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John MacArthur
Traducido por Henry Tolopilo
Las Iglesias de hoy están llenas de personas que tienen una fe que no salva. Santiago se refirió a esto como una “fe muerta” —que significa una profesión vacía (Santiago 2:17, 20, 26). Pablo instó a la iglesia de Corinto que se examinaran para verificar si verdaderamente estaban en la fe (2 Corintios 13:5). Así como fue importante en el día de Pablo, es importante que las personas en nuestras iglesias examinen su fe hoy y verificar si no han sido engañados.
¿Pero en donde empezamos? ¿Con qué criterio determinaremos la verdad contra la fe vacía? ¿Cuáles son las marcas distinguidas de una fe genuina y salvadora? Sorprendentemente, hay varios estándares o pruebas que no comprueban la autenticidad de la fe de uno modo o del otro. Entonces antes de ver las pruebas que comprueban la fe genuina, veamos algunos de los exámenes populares que ni comprueban ni desaprueban la autenticidad de la fe de alguien.
Aquí hay una lista de siete condiciones que no comprueban ni desaprueban la autenticidad de una fe salvadora. Uno puede ser un cristiano y tener estas cosas o uno puede no ser cristiano y todavía tenerlas. Mientras no desaprueban o comprueban la fe de uno, es importante conocerlos y entenderlos para que no sea engañado.
Siete condiciones que no comprueban ni desaprueban una genuina fe salvadora:
1. Moralidad Visible
Hay algunas personas que parecen ser buena gente. Pueden ser religiosos, morales, honestos, y fieles en sus tratos con otros. Pueden parecer ser agradecidos, amorosos, cariñosos y compasivos hacia otras personas. Tienen virtudes visibles y moralidad externa. Los fariseos en los días de Jesús descansaban en su moralidad visible como su confianza y aun algunas de las palabras más duras de Cristo fueron dirigidas a ellos por esta misma razón.
Muchos que poseen moralidad visible conocen nada del amor sincero de Dios. Las buenas obras que parecen poseer, no conocen nada de servir el verdadero Dios y el vivir para su gloria. Cualquier cosa que una persona hace o no hace no involucra a Dios. Son honestos en sus tratos con otros pero no con Dios. No roban a otros – pero a Dios sí. Son agradecidos y leales con todos – menos con Dios. No hablan de otros con desdén ni reproche – pero sí de Dios. Tienen buenas relaciones con todos – pero no con Dios. Son como el joven rico quien dijo, “Todo esto lo he guardado desde mi juventud”. El enfoque de ellos es en su moralidad visible, pero esa moralidad visible no necesariamente significa salvación. Jesús le dijo a uno de los fariseos que tiene que ser nacido de nuevo (Juan 3:6), no ponerse una externa moralidad. La gente puede cambiar su vida por la reformación pero no por la regeneración – entonces la reformación no es marca de una fe salvadora.
2. Participación religiosa
Participación religiosa no es necesariamente una prueba de una fe verdadera. De acuerdo con Pablo hay gente que posee una forma de piedad externa pero que han negado su poder. Tienen una forma de religión vacía. Jesús ilustra esto cuando contó la historia de las vírgenes en Mateo 25. Ellas esperaron y esperaron y esperaron la llegada del novio, quien es Cristo. Y aunque esperaron todo ese tiempo, no pudieron entrar cuando él vino. Tenían todo bien menos aceite para sus lámparas. No tenían lo más necesario. El aceite es probablemente emblemático de una nueva vida; la morada del Espíritu Santo. No eran regeneradas. Tenían participación religiosa pero no eran regeneradas. Una persona puede ser visiblemente moral, conocer la verdad, estar involucrado religiosamente, y aun no poseer una genuina fe salvadora.
3. Conocimiento intelectual
Otra condición que puede ser engañosa es el conocimiento intelectual. La gente puede poseer un conocimiento y entendimiento intelectual de la verdad y aun no ser salvo. Mientras que un entendimiento de la verdad es necesario para la salvación, y una moralidad visible es un fruto de la salvación, ninguna de estas condiciones solas se traduce en una verdadera fe salvadora. La gente puede saber todo sobre Dios, todo sobre Jesús, quien Él fue, que Él vino a este mundo, que Él murió en la cruz, que Él fue levantado de los muertos, que Él regresara otra vez, y hasta más detalles sobre la vida de Cristo – y todavía voltear su espalda contra Él.
Esto es lo que el escritor de Hebreos les advertía en Hebreos 6:4-6. Había mucha gente en la iglesia que conocía todo sobre Dios y entendían las verdades del evangelio. Hasta habían tenido una experiencia con la verdad del evangelio. Ellos habían visto el ministerio del Espíritu Santo en la vida de otros – y aun conociendo todo esto, enfrentaban el gran peligro de voltear contra Cristo, rechazándolo.
En Hebreos 10 el autor le advertía a esta clase de persona que él estaba pisando la sangre de Cristo por no creer en lo que él conoce ser verdad. ¡Hay mucha gente que conoce las Escrituras pero están en camino al infierno! Un hombre no puede ser salvo sin el conocimiento de la verdad, pero poseer ese entendimiento solamente no salva.
4. Ministerio activo
Es posible tener un ministerio activo y publico, y aun no tener una genuina fe salvadora. Balam era un profeta que al final fue falso (Deuteronomio 23:3-6). Saulo de Tarso (luego conocido como el apóstol Pablo) pensó que estaba sirviendo a Dios matando a cristianos. Judas fue un predicador publico y uno de los doce discípulos de Cristo – pero fue apostata. En Mateo 7:22-23 Jesús dijo, “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; Apartaos de mi, los que practicáis la iniquidad’”. Aquellos de quien Jesús hablaba estuvieron involucrados activamente y públicamente en el ministerio – pero Jesús dijo que nunca los conoció.
5. Convicción de pecado
Hasta la convicción de pecado no es prueba de la salvación. Nuestro mundo esta lleno de personas que se sienten culpables. Muchos hasta se sienten mal por su pecado. Félix tembló por la convicción que sentía cuando el apóstol Pablo predico en su presencia, pero nunca dejo sus ídolos ni se arrepintió (Hechos 24:24-26). El Espíritu Santo trabaja para convencer a los hombres de sus pecados e injusticia, pero muchos no responden con arrepentimiento verdadero. Muchos pueden confesar sus pecados y hasta abandonar los pecados de los cuales se sienten culpables. Ellos dicen, “No me gusta vivir de esta manera. Quiero cambiar.” Ellos arreglan sus caminos pero aun siguen cortos de la genuina fe salvadora. Esa es reformación externa, no regeneración interno. Ningún grado de convicción de pecado es evidencia conclusiva de una fe salvadora. Hasta los demonios son convencidos de sus pecados – por eso tiemblan – pero no son salvos.
6. El sentirse seguro
Sentir que eres salvo no es garantía que sí lo eres. Alguien puede decir, “Pues, yo soy cristiano porque me siento como cristiano. Creo que sí soy”. Pero eso es un razonamiento defectuoso. Si pensar que uno es cristiano es lo que le hace cristiano, entonces nadie puede ser engañado. Y entonces, por definición, no sería posible ser un cristiano engañado, y eso no estaría de acuerdo con el punto de la decepción de Satanás. Él quiere que la gente que no es salva crea que es salva. Satanás ha engañado a millones y millones de personas religiosas en pensar que verdaderamente son salvas aunque no lo son. Ellos pueden decirse a ellos mismos, “Dios no me condenara. Yo me siento bien de mí mismo. Yo tengo seguridad. Estoy bien”. Pero no necesariamente quiere decir eso.
7. Un tiempo de decisión
Muy seguido las personas dicen cosas como estas: “Yo se que soy cristiano porque me acuerdo cuando firme la cartita”, o “Yo me acuerdo cuando hice la oración”, o “Yo me acuerdo cuando caminé por el pasillo” o “pase al frente en mi iglesia”. Una persona se puede acordar exactamente cuando sucedió y en donde estaban cuando “eso” paso, pero no necesariamente quiere decir algo. Nuestra salvación no es verificada por un momento ya pasado. Mucha gente ha repetido oraciones, pasado al frente en servicios de la iglesia, firmado cartitas, entrado en los cuartos de oración, han sido bautizados, y hasta son parte de una iglesia sin nunca haber experimentado la verdadera fe.
Estas son siete condiciones o pruebas que no necesariamente comprueban o desaprueban la existencia de una fe salvadora. ¿Entonces cuales son las marcas de una fe genuina? ¿Habrá exámenes fiables en la Palabra de Dios que nos permiten conocer verdaderamente si nuestra fe es real? Afortunadamente, hay como mínimo nueve criterios bíblicos para examinar la autenticidad de una fe salvadora.
Nueve condiciones que comprueban una fe salvadora genuina:
1. Amor por Dios
Primeramente un amor profundo y duradero por Dios es una de las supremas evidencias de una fe salvadora genuina. Esto llega hacia al corazón del problema. Romanos 8:7 dice: “ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo.” Entonces, si el corazón del hombre está en enemistad con Dios, no hay basis para asumir que es un corazón salvo. Aquellos que verdaderamente son salvos aman a Dios, pero aquellos quienes no son verdaderamente salvos, odian a Dios y su soberanía. Internamente están en rebelión contra Dios y Su plan para sus vidas. Pero la persona regenerada está enfocada en amar al Señor con todo su corazón, alma, mente y fuerzas. Encuentra su delicia en las excelencias infinitas de Dios. Dios es el primer y más alto amor en su alma renovada. Dios se convierte en su más alta felicidad y la fuente de su satisfacción. Él busca de Dios y está sediento por el Dios viviente.
Por cierto, debemos tener cuidado de poder distinguir la diferencia entre un amor por Dios que busca Su gloria del amor egoísta que solo ve a Dios como su primordial fuente de ganancia y llenura personal. Una verdadera fe salvadora no cree en Cristo para que Cristo lo haga feliz. El corazón que verdaderamente ama a Dios desea agradar a Dios y glorificarle. Jesús enseño que si alguna persona amaba a su padre o madre más que a Cristo, no eran dignos de Él. En Mateo 10:37-39 Jesús dice: “El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por mi causa, la hallará.”
Entonces la pregunta es: ¿Amas a Dios? ¿Amas su naturaleza? ¿Amas su gloria? ¿Amas Su nombre? ¿Amas Su reino? ¿Amas Su santidad? ¿Amas Su voluntad? ¿Se levanta tu corazón cuando cantas de Sus alabanzas porque lo amas? Un amor supremo por Dios es evidencia de una fe verdadera.
2. Arrepentimiento de pecado
Un amor por Dios apropiado necesariamente involucra un odio por el pecado que lo lleva al arrepentimiento. Esto debe ser obvio. ¿Quién no entendería eso? Si verdaderamente amamos a alguien, buscamos sus mejores intereses. Su bienestar es nuestra mayor preocupación. Si un hombre le dice a su esposa, “Te amo pero no tengo el menor interés en lo que te vaya a suceder”, con mucha razón podríamos cuestionar su amor por ella. El amor verdadero busca el mejor bien de su objeto. Si decimos que amamos a Dios, entonces odiaremos todo lo que le ofende a Él. El pecado blasfema a Dios. El pecado maldice a Dios. El pecado busca a destruir el trabajo de Dios y su reino. Entonces cuando alguien dice, “Te amo, pero tolero el pecado”, entonces hay razón de cuestionar la autenticidad de su amor por Dios. Uno no puede amar a Dios sin odiar lo que quiere destruirlo. Amor verdadero por Dios se manifestará en la confesión de pecados y el arrepentimiento. El hombre que ama a Dios se entristece al ver su pecado y quera confesarlo a Dios y abandonarlo.
En examinar nuestra fe debemos preguntar: “¿Tengo una firme convicción hacia la maldición de todo pecado? ¿Aparece el pecado a mí como malo y amargo así como verdaderamente lo es? ¿Crece mi convicción de pecado así como crezco en mi relación con Cristo? ¿Odio el pecado primordialmente porque arruina mi propia alma o porque es una ofensa al Dios quien amo? ¿Me entristece el pecado en sí o me entristecen las consecuencias de mi pecado? ¿Me entristece más mi desdicha o mi pecado? ¿Mis pecados parecen ser muchos, frecuentes e irritantes? ¿Me encuentro entristecido por mi pecado o por el pecado de otros?” Una genuina fe salvadora ama a Dios y odia el pecado que Él odia. Esa actitud resulta en arrepentimiento verdadero.
3. Humildad genuina
Fe salvadora se manifiesta en humildad genuina. Jesús dijo bienaventurados los pobres en espíritu, y los que lloran [por su pecado], y los humildes, y los que tienen hambre y sed de justicia (Mateo 5:3-6) – todas son marcas de humildad. En Mateo 18 Jesús dice que “si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Una verdadera fe salvadora viene como un niño – humilde y dependiente. No es un hombre egoísta que es salvo, pero un hombre que se niega a sí mismo, toma su cruz diario y sigue a Cristo (Mateo 16:24).
En el Antiguo Testamento vemos que el Señor recibe a aquellos que vienen con un espíritu quebrantado y contrito (Salmo 34:18; 51:17; Isaías 57:15; 66:2). Santiago escribió: “Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). Debemos venir como el hijo prodigo, quebrantado y humilde. Acuerde lo que le dijo a su padre: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo” (Lucas 15:21). Aquellos que poseen una fe salvadora genuina no vienen jactándose ante Dios con sus logros religiosos o espirituales en mano. Vienen con manos vacías en humildad genuina.
4. Devoción a la Gloria de Dios
Una verdadera fe salvadora se manifiesta en una devoción a la gloria de Dios. Cualquier cosa que hagan los creyentes, sea comer o beber, su deseo es que Dios sea glorificado. Cristianos hacen lo que hacen porque quieren traer gloria a Dios.
Sin duda cristianos fallan en cada una de estas áreas, pero la dirección de la vida de un cristiano es amar a Dios, odiar el pecado, vivir en humildad y negarse a sí mismos, reconociendo su indignidad y siendo devotos a la gloria de Dios. No es la perfección de la vida de uno pero la dirección de su vida que provee evidencia de regeneración.
5. Oración constante
Oración humilde, sumisa y con fe es una marca de una fe verdadera. Clamamos “Abba, Padre” porque el Espíritu nos insta a clamar. Jonathan Edwards una vez predicó un sermón titulado, “Hipócritas son deficientes en el deber de la oración secreta”. Es verdad. Hipócritas pueden orar públicamente, porque eso es lo que hipócritas quieren hacer. Su deseo es impresionar a la gente— pero son deficientes en el deber de la oración secreta. Verdaderos creyentes tienen una vida de oración personal y privada con Dios. Ellos regularmente buscan comunión con Dios por medio de la oración.
6. Amor desinteresado
Una característica de una genuina fe salvadora es el amor desinteresado. Santiago escribió, “Si en verdad cumplís la ley real conforme a la Escritura: Amaras a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis” (Santiago 2:8). Juan escribió, “Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él” (1 Juan 3:17)?
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Si usted ama a Dios usted no solo odiara lo que le ofende a Él, pero también amará a los que Él ama. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte” (1 Juan 3:14). ¿Por qué es que amamos a Dios y a otros? Porque esta es la respuesta de un creyente al amor que Él tiene para con nosotros. “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Jesús dijo que conoceremos a Sus discípulos por el amor que tenemos el uno al el otro (Juan 13:35).
7. Apartados del mundo
Positivamente, creyentes son marcados por el amor por Dios y por otros. Negativamente, el cristiano es caracterizado por la ausencia de amor para el mundo. Verdaderos creyentes no son los que son gobernados por un amor hacia el mundo, pero por su amor y devoción para con Dios y su reino.
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En 1 Corintios 2:12 Pablo escribió que “hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente”. En 1 Juan 2:15 dice: “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. Una verdadera fe salvadora lo separa a uno de las cosas del mundo – no perfectamente, porque todos fallamos en estas áreas, pero la dirección en que la vida del creyente va es hacia arriba. Él siente la jalada del cielo en su alma. Cristianos son aquellos quienes Dios a liberado del poder de la oscuridad y a transmitido al reino de Su Hijo. El creyente es marcado por la ausencia de amor o la esclavitud del control satánico sobre el sistema del mundo (Efesios 2:1-3; Colosenses 1:13; Santiago 4:4).
8. Crecimiento espiritual
Verdaderos cristianos crecen. Cuando Dios empieza un verdadero trabajo de salvación en una persona, Él la termina y perfecciona. Pablo expresa esta garantía cuando escribió en Filipenses 1:6, “Estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”.
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Si usted es un verdadero cristiano, usted estará creciendo – eso quiere decir que usted será más y más como Cristo. La vida se produce a sí misma. Si usted esta vivo usted va a crecer, no hay otro modo. Usted va a mejorar. El Espíritu le llevará hacia la gloria de un nivel a otra. Entonces examínese. ¿Ve crecimiento espiritual en su vida? ¿Ve la frecuencia del pecado decayendo? ¿Hay un aumento en su patrón de justicia y devoción a Dios?
9. Obediencia
Una vida obediente no es una opción para la vida de una creyente. Todos los creyentes verdaderos son llamados a una vida de obediencia. Jesús enseño que cada rama que permanece en Él da fruto (Juan 15:1-8). Pablo escribió que los creyentes “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas” (Efesios 2:10). Eso se refiere de la obediencia. Nosotros somos salvos a la obediencia de fe (vea 1 Pedro 1:2).
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¿Cómo podemos saber si nuestra fe es genuina? Examine su vida en la luz de la Palabra de Dios. ¿Ve estas características en su vida? ¿Tiene un amor por Dios, odio hacia el pecado, humildad, devoción a la gloria de Dios, un patrón de oración personal y privado, amor desinteresado, separación del mundo, la evidencia de crecimiento espiritual y obediencia? Todas estas son evidencia de una verdadera fe que salva.
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