¿Será el infierno para siempre?

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¿Será el infierno para siempre?

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por Les Thompson

En toda discusión acerca del infierno mantenemos ante nuestra vista la condenación posible, no de nuestros enemigos ni de nuestros amigos (estos sirven solo de distracción), sino de nosotros mismos. Esto… [el infierno] no tiene que ver con tu esposa ni con tu hijo, ni con Nerón ni con Judas Iscariote, tiene que ver contigo y conmigo. —C.S. Lewis en El problema del dolor, pp. 111-112

La Biblia hace referencia a dos lugares —lugares ciertos— a donde todas las personas irán después de la muerte: al cielo o al infierno. Es más, nos informa que ambos lugares son e-t-e-r-n-o-s.

Los que han sido salvados por la gracia, misericordia y amor de Cristo irán al cielo, donde disfrutarán para siempre las gloriosas misericordias de Dios.

Los que irán al infierno son los despreocupados de su destino eterno, los indiferentes a Dios y a su divina palabra, junto con los inicuos, depravados, blasfemadores, homicidas, mentirosos y malvados en general que buscan salvarse a su manera, rechazando el plan de salvación ofrecido por Dios en Jesucristo.

La Biblia describe el infierno de la siguiente forma:

  1. Un lugar de fuego eterno (Mateo 25:41) Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
  2. Un lugar oscuro y apartado, literalmente, de “tinieblas de afuera” (Mateo 8:12): Mas los hijos del reino [los que no creían en él] serán echados a las tinieblas de afuera.
  3. Lugar de “lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:12): allí será el lloro y crujir de dientes.
  4. Un lugar de donde no hay escape, ni donde uno puede cambiarse de un lugar a otro si no le gusta donde está (Lucas 16:19-31) Tómese un momento para leer la historia del desdichado hombre rico y del privilegiado mendigo Lázaro. (En ese pasaje hay muchos detalles en cuanto al infierno.)

La condición final de los que rechazan a Dios es descrita como un infierno que es:

  1. Un lugar de castigo eterno (Mt 25:46)
  2. Un lugar de tormentos (Ap 14:10-11)
  3. Un lugar donde el fuego no puede ser apagado (Mr 9:44, 45, 46, 48)
  4. Un terrible pozo que abre al abismo (Ap 9:1-2)
  5. Un sitio donde se derrama la ira de Dios (Ro 2:5)
  6. Una segunda muerte (Ap 21:8)
  7. Un lugar de eterna perdición (2 Tes 1:9)
  8. Un lugar donde nunca se gozará de la presencia de Dios (2 Tes 1:9).

Las preguntas vienen: ¿Es el pecado tan terrible que merece ser castigado eternamente? ¿Cómo puede un castigo durar para siempre? ¿No sería tal castigo injusto? En cada caso la respuesta es “sí”.

Comprendamos que el castigo básico es separación de Dios. Tal separación (horrible concepto) es eterna. Para comprender lo que significa, piense en lo que en esta vida disfrutamos: luz, bendiciones, lluvia, riquezas, posesiones, salud, aire, comida, belleza, trabajo, ganancia, salud, día y noche, toda la hermosa creación, etc. —todas estas cosas nos vienen como consecuencia de la presencia y bendición de Dios en este mundo.

Un lugar donde el alma es apartada y excluidas permanentemente todas estas bendiciones (que, de paso, las damos por sentada) es inimaginable. Tal exclusión en sí produciría angustia intensa, un sufrimiento físico y mental extraordinario. De esta manera comenzamos a comprender lo terrible que será el infierno.

Habiendo disfrutado en esta vida la gloria excelsa de un Dios bondadoso, es difícil imaginarnos una existencia alejada de la presencia de Dios. Sin embargo, la Biblia nos dice que esa será la experiencia de los que van al infierno (2 Tes 1:9): “los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder”. Esa separación es permanente, día y noche para siempre. La condición moral y espiritual del condenado es permanente, no hay posibilidad de cambio. Es un estado permanente, incambiable e inmejorable.

Hay dos cosas que tenemos que tener en mente:

  1. Las palabras usadas para expresar “eternidad” en referencia al cielo son las mismas usadas para expresar eternidad en el infierno.
  2. Por tanto, si rechazamos el concepto de un infierno eterno, por las mismas razones tendríamos que rechazar el concepto de pasar una eternidad al lado de Dios en el cielo.

Muchos hoy día dicen que rechazan la idea del infierno (aunque admiten que está en la Biblia) porque creen que tal concepto contradice el carácter de Dios, especialmente su gracia, misericordia y el amor. Se olvidan que tal gracia, amor y misericordia es posible porque hubo un horrible castigo a cuenta del pecado cuando el Hijo de Dios murió en la cruz del Calvario para que Dios justamente pudiera ofrecernos esa gracia, misericordia y amor.

La Biblia aclara que los que responden en confianza y amor a ese sacrificio divino son los que llegan a ser partícipes del perdón de Dios. Pero, ¿qué consecuencia habrá para los que rechazan ese increíble gesto por parte de Dios? ¿Cómo debe Dios tratar a Judas Iscariote, a Nerón, a Kenghis Khan, a Hitler? ¿Cómo ha de juzgar Dios a hombres que toman niñas indefensas y las violan, a homicidas, pervertidos sexuales, a los de buena vida que desprecian a los pobres y a los mendigos?

¿Quiénes somos nosotros para declarar que el castigo que Dios tiene preparado para toda esta gente es injusto? Es a Dios que han ofendido, es a Dios a quién han rechazado. Él tiene todo derecho a nombrar la pena por los crímenes cometidos contra su divina persona. De una cosa podemos estar muy seguros, los aprovechadores, malvados, abusadores, engañadores, perversos, depravados y todos los que hacen el mal recibirán la retribución justa y merecida por sus obras —ni más ni menos, porque Dios es justo.

No debemos pensar en el infierno como un sitio donde Dios vengativamente castiga a la gente que no ama, sino como el lugar a donde van todos aquellos que por voluntad propia escogen vivir en pecado y rebeldía contra Dios. Recordemos que el infierno fue hecho para el diablo y sus ángeles (Mt 25:41) Los hombres van allá porque han hecho liga con el demonio y con el pecado, habiendo dado la espalda a Dios. Es el hombre quién, por su forma de vivir, por las decisiones que hace, escoge ir allá.

¿Qué diremos en conclusión? Hay solo dos alternativas para el futuro eterno de toda la humanidad: (1) el cielo, que le pertenece a Dios y al que se entra siguiendo las reglas que Él ha establecido; o (2) el infierno, que se escoge sencillamente por rehusar la oferta bendita de Dios en Jesucristo. Pablo claramente dice en Romanos 1:18-20 que Dios ha dado a todo hombre oportunidad de salvación. Nadie —no importa la época en que vivió ni el lugar donde residió— nadie, tiene excusa. Ultimadamente —concluyendo esta enseñanza sobre el tema del infierno—, todo aquel que va al infierno va a ese terrible lugar por haber aborrecido la oferta de Dios en Jesucristo y por su obsesión con el pecado.

Negar el infierno equivaldría en principio a negar nuestro libre albedrío; limitarlo a algo menos de una eternidad equivaldría a limitar esa libertad. —J. A Pike en The Faith of the Church