¡Ojo! con el enojo

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¡Ojo! con el enojo

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por Al Valdés

La discreción del hombre le hace lento para la ira,
y su gloria es pasar por alto una ofensa.
(Proverbios 19:11)

Todos nos enojamos. Las cosas no nos salen como pensábamos que debieran salir. Alguien dice algo falso contra nosotros o rompe una promesa que nos hicieron. O tal vez una persona en quien confiábamos nos defrauda. Ahora, no toda la ira es igual.

Hay ira que nos lleva a hacerle bien a otros —como cuando nos enojamos al ver alguna injusticia y luchamos contra ella. En el ejemplo clásico del enojo puesto a buen uso, la ira justa de Jesús llevó a la purificación del templo (Juan 2:13-20). Comerciantes se habían apoderado de la zona del templo reservada para la adoración por los gentiles y la ocupaban para vender animales para el sacrificio. El Señor Jesús los echó y restauró el lugar a su uso original.

Pero nuestra ira también puede desencadenar una serie de circunstancias negativas que rápidamente se van fuera de control y empeoran las cosas. Decimos cosas que lastiman a otros. Las lágrimas fluyen… y frases como “el tiempo cura todas las heridas” y “vamos a perdonar y olvidar” ocupan un lugar prominente en nuestros pensamientos. Necesitamos ayuda con el enojo. ¿Qué dice la Biblia que nos pueda ayudar?

“Dime con quién andas y te diré quién eres”

La Biblia dice que podemos aprender a ser iracundos. Por eso debemos evitar asociarnos con aquellos que nos pueden influir negativamente y convertirnos en personas crónicamente enojadas. Las Escrituras lo expresan así:

No te asocies con el hombre iracundo;
ni andes con el hombre violento,
no sea que aprendas sus maneras,
y tiendas lazo para tu vida. (Proverbios 22: 24-25)

No recomendamos necesariamente acercarse a su iracundo conocido y decirle: “No voy a andar más contigo porque representas una mala influencia en mi vida”! Pero, podrías considerar identificar a esa persona o personas en tu vida que te influyen hacia el mal y pasar menos tiempo con ellos. También puedes evaluar tus propias actitudes a la luz de la posible mala influencia sobre ti. A la misma vez, pensemos en quién o quiénes pudieran ayudar a crear buenas actitudes en nosotros si pasamos más tiempo con ellos.

Debemos cuidarnos del enojo en tiempos de prueba

Cuando pasamos por pruebas podríamos ser especialmente susceptibles al enojo y a la ira. El estrés causado por las dificultades por las que estamos pasando puede hacer que tengamos menos paciencia y control disminuido. Pero Dios permite las pruebas a fin de madurar nuestra fe—meta que se alcanza si respondemos correctamente a ellas. Santiago nos instruye:

Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios (Santiago 1:19-20).

El creyente que está pasando por pruebas difíciles debe reconocer que Dios tiene buenos propósitos para las mismas — aunque duelan por un tiempo. Pero podemos perder el gran provecho que las pruebas pueden efectuar si no las manejamos bien. Las tres instrucciones que Santiago nos proporciona respecto a nuestras pruebas nos ayudan a experimentar los buenos resultados que estas traen —madurez en nuestra fe y una vida enriquecida como resultado de haberlas pasada con éxito. Así, con respecto a la ira no debemos movernos con velocidad hacia la ira humana desenfrenada. No queremos introducir nuevos problemas a nuestras vidas y hacer cosas que después nos pesen. Encaminar y controlar la ira para que no nos cause un impacto negativo requiere otro sabio paso.

Debemos tratar nuestro enojo lo más pronto posible

Podemos experimentar la ira sin dejar que se convierta en pecado o permitir que traiga consecuencias negativas. El pasaje clave para esta idea se halla en Efesios 4:26-27:

Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.

Tratar con la ira el mismo día en que surge sirve como elemento prudente tanto para evitar los resultados adversos que nuestra ira puede causar como para poner frenos a la actividad del diablo en nuestras vidas. Esto no quiere decir que todas las circunstancias que causaron el furor se van a necesariamente aclarar el mismo día. Lo que significa es que usted va a poner el asunto en manos de Dios, hacer lo que pueda en ese mismo día para arreglar las cosas, y comprometerse a poner en práctica las instrucciones de Dios para el problema en cuestión.

Conclusión

El enojo nos debe servir como señal de que tenemos que recordar y actuar en base a los principios que Dios nos ha dado para lidiar con el mismo. Tómese unos minutos y escriba las tres cosas que le causan enojo –esas palabras, eventos o actitudes que cada vez realmente le encienden el furor.  Entonces, piense en esto:

  • ¿Quién me provoca a la ira?
  • ¿Qué hacen para provocar la respuesta enojada? ¿Qué hacemos nosotros para provocar la ira?
  • ¿Cuándo suele ocurrir?
  • ¿Dónde se producen los intercambios o las respuestas airadas?
  • ¿Cómo nos hacen sentir estos episodios? ¿Nos sentimos injustamente acusados por alguien? traicionados? provocados?

Al considerar los versículos anteriores piense en su propia manera de lidiar con la ira y el tipo de resultados que ha tenido en el pasado. Tal vez usted ya sigue las prescripciones bíblicas para la ira. Si no es así, la próxima vez que la ira llegue a su vida intente seguir los principios que ha aprendido en estos pasajes. Siga las instrucciones de Dios. Con Su ayuda use los principios bíblicos para vencer el enojo dañino en su vida.

La suave respuesta aparta el furor,
mas la palabra hiriente hace subir la ira (Proverbios 15:1).