¿A qué se refiere la Biblia cuando habla de “sana doctrina”?

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¿A qué se refiere la Biblia cuando habla de “sana doctrina”?

Pregunta
¿A qué se refiere la Biblia cuando habla de “sana doctrina”?

Respuesta
No existe una fe cristiana en la ausencia de una “sana doctrina” (1 T 1:10; T 1:9). Son las “sanas palabras” de instrucción (1 T 6:3), “sanas palabras” de enseñanza (2 T 1:13-14) que nos protegen del engaño. Es nuestro deber el apegarnos estrictamente a la verdad que fue “enseñada” por los apóstoles y “entregada” en la Biblia a la iglesia con toda pureza. Este mensaje apostólico es el único que establece una base firme para nuestra esperanza (T 1:9) y salvación (1 Co 15:2; 1 P 1:23-25). Sin esta verdad no tenemos ni al Padre ni al Hijo (2 Jn 9). Es más, únicamente por medio de la sana doctrina podemos crecer en Cristo (Col 2:6). Es al quedarnos dentro del marco de las doctrinas apostólicas que le honramos.

Por la forma única que fue revelada nuestra doctrina, por la verdad eterna que encierra, por el hecho que solamente por esa verdad salvadora podrá el hombre perdido llegar a Dios, los apóstoles advirtieron a los cristianos a que no se apartasen ni a diestra ni a siniestra de ella. Esta es “la verdad que habéis oído desde el principio” (1 Jn 2:7, 24, 26; 3:11). Dice el autor de la carta a los Hebreos, “por tanto es que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hch 2:1), pues es “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud 3). Sólo por apegarnos a esta enseñanza apostólica podremos considerarnos un “buen ministro de Jesucristo” (1 T 4:6).

Ya que se nos ha entregado tan generoso tesoro, los apóstoles nos instruyen a proteger esta fe (2 T 1:13-14), a “contender ardientemente por la fe” (Jud 3), a “retener la palabra fiel tal como ha sido enseñada” (T 1:9), y “anatemizar” al que se aparte de ella (Gal 1:9), “porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina sino que, teniendo comezón de oír, se amontonaran maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 T 4:3). Este, pues, es el encargo que hemos recibido directamente de los apóstoles en nombre de Cristo Jesús.

Les Thompson
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