Ya no se cree como antes

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Ya no se cree como antes

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 por Les Thompson

Si hay algo que como pastores confrontamos en común, es que ya no se cree como antes. Es decir, el hombre moderno es un escéptico. Escuche, por ejemplo, las palabras del matemático Ronald Graham:

Nuestros cerebros evolucionaron para sacarnos de los aguaceros, para enseñarnos dónde están las viandas, y para evitar que nos matásemos. De ninguna forma evolucionaron para que comprendiésemos ecuaciones difíciles, ni para que considerásemos cosas con mil dimensiones.[1]Revista TIME, Abril 10 de 2000, p. 111.

El que abandona lo que dice la Biblia —que creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó—[2]Génesis 1:27. deja de sentir la necesidad de asistir a la iglesia. Hoy mucha gente rechaza la idea de que somos seres especiales, “creados por Dios”. Si no hay Dios y si no somos especiales, ¿por qué ser religiosos?

Fíjense en los efectos sociales. Pudiéramos comenzar con lo moral, considerando la manera en que las normas estrictas del pasado hoy son puestas a un lado. Pudiéramos mirar al hombre común. Cada quien anda por su cuenta —nadie ama ni protege al prójimo, porque el único que importa es uno mismo. Es así que no sólo se abandona a la Biblia y a Dios, tampoco se confía en los gobernantes. El mundo está harto de las promesas falsas y las mentiras de los políticos.

Puesto que encuentran falsedad por doquier, estos escépticos concluyen que ya no se puede creer en nadie ni en nada, sólo se puede creer en uno mismo. Por tanto, el único propósito en la vida es el goce; es decir, buscar la manera de satisfacer todos los placeres posibles para sentirse bien en medio de toda la confusión que le rodea.

El resultado es un hedonismo narcisista. Por todas partes se ve que hemos hecho un dios de la sensualidad, del cuerpo y de los placeres “inmediatos”.[3]Postmodernizing the faith, p. 47

Lo que acabo de describir, los sociólogos lo llaman POSTMODERNISMO. Es una ola filosófica invasora que afecta prácticamente al mundo entero y que pretende transformar el modo de pensar de la civilización del Siglo 21.[4]Ampliado de explicaciones que da Dennis McCallum en The Death of Truth, Bethany, Minneapolis, p. 12.

Lo primero que rechaza el postmodernismo es la verdad. Afirma que no hay tal cosa como una verdad objetiva.

“La verdad,” dicen, “no es una, ni es universal. Emana de agrupaciones de gente que gradualmente van creando sus ideas y explicaciones para todo. Cada agrupación, cada cultura, cada región tiene su verdad. Por lo tanto, no hay una verdad universal. Hay muchas verdades”.

Al hablar de sistemas de pensamiento (por ejemplo, lo que enseña la Biblia), prefieren el término “construido” a “creado”, porque, según ellos, los autores de la Biblia (u otros libros religiosos) “construyeron” sus propias “historias” o “relatos”, y estos gradualmente llegaron a ser aceptados como “verdad”.

Asumen que para contestar las preguntas más difíciles en cuanto a la realidad, el hombre —desde su comienzo— ha creado “símbolos”[5] Walter Truett Anderson en Reality Isn’t What It Used To Be, Harper, San Francisco, pp. x, xi. (por ejemplo, los cristianos tenemos como símbolos a Jehová, los Diez Mandamientos, Jesucristo, la cruz, el cielo, el infierno, etc.) Pero tales “construcciones”, declaran, no vinieron directamente de Dios, fueron inventadas por gente religiosa en los lugares en que vivían. Por tanto no son universales, son regionales. Explican, además, que cada grupo tiene sus símbolos religiosos —cristianos, hindúes, musulmanes, etc.— , los cuales son muy distintos entre sí.

En consecuencia, lo que es verdad para uno es mentira para otro.

Concluyen, por tanto, que en lugar de haber una verdad absoluta (como la Biblia), hay muchas verdades —cada pueblo construye la suya.

Esta conclusión la aplican no solo a lo religioso, sino a cualquier otro postulado —sea científico, lingüístico o matemático. Lo que vale no son los postulados, cualesquiera que sean. Lo importante es lo que la persona siente, no esas ideas anticuadas que los hombres del pasado inventaron.

¿Cómo justifican estas ideas? Comienzan por explicar los hechos del presente siglo (las grandes y sangrientas guerras, la bomba atómica, el hambre y la miseria, la violencia, la injusticia, la corrupción). Para ellos, todo esto da prueba de la necesidad urgente de formular nuevos sistemas de pensamiento y acción, ya que lo viejo nos ha fracasado por completo.

Me recuerda un episodio de la brillante obra de Aleksandr Solzhenitsyn, Un día en la vida de Iván Denisovich. Iván se mofa de la fe y las oraciones de su joven amigo bautista, Alyoska, diciéndole que no cree que esas oraciones le van a sacar de la cárcel más pronto que a los demás. La respuesta de Alyoska sorprende a Iván: “Yo no le pido a Dios que me libre de la cárcel, le pido que aquí en la cárcel me ayude a cumplir con Su voluntad. Eso fue lo que nos enseñó Jesús a orar, no nos metas en tentación más líbranos del mal…” y le repite a Iván el Padre Nuestro. No es que Alyoska no quiera salir de la cárcel, donde está por haber sido falsamente acusado, es que por tener una fe firme en Dios vive en un plano donde la miseria de aquella cárcel no le afecta.

Si hemos de arrestar el egreso severo de nuestras iglesias a causa de esta presente ola de incredulidad, como pastores primero debemos saber a dónde estamos parados. En segundo lugar, debemos predicar y enseñar una fe tan firme en Dios (como la de Alyoska) que los miembros de nuestras congregaciones no estén buscando cómo escapar de situaciones difíciles, sino cómo vivir para agradar al Dios santo en este mundo lleno de maldad.

References

References
1 Revista TIME, Abril 10 de 2000, p. 111.
2 Génesis 1:27.
3 Postmodernizing the faith, p. 47
4 Ampliado de explicaciones que da Dennis McCallum en The Death of Truth, Bethany, Minneapolis, p. 12.
5 Walter Truett Anderson en Reality Isn’t What It Used To Be, Harper, San Francisco, pp. x, xi.