GP Biografía 3: Juan Crisóstomo (c. 347-407)

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GP Biografía 3: Juan Crisóstomo (c. 347-407)

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Personalidades del Pasado
por Carl A. Voz


Crisóstomo era un pastor dotado y fiel. Molestó a su congregación cuando se dieron cuenta que él tomaba el evangelio con toda seriedad, condenando las injusticias o inmoralidades de su época. Denunció al teatro por su exhibicionismo sexual. Denunció a los ricos por su vida de excesiva opulencia. Amenazó con el infierno a aquellos que entretenían a sus amigos con bailarinas orientales. Nunca los ciudadanos de Constantinopla habían oído sermones tan apasionados, brillantes, francos y centrados en el evangelio como los de Crisóstomo.

RESUMEN BIOGRÁFICO

  • Nació en Antioquia, c. 349; fue contemporáneo de San Agustín.
  • Obispo de Constatinopla de 389 a 403.
  • Aprendió oratoria de Libanio, famoso orador griego.
  • Existen 800 de sus sermones, todos modelos de elocuencia y profundo pensamiento bíblico.
  • Normalmente predicaba sermones de dos horas.
  • Por condenar la vida fastuosa de la emperadora Eudoxia fue exilado a una aldea en Armenia, c.404.
  • Murió en camino a su segundo exilio, c. 407.
  • Por su elocuencia se le dio nombre póstumo de «Crisóstomo» o «boca de oro».

¿POR QUÉ LA GENTE AFLUÍA  A OÍR LA PREDICACIÓN DE JUAN?

¿Qué producía escuchar un sermón de él? ¿Qué había tocante a su método, su estilo y el contenido de sus mensajes que asentaron su fama como uno de los más grandes predicadores de la iglesia?

Juan predicaba todos los domingos, además de dirigir varios cultos durante la semana, lo cual explica los 800 sermones que están a nuestra disposición en la actualidad.

Crisóstomo vivió por dos años como hermitaño en una cueva —quizas parecida a estas de la foto—. (Fotografía tomada en Goreme, Turquía | Cortesía de John McRay).

Crisóstomo vivió por dos años como hermitaño en una cueva —de repente parecida a la de la foto—. (Fotografía tomada en Goreme, Turquía | Cortesía de John McRay).

Empezaba sus sermones con una oración, costumbre de muchos predicadores hasta el día de hoy: «Dios Todopoderoso, ante quien se abren todos los corazones, se conocen todos los deseos, y de quien no so ocultan los secretos; limpia los pensamientos de nuestro corazón por la inspiración de tu Santo Espíritu, para que podamos amarte perfectamente y podamos magnificar tu santo nombre dignamente por medio de Cristo, nuestro Señor».

Aunque algunos de los sermones de Crisóstomo duraron más de dos horas, otros (como cada una de sus 88 homilías sobre el Evangelio de San Juan) fueron pronunciados en menos de treinta minutos.

El historiador Hans von Campenhausen escribió que sus sermones «son quizás los únicos de toda la antigüedad griega que… valen la pena leerse hoy como sermones cristianos. Reflejan algo de la vida auténtica del Nuevo Testamento, simplemente porque son tan morales, tan sencillos y tan lúcidos».

En uno de estos sermones tenemos un vistazo de la vida eclesiástica en la época de Juan. Antes de dar lectura al evangelio, exhortaba a su gente: «Cada uno de vosotros tome esa parte del evangelio que se va leer en vuestra presencia el primer día de la semana. Sentaos en casa y leed el pasaje entero; considerad su contenido a menudo y cuidadosamente, y examinad bien todas sus partes, observando lo que es claro y lo que es confuso. Con tal celo sacaréis gran beneficio para vosotros y para mi».

Esto da a entender que sus oyentes sabían leer y escribir, además de poseer ejemplares de los evangelios.

UNA EXPOSICIÓN SOBRIA

Aunque Crisóstomo se expresaba dramáticamente, su exposición de la Biblia era sobria y moderada. Fue el representante principal de la «exégesis antioqueña», método que recalcaba el sentido literal del texto bíblico. Esta escuela se oponía a las interpretaciones alegóricas de la Biblia, que eran típicas de la iglesia de Alejandría. Los alegoristas, como el gran Orígenes, fueron más allá del texto original para descubrir sentidos espirituales detrás de los números, los colores, los personajes y lo sucesos de las Escrituras: a veces hasta el punto de ser algo imaginativos.

Crisóstomo luchó contra toda interpretación de la Escritura que no tomara en serio el sentido literal del texto. Una vez, al atacar al gnosticismo, herejía que minimizaba la importancia de la creación material, escribió: «En ninguna parte de las Escrituras hallamos mención alguna de una tierra meramente metafórica».

Su sermón sobre la curación del paralítico es un buen ejemplo de la exposición bíblica de Juan.

Le encantaba predicar

«La predicación me mejora», dijo Crisóstomo una vez a su congregación. «Cuando empiezo a hablar desaparece el cansancio; cuando empiezo a enseñar, desaparece también la fatiga. Por eso, ni la enfermedad misma ni en realidad ningún otro obstáculo puede separarme de vuestro amor… Pues tal como vosotros estáis deseosos de escucharme a mí, así yo también estoy deseoso de predicaros a vosotros».
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UN ESTILO ESTIMULANTE

Juan pronunció sus sermones con todos los conocimientos oratorios aprendidos del célebre profesor pagano Libanio. Algún tiempo antes de ser ordenado, Juan escribió un libro, El sacerdocio, donde dedicó dos capítulos al arte de la predicación. En ellos, les recuerda a los aspirantes a predicar, «el trabajo agotador que se emplea en los sermones que se dan públicamente a la congregación».

Puede que los oyentes les den poco mérito, «tomando el papel de espectadores que asumen el derecho de juzgar a otros». La gente, escribió, viene a menudo no para ser instruidos, sino para entretenerse. «La mayoría de la gente, por lo general, escuchan a un predicador para divertirse, no para sacar provecho, como si fuera una representación teatral o un concierto».

En realidad, a pesar del evidente amor que Juan sentía por la gente, eran pocas sus esperanzas: «Sucede generalmente que la mayor parte de la iglesia está constituida por gente ignorante… Apenas uno o dos de los asistentes han adquirido un verdadero discernimiento».

Por ende, el predicador tiene que deshacerse del deseo de la alabanza y, sin embargo, debe procurar conseguir una elocuencia que atraiga la atención a la gente. La elocuencia no se adquiere al nacer, sino que el predicador debe «cultivar su fuerza mediante una constante aplicación y ejercicio». Crisóstomo parece haberla dominado. Aunque algunos de sus sermones duraban dos horas, la gente aún pedía más.

SEVERIDAD PROFÉTICA

San Juan Crisóstomo increpa a la emperatriz Eudoxia por sus vicios, Jean Paul Laurens, 1893 — Museo de los Agustinos, Toulouse

Crisóstomo predicaba a menudo contra la mundanalidad y el abandono de los pobres: predicación que hoy llamamos profética. Por ejemplo, en los 90 sermones sobre el Evangelio de San Mateo, Crisóstomo se refirió 40 veces a las limosnas, 13 veces a la pobreza, más de 30 a la avaricia, y casi 20 a la riqueza mal adquirida y malgastada.

En el sermón se dirige a los ricos: «Decís que vosotros mismos no habéis pecado. Pero ¿estáis seguros de que no estáis sacando provecho de los crímenes y robos anteriores de otros»?

Posteriormente dijo: «Cuando tu cuerpo sea enterrado, el recuerdo de tu ambición no será enterrado contigo; pues cada transeúnte dirá al contemplar tu gran mansión: “¡Cuántas lágrimas entraron en la construcción de esa casa! ¿Cuántos huérfanos quedaron desnudos por ello? ¿Cuántas viudas fueron agraviadas? ¿Cuántos obreros fueron defraudados con sus salarios?” Tus acusadores te perseguirán aun después de que estés muerto».

En otra oportunidad advirtió: «Voy a decir algo terrible, pero tengo que decirlo. Trata a Dios como tratarías tus esclavos. Si lo liberas en tu testamento, entonces libra a Cristo del hambre, de la indigencia, de la cárcel, de la desnudez».

Leer la Biblia es una gran manera de protegerse en contra del pecado. La ignorancia de la Biblia crea un gran abismo en el alma. El que no conoce la Ley de Dios en un traidor a la salvación. —Crisóstomo
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TERNURA PASTORAL

Como Juan hacía hincapié en la responsabilidad de los cristianos, algunos lo tildaron de moralizador, incluso de pelagiano (creer que las obras buenas conducen a la salvación).

De hecho, Crisóstomo predicó 32 sermones sobre Romanos que posteriormente fueron usados por Agustín [el más grande de los padres de la Iglesia] para demostrar que Crisóstomo no podía ser acusado de ello: «¿Qué es lo que os ha salvado?», predicaba Juan. «Vuestra esperanza sólo en Dios, y el que tengáis fe en Él en cuanto a lo que Él prometió y dio. Fuera de esto no hay nada que habéis contribuido».

Además, aunque fue duro con su gente, siempre predicó con esperanza. «¿Habéis pecado?», agregó a un sermón sobre el arrepentimiento. «Entrad a la iglesia y limpiad vuestro pecado. Cada vez que os caéis en el mercado, os volvéis a levantar. Así también, cada vez que pecáis, arrepentíos de vuestro pecado. No os desesperéis. Aun cuando pequéis por segunda vez, arrepentíos por segunda vez. No perdáis del todo, por indiferencia, la esperanza de las cosas buenas ya preparadas».

«Aun cuando os halléis en la extrema ancianidad y hayais pecado, entrad, arrepentíos. Pues aquí hay un consultorio médico, no un tribunal. [La iglesia] no es un lugar donde se exige el castigo del pecado, sino donde se concede el perdón. Decidle vuestro pecado solo a Dios: “Contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos”. Y vuestro pecado os será perdonado».

Algunas veces después de reprender a sus oyentes, les mostraba su intención pastoral:

«La censura que os hago en este día es dura, mas os ruego que me lo perdonéis. Es solo que mi alma está herida. No hablo de esta manera por enemistad, sino por cuidado de vosotros. Por lo tanto daré ahora un tono más suave… Sé que vuestras intenciones son buenas y que os dais cuenta de vuestros errores. Comprender la gravedad del pecado de uno es el primer paso camino a la virtud. Tenéis que dar seguridad de que no volveréis a caer en los mismos pecados».

ORADOR INCANZABLE

Crisóstomo ha tenido sus críticos, antiguos y modernos. Sócrates, un historiador del siglo quinto de la era cristiana, lo culpó de tener «demasiada flexibilidad en el uso de las palabras», y el historiador moderno W.H.C. Frend dice: «Fue falto de tino con sus colegas».

Su valor y sinceridad le valieron la fama de gran predicador y fiel cristiano. Pero en su época, su única recompensa fue el exilio y la muerte. En su último sermón, parece haber visto lo que venía, y lo enfrentó con valor y estilo característicos:

«Las aguas rugen y los vientos soplan, pero no tengo temor, pues estoy firme sobre una roca. ¿Qué he de temer? ¿A la muerte? Para mí la vida es Cristo, y la muerte es ganancia. ¿Al exilio? La tierra y todo lo que en ella hay pertenecen al Señor. ¿A la pérdida de bienes? Nada traje a este mundo, y nada llevaré al salir de él. Siento solo desdén por el mundo y sus caminos, y desprecio sus honores».

A pesar de su desprecio de los honores, estos pasajes nos obligan a honrarlo más de 1.600 años después: como uno sin par entre los predicadores de antaño.

 

CRISÓSTOMO

Su apariencia
Crisóstomo decía parecerse a una araña: delgado, de corta estatura, piernas largas, y una resplandeciente calvicie. Sus amigos, sin embargo, lo comparaban al profeta Eliseo. Cierto es que vestía de túnica, barba corta, y tenía ojos grandes y pálidos.

Su afiliación
Su lealtad no estaba con la iglesia de Roma, sino con la que ahora es conocida por la bizantina (Iglesia Ortodoxa Oriental), establecida por Constantino.

Su fama
El filósofo y orador pagano, Libanio, fue preguntado a quién quería dejar como sucesor: «Hubiera escogido a Juan Crisóstomo —dijo—, pero se lo llevaron los cristianos».

Su devoción a la Biblia
En su devoción a la Biblia era evangélico. Combatía cualquier interpretación de un pasaje que no tuviera fuerte base en el sentido literal de las palabras escritas; por ejemplo, no aceptaba interpretaciones alegóricas.

Su lucha contra herejías
«El deseo de controlas la gente —decía— es la madre de la herejías». Cuando luchó contras las enseñanzas heréticas de Arrio, se molestó tanto por el error como por la vanidad y egoísmo que exhibían sus seguidores.

Su idealismo práctico
Para Crisóstomo, la iglesia era el cielo en la tierra. Se deleitaba en hacer de lo divino algo que actuara en la vida diaria de sus miembros. El evangelio, por lo tanto, se exhibía gloriosamente cuando un hermano prestaba auxilio sacrificado a un pobre.

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