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Amados, no creáis a todo espíritu,
sino probad los espíritus si son de Dios;
porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
En esto conoced el Espíritu de Dios:
Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios.
1 Juan 4:1-2 (1-6); 2 Timoteo 3.
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ESQUEMA
1. Características del que conoce a Dios.
1.1. Hace caso de su Palabra.
1.2. Se esfuerza por hacer el bien.
1.3. Considera las pérdidas como ganancias.
1.4. Experimenta la paz en su vida.
2. Todos estamos llamados a conocer a Dios.
CONTENIDO
El apóstol Juan se está refiriendo aquí a los falsos maestros que pretendían estar en posesión de la verdad, pero mentían descaradamente. En el contexto, se refiere a algunos pretendidos cristianos, los gnósticos, que decían poseer el Espíritu Santo, pero predicaban que Jesús no era el Cristo. No reconocían al Jesús histórico como Mesías, ni como Hijo de Dios, porque no querían aceptar el escándalo de la cruz. ¡Cómo iba Dios a dejarse crucificar por el hombre! Por eso Juan dice que quien no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios, (v. 4:3). Pero no vamos a hablar del problema del gnosticismo o de las herejías de la Iglesia primitiva, ya lo hemos hecho en otras ocasiones, sino de lo que significa conocer a Dios.
¿Cuál es el sentido del estudio bíblico y de la predicación que se realiza cada domingo desde el púlpito? ¿Qué se pretende con tantos grupos y clases de estudio bíblico en la escuela dominical? ¿Por qué tanta energía para educar a los niños y jóvenes en las cosas del Señor? El objetivo es siempre el mismo: llegar a conocer a Dios cada vez más y mejor. Pero, ¿qué es conocer a Dios? ¿Se puede caer en la paradoja de conocer mucho acerca de Dios, sin tener apenas conocimiento verdadero de él? ¿Sería posible tener mucha información acerca de la doctrina cristiana, saber mucha teología bíblica, haberse leído la Biblia varias veces, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, incluso haber aprendido salmos enteros de memoria. y, sin embargo, no conocer a Dios? ¿Podemos estar siempre aprendiendo, y nunca llegar al conocimiento de la verdad, como dice 2a Timoteo (3:7), refiriéndose al carácter de los hombres de los postreros días? ¿Es posible incluso llegar a adorar a Dios sin conocerle, como hacían los atenienses, a quienes predicaba Pablo en el Areópago (Hch. 17:23)?
También podrían formularse estas mismas preguntas, pero al revés: ¿es posible desconocer la Biblia, los fundamentos de la doctrina cristiana y creer que se está lleno del Espíritu Santo y que se conoce a Dios, sin que en realidad sea así? Todas estas cuestiones nos llevan a plantearnos ¿cómo es posible conocer a Dios de manera verdadera? ¿Cuáles podrían ser las principales características de la persona que conoce verdaderamente a Dios? Seguramente hay muchas, pero consideraremos sólo cuatro de ellas.
1. Características del que conoce a Dios
1.1. Hace caso de su Palabra.
En 1a Juan (2:3-6), leemos: Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en este verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en Él. El que dice que permanece en Él, debe andar como él anduvo. De nada sirve estar instruido en las enseñanzas cristianas, si no se vive conforme a ellas. Este no puede ser nunca un verdadero conocimiento de Dios. Sin embargo, el que vive según la Palabra es el que realmente demuestra que ama y conoce al Señor: Todo aquel que permanece en Él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido (1 Jn. 3:6). Quien está en comunión con Dios no peca, es decir, en la medida en que uno permanece en Cristo, no comete pecado.
El que es cristiano, y continúa pecando, es porque no ha visto todavía al Señor con los ojos de la fe, ni lo ha conocido en su vida práctica. A pesar de todo, Juan dice que si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Jn. 1:9). Pero, ¡cuidado con las interpretaciones abusivas! Alguien podría pensar equivocadamente: ¡puedo hacer cualquier tontería porque hay alguien que lo remedia! No obstante, Jesús invita al ser humano al arrepentimiento sincero, a la conversión, al cambio real de vida y a la observancia de su Palabra. Lo que nos propone el Señor es que empecemos a escribir una historia distinta de la vida y que dejemos de echar borrones sobre las páginas de nuestra existencia.
1.2. Se esfuerza por hacer el bien.
El profeta Jeremías (4:22), pone en boca de Jehová estas palabras: Porque mi pueblo (Judá) es necio, no me conocieron; son hijos ignorantes y no son entendidos; sabios para hacer el mal, para hacer el bien no supieron. Quien conoce a Dios sabe hacer el bien y trabaja para conseguirlo.
También Daniel (11:32), dice: … mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará. Conocer a Dios implica reaccionar contra las tendencias del mal que se oponen al desarrollo de su reino en la Tierra. El profeta Daniel no podía descansar y sentía que debía hacer algo, mientras su Dios estaba siendo abiertamente desafiado. La deshonra del nombre de Jehová o la vejación de la criatura humanal que fue creada a imagen del Creador, no pueden dejar impasibles a quienes conocen a Dios. Como dice Pablo: el amor de Cristo nos constriñe (nos obliga)… para qué los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Co. 5:14-15).
Cuando esta sensibilidad especial de los hijos de Dios llega a transformarse en acciones públicas concretas es porque ha pasado antes por el filtro de la oración. Los creyentes que conocen a su Dios son, ante todo, hombres y mujeres de oración. Porque orar es despegarse de la Tierra para verla desde la perspectiva de Dios y actuar en ella como mejor conviene. El escritor Víctor Hugo escribe en Los Miserables: Algunos pensamientos son como oraciones. En ciertos momentos, cualquiera que sea la postura del cuerpo, el alma está de rodillas. Este tipo de oraciones-pensamiento son las que proliferan en la vida diaria del creyente que conoce a su Dios.
1.3. Considera las pérdidas como ganancias.
Es lo que confiesa el apóstol Pablo a los filipenses: Pero cuantas cosas eran para mi ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo (Fil. 3:7). Aquella acumulación de méritos y buenas obras que eran el ideal de los fariseos y que les hacía creerse los elegidos, los hijos de Abraham, superiores a los demás, le parecían a Pablo como una petulancia estéril que no servía para nada. El suceso del camino de Damasco obró en él un cambio total de valores. Es más importante conocer a Dios que vivir pendientes por engrosar el currículo personal o los méritos propios. Incluso hasta aquello que quien no conoce a Dios puede considerar como una pérdida, una tragedia, una desgracia, un sufrimiento o una “pesada cruz”, para el creyente puede ser algo que no le preocupa, un “mal menor” o hasta una auténtica ganancia: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia (Fil. 1:21). No es posible decir esto, si no se conoce verdaderamente a Dios.
1.4. Experimenta la paz en su vida.
En el libro de Romanos (5:1), leemos: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Esta paz resulta de la convicción personal de que: Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? Ni la muerte, ni la vida, ni lo presente ni lo por venir, nos podrán separar del amor de Dios, que es en Cristo, Jesús, Señor Nuestro (Ro. 8:35-39). Esta es la paz de los que conocen a Dios. Pero esta paz sólo se puede alcanzar gracias al resucitado, gracias a aquel que se apareció a los apóstoles y fue confundido con un fantasma (Mt. 14). La creencia de que era un fantasma produjo escalofríos de miedo en los discípulos que estaban sobre la barca. Pero Cristo no era un fantasma sino el viviente por excelencia, por eso no acepta los miedos de sus amigos. El Señor Jesús representa la derrota definitiva del miedo. Donde hay amor ya no hay lugar para el temor, porque el perfecto amor echa fuera el temor (1 Jn. 4:18).
Cristo resucitado nos libera, ante todo, del miedo al pasado. Quien conoce a Dios sabe que los fantasmas de su pasado han sido liquidados definitivamente sobre la cruz. De ahí que sea capaz de experimentar la auténtica paz interior.
2. Todos estamos llamados a conocer a Dios
El sentido de la predicación, los estudios bíblicos y los cultos de oración es precisamente actuar como medios para que todos lleguemos a conocer a Dios de forma correcta; servir de instrumentos para motivarnos no sólo a conocerle} sino, sobre todo, a obedecer con alegría la Escritura ya saber esforzarnos por hacer el bien; a valorar lo importante de la vida, viendo, en ciertas pérdidas materiales, posibles ganancias espirituales. Y llegar a experimentar así la auténtica paz.
¡Ojalá todas estas actividades vayan encaminadas, como dijo Pablo: …a perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios. (Ef. 4:12-13).