¿Es un voto admitido ante la Presencia Santa de Dios?

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¿Es un voto admitido ante la Presencia Santa de Dios?

Pregunta:
¿Es un voto admitido ante la Presencia Santa de Dios? Queda claro que el hombre nunca Pacta Con Dios, pues Dios es el que ha realizó los Pactos

Respuesta:

Cuando hablamos de “Pactos” en la historia bíblica estamos hablando de algo muy particular en la historia de la redención. Ciertamente, como usted dice, el pacto es una alianza divinamente establecida. El hombre no es quien pone los términos, sino sólo Dios. Ahora bien, los juramentos y los votos sí son algo que le corresponde al hombre hacer dentro de un marco establecido por Dios.

Cuando yo era niño me enseñaron que no debía jurar diciendo cosas como “Por Dios” para dar respaldo a mis palabras. Por eso no decíamos “por Dios” pero decíamos cosas como “que me muera” o “que parta un rayo” para agregar ese ingrediente de credibilidad a lo que decíamos. Así que si usted es como yo, crecimos con cierta “alergia” a la palabra “juramento” o “voto”. Pero la realidad de las cosas es que en la Biblia, los juramentos, las promesas, los votos formaban parte de la vida religiosa, civil y judicial. No debemos tener miedo de estas palabras.

En el Antiguo Testamento, la gente empeñaba su palabra invocando a Dios como testigo. De hecho, dice en Deuteronomio: 6:13 “A Jehová tu Dios temerás, y a él sólo servirás, y por su nombre jurarás”. Dios mismo hace juramentos. El juraba por sí mismo. Por su nombre. Los juramentos no eran algo incorrecto, eran parte del sistema judicial, civil y religioso. Pero también el AT advierte del abuso de los juramentos: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano” Éxodo 20:7 (para hacer juramentos que no pretendes cumplir). “Mejor es que no prometas, a que prometas y no cumplas” (Ecl 4:4-5). En el Nuevo Testamento, varias veces el apóstol Pablo habló en lenguaje de juramento poniendo a Dios como Testigo (Ro 1:9; 2 Co 1:23; Fi 1:8; 1Ts 2:5). Todo esto nos hace concluir, que la Biblia no está en contra de los juramentos, sino en contra de los juramentos hechos a la ligera. Es decir, está en contra de los abusos de los juramentos. Ya desde los tiempos de Jesús, los fariseos jugaban con las leyes sobre los juramentos. Decían: si juras por Dios, tienes que cumplir, pero si juras por otra cosa, ya no estás obligado a cumplir. Así que no juraban por Dios, sino por el cielo, la tierra, por Jerusalén, o por su propia cabeza. Por eso, Jesús advierte que no juremos por estas cosas con la intención de no cumplir, sino que tengamos la disciplina del “sí, sí”, “no, no”. Es decir, que nuestra palabra tenga de nuevo valor.

Entonces los juramentos y votos eran parte de la vida de los hombres y mujeres de la Biblia en el Antiguo y Nuevo Testamento.

Ahora bien, la Confesión de Fe de Westminster en su capítulo 22 nos provee un buen resumen respecto al uso correcto y el lugar de los votos en la vida del cristiano. Lo cito a continuación:

V. Un voto es de naturaleza semejante a la de un juramento promisorio, y debe hacerse con el mismo cuidado religioso y cumplirse con la misma fidelidad.[1]

[1] Isaías 19:21; Eclesiastés 5:4-6; Salmos 61:8; 66:13,14.

VI. El voto no debe hacerse a ninguna criatura sino solo a Dios,[1] y para que sea acepto ha de hacerse voluntariamente, en fe y conciencia del deber, como muestra de gratitud por la misericordia recibida, o bien para obtener lo que queremos; por lo que nos obligamos a cumplir más estrictamente nuestros deberes necesarios u otras cosas, en cuanto puedan ayudarnos adecuadamente al cumplimiento de ellos.[2]

[1] Salmos 76:11; Jeremías 44:25-26.

[2] Deuteronomio 23:21-23; Salmos 50:14; Génesis 28:20-22; 1 Samuel 1:11; Salmos 132:2-5; 66:13-14.

VII. Ningún hombre puede hacer voto para ejecutar alguna cosa prohibida en la Palabra de Dios, o que impida el cumplimiento de algún deber ordenado en ella, o una cosa que no está en su capacidad, y para cuya ejecución no tenga ninguna promesa de ayuda por parte de Dios.[1] A tales respectos, los votos monásticos de los papistas de celibato perpetuo, de pobreza y de obediencia a las reglas eclesiásticas, están tan lejos de ser grados de perfección superior, que no son sino supersticiones y trampas pecaminosas en las que ningún cristiano debe enredarse.[2]

[1] Hechos 23:12,14; marcos 6:26; Números 30:5,8,12 y 13.

[2] Mateo 19:11,12; 1 Corintios 7:2,9; 7:23; Efesios 4:28; 1 Pedro 4:2.

En resumen, los votos son lícitos ante la presencia de Dios, por supuesto, cuando nos comprometemos a realizar cosas establecidas en la Escritura. De hecho, en las ceremonias nupciales hacemos votos delante de Dios. También en la ordenación de un Pastor, éste hace votos delantes de Dios. Es decir, nos comprometemos solemnemente a realizar compromisos establecidos dentro de lo bíblico.

Espero que esto sea de utilidad.

Wilbur Madera