Cómo hablarle a tus amigos de Jesús

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Cómo hablarle a tus amigos de Jesús

por Al Valdés

Para muchos, la respuesta típica cuando tratan de definir el término “evangelización” es invitar a la persona con quien está hablando a la iglesia — con la esperanza que el pastor hable acerca de la salvación eterna e invite a los congregantes a creer en Jesús. ¿Pero, qué tal si la persona no puede o no quiere ir a la iglesia? ¿Qué tal si no queda mucho tiempo? Pensemos en el siguiente relato ficticio: Digamos que dos paracaidistas —uno que cree en Cristo y el otro no— se lanzan de una avioneta. El paracaídas del no cristiano tiene un problema y no quiere abrir. Este, después de agotar todos los métodos para abrir el paracaídas, y dándose cuenta de que sus últimos minutos los pasaría en el aire, grita, “¿Cómo puedo ser salvo?” Si usted fuera el otro paracaidista, ¿cómo le respondiera? Dese cuenta que usted sólo tiene segundos para responder. ¿Qué le diría? En realidad, la respuesta sigue siendo la misma aunque tengamos una hora o 30 segundos. ¿Cuál es? “¡Cree en Jesús!” (lo cual se puede decir en menos de 4 segundos). Ahora, usualmente tenemos más de 30 segundos para evangelizar, tiempo que debemos aprovechar bien. Miremos entonces tres pasos para ayudarnos a comunicar las buenas nuevas de la salvación eterna.

  1. Hablemos con amor: A veces nuestros esfuerzos en hablarles a otros acerca de Jesús carecen de una disposición de amor. Pero, el pasaje más famoso acerca de cómo podemos tener certeza de vida eterna comienza con el amor de Dios hacia todos. Dice así:

    “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3:16, LBLA)

    Si leemos los versículos que le siguen captamos algo más de la disposición amorosa de Dios hacia nosotros:

    “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él. El que cree en Él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios”. (Juan 3:17-18, NVI)

    Nuestra disposición debe reflejar el amor de Dios que proclamamos en nuestro mensaje. Y ese mensaje se debe enfocar en Jesús, el Salvador.

  2. Hablemos de Jesucristo: A veces cuando conversamos con una persona que no ha creído hablamos de todo menos de Cristo. Enfatizamos nuestra propia experiencia, hablamos de que tan buena es nuestra iglesia, o del gran sentido del humor o personalidad de nuestro pastor. No hay nada malo o indebido en esto. Pero ya que la Biblia dice que sólo hay un Salvador, Jesucristo, debemos enfocar nuestros esfuerzos evangelísticos en Él.

    Cuando Pedro les habló a los líderes religiosos en Jerusalén, afirmó: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos”. (Hechos 4:12)

    Si continuamos leyendo el libro de los Hechos nos topamos con Felipe, un diácono de la iglesia primitiva, y su conversación con un oficial etíope que estaba leyendo Isaías 53 en las Escrituras. El oficial pidió ayuda para comprender lo que leía. El relato dice:

    Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús (Hechos 8:35). Felipe le habló de Jesús, el Salvador que dio Su vida por los pecadores. Pero Jesús mismo afirmó que sólo Él podía llevarnos a Dios Padre. “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí (Juan 14:6).

    Al tener claro que debemos hablar de Jesús, debemos tener claro la condición de salvación. ¿Cómo se adquiere el regalo de la vida eterna?

  3. Enfaticemos el creer: Ya que Jesús pagó el precio completo por nuestra salvación, no podemos hacer nada más sino recibir Su regalo— por fe. Sólo queda que creamos en Él. Ahora, creer quiere decir que quedamos convencidos de la veracidad de algo. Cuando estamos persuadidos de la promesa de Jesús respecto a la vida eterna, hemos creído en Él—tenemos plena certeza de que nuestro destino eterno está seguro porque Él nos prometió vida eterna. Leamos sólo algunos de los muchos textos que afirman esto.

    “El que cree en el Hijo tiene vida eterna”. (Juan 3:36a)

    “En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación[i], sino que ha pasado de muerte a vida”. (Juan 5:24)

    “Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”. (Juan 6:35)

    Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? Ella le dijo*: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene al mundo”. (Juan 11:25-27)

    “Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. Entonces él pidió luz y se precipitó adentro, y temblando, se postró ante Pablo y Silas, y después de sacarlos, dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos respondieron: Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa”. (Hechos 16:28-32)

    Debemos recordar algo más. Sí habrán muchas ocasiones en las que la persona con quien hablamos creerá inmediatamente, justo frente a nosotros. Pero recuerde que a veces la persona creerá después cuando esté a solas, o tal vez con otra persona que hable con ellos, o tal vez en la iglesia. No debemos pensar que si no creen en ese preciso instante, nunca creerán.

Conclusión Una muchacha vino de otro país y visitó una iglesia donde le hablaron de Jesús. Le comunicaron que podía tener certeza de salvación eterna sólo por creer en Él. Ella no creyó en esa ocasión en la iglesia. Nadie intentó forzarla a creer, sino que se le dio el mensaje claro y se le demostró amor cristiano. Tiempo después durante una lluvia con relámpagos que la atemorizó recordó el mensaje de salvación. Se dio cuenta en ese entonces que no podía ganarse la salvación y que no quería morir sin Dios. Allí, solita en su casa creyó en Jesús. Después nos contó el relato. Así, es bueno que nos preocupemos por comunicarles a otros las buenas nuevas del regalo de salvación. Cuando lo hagamos estos tres principios nos ayudarán: Hablemos con amor, Señalemos a Jesús —que dio Su vida por nosotros (y así compró nuestro regalo de salvación), y aclaremos que la vida eterna se obtiene por creer en Cristo y no por algún esfuerzo o mérito propio.