El pastor como consejero

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El pastor como consejero

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 Dr. Rogelio Aracena Laserre

“Dios tiene un plan para nuestra vida, como lo tiene para el mundo. Y si hoy día el mundo está enfermo, es porque desobedece las leyes divinas, también los hombres lo están, porque no conforman sus vidas al plan de Dios”.   Dr. Paul Tournier en su libro Medicina de la Personalidad.

Ya desde los tiempos de Hipócrates se planteaba una relación entre la enfermedad y el estado moral del individuo. Para Freud la centralidad del problema estaba en la dicotomía entre los impulsos básicos del individuo y el código de valores o superego impuesto o auto impuesto. No importa qué línea ética establezcamos, con Dios o sin él, vivimos una contradicción interna que se expresa en un estado moral que afecta todo nuestro ser. Hoy somos informados de más o menos un 80% de problemas de origen sicosomático.

En Noviembre de 2008 estuve en mi país Chile y en Santiago investigue sobre la salud mental, dado que tenía noticias especializadas sobre el deterioro psicológico del chileno. Me llamo la atención puesto que Chile es uno de los países con alta penetración cristiana evangélica en América Latina. Llamé a varios consultorios sicológicos y psiquiátricos, y me asombró la saturación de consultas de tal manera, que no se podía obtener una cita antes de 20 días ¿Qué sucedería con algún suicida potencial? Conversando con pastores conocidos, me corroboraron dicha situación y agregaron que cierto porcentaje de creyentes no son ajenos a esto.

A la luz de lo anterior, la función del pastor implica el ser instrumento de Dios para llevar al hombre a un conocimiento de Dios y su Palabra para ser salvo, y a la vez desde un punto de vista de docencia integral  ayudar al creyente  a conformar su vida al plan de Dios. No en vano el pastor debe cumplir un ministerio que complementa la pastoral con la enseñanza y la atención personal.

El éxito en esta tarea es el resultado de establecer una relación personal que brinde el conocimiento de la persona y sus problemas, creando a la vez un ambiente de confianza que invite a la confidencia. Aquí en este punto es donde surge el problema, dado la cultura actual paradójicamente individualista y a la vez solitaria. En este escrito lo ilustraré con un ejemplo.

Años atrás el médico tomaba su carruaje y se dirigía a ver un enfermo cuya familia y entorno conocía: su trabajo, sus relaciones familiares, hábitos, sueños, fracasos y éxitos. Tenía tiempo de pensar y recordar una serie de hechos anteriores conocidos, que le permitían diagnosticar y muchas veces no recetar ningún medicamento, sino solo dedicar tiempo a escuchar al paciente y su familia. En la mayoría de los casos no era necesario delicados y costosos exámenes (no los había del todo). La relación médico-paciente equivalía a la de un miembro de la familia al cual se le podían consultar todos lo asuntos y problemas. Su voz era escuchada y su consejo atendido.

El caso del pastor debería ser similar. Implica disponer tiempo para la visitación, escuchar, establecer relaciones personales, crear confiabilidad, estar disponible. Las personas cuentan sus problemas a alguien en quien confían y a la vez que demuestran interés personal con ellos. Lamentablemente hoy el pastor lo que desea es ser un ejecutivo inalcanzable que administra una gran iglesia, dedica su tiempo a ser miembro de comisiones y solo se dirige a la gente a través del pulpito, la radio o la TV. Los problemas personales se reducen a necesidad de “liberación espiritual” (en sus distintas formas), un seminario rápido de “sanidad interior”  (equivalente a una catarsis o desahogo temporal), o un teléfono donde pedir oración por una necesidad donde es atendido por una persona que solo hará eso: orar por algo cuyo trasfondo no conoce. No es común que personas expertas atiendan este tipo de casos. Iglesias liberales harán una remisión a sicólogos seculares lo cual ahondara el problema.

La consejería es una función personal e implica un conocimiento profundo de la Biblia, la confianza absoluta en la suficiencia de ella, un conocimiento adecuado de la conducta humana, y el convencimiento que como función es un diálogo de doble vía. Es escuchar y hablar (notemos que es la actitud inversa). La Biblia dice: “De la abundancia del corazón, habla la boca” (Luc 6:45).

Escuchando es como podemos conocer lo que hay en el corazón de la persona que se ha acercado a nosotros y eso demanda tiempo y un cierto carácter. Muchas veces lo aprendido para aconsejar será cambiado por la iluminación del Espíritu Santo en un proceso que implica tiempo y conocimiento. En otras ocasiones el aconsejado reflejará problemas aún no superados por el propio consejero y esto llevará al propio consejero a una profunda reflexión y crecimiento. En este sentido el Espíritu Santo hace un doble trabajo: el aconsejado es ayudado en su situación y el consejero es sensibilizado y desarrollará mayor comprensión y compasión hacia el sufrimiento moral y emocional.

Miremos ahora el ministerio de Jesús con sus apóstoles, y le veremos realizar un ministerio triple el cual, sin lugar a dudas, es el mismo encomendado a nosotros:

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo” (Mt 4:23)

Para nuestro objeto, analizaremos la palabra “sanado”, que en el original es TERAPEUO, y según Strong implica: cuidado por el enfermo, tratamiento, cura, sanidad y, en Mateo 17:14-18, liberación espiritual. La palabra “salvación” en la Biblia, que en una de las acepciones en el griego es SOZO, implica también “hacer que algo sea completo”.

En este sentido, sanar es tanto un hecho instantáneo, como también un proceso. Este proceso tiene como objetivo el “bienestar integral” que según la OMS es ausencia de enfermedad. El dolor puede ser tanto físico como emocional.

El pastor como consejero es un TERAPISTA que debe involucrarse en un proceso de acercamiento integral al aconsejado, llevándole a entender las causas de su problema espiritual, moral o emocional. ¿Qué es lo que le impide disfrutar de la vida llena y abundante que Jesús prometió? Ayudarle a reconocer las culpas reales consecuencia de infringir la ley de Dios, y a superar y desechar las culpas ficticias consecuencia de erróneamente asumir responsabilidades morales que no le corresponden. En suma, ayudarle a un desarrollo integral de su nueva vida en Cristo.

Indudablemente que esta tarea necesita una adecuada planificación y conocimientos básicos de psicología. En este sentido hay dos posiciones en la consejería: los que desechan lo que la psicología puede aportarnos en cuanto a las causas de la conducta humana, especialmente en lo patológico, afirmando que basta con la consejería bíblica o discipulado. En otras palabras es una tarea exclusivamente del Espíritu Santo. En el lado opuesto están los que colocan a la psicología como la base principal y la Biblia como algo accesorio.

Creo, desde un punto de vista equilibrado, que la consejería adecuada, tiene como base insustituible la Biblia y como instrumento de acercamiento al problema los aportes de la psicología. Por ejemplo, lo útil de aprender la técnica de la entrevista, como hacer preguntas, poder diferenciar una epilepsia de una problemática espiritual.

El pastor como consejero debe tener una mente balanceada. Una mente fría y el corazón ardiente. Una vida llena del Espíritu Santo, el cual guía a toda verdad. Será a veces una tarea anónima que no recibirá aplausos o reconocimiento público, pero que es de gran estima para nuestro Señor. Muchos pastores con los cuales he conversado sobre este tema, dicen sentirse inseguros frente a esta tarea encontrándola demasiado confrontativa. Reconocen que se sienten puestos a prueba frente a todo tipo de situaciones humanas. La congregación le ve como la suma de la destreza y la sabiduría que comunica desde el púlpito. Ello implicará estudio y preparación, paciencia con el progreso lento, y fortaleza frente al aconsejado que a pesar del trabajo hecho con él, no desea cambiar de conducta.

La predicación y la consejería no son antagónicas, ni tampoco independientes la una de la otra. Lo que el pastor predica y cómo lo dice o comunica, determinará si él es visto como un consejero o no. Si la predicación es al estilo de “al que le venga el saco que se lo ponga o no “, difícilmente le verán como un potencial consejero al cual acercarse. En la predicación dará a conocer su actitud hacia las personas, sus debilidades, sus problemas y pecados. El gran predicador Fosdick decía que la mejor evaluación de un sermón es el número de personas que luego quieren conversar a solas con el predicador.

Finalmente, debemos decir que hay creyentes que tienen un especial llamado a esta tarea que en términos bíblicos es la “exhortación”: ayudar a un creyente a dar pasos de fe, en otras palabras asistirle para con la ayuda del Señor, quitar o eliminar lo que en su vida le impide avanzar hacia el propósito que Dios tiene para el. La barrera puede ser espiritual, moral, emocional, o física.  Hoy más que nunca en un mundo impersonal, lleno de angustia, temor y culpa esta tarea es urgente ¿No veía el Señor Jesucristo a la gente de su tiempo como ovejas sin pastor?