sereno,
bajo el árbol que contempla
una lucha de significado eterno
“No mi voluntad, sino la tuya se cumpla”.

12 de Abril

Y muy de mañana, el primer día de la semana, vienen al sepulcro, a la
salida del sol.

Marcos 16:2.

MARCOS NOS DICE: “Vienen al sepulcro a la salida del sol.” Este grupito de seguidores suyos días antes había caminado junto con la multitud que vilipendiaba a Jesús y se burlaba de Él mientras caminaba hacia el lugar llamado de la Calavera. Pocas horas antes habían sido testigos de cómo los enemigos del Señor clavaban su precioso cuerpo a un viejo madero en forma de cruz, y le habían visto morir en aquel cerro solitario y gris que quedaba en las afueras de Jerusalén. ¡Cuán doloridos se sentían! ¡Cuán abatidos estaban! La luz se había disipado repentinamente y la esperanza se había chasqueado en un abrir y cerrar de ojos. Cuando desaparece la esperanza, la última esperanza, invariablemente aparece la desesperación total.

¿Acaso no había dicho que resucitaría? No le había dicho a María y Marta: “Yo soy la resurrección y la vida”? ¿No había resucitado a Lázaro después de cuatro días de muerto? Con qué facilidad olvidamos sus palabras preciosas cuando estamos sumidos en profundas tinieblas, faltos de fe y no podemos ver la mano del Señor, ni discernir su presencia. Nos olvidamos que “en la noche oscura, cuando no llega luz desde afuera, es cuando la fe debe resplandecer”.

A los discípulos agobiados y confundidos les aguardaba una sorpresa maravillosa. Fueron recibidos por ángeles que les tenían un anuncio hecho exclusivamente para ellos: “No está aquí, ha resucitado como dijo.” Esto les produjo un gran reposo. Había sido un murmullo de paz, ¡dulce paz! Su amarga noche de lloro se transformaba en una mañana de gozo. Quien no ha experimentado el dolor agudo no puede experimentar la gloria más excelsa. ¡Qué alegría! ¡Qué clamor triunfal saludó a la mañana de aquella primera pascua! Era la mañana de todos los tiempos. Era el triunfo de Cristo sobre Satán. Su triunfo cubre todo el pasado y llega hasta nosotros en este mismo momento. ¡Nosotros triunfamos en la victoria de su resurrección! ¡Satanás es ahora un enemigo derrotado para siempre! —Sra. de Cowman.

13 de Abril

A los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas
pruebas indubitables, apareciéndoles por cuarenta días, y hablándoles
del reino de Dios.

Hechos 1:3

QUÉ TIEMPO PRECIOSO es para nosotros la conmemoración de la resurrección! El Señor resucitado realizó una gloriosa conquista. ¡Qué hermoso resulta, cada vez que comienza la primavera, ver cómo tras el frío intenso de los meses invernales brota el canto de los pajaritos, el verdor de las hojas, las flores! ¡Es el despertar de la naturaleza entera a una nueva vida al recibir el toque milagroso de Dios! Todo eso nos tipifica la bendición de la resurrección de nuestro Señor.

¡Cuántas cosas maravillosas ocurrieron durante esos cuarenta días en que Él se presentó vivo delante de los suyos! ¡Cómo ardían sus corazones cuando Él les abría las Escrituras y les revelaba al Cristo vivo! ¡Qué naturales y sencillas fueron sus manifestaciones! Eran los pasos silenciosos de la Omnipotencia. Halla a María temprano en la mañana, y tal como lo hacía en otro tiempo, la llama por su nombre. Saluda a sus queridos pescadores, aquellos que habían dejado sus redes para seguirle, y para ellos, cansados después de toda una noche de trabajo, preparó una comida sencilla en las playas de Tiberias. Se junta con los dos deprimidos discípulos que caminaban hacia Emaús en la tarde de aquel domingo y cuando les oyó decir: “Nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel”, dio satisfacción a sus dudas revelándose personalmente. Y aquella revelación especial les hizo “testigos de estas cosas”. Desde entonces tuvieron testimonios irrevocables que presentar. ¡Cuán hermosa es la gloria de su presencia!

A través de todos los tiempos, personas de diferentes rangos han testificado de haberse hallado con profundo temor reverente, arrobados ante la presencia radiante del Señor. Abraham en la noche, junto a su altar encendido; Moisés en el Sinaí; Isaías en el templo; Pedro en la transfiguración, acompañado de Santiago, y Juan en la isla de Patmos. Nosotros también podemos conocer su presencia deslumbrante. “El Dios vivo está entre vosotros.” (Josué 3:19.) “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días ¡hasta el fin del mundo!”

¡Oh, que fueran abiertos nuestros ojos para que podamos ver las riquezas en gloria de nuestra herencia, y la supereminente grandeza de su poder, la cual operó en Cristo resucitándole de entre los muertos!