Descubriendo la desconocida “zona gris”

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Descubriendo la desconocida “zona gris”

por Wilbur Madera

Como Iglesias Cristianas confesamos que la Biblia es la única regla de fe y práctica. El concepto teológico de Sola Scriptura indica que sólo la Escritura es nuestra autoridad incuestionable. La Biblia debe regir todos los aspectos, perspectivas y prácticas de nuestra vida.

La Biblia nos muestra las cosas que desagradan a Dios y las acciones que le glorifican. Por ejemplo, nos queda claro que la mentira ofende al Altísimo y el amor al prójimo es algo que le trae gloria. Por esto mismo, tenemos la idea que lo único que existe son cosas que son pecado (le llamaremos zona negra) y cosas que le glorifican (le llamaremos zona blanca).

Hasta aquí todo estaría muy bien si no fuera porque la misma Escritura menciona en algunos pasajes, que hay cosas que si decido no hacerlas estoy haciendo lo correcto y si decido hacerlas, también estoy haciendo lo correcto. Es decir, como que hay ciertas cosas que la Biblia deja a la conciencia o sabiduría santificada de cada creyente (le llamaremos la zona gris). En esta zona gris, el creyente, considerando todos los factores, puede tomar la mejor decisión que considere al respecto. En la zona gris, por tanto, habrá varias respuestas válidas al asunto en cuestión. Esa es la naturaleza de la zona gris, varias respuestas válidas y respetables.

La existencia de la zona gris
A continuación comentaremos algunos de los pasajes que nos presentan a la desconocida zona gris:

En la Iglesia de Corinto había ciertos problemas que se estaban dando porque la gente no sabía qué hacer respecto a comer carne que había sido ofrecida a los dioses falsos de la región. Algunos cristianos comían sin culpa, mientras otros se negaban a hacerlo y juzgaban a los que sí lo hacían. Por otra parte, los que comían lo hacían sin consideración alguna del hecho de que afectaban la tranquilidad espiritual de sus hermanos. Por lo mismo, el apóstol aborda esta problemática en los capítulos 8 y 10 de 1 Corintios.

1 Corintios 8:8-9 dice:

Pero lo que comemos no nos acerca a Dios; no somos mejores por comer ni peores por no comer. Sin embargo, tengan cuidado de que su libertad no se convierta en motivo de tropiezo para los débiles.

Pablo dice que tenemos posibilidad de comer o no comer, pero que al mismo tiempo debemos tener cuidado de no ser piedra de tropiezo.

1 Corintios 10:23-29 dice:

«Todo está permitido», pero no todo es provechoso. «Todo está permitido», pero no todo es constructivo. Que nadie busque sus propios intereses sino los del prójimo. Coman de todo lo que se vende en la carnicería, sin preguntar nada por motivos de conciencia, porque «del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella». Si algún incrédulo los invita a comer, y ustedes aceptan la invitación, coman de todo lo que les sirvan sin preguntar nada por motivos de conciencia. Ahora bien, si alguien les dice: «Esto ha sido ofrecido en sacrificio a los ídolos», entonces no lo coman, por consideración al que se lo mencionó, y por motivos de conciencia. (Me refiero a la conciencia del otro, no a la de ustedes.)

Pareciera que el apóstol se volvió relativista, pero no es así. El apóstol nos está mostrando que hay asuntos que la Biblia no prohíbe y quedan al criterio o sabiduría cristiana del creyente, quien puede hacer uso de su libertad con prudencia, no anteponiendo sus intereses sino pensando en los demás. En tales asuntos, puede decidir, por ejemplo, comer o no comer y estará haciendo algo correcto cualquiera que sea su decisión.

Otro pasaje que ilustra la existencia de la zona gris es Romanos 14:1-8:

Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones. A algunos su fe les permite comer de todo, pero hay quienes son débiles en la fe, y sólo comen verduras. El que come de todo no debe menospreciar al que no come ciertas cosas, y el que no come de todo no debe condenar al que lo hace, pues Dios lo ha aceptado. ¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo. Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.

Nuevamente, podemos ver que hay asuntos, como el comer de todo o comer sólo verduras (la tradición dietética judaica es el asunto aquí) o hacer distinción entre un día y otro (de nuevo, la tradición judaica), que son asuntos que aceptan más de una respuesta. Está bien si lo haces y está bien si no lo haces. En la zona gris lo importante es no estarse juzgando ni menospreciando unos a otros, atentando así, contra la unidad de la iglesia.

Como podemos ver, esto es un hecho. La Biblia nos enseña que hay cosas que son pecado siempre y debemos evitarlas siempre. Hay cosas que glorifican a Dios siempre y debemos cumplirlas siempre. Pero también nos enseña que hay cosas cuyo cumplimiento depende de la decisión sabia del creyente. Cualquiera que sea la decisión al respecto es válida y respetable, siempre y cuando se haga con ciertos cuidados que dictan principios bíblicos generales (amor al prójimo, la gloria de Dios, etc.).

Pecado en la zona gris
Como el pasaje de 1 Corintios 10 nos indica, en la zona gris todo me es lícito, pero no por eso debo hacerlo. En la zona gris también podemos caer en pecado y ofender a Dios. Los mismos pasajes nos dan ejemplos de esos casos cuando el uso, o mejor dicho, el mal uso de la libertad cristiana desemboca en pecado.

  • Libertinaje. El estar muy cerca del límite, puede llevarnos a pensar que no hay límite. Como nos dice Gálatas 5:13 no debemos usar nuestra libertad para dar rienda suelta a nuestras pasiones pecaminosas. La zona gris es peligrosa porque podemos brincar con facilidad la barda.
  • Menospreciar o juzgar. En los asuntos de la libertad cristiana podemos caer en el pecado de estar juzgando a los que la ejercen con limpia consciencia o bien menospreciar a los que todavía tienen escrúpulos legalistas y aun no se han enterado de la realidad de su libertad. (Ro 14:10)
  • Obrar sin convencimiento. Cuando hago algo propio del área gris, pero lo hago dudando, entonces, estoy pecando porque no lo hago con convencimiento. Romanos 14:22-23 nos dice: “Pero el que tiene dudas en cuanto a lo que come, se condena; porque no lo hace por convicción. Y todo lo que no se hace por convicción es pecado”.
  • Ser piedra de tropiezo. El ejercer mi libertad debe ser un acto de mucha sabiduría y amor. Cuando no me importa nada más que mis propios deseos y realizo actos permitidos pero a sabiendas que lastimaré la fe de mis hermanos, estoy pecando contra Cristo por no haber actuado en amor. Así lo afirma 1 Corintios 8:9-12: Sin embargo, tengan cuidado de que su libertad no se convierta en motivo de tropiezo para los débiles. Porque si alguien de conciencia débil te ve a ti, que tienes este conocimiento, comer en el templo de un ídolo, ¿no se sentirá animado a comer lo que ha sido sacrificado a los ídolos? Entonces ese hermano débil, por quien Cristo murió, se perderá a causa de tu conocimiento. Al pecar así contra los hermanos, hiriendo su débil conciencia, pecan ustedes contra Cristo.

Los asuntos de la zona gris
En los tiempos de Jesús, los fariseos y escribas tenían tradiciones humanas que habían elevado a la altura de la Palabra de Dios. Es decir, que mandamientos o reglas humanas, por su uso y aplicación prolongada, habían llegado a observarse como si se tratara de mandatos divinos. Eran exigidos e impuestos como órdenes dadas por Dios en la Escritura, cuando en realidad, eran reglas humanamente establecidas.

Esto causó varios enfrentamientos entre Jesús y los eruditos de su época porque Jesús obedecía la Palabra de Dios, no se regía por mandamientos de hombres. Uno de esos enfrentamientos lo tenemos en Marcos 7. Jesús les señala que habían puesto los mandamientos de hombres en un lugar que no les correspondía: “Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes” (Marcos 7:8). Se estaban aferrando a mandamientos humanos, que quizá fueron dados como medidas de sabiduría al principio, pero que habían llegado a ser tomados con el mismo peso como si se tratara de mandamientos dados por Dios.

Lo peor era que habían ido aun más allá al dejar a un lado los mandamientos de Dios, con tal de cumplir sus mandamientos humanos: “Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Marcos 7:9).

Hay un límite para nuestras acciones establecido por la Escritura. La Escritura marca lo bueno y lo malo, pero los fariseos habían reducido aun más el límite bíblico y habían establecido una nueva cerca. Ese nuevo límite establecido humanamente, comenzó a tratarse como el límite divino y en ocasiones, se olvidaron del verdadero límite establecido por Dios.

Debemos tener cuidado porque esto nos puede ocurrir. Podemos estar poniendo el límite mucho antes de donde realmente lo pone la Escritura. Quizá nuestras reglas humanas son sabias y tienen una buena intención, pero debemos reconocer que no son más que eso, reglas humanas. No podemos darle el mismo peso que los mandamientos de Dios.

Desde que recuerdo, los evangélicos hemos definido ciertos asuntos como pecado, y francamente, hemos establecido el límite mucho más para adentro de lo que lo establece la Escritura. Como ejemplo, tratemos el tema de ingerir bebidas con alcohol.

La Escritura es clara y contundente en contra de la borrachera. La borrachera es pecado (Ga 5:19-21; Efesios 5:18; 1 Co 6:10; Ro 13:13). La Escritura también advierte de los peligros del abuso del alcohol y cómo puedes llegar a ser esclavo de él (Pr 20:1; Pr 23:31-35). Ingerir alcohol es peligroso y en exceso, es pecado. Pero la Biblia, no prohíbe rotundamente ingerir bebidas con alcohol. De hecho, Jesús mismo puso el vino como emblema de su sangre (Mc 14:23-24). El primer milagro de Jesús fue convertir el agua en vino y según el catador, fue vino de la mejor calidad (Juan 2:1-12). Pablo le sugiere a Timoteo que beba vino por sus efectos medicinales (1 Timoteo 5:23).

Entonces, ingerir bebidas con alcohol con dominio propio y moderación es uno de esos asuntos de la zona gris. Es decir, es algo que puede hacerse o no, por supuesto, ejerciendo mucha sabiduría en cuanto al contexto y con quienes se hace. Debemos cuidarnos de no pecar en este asunto gris en alguna de las formas anteriormente mencionadas.

Otro asunto clásico entre los evangélicos es el baile. Definamos operacionalmente bailar como “mover el cuerpo al ritmo de una música”. La pregunta sería ¿prohíbe la Biblia esto? Creo que tenemos que decir que no, pues de lo contrario estaríamos diciendo que María, la hermana de Moisés, pecó al danzar de alegría, lo mismo que David cuando estaba frente al arca.

Lo peligroso del baile no está en el movimiento del cuerpo al ritmo de una música, sino en otros factores circunstanciales tales como la manera de bailar, con quién se baila y dónde se baila.

Recuerdo que cuando era joven nos decían que bailar es pecado porque insita al deseo sexual. Me pregunto, si bailo, entonces, con mi esposa ¿estaré pecando? Si después de bailar, esto nos lleva a tener intimidad ¿dónde está entonces el pecado?

Tenemos que reconocer que en nuestro afán y buena intención de proteger a los cristianos de caer en pecado, hemos establecido humanamente el límite mucho más adentro de lo que la Escritura lo establece. Reconozcamos que estamos en la zona gris en estos asuntos y los creyentes deberían tener la libertad de decidir qué harán con estos asuntos. Debemos advertir de los peligros y exhortar cuando haya relajamiento de las costumbres, pero a la vez, hay que distinguir entre la regla humana y la divina.

La misma Escritura nos da pautas de pensamiento para considerar estos asuntos y tomar decisiones sabias. Del pasaje de 1 Corintios se desprenden algunas preguntas que debemos hacernos cuando estemos lidiando con una decisión en la zona gris: ¿Me edifica? (1 Co 10:23); ¿Estoy buscando sólo mi propio beneficio? (1 Co 10:24; 10:33); ¿Estos siendo piedra de tropiezo? (1 Co 10:24-30 y 32); ¿Glorifico a Dios? (1 Co 10:31).

En los asuntos de la zona gris parecerá que somos incongruentes porque el mismo asunto en ciertos casos lo aprobaremos y en otros, no. Esto siempre será así. Seremos incongruentes porque aunque sabemos que no es pecado hacer estos asuntos del área gris, hay ciertos contextos que serán más apropiados que otros, más sabios que otros, más prudentes que otros. Habrá ocasiones que por ser sensibles a los hermanos débiles, limitaremos nuestra libertad, pero en otras, cuando estemos entre hermanos maduros, la ejerceremos. En fin, ciertamente es complicado vivir en la zona gris, pero no podemos negar su existencia, como tampoco podemos pasar por alto sus peligros. Dios nos dé mucha sabiduría para navegar santamente en medio de esta inexplorada zona gris.