Mi experiencia como pastor en el evangelismo

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Mi experiencia como pastor en el evangelismo

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por Salvador Dellutri

El Luna Park de Buenos Aires es el estadio cubierto más importante y tradicional de la ciudad, dedicado exclusivamente al boxeo. Aquella cálida tarde de noviembre entré acompañando a mis padres, lleno de curiosidad, porque se llevaba a cabo una campaña evangelística y predicaría el Dr. Oswald Smith, famoso evangelista canadiense. Nunca había estado en ese estadio y era la primera vez que concurría a una reunión evangélica tan populosa. Mis padres eran cristianos, había asistido regularmente a la Escuela Dominical, memorizaba versículos bíblicos y conocía el plan de salvación y por lo tanto sabía que nada de lo que iba a escuchar me resultaría novedoso.

Esa noche me ubiqué en lo más alto de la última tribuna. Como Zaqueo, el publicano, me acomodé en mi sicómoro disponiéndome a contemplar el evento y quedé  extasiado observando a la marea humana que se iba ubicando lentamente frente al estrado donde estaba el púlpito. No recuerdo las canciones que entonó el coro, ni los himnos cantaba la concurrencia, pero cuando el Dr. Smith comenzó a predicar quedé fascinado. Parecía que todo había desaparecido y solo estábamos él y yo, frente a frente. El sermón era sencillo, hablaba de pasajes que conocía de memoria, pero la palabra fue penetrando lentamente en mi corazón y cuando convocó a los oyentes a hacer una decisión por Cristo, superé mi timidez, llorando bajé de la última tribuna y me acerqué al estrado donde entregué mi vida a Cristo.

Mi padre me había acompañado y esa misma noche puso en mis manos los cuatro libros del Dr. Smith editados en español. El impacto inicial de uno de ellos, “Pasión por las almas”, encendió en mi corazón un fuego abrasador que me impulsó a evangelizar. Han pasado más de cincuenta años y ese fuego continúa.

Años después estaba sirviendo al Señor como evangelista. Me sentía feliz predicando, pero en la pequeña iglesia a la que pertenecía se necesitaba quien enseñara y tuve que abocarme a esa tarea que derivó luego en un pastorado que se ha prolongado hasta el presente.

Allí tuve que asumir una doble tarea: pastor y evangelista. Al principio quise dividir las áreas realizando cultos exclusivamente de enseñanza y otros de evangelización, preparando sermones adecuados a cada oportunidad. Pero los problemas económicos que atravesó el país hicieron que tuviéramos que unificar los cultos. ¿Cómo hacer para realizar ambas tareas en un solo culto?

En ese tiempo el Pastor Alfredo Smith estaba trabajando activamente en Lima, desarrollando el programa “Encuentro con Dios” en el que multitudes se acercaban a la iglesia y recibían a Cristo. Las campañas se hacían en el templo que habitualmente utilizaba la iglesia y duraban quince días. Le pregunté cómo hacían para evangelizar y a la vez no descuidar la edificación del pueblo de Dios. Entre otras cosas dijo que para las campañas de evangelización buscaba siempre pastores que fueran evangelistas porque resultaban más eficaces, sus sermones eran más profundos y además de evangelizar edificaban al pueblo de Dios.

Comencé a analizar el tema y llegué a algunas conclusiones. Como pastor sabía que las personas que se acercaban a la iglesia por primera vez lo hacían con cierto temor y muchos prejuicios. Al llegar no se encontraban en un estadio sino en un ámbito dedicado a la vida espiritual con el que rápidamente se familiarizaban y podían seguir concurriendo. Entraban en contacto con un pastor que estaba todos los días trabajando en el mismo lugar, con el que podían establecer fácilmente una relación directa y quien los podía orientar para que recibieran, si fuera necesario, un aconsejamiento prolongado en el tiempo. Además, estaba inmerso en la realidad local, sabía cuáles eran los problemas y apetencias de la comunidad a la que pertenecía, era uno más de ellos.

El problema era cómo elaborar sermones que atendieran a ambas necesidades y eso fue un gran desafío. Recuerdo que comencé realizando cultos que comenzaban con un breve mensaje evangelístico y un llamado a recibir al Señor. A quienes manifestaban su deseo de entregar su vida a Cristo los hacía salir del culto para que tuvieran una reunión con los consejeros y luego desarrollaba un sermón de edificación para los creyentes. Todo esto era demasiado engorroso, me di cuenta que el método no era eficaz y decidí buscar otros rumbos.

Recordé que mis maestros en el Instituto Bíblico siempre destacaban la importancia de la predicación expositiva y comencé a poner en práctica lo aprendido. Tomaba un pasaje bíblico y lo desarrollaba tratando de sacar toda la enseñanza que atesoraba. De esta forma alimentaba al pueblo de Dios y en la conclusión daba un giro evangelístico que me permitía hacer una llamado a la conversión al Señor. Así apuntaba a las dos necesidades. Rápidamente comprobé la eficacia del método porque los asistentes asimilaban el texto y cada uno aplicaba a su vida lo que necesitaba. Creo haber predicado los cuatro evangelios completos siguiendo este método porque me resultaba apasionante presentar el plan de salvación en acción y mostrar la grandeza de Jesucristo. Los milagros, las parábolas, los discursos de Jesús, sus controversias con los fariseos y los saduceos, los episodios previos al calvario, los sucesos

desarrollados alrededor de la cruz y, sobre todo, las apariciones del Señor resucitado, todo era un material maravilloso que cautivaba al auditorio. Pero un día caí en la cuenta que no podía seguir alimentando al pueblo solamente con los evangelios y tenía que animarme a ir más allá.

Comencé a estudiar los salmos siguiendo el mismo camino y vi como se desarrollaba empatía en el auditorio que veía sus propias vivencias reflejadas en las experiencias del salmista. Cada salmo es una joya donde podemos asomarnos a las profundidades y contradicciones del alma humana; la angustia producida por el pecado, la perplejidad ante  la prosperidad de los impíos, la calma que impera en una fluida relación con Dios, la esperanza del hombre de fe… todo está en los salmos.

Luego vinieron los profetas, cada uno con sus reclamos, pero siempre mostrando un camino de salida y esperanza. Así fui comprendiendo que toda la Biblia podía servir para enseñar y a la vez evangelizar si utilizaba el método expositivo. Eso no impedía que periódicamente dedicáramos un tiempo especial a evangelizar haciendo campañas locales con un predicador invitado y reforzáramos la evangelización.

En la preparación de los sermones debía ser muy cuidadoso, pensando siempre que en el auditorio había personas que no conocían el entorno de los sucesos descriptos en la Biblia ni entendían la jerga que muchas veces usamos los evangélicos.

Recuerdo que en uno de mis viajes una mujer me contó que su mayor obstáculo para acercarse al Señor era una frase que repetía el predicador: “Entréguese a Cristo”; tuvo que concurrir varias veces hasta entender qué quería significar con esas palabras. Presté atención a ese detalle y me di cuenta que muchas veces al predicar usaba muchos sobre entendidos, pensando que el auditorio sabía de qué se trata, pero no todos estaban al tanto del significado de ciertas palabras.

Si decía, por ejemplo, “los fariseos se acercaron a Jesús”, podía haber alguna persona que desconociera quiénes eran los fariseos. No podía ocupar mucho tiempo explicando el origen y desarrollo del fariseísmo, pero podía definirlo rápidamente diciendo “Los fariseos, una secta de fanáticos religiosos judíos, se acercaron a Jesús”. Esa frase ubicaba a quienes escuchaban por primera vez el término y no molestaba a aquellos que  lo conocían. Palabras como redención, propiciación, santificación, consagración merecen siempre una aclaración para aquellos que no tiene claro su significado o le otorgan otra connotación. Las palabras “santo”, “arrepentimiento” o “comunión” no tienen la misma connotación para un evangélico que para un católico, y en Latinoamérica la formación religiosa de la mayoría tiene que ver con el entorno católico romano. Recordemos que el evangelio siempre necesita una comunicación eficaz dentro de la cultura en la que se está insertado.

La predicación, como señalara John Stott, es un puente que une dos mundos. El predicador debe conocer profundamente la Biblia, porque es la base de la predicación, pero también debe conocer la cultura a la que se dirige porque tiene que establecer puntos de contacto. Para lograr impacto tenemos que ser creativos, mucho más en ésta época dominada por la cultura visual. Las nuevas tecnologías han puesto a nuestro alcance recursos inesperados pero muy eficaces. Una predicación donde se usen con sabiduría proyecciones que la ilustren suele tener un gran impacto. Recuerdo un viernes de Semana Santa donde analizamos las diferentes formas en que la cruz estaba presente en el arte occidental.  Comenzamos con las catacumbas, donde no aparece ninguna imagen de Jesús crucificado, y culminamos con la forma en que presenta la cruz Mel Gibson en su famosa película “La Pasión”. Fue un impacto notable en la comunidad que demostró que los cristianos no somos refractarios al arte, tenemos un sentido crítico y conocemos a fondo lo que dice la Biblia sobre la razón por la cual Jesucristo entregó su vida en el calvario.

Muchas veces se hace necesario abrir nuevos canales a la predicación. Hace veinte años notamos que los dirigentes sociales  y los profesionales tenían reservas para concurrir a los cultos normales de la iglesia. Preparamos entonces una actividad especial que venimos desarrollando desde entonces lo que denominamos “Desayunos para Empresarios y Profesionales”. Allí utilizamos una forma diferente de hacer llegar el mensaje: comenzamos analizando una situación conflictiva que esté viviendo la sociedad en ese momento —violencia juvenil, drogadicción, crisis familiar, corrupción administrativa— y luego damos la respuesta de la Palabra de Dios. Esos encuentros están siempre colmados y el impacto se siente en toda la ciudad porque los medios periodísticos se hacen eco de los temas tratados.

Durante tres meses en el año todos los domingos por la noche presentamos una obra de teatro, de aproximadamente una hora de duración. Son obras que, con todos los ingredientes del teatro secular, abordan la realidad planteando interrogantes espirituales. Luego de cada presentación los actores y el equipo técnico abren el diálogo con los concurrentes en un clima de cordialidad que les permite dar testimonio del Señor. Como cada obra se presenta durante tres meses y cada domingo el público se renueva, es muy importante el trabajo de la iglesia que, motivada por una forma novedosa de comunicación, trabaja difundiéndola en la comunidad. Los medios periodísticos hacen la crítica del espectáculo y de esa manera aportan gratuitamente a su difusión. Si bien la preparación de cada obra demanda mucho esfuerzo, la respuesta suele ser sorprendente.

Cuando el Pastor, movido por el Espíritu Santo y el amor por las almas, diversifica la tarea evangelística y la encabeza, el pueblo de Dios se siente motivado, se moviliza y acompaña el esfuerzo con toda naturalidad.

El Señor Jesucristo cuando llamó a Pedro y Andrés les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.[1]Mateo 4.19 Esa tarea nos ha sido encomendada a nosotros, la misión evangelizadora es ineludible y los pastores tenemos que cumplirla a conciencia. Cuando Pedro, después de una noche de pesca infructuosa en el Mar de Galilea  estaba lavando las redes para retirarse a su casa fue desafiado por Jesús a volver a pescar. Me imagino que el temperamental galileo debía estar de pésimo humor, sin embargo, con mucho respeto, se dirigió al Maestro y le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.[2]Lucas 5.5 Según Pedro no era el momento ni la ocasión propicia para intentar la pesca, pero frente a la orden del Señor echó la red. El resultado fue sorprendente, la red se rompió por la cantidad de peces y tuvieron que llamar a otros pescadores para que los auxiliaran. Finalmente Pedro se dio cuenta que, más allá de sus cálculos humanos, el Señor puede obrar en todo lugar y en cualquier circunstancia. Para él no existen limitaciones.

Podemos hacer nuestras las palabras del pescador galileo: En tu palabra echaré la red. Cada oportunidad, por adversa que parezca, en que estamos frente a alguien que necesita al Señor, pidamos sabiduría y echemos la red. Eso también forma parte de nuestro ministerio pastoral y no debemos olvidarlo.

References

References
1 Mateo 4.19
2 Lucas 5.5