¿Debemos orar y pedir favores de Judas Tadeo y otros santos?

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¿Debemos orar y pedir favores de Judas Tadeo y otros santos?

PREGUNTA:

¿Debemos orar y pedir favores de Judas Tadeo y otros santos?

RESPUESTA:

COMENTARIOS SOBRE JUDAS TADEO

Lo que sabemos por cierto de Judas Tadeo:

Es nombrado como medio hermano carnal de Jesús en Mateo 13:55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?

Judas Tadeo aparece último en las listas de los doce Apóstoles de Jesucristo (Mateo 10:3, Marco 3:18). No sabemos cuando ni como entró a formar parte de los discípulos. Lucas le llama “Judas, hermano de Santiago” (Hechos 1:13). Juan aclara: “Judas, no el Iscariote” (Juan 14:22). Esta distinción es necesaria dado a que el Judas Iscariote fue quien traicionó a Jesús.

“Judas” es una palabra hebrea que significa: “alabanzas sean dadas a Dios”. Tadeo quiere decir: “valiente para proclamar su fe”.

El Apóstol Judas Tadeo, “el hermano de Santiago”, era el hermano de Santiago el Menor, se lo menciona así por la notoriedad de Santiago en la Iglesia primitiva “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María —se preguntan maravillados los habitantes de Nazaret, ante la fama que acompaña a Jesús— y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? “.

Después de la última cena, cuando Cristo prometió que se manifestaría a quienes le escuchasen, Judas le preguntó por qué no se manifestaba a todos. Cristo le contestó que El y su Padre visitarían a todos los que le amasen: “Vendremos a El y haremos en El nuestra morada” (Juan 14:22-23). No sabemos nada de la vida de San Judas Tadeo después de la Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo.

Se atribuye a Judas una de las epístolas en el Nuevo Testamento, que tiene muchos rasgos comunes con la segunda epístola de San Pedro. No está dirigida a ninguna persona ni iglesia particular y exhorta a los cristianos a “luchar valientemente por la fe que ha sido dada a los santos. Porque algunos en el secreto de su corazón son hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Señor Dios en ocasión de riña y niegan al único soberano regulador, nuestro Señor Jesucristo”. Es una severa amonestación contra los falsos maestros y una invitación a conservar la pureza de la fe. Termina su carta con esta bella oración: “Sea gloria eterna a Nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de pecados y sin mancha en el alma y con gran alegría”.

¿Cómo se comenzó a orar y a pedir milagros de San Judas Tadeo?

Santa Brígida, que vivió en el siglo 14, cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo. De ahí, de los sueños de esa mujer, comienzan la gente equivocadamente a hacer “oraciones” a San Judas Tadeo en lugar de a Dios.

Nótese que la instrucción a orar a otro aparte de Dios es prohibido en la Biblia. Fíjese como en Deuteronomio 13:1-5 se condena a estos que como Brígida tienen sueños, visiones y revelaciones y que en lugar de llevarnos a Dios nos llevan a orar a otros. Nos dice: Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños y te anunciare señal o prodigios, No darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños… Tal profeta o soñador de sueños ha de ser muerto, por cuanto aconsejó rebelión contra Jehová vuestro Dios.

Orar a San Judas no viene de la Biblia, viene de una soñadora profetiza y para que se conozca quién era esta mujer llamada Brígida, aquí hay unos datos biográficos.

Datos sobre Santa Brígida
Brígida era hija de Birgerio, gobernador de Uplandia, la principal provincia de Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg; era hija del gobernador de Gotlandia oriental. Ingerborg murió hacia 1315 y dejó varios hijos. Brígida, que tenía entonces doce años aproximadamente, fue educada por una tía suya en Aspenas. A los tres años, hablaba con perfecta claridad, como si fuese una persona mayor y su bondad y devoción fueron tan precoces como su lenguaje. Sin embargo, la santa confesaba que de joven había sido inclinada al orgullo y la presunción.

A los siete años tuvo una visión de la Reina de los cielos. A los diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo que la impresionó mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz y oyó estas palabras: “Mira en qué estado estoy, hija mía.” “¿Quién os ha hecho eso, Señor?”, preguntó la niña. Y Cristo respondió: “Los que me desprecian y se burlan de mi amor”. Esa visión dejó una huella imborrable en Brígida y desde entonces la Pasión del Señor se convirtió en el centro de su vida espiritual.

La santa empezó tener por entonces las visiones que habían de hacerla famosa. Estas versaban sobre las más diversas materias, desde la necesidad de lavarse, hasta los términos del tratado de paz entre Francia e Inglaterra. “Si el rey de Inglaterra no firma la paz–decía– no tendrá éxito en ninguna de sus empresas y acabará por salir del reino y dejar a sus hijos en la tribulación y la angustia.” Pero tales visiones no impresionaban a los cortesanos suecos, quienes solían preguntar con ironía: “¿Qué soñó Doña Brígida anoche?”

EN CUANTO A ORAR A LOS SANTOS:
Véase como San Pablo condena orar y adorar a otro que no sea Dios. El y Bernabé están en el pueblo de Listra (Hechos 14:8-18) y luego que curan a un cojo, la gente piensa que ellos eran dioses (Júpiter y Mercurio) y querían ofrecerles sacrificios y adorarles. Pablo rotundamente se los prohíbe, diciendo que sólo se ora y se sacrifica a Dios. Judas Tadeo no es Dios, ni nunca lo fue. Era un hombre igual que Pablo y Bernabé y la Biblia nos prohíbe orar a tales.

Veamos en Jeremías 44:16-18 como se condena la oración a la reina del cielo, una diosa pagana de aquellos días puesto que ella no era Dios. Jeremías les advierte del juicio que vendrá contra ellos a cuenta de ese tipo de oración que Dios condena:
La palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti; sino que ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la Reina del Cielo, derramándole libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, y tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno. Mas desde que dejamos de ofrecer incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones, nos falta todo, y a espada y de hambre somos consumidos.

La oración que tiene valor ante Dios sólo es esta: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (2 Cr 7:14).

Les Thompson