Anselmo de Canterbury

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Anselmo de Canterbury

 Historia del gran teólogo cristiano que defendió la cruz de Cristo
por Les Thompson

Rugía en Europa a principios del siglo XII un debate de increíble importancia. Los principales eran Anselmo y Pedro Abelardo. Anselmo enseñaba que la muerte de Jesucristo era en respuesta a una satisfacción objetiva, desapasionada, demandada por Dios a cuenta del pecado; Abelardo, que la eficacia de la cruz estaba principalmente en la influencia moral subjetiva, individual, que Dios ejerce sobre los hombres. La base por la cual Dios perdona nuestros pecados fue para Anselmo la muerte propiciatoria de Cristo, pero para Abelardo eran nuestro amor, nuestra penitencia, y nuestra obediencia en respuesta a una contemplación de la muerte de Cristo. ¿Quién de los dos tenía la razón?

El año 1000 fue marcado por temor y ansiedad general en todo el mundo cristiano. Se había popularizado la idea de que en ese año llegaría el fin del mundo, trayendo innumerables calamidades y horrorosos eventos, terminando en el juicio final.[1] Stephen Neill, Pelican History of the Church 6, Penguin Books, Middlesex, Inglaterra, p. 99

La verdad es que muy poco fuera de lo ordinario ocurrió, al no ser por el nacimiento de un niño de padres relativamente pobres en Aosta, una antigua ciudad romana en los Alpes occidentales de Italia (1033 a.D.).

De nombre la madre le puso Anselmo, nunca adivinando que el pequeño varón que mecía en sus brazos un día sería reconocido como uno de los más destacados pensadores de toda la historia cristiana, pasando en grandeza a dos contemporáneos, Gregorio VII (1015-1085) y Guillermo el Conquistador (1027-1087).

De su niñez y familia sabemos poco. Pareciera que la madre venía de la Casa de Savoy, familia famosa en la provincia de Borgoña, que fueron reducidos a pobreza por reyes de Alemania que hicieron guerra contra esa región. Anselmo cuenta que cuando joven consiguió empleo como secretario en la iglesia de Aosta, presumiblemente por la condición paupérrima de sus padres.[2]R. W. Southern, Saint Anselm, Cambridge University Press, p. 9

A los 23 años de edad (1056), luego de la muerte de su madre (Ermenberga) y un fuerte desacuerdo con su padre (un lombardo de nombre Gundulf con el cual nunca se había llevado), Anselmo abandonó su país y pueblo natal[3]Ibid, p. 11. Salió de Aosta con rumbo a Francia sin idea de qué iba a hacer, ni a qué se iba a dedicar. Primero fue a Lyón a casa de parientes, donde se quedó tres años. Luego viajó a la ciudad de Bec, en la provincia norteña de Normandía, en busca de un profesor de nombre Lanfranco—abad (pastor) y maestrescuela (director) del monasterio (seminario) de Bec.

Sería difícil encontrar a dos personas más opuestas. Lanfranco, urbano y exitoso; Anselmo, joven de 26 años que sólo había conocido el fracaso. Lanfranco le tomó de la mano y, al cumplirse el primer año, le puso a Anselmo sobre el rumbo fijo para toda la vida— al servicio de Jesucristo.

Pareciera que Lanfranco era un profesor excepcional: “Dios le levantó para servir de guía y luz a las mentes latinas. . .siendo él maestro y profesor sin comparación de Antiguo y Nuevo Testamentos,”[4]Ibid, p. 17 y renombrado profesor de dialéctica y retórica.[5]Ibid, p. 20

A sus estudiantes Lanfranco les obligaba analizar oración por oración las Epístolas de San Pablo y otros libros del Nuevo Testamento. En notas que se han preservado de Anselmo están los comentarios completos sobre Romanos, 1 Corintios llegando hasta el capítulo 15.20. De ahí salta a Efesios 4.31, y sigue con comentarios completos hasta terminar con Hebreos 2.5. Todos vienen de sus días como estudiante.

Luego de graduado fue nombrado prior (pastor asistente) de la iglesia de Bec. Cumplía 27 años de edad. En ese cargo sirvió hasta cumplir los 44. Durante este tiempo escribió su primer obra religiosa que tituló Un ejemplo de meditación a base de la fe (luego titulada Monologium— un monólogo). Allí ofrece ‘pruebas’ de la existencia de Dios.

Su estilo como escritor es especial. R. W. Southern en la biografía San Anselmo lo ha comparado con San Agustín de Hipona. “Cuando escribe San Agustín es como el mar: tempestuoso, ondoso, y con corrientes formadas por las agonías del mundo en convulsión por la caída del Imperio Romano. Anselmo es como un canal de agua. Fluye profundo, escribe con fluidez, exactitud y sin introducir materia extraña. Expresa sus más íntimos sentimientos con gran talento artístico… Ser preciso y exacto es su don y cometido.”[6]Ibid, p. 86

Al año apareció su segunda obra, Fe en busca de entendimiento (Proslogium— un discurso). Este tomo es una hermosa plegaria, pidiéndole a Dios que se le revele, pues desesperadamente quiere conocerle y entenderle. Para mí, este breve tomo tiene la misma pasión y elocuencia que se encuentra en las Confesiones de San Agustín. En una de sus célebres frases, dice: “Procuro entender a algún grado la verdad Tuya que mi corazón cree y ama. No busco entender para entonces creer, sino creo para poder entender. He concluido que a menos que comience con esa fe que cree, jamás podré entender.”[7] Anselmo, Proslogium, Open Court Publishing Company, La Salle, Illinois, p. 7 En este libro Anselmo presenta su famoso argumento antológico (es decir, lo que se entiende por el término ‘Dios’). Define a Dios como «aquello sobre lo cual nada mayor puede ser concebido», la frase renombrada de este teólogo. De paso, este libro sirvió de inspiración para otro libro famoso, Fides Quaerens Intellectum (Fe en busca del entendimiento) por Karl Barth.

Poco después de salir Lafranco para servir la iglesia de San Esteban en Caen, en reconocimiento de su gran intelecto y sincera piedad, Anselmo fue elevado a abad (del arameo abba, padre, superior de un monasterio). Tenía ahora 45 años. Este nuevo cargo le obligó a hacer viajes a Inglaterra, puesto que Guillermo I, duque de Normandía, había conquistado a Inglaterra (1066) y había donado terrenos ingleses a la iglesia de Bec. También, había nombrado a Lanfranco (el rey fue alumno de él) arzobispo de Canterbury (1070).

Tres años luego de la muerte de Lanfranco (1092), Anselmo, quien ya le había sobrepasado como profesor y teólogo, hizo su viaje de costumbre a Inglaterra. El Rey Guillermo II el Rojo había enfermado gravemente y, temiendo la muerte y la excomunicación, había hecho votos especiales a Dios, entre ellos nombrar a Anselmo arzobispo de Canterbury (cargo que incluía la supervisión de todos los asuntos religiosos de Inglaterra). Anselmo, ahora de 59 años de edad, rechazó el nombramiento por su edad, mala salud, e incapacidad como administrador. Pero líderes ingleses a la fuerza lo llevaron a la iglesia, y cantando un Te Deum (himno de alabanza a Dios) lo obligaron a aceptar el cargo.

Infortunadamente sanó el Rey Guillermo el Rojo y quiso retraer sus votos, cosa que produjo una lucha entre Anselmo y el Rey que duraría hasta la muerte del rey. En cada asunto Guillermo quería imponer su voluntad sobre la de la iglesia, especialmente en el nombramiento de obispos. Cansado de esta interferencia, Anselmo en 1097 hizo viaje a Roma para consultar y pedir ayuda del Papa Urbano II.

El Rey Guillermo aprovechó esta salida para exiliar a su arzobispo. Este exilio duró tres años. Anselmo buscó refugio en Capua, un monasterio en la provincia de Campania en Italia, donde se entregó a escribir su más importante obra, Cur Deus Homo (¿Por qué se hizo Dios hombre?), la obra teológica más importante y básica para el entendimiento de la redención del hombre.

Este gran pensador procuró mostrar la total incapacidad humana para acercarse a Dios fuera de Jesucristo. En defensa de su libro decía: “Si alguien se imagina que Dios puede sencillamente perdonar como nosotros perdonamos, tal persona aún no ha entendido la seriedad del pecado… ¡Qué gran peso es el pecado! Sin reconocerlo no se puede comprender la majestad de Dios.”[8]Citado por John R. W. Stott en La Cruz de Cristo, InterVarsity Press, Downers Grove, Illinois, p. 88

“En su libro Cur Deus Homo [Anselmo] hizo historia al establecer la base de nuestra doctrina [de la cruz],” dijo R.S. Franks.[9]Ibid, (La cruz de Cristo) p. 118 James Denny dijo que “el libro de Anselmo es el más fiel y más importante libro sobre el tema de la redención que se ha escrito.”[10]Ibid (La cruz de Cristo) p. 118 Añade el conocido expositor inglés John Stott: “El mérito de la exposición de Anselmo es que percibió con claridad: (a) la extrema gravedad del pecado (como una rebeldía abierta contra Dios, por la que la criatura afronta la majestad de su Creador), (b) la incambiable santidad de Dios (que no puede exonerar ninguna violación en contra de Su honor), y (c) la unicidad de las perfecciones de Cristo (el Dios-Hombre que voluntariamente se entregó a la muerte por nosotros).”[11]Ibid, (La cruz de Cristo) p. 119

Al morir el Rey Guillermo II, Anselmo regresó a Inglaterra en medio de regocijos del pueblo y del nuevo Rey Enrique I. Pero el gozo no fue duradero, ya que surgió una lucha parecida con el nuevo Rey, todo teniendo que ver con la autoridad de la iglesia y la autoridad del soberano. La lucha duró varios años, y nuevamente Anselmo fue a Roma para consultar al Papa Urbano II, y nuevamente fue exilado (1103-1106).

Durante sus últimos años, en medio de todo el conflicto, Anselmo escribió seis libros sobre temas teológicos. También fue uno de los primeros en oponerse a la esclavitud, como decía él, “la venta de gente como si fueran ganado”. Lo fascinante es que con su gran sabiduría, paciencia y determinación, Anselmo logró reconciliación entre el Rey Enrique y la Iglesia.

Murió serenamente en 1109, a la edad de 76 años, en Canterbury, lleno de gloria y honores. Su influencia y prestigio espiritual se puede comprender en las palabras del Papa Urbano II al decir que Anselmo era ‘el papa y patriarca de otra región’.[12]Eadmer, Vita, II, xxix; Southern, p. 105 Fue un hombre de gran intelecto, carácter y fe cristiana, amado por pobres y ricos, lleno de virtudes y fidelidad a Cristo. Aunque nunca fue canonizado formalmente por la iglesia romana,[13]Michael Walsh, editor, Butler’s Lives of the Saints, Harper Collins, San Francisco, California, p.119 Dante en su Paraíso colocó a Anselmo entre los espíritus de luz y poder en la esfera del sol, al lado de san Crisóstomo.[14]Ibid, p. 119

ANSELMO Y SU CUR DEUS HOMO

¿Por qué se hizo Dios hombre? —Un resumen de la obra teológica magistral de San Anselmo[15]Sumario de R.W. Southern, San Anselmo, Cambridge University Press, p. 206.

  1. EL PROBLEMA[16]this is a footnote
    1. El hombre fue creado por Dios para disfrutar de su eterna bendición.
    2. Este bendito disfrutar requiere una obediencia voluntaria y perfecta a la voluntad de Dios. (Tenemos libertad cuando amamos, aceptamos, y vivimos dentro de los parámetros o limitaciones con las cuales fuimos creados.)
    3. Sin embargo, toda la raza humana ha rehusado tal sometimiento y por lo tanto ha perdido su libertad.
    4. Ningún miembro de la raza humana puede restituir esa bendición ya perdida, ya que, aunque hubiera una perfecta obediencia ahora, esta no podría cubrir las faltas de obediencia del pasado.
    5. Por lo tanto, el universo creado ha perdido la armonía que antes disfrutaba y, sin una ayuda externa, la humanidad no puede recuperar la dicha bendita con la cual fue creada por no haber cumplido con sus obligaciones ante Dios.
  2. LA NECESIDAD DE ENCONTRAR UNA SOLUCIÓN
    1. El propósito de Dios en crear al hombre y al universo ha sido frustrado.
    2. A su vez, es imposible que los propósitos de un ser omnipotente sean frustrados.
    3. Por lo tanto, un medio de redención tiene que existir.
  3. LA SOLUCIÓN
    1. Para restaurar la armonía y la dicha bendita perdida, una ofrenda de obediencia tiene que ser ofrecida, ofrenda que sea igual o mayor que el monto de ofensa cometido.
    2. Únicamente un hombre debiera hacer tal ofrenda, ya que es él quién ha ofendido a Dios; pero no hay hombre que la pueda hacer, pues le debe a Dios mucho más de lo que pudiera pagar.
    3. Sólo Dios puede hacer una ofrenda que trascienda el monto de toda esa enorme deuda de pasadas ofensas; pero Dios no debiera pagar tal deuda, pues es el hombre quién la debe.
    4. Ya que únicamente el hombre debe pagarla, y sólo Dios puede hacer tal ofrenda, es necesario que la ofrenda se haga por uno que es tanto Dios como hombre.
    5. Por lo tanto, el Dios-Hombre es necesario para redimir a toda la creación.

Críticas
Se le ha criticado a San Anselmo porque en algunas partes llegó a conclusiones que no emanaban de la Biblia. Por ejemplo, especulaba que la paga de Cristo era exactamente lo que nosotros los hombres debíamos; en otra, que el número de los redimidos excedería al número de ángeles caídos. Además, su presentación refleja el sistema feudal de sus días. Cierto es que cuando a Dios se le presenta como un barón o marqués feudal, que demanda honor y castiga cuando se le deshonra, hay que preguntarse si tal imagen adecuadamente representa el honor que pide Dios de nosotros. “A su vez, Anselmo tenía toda la razón al decir que sólo el hombre debe hacer reparación por sus pecados, ya que él es el que faltó en cumplimiento de su deber. De igual forma estaba totalmente correcto al indicar que únicamente Dios pudo haber hecho la reparación necesaria, ya que Dios era el que demandaba justicia.”[17]John R. W. Stott, La Cruz de Cristo, InterVarsity Press, Downers Grove, Illinois, p. 157.

Opiniones Contrarias
El filósofo y teólogo francés Pedro Abelardo (1079-1142), otro famoso contemporáneo de Anselmo,  propuso en su libro Sic et Non que la fe religiosa fuera limitada por unos “principios racionales.” Abelardo rechazó el concepto de ‘satisfacción penal’ (‘penal’ viene del latín poena, significando una penalidad o castigo) de Anselmo, consideraba la cruz meramente como una fuerte influencia subjetiva (por ejemplo, al ver a Jesús muriendo, esto mueve al pecador emotivamente). Esta reacción de pecadores a la cruz induce al arrepentimiento, que a su vez es todo lo que Dios pide para perdonarles. No creía en la necesidad de la muerte de Cristo; Dios sin esa muerte podía arbitrariamente perdonar, igual que nosotros perdonamos a cualquiera que nos ofende sin demandar satisfacción. Abelardo pintaba a Cristo como nuestro Maestro y Ejemplo. Decía: “Qué cruel y terrible que alguien demande la sangre de un inocente como pago por una infracción, o que alguien sienta satisfacción por la muerte de un inocente— mucho menos pensar que Dios se deleitaría en la muerte de Su propio Hijo para así redimir al mundo.” (Es interesante observar que la Iglesia Católica Romana nunca aceptó las enseñanzas de Anselmo como dogma, siguiendo mas bien los argumentos de Abelardo. Al contrario, Lutero, Calvino y los reformadores del siglo 16 abrazaron las conclusiones de Anselmo).

Acerca de la Trinidad
Anselmo creía que el misterio del trino Dios es ‘tan sublime’ que ‘trasciende toda la visión del intelecto humano. Creo que es mejor abandonar todo intento de explicar cómo es.’ Al dar esta explicación, Anselmo enseñaba que Dios es absolutamente uno excepto por el pluralismo de las tres personas vistas en la relación que cada persona tiene con la otra. El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son un sólo Dios. El Padre no es engendrado; el Hijo es engendrado; el Espíritu procede del Padre y del Hijo. El Padre siempre está en el Hijo y en el Espíritu Santo; el Hijo siempre está en el Padre y en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo siempre está en el Padre y en el Hijo. Estas tres personas son un sólo Dios y no son tres dioses, puesto que los tres son uno en sustancia, uno en esencia, y uno en naturaleza. Es un Dios, una infinidad, una eternidad; todo en Dios es uno sin oposición de relación. — Monologium, capítulo 6.

San Anselmo visto por Karl Barth
Por M. J. Charlesworth
Para Barth, Anselmo no da ningún lugar a la ‘teología filosófica’, previo e independiente de la fe, que está preocupada en establecer la ‘credibilidad’ de la fe. La tarea del teólogo no es la de justificar los artículos de la fe, sino, como dice Barth, de investigar el ‘cómo’ de los artículos de fe. En otras palabras, la razón opera dentro del contexto de la fe y siempre presupone la presencia de fe. “Una ciencia de fe”, dice Barth, “que niegue o aun cuestione la fe (el Credo de la Iglesia) deja ipso facto de ser ‘fiel’ y ‘científica’.” El único conocimiento de Dios es aquel que llega por la fe en base a la gracia de Dios, así que el razonamiento que no es asistido [por revelación] es inútil en esta esfera. “Para Anselmo el verdadero conocimiento es condicionado por la previdente y cooperativa gracia de Dios. Esta consideración general —también el hecho de que esta gracia siempre ha de ser buscada por medio de la oración— implica que esa óptima y decisiva capacidad para la intellectus fidei [fe intelectual] no pertenece al razonamiento humano actuando por si sólo, pero siempre tiene que ser otorgada [por la gracia de Dios] al hombre que razona.”[18]M. J. Charlesworth en su comentario sobre el Prosolgium de San Anselmo, Universidad de Notre Dame, p. 40.

References

References
1 Stephen Neill, Pelican History of the Church 6, Penguin Books, Middlesex, Inglaterra, p. 99
2 R. W. Southern, Saint Anselm, Cambridge University Press, p. 9
3 Ibid, p. 11
4 Ibid, p. 17
5 Ibid, p. 20
6 Ibid, p. 86
7 Anselmo, Proslogium, Open Court Publishing Company, La Salle, Illinois, p. 7
8 Citado por John R. W. Stott en La Cruz de Cristo, InterVarsity Press, Downers Grove, Illinois, p. 88
9 Ibid, (La cruz de Cristo) p. 118
10 Ibid (La cruz de Cristo) p. 118
11 Ibid, (La cruz de Cristo) p. 119
12 Eadmer, Vita, II, xxix; Southern, p. 105
13 Michael Walsh, editor, Butler’s Lives of the Saints, Harper Collins, San Francisco, California, p.119
14 Ibid, p. 119
15 Sumario de R.W. Southern, San Anselmo, Cambridge University Press, p. 206.
16 this is a footnote
17 John R. W. Stott, La Cruz de Cristo, InterVarsity Press, Downers Grove, Illinois, p. 157.
18 M. J. Charlesworth en su comentario sobre el Prosolgium de San Anselmo, Universidad de Notre Dame, p. 40.