Devocionario para el Día de los Padres

Publicado por Zondervan

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Devocionario para el Día de los Padres

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Segmento del libro Manantiales en el Desierto
Segundo tomo, por la Sra. Cowman

19 de Junio

El hijo honra al padre… si pues soy padre, ¿qué es de mi honra?
Malaquías 1:6.

NO ES SORPRENDENTE que en la Biblia haya muchas más referencias a “padre” y al Padre que las que hay a la madre, si uno toma en cuenta cuán importante es para el individuo la comprensión de Dios el Padre. Es imposible que uno llegue a comprender plenamente la “imagen paternal de Dios” si no conoce un padre terrenal.

Puede ser que algunos discrepen en cuanto a cuál tiene más influencia en la vida de un hijo, la madre o el padre. La madre guía al hijo en las metas del diario vivir, mientras que el padre, generalmente hablando, establece las metas de más largo alcancé: los ideales por los que debe luchar para tener éxito en la vida.

Es extremadamente difícil que una persona establezca un parentesco correcto con su Padre Celestial sin haber establecido relaciones buenas y cariñosas con su padre terrenal. ¿Cómo podría uno experimentar la paternidad de Dios si no ha conocido el amor paternal, su preocupación, su apoyo, su protección, su comprensión, su actuación como confidente, su disciplina, su sabiduría y aun su mano firme, aunque cariñosa?

Un hijo estima que lo que es importante para su padre para él es supremo. Como hijo de Dios uno desea agradarte porque sabe que Él se agrada de tal comportamiento. Lo que es importante para Dios es significativo para su hijo.

“El padre sabe mejor las cosas”, dice la antigua máxima, pero a veces los hijos deben sufrir a causa de sus propias decisiones para apreciar mejor la sabiduría del padre. El Padre Celestial permite que sus hijos realicen sus propios antojos para que aprecien mejor la voluntad de Dios.

Los padres piensan que sólo son necesarios para dispensar favores especiales a su hijo o hija. El Padre Celestial se distingue por otorgar favores especiales a sus hijos.

Un hijo goza de momentos de diversión y alegría con su padre. ¡Cuánto gozan los hijos de Dios de los dulces momentos de comunión que pueden tener con el Padre Celestial!

Un padre trabaja día tras día para sustentar a su familia. Uno de los atributos de Dios es el de ser el que satisface nuestras necesidades.

Un padre se da tiempo para oír y comprender las dificultades de su hijo. Dios el Padre lo sabe todo acerca de nuestras tribulaciones, Él oye, comprende y promete aligerar nuestras cargas.

Por lo tanto, es una responsabilidad, un desafío de importancia mayor que un padre sea “realmente un padre” para sus hijos. El padreque conoce a “Dios, el Padre” será un padre más completo, un padre con la honra más elevada. No puede arriesgarse a ser menos que eso. —Marie Taylor.
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20 de Junio

Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa,
y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.

Deuteronomio 6:7.

Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días
de tu vida; y enseñarlas has a tus hijos y a los hijos de tus hijos.

Deuteronomio 4:9.

EN LA “BITÁCORA del Barco de la Gracia” el piloto Bob repite la versión de la parábola del hijo pródigo del Dr. Joplin que es un tema muy a propósito para el día del padre. Exige la admonición tocante a la ley de Dios que fue dada a los padres en los pasajes de Deuteronomio citados arriba.

Un hombre tenía dos hijos y el menor le dijo a su padre:

—Padre, dame la porción de tu tiempo y de tu atención, de tu compañía y de tus consejos y dirección que me corresponde.

Y dividió con él su vida: pagó las cuentas de su hijo, lo envió a un colegio muy selecto, le pagó clases de baile y trató de convencerse de que estaba cumpliendo sus deberes para con su hijo.

Y no muchos días después el padre juntó todos sus intereses, aspiraciones y ambiciones y emprendió viaje a una tierra lejana de acciones, bonos, inversiones y otras cosas que no interesan a un niño, y allí desperdició la preciosa oportunidad de ser un compañero para su hijo. Y cuando hubo malgastado lo mejor de su vida, y hubo ganado dinero sin encontrar satisfacción, hubo una grande hambre en su corazón y comenzó a anhelar compasión y verdadero compañerismo.

Y fue y se allegó a uno de los clubs de aquel país, y lo eligieron presidente del comité y presidente del club y lo enviaron a la legislatura. De buena gana hubiera deseado hartarse con los desperdicios de lo que los otros hombres participaban, pero nadie lo convidaba a una amistad real.

Pero cuando volvió en sí, se dijo: “¡Cuántos hombres que yo conozco tienen hijos con los que se comprenden mutuamente, que conversan con sus hijos, se asocian con sus hijos y parecen perfectamente felices en compañía de sus hijos, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré, e iré a mi hijo y le diré: Hijo, he pecado contra el cielo y contra ti, y no soy digno de ser llamado tu padre. Hazme como a uno de tus conocidos.” Y se levantó y fue a su hijo.

Pero, hallándose aún lejos, viole su hijo y se asombró, y en vez de correr a abrazarle, retrocedió y se incomodó. Y el padre le dijo:

—Hijo, he pecado contra el cielo y contra ti. No fui el padre que debí haber sido, y no soy digno de ser llamado tu padre. Perdóname y hazme tu compañero.

Y el hijo le dijo:

—No, de ninguna manera; es demasiado tarde. Hubo un tiempo cuando necesité tu compañía, tu ayuda y tu consejo, pero estabas muy ocupado. La información y el compañerismo que necesitaba lo busqué en otras fuentes y me equivoqué, y he aquí me encuentro perdido en cuerpo y alma. Es demasiado tarde, ¡demasiado tarde!, ¡demasiado tarde!

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