Disfrutar la vida desde la perspectiva de la espiritualidad cristiana

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Disfrutar la vida desde la perspectiva de la espiritualidad cristiana

por Fannely Leonardo Oribe González, Chile

Ganador del Concurso Literario LOGOI
Agosto 2008

A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos.”
(1 Ti 6.17).

El significado de la palabra “disfrutar”, que se define en el diccionario de la Real Academia Española como “percibir o gozar los productos y utilidades de algo”, nos da un sentido de utilidad o de goce de las cosas, es decir, de beneficiarse o aprovechar las bondades de “algo”. Pero cuando tenemos que relacionar la palabra “disfrutar” con el concepto de la vida y, en especial, con la vida cristiana surgen preguntas que nos inquietan. ¿Cómo disfrutar o aprovecharnos de algo llamado “vida cristiana”? ¿Cómo es posible para los cristianos entender la manera correcta de disfrutar o gozar de los beneficios que nos da el ser hijos de Dios? Más aún, ¿Qué entendemos por vida cristiana? O ¿Espiritualidad Cristiana?

La respuesta la podemos encontrar en la Palabra de Dios, ya que ella nos enseña principios y valores fundamentales que nos orientan o guían en la reflexión y acción cristiana. Ella nos ayuda a discernir la voluntad de Dios revelada en medio de nuestra situación personal y social.

Disfrutar de la vida cristiana desde la perspectiva de la espiritualidad fundada en las Escrituras, es reconocer que la vida cristiana es una respuesta obediente a la dirección pastoral del Espíritu Santo, que afecta todas las dimensiones de la creación de Dios y, por ende, nuestra realidad personal en su totalidad. San Pablo exhorta: “Vivan según el Espíritu”,[1]Gálatas 5. 16; Romanos 8. 1-4 tendríamos que parafrasear y decir: “Disfruten según el Espíritu”.

Disfrutar la vida cristiana es uno de los objetivos del Espíritu Santo, toda vez que entendemos que Él nos ha sido enviado por el Padre y el Hijo, con el propósito de guiarnos a  experimentar en nuestro ser todas las riquezas y dones que Dios el Padre nos ha dado en Cristo.[2]Efesios 1.3- 14

Creo que mucho de lo que se considera “espiritualidad cristiana”, es una serie de prácticas ancladas en las tradiciones que a lo largo de la historia eclesiástica han permeado nuestra teología de la espiritualidad. Esta espiritualidad es esquizofrénica, ya que interpreta la realidad dividida en dos, en sagrado y secular, como si la vida cristiana sólo fuera la salida de este mundo sin regresar para trasfigurarlo por la vida de Cristo y las señales del Reino de Dios en nosotros.

La vida ascética que nos enseñaron los cristianos de los primeros siglos tenía como valor el descubrirse como seres en trascendencia, y por ello la búsqueda de la vida apartada de todo lo mundano y relativo; sin embargo, no nos enseñaron que la verdadera vida cristiana es vivir en trascendencia en el mundo de Dios, no negándose a disfrutar la vida o la felicidad, sino disfrutándola y encontrándola en Dios en el mundo. Por ello, que los dos mandamientos más importantes nos expresan este revelador misterio de la vida: “Amarás a Dios…, y a tu Prójimo”.[3]Lucas 10.27 Disfrutar de la vida, por lo tanto, es amar a Dios, quien es el centro y propósito de nuestro ser, y a nuestro prójimo, que es el escenario interpersonal donde ese amor se vivencia entre los conflictos propios de las relaciones humanas.

El Catecismo Menor de Westminster[4]Catecismo Menor de Westminster. Estandarte de la Verdad. Valencia 54-Barcelona. 1988, pág.83 nos pregunta sobre cuál es el fin principal del hombre, y su respuesta es “glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre”. Pero ¿Qué de la vida? ¿Acaso cumplir con este propósito es cercenar la alegría de la vida, negarse a disfrutar de las bendiciones terrenales llevando la cruz pesada del negativismo? En el propósito de Dios para nosotros ¿no contempla un poco de felicidad para los hombres y mujeres redimidos?

Para disfrutar la vida cristiana, los creyentes, a través de las Escrituras, estamos llamados a comprender en profundidad las implicaciones personales de la Obra y la Persona de Cristo, en el contexto del seguimiento o discipulado cristiano. Asimismo, debemos saber que en Cristo somos pecadores, pero redimidos por la gracia de Dios.[5]2 Cor. 5.17, 21

Además, debemos entender que en Cristo, los hijos de Dios vivimos en una tensión creativa: hemos sido llamados a salir del mundo al mismo tiempo que hemos sido enviados al mundo;[6]Juan 17.18; Filipense 2.15 desafiados a actuar como el terreno experimental de Dios en el mundo, un fragmento del Reinado de Dios, mostrando “las primicias del Espíritu” como “las arras” de lo venidero.[7]Rom. 8.23; 2 Co. 1.22; Efesios 1.13

Así que, la misión del creyente en el mundo de Dios es disfrutar de la vida, pero la vida redimida por Cristo, en obediencia a la voluntad de Dios y su llamada. De esta forma la sexualidad y la afectividad, la comida, los viajes, la vida en familia, los amigos, incluso el trabajo se transforman en escenarios donde podemos disfrutar la vida redimida por Cristo.

Desde esta perspectiva de la espiritualidad, la Iglesia y cada creyente en particular son un testimonio alegre de las Buenas Noticias, que el Evangelio es poder de Dios para salvación y liberación del pecado y sus estragos. En consecuencia, con nuestras vidas estamos llamados a orientar a otros que están angustiados por los dioses posmodernos de la economía, la tecnología y el hedonismo secular. Hombres y mujeres que están desesperados, abatidos por la esclavitud de las deudas, el estatus, y las ideologías esclavizantes.

Como dice John Maxwell, “la forma como vemos la vida determina nuestras actitudes”.[8]Maxwell, John. Actitud de Vencedor. Ed. Grupo Nelson. EE.UU. 1993. pág. 28 Disfrutar de la vida redimida por Cristo, es un asunto de actitud. En la epístola a Filipenses, Pablo nos guía en cómo vivir la vida desde una perspectiva de la espiritualidad cristiana. Podemos llegar a ser ejemplos de cómo disfrutar la vida, al lograr identificarnos con Cristo, al grado que su actitud de humildad y sacrificio nos gobierne en todas las áreas de la vida.[9]Filipenses 2.5-8

Finalmente, espiritualidad cristiana y el disfrute de la vida no son dimensiones antagónicas, como si tuviéramos que escoger entre una de las dos. ¿Cómo se disfruta la vida cristiana? Charles Colson en su libro: “La Vida Buena”,[10]Colson, Charles. “La Vida Buena”. En Cap. 8. “Una Vida Trascendente”. Tyndale Español. EE.UU. 2006. Pág. 95 nos da la respuesta: “¿Se trata de comer, de beber y divertirse, de vivir como si no hubiera un mañana? ¿Acaso consiste en el ocio, en el placer y en la satisfacción de cada deseo sensorial? No, la verdadera felicidad no se logra mediante bienes materiales ni por saciar nuestros apetitos. Se encuentra desarrollando nuestro carácter para reflejar el propósito para el que fuimos creados”.

Soli Deo Gloria

References

References
1 Gálatas 5. 16; Romanos 8. 1-4
2 Efesios 1.3- 14
3 Lucas 10.27
4 Catecismo Menor de Westminster. Estandarte de la Verdad. Valencia 54-Barcelona. 1988, pág.83
5 2 Cor. 5.17, 21
6 Juan 17.18; Filipense 2.15
7 Rom. 8.23; 2 Co. 1.22; Efesios 1.13
8 Maxwell, John. Actitud de Vencedor. Ed. Grupo Nelson. EE.UU. 1993. pág. 28
9 Filipenses 2.5-8
10 Colson, Charles. “La Vida Buena”. En Cap. 8. “Una Vida Trascendente”. Tyndale Español. EE.UU. 2006. Pág. 95