Los hijos del Pastor

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Los hijos del Pastor

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por Les Thompson

¿Cuánta presión sentirán los “hijos del pastor”? Un pastor cuenta que recibió una llamada telefónica de una familia que había comenzado a asistir recientemente a su iglesia. “Antes de hacernos miembros”, dijo el esposo en la llamada, “necesitamos saber cuáles son sus principios para criar hijos”. Al preguntar el porqué, le dijeron al pastor: “Una persona que ya no es miembro de su iglesia nos dijo que no nos afiliáramos porque usted como pastor no se preocupa por la fidelidad de sus propios hijos”.

La familia acusadora se había resentido porque en una ocasión el pastor decidió no obligar a sus hijas a asistir a cierta actividad de la iglesia a la que no se sentían inclinadas. Por tan simple “falta” comenzaron los rumores. No hay duda que el pastor vive en una casa de cristal. Todo lo que hace está a la vista de su congregación —sometido a las opiniones de cada miembro. Si se trata de vivir para complacer a todo el mundo, los hijos del pastor sufrirán toda clase de psicosis. ¿Qué hacer?

Ante la demanda de aparecer como una familia impecable, usted como pastor tiene que tratar el tema con la congregación. Sugerimos que se presenten principios que cada familia de la iglesia —no sólo el pastor— deba seguir y procurar vivir ante esas metas y no los deseos de particulares.

Tus hijos son personas y merecen ser tratados como tales

No hablo de las impertinencias o malacrianzas infantiles que demandan corrección. Estoy pensando más bien en esos casos en que los niños necesitan ser escuchados por sus padres. Necesitan una respuesta a algo: consuelo, comprensión, consejo. Como padre debes estar muy atento a esas situaciones. No abuses del “¡Cállate”! o el “¡Déjame tranquilo”!, o del “No me molestes; sal a jugar”! Tal actitud provoca el alejamiento y corta las líneas de comunicación. «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina y la instrucción del Señor» (Ef 6:4; véase Pr 12: 1-2)

Presta oídos a las demandas de tus hijos

El niño vendrá a ti a menudo con toda clase de peticiones y tu primer impulso oscilará entre el mimo y el rechazo. Enséñale desde el principio los valores de la vida. Amor no es sólo dar regalos. Sino saber cuándo darlos y cuando no. Dile siempre a tu hijo la verdad. La formación de su carácter y su personalidad está en sus manos. No lo malcríes. Aprovecha cada oportunidad para inculcarle los principios de una vida sabia y ordenada. «Padres, no irritéis a vuestros hijos, para que no se desanimen» (Col 3:21; ver Pr 4: 1-5).

Ayúdalos a desarrollar sus propias capacidades

Como padre deberás prepararte para vivir en un mundo lleno de vicisitudes. Usa incidentes tales como nacimientos, bodas, muertes, catástrofes, etc., para instruirlo acerca de la vida. Enséñale a que cosas temer y que peligros evitar. Enséñale a leer la Biblia y a orar. Tu propia actitud como padre en cuanto a las cosas del espíritu será el modelo que más influya en la conducta de tu hijo. «El niño (Jesús) crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él» (Lc 2:40; véase Ec 3: 1-8).

Ayúdalos a escoger metas de valor

Tu consejo como padre es muy importante cuando llegue para tu hijo la hora de tomar decisiones. Muéstrale las posibilidades y consecuencias de cada una. No le impongas tus propias preferencias sino enriquece sus conocimientos con historias bíblicas a fin de hacerle capaz de escoger sabiamente. Enséñale no sólo a triunfar sino también a perder —en la vida real son más las veces en que se pierde que las que se gana. En todo sírvele siempre de aliento y de estímulo. «El hijo sabio acepta la disciplina de su padre, pero el burlador no escucha la corrección» (Pr 13:1; véase 2 Ti 1: 5-7).

Enséñale que en la vida hay límites

Establece reglas en tu casa y no consientas que sean desobedecidas. Un niño aprecia el “no” tanto como el “si”. Experimenta una sensación de seguridad cuando sabe que dentro de la cerca que se le pone tiene refugio y una base firme. Aprendiendo la obediencia de su padre terrenal, le será más fácil llegar a obedecer a su Padre Celestial, lo cual es mucho más importante.

La vida no tolera la anarquía y mientras más pronto lo entienda así, será mejor. De esa manera estará preparado para hacerle frente a circunstancias inesperadas o adversas fuera de su control. Los padres tienen que aprender a confrontar a sus hijos antes de que sea demasiado tarde. «Elí era muy anciano: oyó todo lo que sus hijos estaban haciendo y… les preguntó: ¿Por qué hacéis semejantes cosas?… No, hijos míos, no es bueno el rumor que oigo y que el pueblo de Jehová difunde… pero ellos no oyeron la voz de su padre» (1 Samuel 2: 23-25).

Cosas que como padre no debes hacer

  • NO conmines a tu hijo si no tienes intención de cumplir tu amenaza. Tal falta de palabra socavará tu autoridad. Si has prometido castigarle si repite alguna maldad, hazlo sin vacilación alguna. Probablemente él quería probar si tú hablabas en serio.
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  • NO le ofrezcas premios a cambio de su obediencia. Esos caramelos o juguetes te irán siendo cada vez más costosos. La obediencia no se obtiene con propinas; viene como resultado de una actitud tan razonable como firme.
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  • NO te enfades por sus travesuras. Si pierdes el control de tus emociones, lo pierdes también sobre tu hijo. Puede ser que, atemorizado por tu enojo, te obedezca; pero tal obediencia es forzada, no es producto del respeto y el amor. Tu enfado te disminuye en estatura a los ojos de tu hijo.
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  • NO descuides las explicaciones. Los niños pequeños tienen siempre mil preguntas. Apenas están descubriendo el mundo y su curiosidad es natural. Si tú no tienes respuestas para tu hijo, él las buscará en otra parte. En este caso, existe el peligro de que obtenga información errónea o inadecuada que deforme sus procesos mentales. Protégelo de ese peligro siendo tú el que le expliques los misterios de la naturaleza y de la vida.
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  • NO destruyas sus sueños dorados. Es cierto que debes ayudarlo a ir enfrentándose a la realidad. Pero ello no implica que hayas de ridiculizar sus ilusiones infantiles. Soñar no le hará daño. Deja que el tránsito de la ilusión a la realidad lleve su tiempo. Recuerda a José, el hijo de Jacob; soñaba tanto con grandezas que sus hermanos lo apodaron “el soñador”. Y mira hasta dónde llegó.
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  • NO descuides su educación espiritual. Con frecuencia, los padres piensan equivocadamente que esto es responsabilidad exclusiva de la madre o de la iglesia. Por el contrario, es principalmente del padre. La fe en Cristo es un concepto masculino. Dios es el Padre Eterno; Jesús la más elevada expresión de hombre que el mundo haya conocido. Enseña a tu hijo a andar en los caminos de Cristo y a respetar la iglesia.
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¿Qué más te podré decir? Dios fue quien te hizo esposo y padre. Gloríate en este privilegio y esta vocación. Consciente de la responsabilidad que descansa en ti, cumple tu deber como conviene. Con la ayuda de Dios, tendrás una familia feliz en un hogar de armonía y de paz.