Hacia un Modelo relacional de Ministerio

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Hacia un Modelo relacional de Ministerio

por Wilbur Madera

Introducción

Todos los líderes de iglesia seguimos un modelo de ministerio. Quizá, no podemos verbalizarlo ni mostrarlo gráficamente, pero todos tenemos una forma regular y habitual de realizar nuestro ministerio. Este modelo está compuesto por un arreglo y ordenamiento particular de varios elementos, tales como reglas, prácticas, procesos, énfasis, puestos, valores, relaciones, propósitos y cosas semejantes que nos permiten desarrollar el ministerio de la iglesia local.

Puede ser que ese modelo lo hayamos heredado de nuestros antecesores en el ministerio o quizá lo adaptamos del modelo usado por otros líderes. Puede ser que seamos muy conscientes de nuestro modelo o simplemente ministremos sin la menor idea de que lo estamos siguiendo. Pero hay algo que debemos saber acerca de los modelos ministeriales: Hay una relación directa entre el modelo ministerial que de hecho prácticas y los resultados notorios que estás teniendo.

Si no estamos satisfechos con los resultados ministeriales obtenidos, es altamente recomendable dar una revisión seria y honesta al modelo ministerial que regula todo lo que hacemos en la iglesia local.

Identificación del Modelo

Para poder evaluar nuestro modelo, primero, debemos poder reconocerlo y plasmarlo en papel. Si no puedes poner el modelo por escrito no lo podrás mejorar o cambiar; no lo podrás comunicar y fácilmente lo abandonarás. Por eso, una de las tareas urgentes para el liderazgo de la iglesia local es poner por escrito de una manera clara, sencilla y concreta el modelo que de hecho siguen o desean seguir.

Reúne a tu equipo de líderes. Tengan un retiro o varias horas de trabajo enfocado para identificar o establecer su modelo de ministerio. Hagan preguntas que requieran respuestas honestas y realistas semejantes a estas:

  • ¿Qué es lo más importante para nosotros en el ministerio? ¿Qué celebramos? ¿Qué es aquello que si dejara de suceder ya no tendría sentido nuestro ministerio?
  • ¿Cómo medimos el éxito?
  • ¿Cuáles son las líneas de autoridad?
  • ¿Qué procesos siguen las personas para transitar en el ministerio?
  • ¿Qué compromisos esperamos de las personas?
  • ¿Hacia dónde estamos dirigiendo intencionalmente a las personas?

Esta lista, por supuesto, no es exhaustiva, pero nos da una idea del tipo de asuntos que debemos dejar bien claros, y en papel, para que nuestro ministerio avance ordenadamente en la iglesia local.

Énfasis en el modelo

Para fines de nuestro análisis, podríamos simplificar los elementos de un modelo ministerial en tres: Reglas, Relaciones y Resultados. Son tres elementos importantes e interdependientes. Todo modelo ministerial tiene reglas escritas o no escritas que rigen a las personas, las acciones y procesos del sistema. También los modelos buscan lograr resultados cuantitativos y cualitativos. A su vez, el ministerio está orientado hacia la gente, por lo tanto, las relaciones interpersonales forman la fibra básica de todo el sistema.

Aunque los tres elementos del modelo son importantes, es muy fácil enfatizar excesivamente uno por encima o a expensas de los otros. Al hacer esto, afectamos la buena marcha de todo el sistema. El estado de nuestro ministerio quizá refleje los excesos en el énfasis de alguno de estos elementos.

Modelo con un excesivo énfasis en las reglas

Cuando hablamos de reglas en este contexto, no nos estamos refiriendo a las reglas de Dios, sino a las que establecemos con nuestra sabiduría santificada. Las reglas, por supuesto, son importantes para poder trabajar ordenadamente y en armonía; pero cuando nuestro modelo tiene un énfasis desmedido en ellas, la dinámica y atmósfera del ministerio se ven fuertemente afectados. Por ejemplo, el cumplimiento de las reglas del modelo se convierte en un fin en sí mismo. Lo que importa más es que se cumplan los requisitos y reglamentos. Además, los procesos establecidos para el funcionamiento cotidiano del sistema tienden a ser muy complicados. En resumen, las reglas vienen primero que las personas. El peligro más grande de enfatizar excesivamente las reglas a expensas de los otros elementos es que el ministerio se puede convertir en algo semejante a una cárcel. Normalmente, esta atmósfera ministerial asesina el ánimo de la gente y secuestra el espíritu emprendedor.

Modelo con un excesivo énfasis en los resultados

Todo ministerio anhela y se esfuerza por lograr resultados cuantitativos y cualitativos. Los resultados o los frutos de un ministerio son evidencia, al final de cuentas, de la obra de Dios en la vida de la gente y son importantes. Pero cuando nuestro modelo tiene un énfasis desmedido en ellos, la dinámica y atmósfera del ministerio se ven fuertemente afectados. Por ejemplo, los resultados cuantificables del modelo se convierten en un fin en sí mismos. Además, Los procesos tienden a ser decididos muy pragmáticamente. La pregunta crucial llega a ser: ¿Funciona o no funciona? En resumen, los resultados vienen primero que las personas. El peligro más grande de enfatizar excesivamente los resultados a expensas de los otros elementos es que el ministerio se puede convertir en algo parecido a una empresa. Normalmente, esta atmósfera ministerial crea un espíritu de competencia y amargura entre las personas.

Modelo con un excesivo énfasis en las relaciones

El ministerio es realizado por personas y para personas. Las relaciones son un ingrediente básico y cotidiano de lo que se hace en la iglesia. Por eso es muy fácil enfatizar excesivamente las relaciones interpersonales hasta el punto de que éstas se conviertan en un fin en sí mismo. Cuando esto ocurre, la finalidad de la iglesia se circunscribe a llevarse bien y a buscar la ausencia de conflictos a cualquier precio, inclusive, a expensas del evangelio mismo. Los procesos tienden a ser sumamente informales, de tal manera que no hay orden en las acciones ni intencionalidad en los resultados. El peligro más grande de enfatizar excesivamente las relaciones a expensas de los otros elementos es que el ministerio se puede convertir en algo parecido a un club social.

Es muy fácil enfatizar excesivamente uno de estos tres elementos a expensas de los otros. Debemos tener cuidado con esa tendencia extremosa. Pero al mismo tiempo, tenemos que reconocer que el balance perfecto es imposible; podemos dar por sentado que siempre enfatizaremos uno de estos tres elementos del modelo.

Si es una realidad que siempre enfatizaremos uno de estos tres elementos, ¿Cuál sería más recomendable enfatizar controladamente? De acuerdo con nuestra experiencia, solemos responder a esa pregunta de esta manera: Sin menoscabar la importancia de los otros dos elementos y sin caer en excesos que los excluyan, la propuesta es que enfatices, intencional y sabiamente, el aspecto relacional en tu modelo ministerial.

Hacia un Modelo relacional de Ministerio

Para entender cómo sería un modelo relacional de ministerio lo que se requiere es enfatizar las imágenes de la iglesia que encontramos en la Biblia. Un modelo relacional de ministerio sano toma su base en las imágenes bíblicas de la Iglesia que la muestran como un cuerpo (1Co 12:12-27; Ef 4:1-16) y como una familia (Efesios 2:11-22; 3:14-21).

La iglesia es un cuerpo en el que los creyentes están unidos entre sí y trabajan coordinadamente, conjuntando sus dones para el cumplimiento de la misión. Todos los miembros tienen una parte importante en el todo. Hay preocupación los unos por los otros. Cuando uno se duele, todos se duelen con él. Como vemos, la iglesia y su ministerio son altamente relacionales cuando consideramos la imagen bíblica de la iglesia como un cuerpo.

La iglesia también es presentada como una familia. Todos los creyentes pertenecen a la misma familia, la familia de Dios. Esta imagen nos muestra que los lazos de hermandad son santos. Dios nos ha insertado en su familia y nos ha hecho coherederos de sus promesas. Ese sentido de familia debe experimentarse en la vida cotidiana y el ministerio de la iglesia.

¿Cómo podemos hacer que nuestro modelo ministerial sea cada vez más relacional? A continuación encontramos algunos consejos para ir en dirección a la consecución de esta meta.

  1. Clarifica muy bien el rumbo del ministerio
    Los líderes dirigen por naturaleza. Si no se clarifica cuál es el destino al que queremos llegar como iglesia local, los líderes de los diversos niveles de la organización escogerán su propio destino y guiarán hacia allá a las personas a quienes dirigen. Por eso, no es extraño encontrar iglesias locales en las que los líderes están dirigiendo a los grupos de personas en múltiples direcciones. Esto crea, por supuesto, conflicto, confusión y estancamiento en la iglesia local. De hecho, hay varias iglesias dentro de la iglesia, cada una con su líder que tiene un rumbo en mente hacia donde está dirigiendo a los que lo siguen. En cambio, cuando existe un solo rumbo, una sola estrategia, una sola misión, todos los líderes y miembros de la iglesia se pueden alinear hacia ese rumbo y el crecimiento es evidente y sostenido en todos los sentidos.
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    La falta de un rumbo único y constante no favorece las buenas relaciones en el ministerio de la iglesia. En contraste, un rumbo bien definido crea unidad porque todos comparten la misma cultura, el mismo lenguaje y el mismo sueño.Definir, entonces, el rumbo de la iglesia local es una tarea prioritaria para el liderazgo de la iglesia. Esa definición debe incluir, por ejemplo, la respuesta clara a las siguientes preguntas: ¿Qué sueño tenemos para nuestra iglesia? ¿Qué deseamos que nos caracterice como iglesia? ¿Cuál sería la estrategia más apropiada para alcanzar ese sueño? ¿Qué debemos hacer o dejar de hacer para lograr ese sueño?Por supuesto, estas preguntas sólo ejemplifican el tipo de asuntos que deben ser claros para todos los líderes y miembros de una iglesia. El punto está en definir con sencillez y claridad el rumbo único que tendremos como iglesia local. Esto dará impulso a la unidad de los miembros y a la cooperación entusiasta en el ministerio.
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  2. Fomenta y modela el trabajo en equipo
    Todos los que integran el ministerio deben entender que no tienen todos los dones ni pueden realizar el ministerio a solas. Dios ha diseñado su iglesia de tal manera que personas idóneas y dotadas por Él, conecten sus dones con los demás para realizar la labor encomendada.
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    Un líder que es “hombre orquesta” difícilmente logrará experimentar un ministerio relacional. Al acaparar todo el trabajo ministerial termina limitando el alcance y crecimiento del trabajo de la iglesia. Aunque se experimenta ilusoriamente la sensación de tener el control, ser un líder que tiene sus manos en todo, atenta contra la naturaleza ministerial de la iglesia. La iglesia está diseñada para funcionar como un equipo bien coordinado y vinculado por el amor de Dios.
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    En todos los grupos de liderazgo de la iglesia debemos trabajar como equipo. Esto debe ser modelado por los líderes que tienen mayor responsabilidad. Si hay más de un pastor, deben trabajar como equipo. El pastor y los ancianos deben trabajar como equipo. Los directivos de los diferentes grupos de ministerio deben trabajar como equipo. En fin, detrás de cada logro ministerial debe estar todo un equipo bien coordinado, trabajando en armonía para el avance del Reino.
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  3. Simplifica los procesos
    Es un hecho que se requieren reglas para poder trabajar ordenadamente, pero también es un hecho que un exceso de reglas hace las cosas más complicadas y lentas innecesariamente. Por ejemplo, en algunas iglesias para poder usar un espacio para el ministerio por un tiempo breve se requiere cubrir toda una serie de requisitos y papeleos que hacen lentos los procesos o desalientan el espíritu entusiasta de algunas personas. Tanta burocracia atenta contra el crecimiento y edificación de la Iglesia; por eso revisa todos los procesos y busca maneras de hacer que éstos sean cada vez más sencillos, cada vez más basados en la confianza, la interacción y la agilidad que puede proveer un ambiente más relacional.
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    En algunos procesos, bastará con que una persona se ponga de acuerdo con otra, para poder hacer la tarea que se proponen. En otros, quizá sea un poquito más complejo, pero esfuérzate para que cada vez más los procesos necesarios para el ministerio dependan menos de códigos y más de relaciones cristo céntricas.
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  4. Provee intencionalmente oportunidades de compañerismo
    Para tener un ministerio relacional es necesario tener tiempos substanciales de compañerismo. Esos momentos deben ser provistos intencionalmente. Es decir, deben estar incluidos dentro de la planeación y el calendario del ministerio. Algunos verán como un desperdicio invertir tiempo y recursos para este fin, pero en nuestra propia experiencia, los momentos más importantes de crecimiento y desarrollo de la visión de nuestro ministerio se han dado en el contexto de momentos de compañerismo. Por eso los fomentamos y estamos dispuestos a invertir todo tipo de recursos con tal de que los equipos de trabajo pasen tiempo juntos.
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    Cuando las personas interactúan en eventos intencionalmente planeados para ese fin, se fomenta la mutua edificación, la cohesión del equipo y el fortalecimiento de una cultura eclesiástica característica.
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  5. Recluta líderes en el contexto de las relaciones
    Algunos reclutan gente para los diversos ministerios de la iglesia por votación popular. Por supuesto, esta práctica tiene su lugar, pero hemos encontrado que los equipos se conforman mucho mejor cuando se recluta por invitación personal en el contexto de relaciones.
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    Al estar relacionadas las personas se van conociendo unas a otras y con base en esa información, se puede saber con mayor certeza quien sería mejor para tal o cual cargo o para suplir la necesidad. Además, al ser invitada la persona a colaborar con el equipo, se inicia sobre la base de una relación ya existente y esto agiliza y acelera el avance del ministerio.
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  6. Invierte recursos materiales y tiempo en las personas
    Generalmente, el presupuesto de la iglesia local es bastante generoso para la inversión en edificios, insumos y muebles. Pero cuando se trata de invertir en gente, se considera un gasto o un derroche de recursos. Un modelo relacional de ministerio requerirá cambiar esta perspectiva de las cosas.
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    Los edificios, insumos y muebles no son la finalidad del ministerio, sino son los medios para realizar el ministerio. El blanco que persigue el ministerio es la gente. Así que si invertimos sabiamente recursos y tiempo en alcanzar, educar, capacitar, y consolidar gente, estaremos trabajando justamente en aquello para lo que fuimos llamados. Un modelo relacional del ministerio debe reflejarse también en la distribución y aplicación de los recursos y el tiempo.
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  7. Interésate por la persona, no sólo por el líder
    Algunos líderes cometemos el error de relacionarnos con las personas de nuestro equipo sólo por asuntos relacionados con el ministerio. Para tener un ministerio relacional debemos interesarnos sinceramente por las personas en el equipo; es decir, debemos conocerlos en su situación de vida diaria, familiar, laboral, etc. No te conformes con saludar cada semana a las personas y ponerte de acuerdo con ellas sobre los detalles del ministerio. Convivan, rían, lloren, jueguen, discutan, conózcanse. Esto es clave para el buen desarrollo de un ministerio.
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  8. Atiende los conflictos oportunamente
    Tarde o temprano tendrán conflictos dentro de la iglesia. Siempre que haya personas juntas habrá algún conflicto. Entonces, una meta realista no es erradicar los conflictos, sino aprender a manejarlos bíblicamente. La buena noticia es que la Escritura está llena de instrucciones prácticas para resolver santamente los conflictos. [1]Recomiendo ampliamente el libro de Ken Sande llamado El Pacificador. Por eso, no tenemos excusa para vivir en pleitos y guerras dentro de la iglesia.
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    Los conflictos hay que atenderlos pronta y bíblicamente. No pienses que el tiempo logrará que los conflictos se resuelvan por sí mismos. Tampoco pienses que aplicando la filosofía humana se resolverán las desavenencias. Para tener un ministerio relacional hay que enseñar, modelar y practicar oportunamente los principios bíblicos de la pacificación.
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  9. Enseña y fomenta el cuidado mutuo entre los creyentes
    El creyente necesita estar conectado con el Cuerpo para crecer. En el contexto del Cuerpo de Cristo encuentra enseñanza, ánimo, corrección y exhortación. Debemos, por tanto, no sólo tolerar el hecho de ser cuidados por nuestros hermanos de la iglesia, sino más bien, buscar con toda intención estar bajo el cuidado los unos de los otros.
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    Una iglesia cuyos miembros practican el ánimo y cuidado mutuo, es una iglesia que se va convirtiendo en una comunidad de fe irresistible y atractiva, incluso para los no creyentes. Se va creando un ambiente en el que los creyentes, como una familia, se interesan unos por otros y se cuidan unos a otros. Este es un testimonio de amor que el mundo no puede refutar.
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  10. Recuerda que las reglas y los resultados se han establecido para proveer mayor edificación a las personas
    Evalúa constantemente tu actitud hacia las reglas y los resultados del ministerio para cuidar que todo se está haciendo para la buena edificación de las personas. Las reglas se establecen para que las personas crezcan armoniosamente en su relación con Cristo. Los logros en el ministerio tienen el propósito de alcanzar y edificar a las personas. Por eso, la pregunta constante en nuestras reuniones de evaluación ministerial debe ser cómo podemos ser más efectivos en impulsar a la gente en su relación con Dios. No hay que perder de vista que lo importante no es tener una organización impecable o una iglesia que da resultados cuantificables, sino que las personas sean transformadas por el evangelio para la gloria de Dios.
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  11. Provee estructuras ministeriales que favorezcan las relaciones cercanas.
    Cuando se trate de decidir qué estrategia seguir para atender alguna necesidad ministerial, inclínate por la que fomente la interacción cercana entre las personas. En nuestro caso, preferimos los grupos pequeños a las clases tradicionales, tipo conferencia por esa misma razón. Preferimos el evangelismo relacional al evangelismo masivo de campaña. La razón es simple. Las relaciones son poderosas herramientas para alcanzar, integrar, educar y transformar a las personas.
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    Si somos sinceros, podemos recordar más rápidamente tres personas que han sido de impacto en nuestras vidas que los detalles de tres sermones que hayan cambiado nuestro andar con Cristo. Dios usa poderosamente las relaciones para moldearnos a la imagen de su Hijo, por eso mismo diseñó su iglesia para funcionar como una red compleja de relaciones que conecta a los individuos con un Cuerpo de creyentes. Nuestras estructuras ministeriales deben reflejar el carácter relacional de la iglesia del Señor.

Conclusión

Una iglesia con un modelo ministerial claro y por escrito, estará mejor posicionada para avanzar con solidez. Aunque el modelo esté compuesto de varios elementos, enfatizar sabia e intencionalmente el aspecto relacional puede causar grandes cambios interna y externamente en el ministerio de una iglesia local.

La iglesia debe ser ese Cuerpo que trabaja coordinadamente y en armonía. Debe ser esa familia acogedora donde el creyente es animado en su relación con Cristo y el no creyente es desafiado a considerar el amor de Dios que es evidente entre los integrantes de la comunidad de fe. Sigamos resaltando el aspecto relacional de la iglesia para avanzar el Reino de Dios hasta lo último de la tierra.

References

References
1 Recomiendo ampliamente el libro de Ken Sande llamado El Pacificador.