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por Roy Hession
Como la sombra de un actor se proyecta sobre el escenario antes de que él haga su entrada, así el Antiguo Testamento —con todos sus símbolos, rituales y sacrificios— proyecta la sombra de Cristo en el escenario de la historia antes de que él aparezca. Una vez en escena, la sombra del actor deja de ser importante. Es por eso que cuando Cristo viene al tiempo histórico, el pacto mosaico queda completamente abrogado. Sin embargo, muy a menudo vivimos hoy como si estuviéramos sujetos al viejo pacto de la ley, sintiendo el paso de una obediencia que se demanda de nosotros, en vez de haber sido cumplida por nosotros. Cuando la verdad de que Cristo tomó nuestro lugar y es la sustancia de nuestras vidas resplandece en nuestro entendimiento, la ley queda escrita en nuestros corazones y somos “verdaderamente libres”. No necesitamos ya permanecer en las sombras del pasado; debemos proseguir a la luz que está adelante.