Por Al Valdés
Los años posteriores de nuestros padres nos dan la oportunidad de honrarlos de una manera diferente a como lo hicimos cuando éramos niños. En aquel entonces, esencialmente, teníamos que hacer lo que nos decían, siempre y cuando no se violara ninguna ley ni implicara desobediencia a Dios. Conocíamos bien el quinto mandamiento (al menos la primera parte): “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da” (Éxodo 20:12). Ahora, como adultos, podemos estar criando nuestros propios hijos. Pero, ¿qué pasa con nuestros padres? ¿Qué debemos hacer ahora que han envejecido y nosotros hemos crecido?
Muéstrales amor, paciencia y firmeza
La edad afecta a los padres de diferentes maneras. Algunos se vuelven más lentos o no pueden oír como solían hacerlo. ¡Otros quieren lo que quieren cuando lo quieren! Algunos, tristemente, juegan juegos psicológicos con sus hijos que incluyen culpabilidad, control o agresión absoluta. Este tipo de padre requiere una paciencia sobrenatural dada por Dios. Tienes que amarlos y a la vez no permitir que perturben indebidamente tu propia vida. Otros padres se endulzan con la edad. Debemos permitirles que hagan lo que quieran, ¡excepto el pecado! Estos últimos años nos dan muchas oportunidades de llevar a los padres a comer lo que quieren (tomando en cuenta su salud) o ir donde deseen. Una familia que conocemos ha hecho una misión consciente de agradar a sus padres ancianos, dándoles cualquier oportunidad de disfrute que puedan. ¿Y por qué no?
Enriquece su vida espiritual
Los años posteriores de nuestros padres también proveen oportunidades ministeriales para ellos. Mary Goss dijo a nuestra iglesia un domingo: “¡No me entierres hasta que esté muerta!” Aprendió a pintar a sus setenta años y se resentía de cualquier condición disminuida en la iglesia debido a la edad. Entonces, una anciana señora misionera dirigió un grupo que ayudó a mujeres más jóvenes con maridos difíciles – y ella salvó los matrimonios. Ella vivió las instrucciones de Pablo: “Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2: 3-5). En cuanto a los hombres, πρεσβύτερος, una de las palabras griegas para líderes de la iglesia, significa precisamente eso: ¡anciano! En otras palabras, la iglesia necesita hombres mayores y maduros al timón. Ahora bien, si existen problemas de salud que impidan los ministerios físicamente exigentes, los creyentes mayores siempre pueden servir a la iglesia a través de un ministerio de oración.
Ayúdales a administrar sus finanzas
Por último, las cuestiones financieras requieren una atención precisa y diplomática. Cuando la capacidad de ganancia de ingresos de los ancianos disminuye los papeles padre–hijo se invierten. Ellos cuidaron de nosotros en nuestra infancia y ahora tenemos que devolverles el favor. En un pasaje que trata del cuidado de las viudas, leemos: “pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que aprendan éstos primero a mostrar piedad para con su propia familia y a recompensar a sus padres, porque esto es agradable delante de Dios” (1 Timoteo 5:4). Para todos nosotros, asegurar la disponibilidad de recursos suficientes para su salud debe ser la máxima prioridad. Pero, también puede incluir asegurarse –con tacto– de que los padres tengan en orden sus deseos para la distribución de sus bienes. Las promesas verbales no significan nada a menos que estén certificadas por escrito. Estas charlas sobre el dinero requieren consideración y oración debido a su potencial para problemas – especialmente en algunas familias mezcladas. Aún así es importante no evitarlas.
Conclusión
Nuestros padres envejecidos nos dan la oportunidad de amarlos pacientemente, animarlos a participar en el ministerio, y ministrar a ellos con respecto a sus finanzas. El famoso comediante norteamericano Jerry Seinfeld observa que nuestra última fiesta de cumpleaños se asemeja a nuestra primera. Él observa: “Básicamente te la pasas sentado. Eres la persona menos emocionada de la fiesta. Ni siquiera te das cuenta de que hay una fiesta… La gente tiene que ayudarte a apagar las velas. Ni siquiera sabes por qué lo haces…”. También observa: “Estas son también las dos únicas fiestas de cumpleaños donde otras personas tienen que reunir a tus amigos por ti. ¡A veces ni siquiera son tus amigos! Ellos traen los invitados, los sientan, y te dicen: ‘¡Estos son tus amigos’!”. Basándonos en esta realidad –tanto graciosa como triste– lo cierto es que nuestros padres se ocuparon de nosotros durante nuestros primeros cumpleaños, y ahora nos toca cuidarlos en sus últimos. Dios seguramente nos bendecirá por ello.