Estrategias para la misión

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Estrategias para la misión

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por Salvador Dellutri

Estrategias para la misión. Para llevar a cabo la misión con eficacia, tenemos que aprender a depender del Señor y fijar estrategias que realmente cubran las demandas del proyecto.

Por eso, el segundo paso es planificar una estrategia para alcanzar a esos grupos. El apóstol Pablo explicaba su estrategia: “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo) para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a alguno” (1 Co. 9.19-22).

El apóstol se mimetizaba con los grupos a los que quería alcanzar. Se identificaba con su forma de actuar y de pensar para poder penetrar con el mensaje. Como lo expresa con claridad esto no significaba compartir su pecado, ni identificarse con sus malas prácticas, sino integrarse a las formas exteriores y al lenguaje particular del grupo para poder comunicar el mensaje con eficacia.

Es verdad que no todos pueden hacer este ejercicio con todos los grupos, pero en cada iglesia habrá personas capaces de hacer una tarea en cada grupo.

Un pastor, preocupado por el número de jóvenes drogadictos de su ciudad, decidió hacer un trabajo especial con ellos. Le bastó poco tiempo para darse cuenta de que no le era posible hacerlo personalmente por muchos motivos: diferencias de edad, descono­cimiento de la jerga y otros factores, impedían establecer un mínimo contacto.

Entre los miembros de su congregación había un joven que antes de conocer al Señor había frecuentado el mundo de la droga, por lo que recurrió a ese joven, lo adiestró convenientemente en la parte espiritual, lo sostuvo en oración y lo apoyó espiritual y prácticamente para que pudiera hacer el trabajo.

Se asesoró con especialistas acerca de las formas que se utilizan para la recuperación. Recurrió a otras iglesias que habían encarado ese mismo trabajo y finalmente pudieron establecer un ministerio efectivo entre los dependientes de la droga.

De la misma forma puede encararse el trabajo entre alcohólicos, prostitutas, mendi­gos, niños de la calle y otros grupos, siempre teniendo en cuenta que cada grupo marginal tiene costumbres, lenguaje y necesidades particulares que hay que conocer para poder encarar un trabajo efectivo. Recordemos siempre que son los cristianos quienes tienen que acercarse e identificarse, que el esfuerzo tiene que hacerlo quien evangeliza y no debemos demandar esfuerzos de adaptación o identificación a quienes queremos alcanzar.

Muchas veces las clases más altas parecen imposibles de ser alcanzadas con el evangelio. Su hermético sentido de grupo suele atemorizar a quienes quieren hacer la tarea.

Una iglesia intentó hacer un trabajo entre empresarios y profesionales. Para ello hizo una convocatoria a todos los hermanos que por su trabajo estaban más cerca de ellos. Llegaron a la conclusión de que difícilmente acudirían a los cultos habituales de la iglesia ya que utilizaban los domingos para alejarse de la ciudad y durante la semana estaban tan ocupados en sus trabajos que tampoco podrían disponer tiempo por las noches.

Finalmente coincidieron en que el único momento en que podían convocarlos era temprano por la mañana, por lo que organizaron lo que denominaron “desayunos de empresarios y profesionales”. Fijaron un horario accesible y garantizaron la hora de la finalización, a los efectos de que todos pudieran planificar el resto del día. Tuvieron un impacto muy importante. La iglesia fue conocida por muchas de las autoridades de la ciudad y los “desayunos” se transformaron para muchos en un espacio de paz y reflexión que hasta ese momento no tenían.

Los sermones que el pastor exponía eran breves, concisos y apuntaban a la necesidad de los oyentes. En cada mesa había cristianos que durante el desayuno conversaban y compartían su fe con los invitados. No insistían con invitaciones a los cultos normales de la iglesia, pero muchos de ellos comenzaron a concurrir. Dios fue haciendo el resto.

El Señor dijo a los suyos: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Jn. 4.35). Estamos acostumbrados a mirar en sentido horizontal. Sólo vemos lo que está a nuestra altura. Cuando miramos en sentido vertical nos damos cuenta de que la necesidad es mucho mayor y el campo mucho más vasto que lo que imaginamos.

Necesitamos “alzar nuestros ojos” para mirar la totalidad del campo de labor. Muy cerca nuestro hay mucha gente que necesita a Jesucristo y nuestra responsabilidad es alcanzarlos. Para ello necesitamos tomar conciencia del alcance del mandato y esfor­zarnos para fijar estrategias que rindan fruto. El Espíritu Santo nos guiará y ayudará para que podamos hacer las cosas como conviene, para la gloria de Dios.