Depresión en la niñez

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Depresión en la niñez

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por Clyde M. Narramore

Descripción

En años recientes se ha dado mucha atención a los trastornos emocionales de los niños. Sicólogos escolares, siquiatras infantiles y otros especialistas han dedicado su tiempo al estudio de niños y jóvenes víctimas de diversos desequilibrios de la personalidad. Este enfoque de los problemas de la niñez ha llevado a reconocer las reacciones depresivas en los niños.[1]Véase un estudio de este problema en Finch, Stuart M., Fundamentals of Child Psychiatry, [Fundamentos de Psiquiatría Infantil] W.W. Norton and Company, Inc. Nueva York, 1960. Hoy día se cree que muchos niños, tanto como adultos, padecen las etapas iniciales de la depresión. Naturalmente, esos trastornos en la niñez suelen pasar inadvertidos, pues los síntomas no son tan notables como en los adultos.[2]Véase en este volumen una discusión sobre las reacciones depresivas de los adultos, bajo los títulos de Reacción depresiva y Reacciones maniaco depresivas. Los padres, por ejemplo, pueden juzgar a sus hijos como simplemente incómodos o descontentos. Padres y maestros pueden atribuir el hecho de que un niño no obtenga satisfacción de sus relaciones sociales, a diferencias individuales, a ciertas características del desarrollo o que el niño prefiere jugar solo.

En realidad, el niño deprimido puede parecer activo e interesado en algunas actividades, y, sin embargo, mostrar otros indicios de perturbadora depresión. Puede ser incapaz de concentrarse en sus estudios y obtener bajas calificaciones no obstante poseer capacidad intelectual más que mediana. Frecuentemente prefiere jugar a solas y rehúsa participar en actividades sociales. El niño deprimido tiene sentimientos de auto condena y falta de valía. Suele pensar que no vale la pena vivir, y en algunas ocasiones puede tener intentos suicidas.

Etiología

La principal causa de depresión en la niñez es la sensación de no ser amado. Hay muchas razones por las cuales el niño puede sentir que no lo quieren, que no calza en la familia o que no logra llenar las aspiraciones de sus padres o maestros. No es raro que un hijo o una hija que se sienta rechazado por sus padres, generalice esos sentimientos en cuanto a los demás. Básicamente, siente que no lo quieren, que a nadie le importa ni le interesa.

El niño puede sentir que no se le ama aun cuando sus padres le den un hogar cómodo y muchos regalos. Por ejemplo, cierto muchacho que recibía atención siquiátrica, tenía de sus padres un hogar bellamente amueblado, juguetes caros y muchas otras ventajas. Pero el niño se sentía falta de afecto y de valía: Al estudiar la familia se descubrió que los padres pasaban mucho tiempo fuera del hogar, sin el niño. Preferían salir con adultos y dejarlo en manos de niñeras. El niño anhelaba la compañía de sus padres, pero como éstos no podían satisfacer esa necesidad, surgieron en él sentimientos de abandono y desolación. Trasladó esos sentimientos a la escuela, en donde creía que los demás adultos no lo amaban. Con el tiempo se dio por vencido y se refugió en un mundo forjado por él. Poco a poco le fueron dominando los sentimientos de depresión, hasta que sus padres tuvieron que acudir a auxilio profesional.

En algunos niños surgen graves sentimientos de depresión por la pérdida de uno de los progenitores. Cuando el hogar es desgarrado por el divorcio o por la muerte del padre o la madre, esa pérdida puede afectar gravemente al niño.

Otra causa fundamental en muchos casos de depresión infantil es un patrón de disciplina paterna indebidamente estricta y de expectaciones demasiado elevadas. Cuando los padres tratan perennemente de forzar al niño a lograr elevados niveles de éxito y lo castigan ni no logran alcanzar ese nivel, suelen producirse graves sentimientos de indignidad y descorazonamiento. Esos sentimientos de indignidad e ineptitud son la raíz de muchos sentimientos depresivos en los niños.

Afines a las metas ajenas a la realidad impuestas por los padres, sin los casos en que éstos mantienen perennemente ante el niño un molde de perfección. Cuando el niño se porta mal quizá le digan: «Dios no te ama» o «Jesús no puede vivir en tu corazón». Si eso continúa, aun en los pequeñines pueden surgir graves sentimientos de culpabilidad e indignidad. De no corregirse esas falacias, los patrones de culpa y depresión pueden desarrollarse con mayor gravedad aún años después.

Hay factores físicos que a menudo desempeñan papel importante en el desarrollo de la depresión en la niñez. Aunque la enfermedad o los impedimentos físicos rara vez constituyen causas principales de depresión, suelen complicar los sentimientos de inseguridad y abandono del niño. El debilitamiento físico puede disminuir el umbral de tolerancia hasta volver al niño más susceptible a las dificultades emocionales.

Ilustración

Identificación: Niña; edad, 9 años. El problema: La niña fue llevada a una clínica sicológica sin internado, porque había amenazado suicidarse. Varias veces había huido de su hogar, y era mala estudiante.

Historia familiar y personal: La niña era la última de tres hijos. Tenía dos hermanos varones, seis y nueve años mayores que ella. Durante la orientación de la niña y sus padres surgieron a luz los fuertes sentimientos de indignidad y pecaminosidad de ella. Considerando su corta edad, su sensibilidad al pecado y su mala conducta eran poco comunes. Interpretaba cada faltilla como pecado contra Dios. Gradualmente se puso de manifiesto que los padres criticaban excesivamente la conducta de la niña. Cada vez que contrariaba los deseos de ellos, la castigaban recordándole que su conducta entristecería a Dios. Además de esa crítica y castigo, ninguno de los padres podía dedicar tiempo adecuado a jugar con la niña. El padre trabajaba demasiado y la madre estaba atareadísima con sus hijos adolescentes y sus propias actividades sociales. La niña quedaba a menudo en manos de una niñera mientras los padres iban a visitar a sus amigos.

Tratamiento

Dado que el factor principal de la depresión es el rechazo y la falta de amor, el tratamiento del niño deprimido corresponde en gran parte a los padres y a los maestros. Si el niño ha de vencer la depresión, su ambiente hogareño y su atmósfera emocionalmente deben mejorar. Los padres deben llegar a comprender la urgencia de proveer una vida hogareña acogedora y amorosa si se espera que el niño realice los ajustes adecuados y disminuya sus sentimientos depresivos. Conforme los padres vayan comprendiendo sus propios sentimientos y puedan discutirlos francamente, a su vez podrán satisfacer las necesidades de los niños con quienes tengan que ver. Por consiguiente, el tratamiento del niño deprimido no se dirige únicamente hacia él, sino también hacia los adultos que intervengan en su vida. Conforme se capacite a estos para mejorar sus propias actitudes y actos, el niño ira respondiendo favorablemente. Cuando los padres critiquen a sus hijos excesivamente y les propongan metas ajenas a la realidad deberán corregir ese patrón de conducta. Al sustituir ese malsano patrón por otro de aceptación, estímulo y alabanza, frecuentemente desaparecen los síntomas de la depresión.

También debe administrarse un minucioso examen físico al niño que da muestras de depresión. Medicamentos adecuados o una dieta mejor suelen capacitar al niño para enfrentarse mejor a sus sentimientos de infelicidad.

References

References
1 Véase un estudio de este problema en Finch, Stuart M., Fundamentals of Child Psychiatry, [Fundamentos de Psiquiatría Infantil] W.W. Norton and Company, Inc. Nueva York, 1960.
2 Véase en este volumen una discusión sobre las reacciones depresivas de los adultos, bajo los títulos de Reacción depresiva y Reacciones maniaco depresivas.