Sermón 5: Ser Cristiano… a pesar de todo — Fil. 4:22

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TEXTO:Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César” (Fil 4:22)

LECTURA BÍBLICA: Filipenses 4:14-23

INTRODUCCIÓN. La sección final de todas las cartas de Pablo siempre son interesantes. Casi invariablemente añade algunos toques personales y a menudo menciona los nombres de personas a quienes envía saludos o de aquellos que envían saludos por su intermedio. Las últimas palabras de Pablo en su carta a los Filipenses, tienen un sentido de intimidad y ternura. Menciona el asunto de su ayuda financiera y les recuerda que es más importante para ellos dar que lo que es para él recibir de ellos. Parece que Pablo considera que necesitan una lección en mayordomía cristiana. Les asegura de que tiene todo lo que precisa y otra vez les agradece por las cosas que han enviado por medio de Epafrodito. Quiere asegurarse de que entiendan que Dios es suficiente para llenar todas sus necesidades, así como Dios lo ha hecho con él mismo.

Las palabras finales de esta sección, sin embargo, son muy especiales. Habla de algo que él nunca experimentó antes. Luego de darles los saludos de los hermanos que estaban con él y de todos los “santos” añade que los santos de la casa de César también envían sus saludos. La implicación es que se trata de un saludo especial para los creyentes en Filipos.

  1. ¿QUÉ ES UN SANTO?
    Quizá no exista una palabra peor entendida dentro de la terminología cristiana que la palabra “santo”. Desgraciadamente, a través de los años un santo ha llegado a significar una persona que posee una superabundancia de virtudes y que es sumamente pía. A raíz de ello mucha gente ha dejado de usar el término, excepto con un tono de burla y crítica como si la persona que dice ser santa fuera un hipócrita. Abusando en extremo de la palabra, algunos grupos religiosos han sugerido que nuestras oraciones podrían ser más efectivas si fueran elevadas por medio de estos “santos”, quienes, a causa de sus virtudes pueden llegar a Dios más fácilmente que un cristiano común. Nada más lejos del significado de santo en el Nuevo Testamento. Para decirlo con toda simplicidad, un santo es un cristiano; todo cristiano es un santo. Existen, claro está, diferentes etapas en nuestro crecimiento cristiano, pero esto no significa que aquellos que han alcanzado cierto desarrollo en su vida espiritual son santos mientras que los otros son pecadores. Todas las personas son pecadoras. Hay pecadores salvados y pecadores perdidos.
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    Los pecadores salvados son santos. Todavía son pecadores, pero son santos porque han sido salvados por Dios como consecuencia de la obra de Jesucristo. Es cierto que las palabras usadas en el lenguaje original, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, para “santo” tienen la idea de “pureza”, pero hay más. La idea básica tanto en el hebreo como en el griego es “separado”, más bien que la idea inicial de pureza. La pureza entra porque uno ha sido “separado” para un propósito especial. Es decir, pues, que un santo es aquel que ha sido separado, o puesto aparte, por Dios, para crecer como cristiano. La palabra no contiene ninguna referencia a esta etapa del crecimiento sino más bien al hecho de haber sido separado, puesto aparte. Por consiguiente, el término “santo” puede aplicarse a cualquiera que es un verdadero creyente, nacido de nuevo por el Espíritu Santo.
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  2. ¿QUÉ ERA LA “CASA DE CESAR”?
    En principio no podemos estar seguros de que la frase “la casa de César” incluye muchas más personas que los miembros de la familia imperial como serían los príncipes, cortesanos, y nobles. En un sentido más amplio, incluye a miles de subordinados que servían al Emperador en varias formas. Comprende a los esclavos, a los liberados, a lo soldados, etc. Estas personas llevaban a cabo infinidad de trabajos, muchos domésticos y entre ellos los más bajos todos para el beneficio del emperador y su familia, y de sus cortesanos. Literalmente pertenecían al mundo de César y estaban a su disposición para atender todos sus deseos y cumplir con sus caprichos. Los arqueólogos han descubierto tumbas con inscripciones que aclaran quienes eran estos seres y qué hacían. Por lo tanto, la casa de César era por cierto un mundo extraño y un campo muy difícil para el desarrollo de la vida cristiana.
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    Como Pablo era un prisionero dentro de su casa de alquiler, cuando escribió a los filipenses, forzosamente estaba en contacto con toda clase de gente al servicio del emperador: Sin duda que pudo guiar a muchos de ellos a la fe en Cristo. Estos mantenían una lealtad superficial hacia César como su emperador, pero su verdadera y más alta lealtad era hacia Jesucristo. Continuaban sirviendo fielmente al emperador en todas sus necesidades, pero de llegar un momento cuando debieran elegir, estaban dispuestos a despreciar sus vidas y entregarse como mártires de la fe cristiana, si ello fuera necesario.
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  3. ¿CÓMO PUEDE UNO SER UN SANTO EN LA CASA DE CÉSAR?
    La historia del cristianismo a través de los siglos ha sido la del ser humano tratando de triunfar sobre su medio. Es fácil para nosotros acostumbrarnos a culpar a “la casa de César” por todo lo que no es cristiano en nuestras vidas. Cuando así lo hacemos deshonramos a Cristo y no interpretamos bien las leyes que rigen la esfera de su Espíritu. También, ignoramos nuestra posesión emocional más preciada, la libertad de escoger, nuestro libre albedrío. Cuando decimos que no podemos desligarnos de las costumbres de la sociedad y de tradiciones indignas, nos olvidamos de la salutación enviada a los cristianos de Filipos por los santos de la casa de César.
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    Una vida de devoción es posible en cualquier circunstancia, pero nunca es fácil aun en medio de las condiciones más favorables. En los días del apóstol Pablo a algunos creyentes les costó la vida. Los mártires fueran transformados en antorchas vivientes para iluminar los jardines de Nerón. Otros fueron arrojados a los leones o usados en cruentos juegos para divertir a las multitudes cuando Roma celebraba algún acontecimiento.
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    Hay un sólo camino para ser un “santo en la casa de César”. Realmente debemos sentir el deseo de agradar a Dios bajo cualquier circunstancia y a cualquier costo. Puede que encontremos compasión entre nuestros amigos más dilectos, pero en general hallamos más gente que trata de estorbar nuestra vida cristiana que los que tratan de ayudarnos y animarnos. Es cuando el mundo está en peores condiciones que los seguidores de Jesucristo deben brillar por su conducta.
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    Los cristianos siempre han sido llamados a vivir una vida para Dios en un mundo sin Días. Una honestidad intachable, en medio de prácticas dudosas, y una pureza cristalina de pensamiento y hecho en medio de una sociedad sensual y sucia, es lo que se precisa para ser un “santo en la casa de César”. Si nos vemos forzados a pedir disculpas por nuestra fe religiosa, es mejor que nos deshagamos de ella. Dios nunca tuvo la intención de que los cristianos tuvieran una actitud de “perdonen por molestarles”. Los cristianos deberían molestar, entrometerse. Jesús se entrometió. El cristianismo es una intromisión poderosa y espléndida en el egoísmo e inmoralidad del mundo: No podemos usar la perla de gran precio debajo de un delicado velo de inmaculada contemporización. ¡Si tratamos de hacerlo perderemos la perla!
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    En un mundo manchado precisamos corazones puros. Debemos mantenernos amables y corteses, pero con firmes convicciones. “Lo cortés no quita lo valiente”, dice el bien conocido proverbio español.
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CONCLUSION
¿Hace mucho que tu fe cristiana té ha forzado á tomar una decisión difícil? ¿La tomaste para la gloria de Dios?

Debemos vivir nuestra religión en “el mercado” si es que ella ha de ser efectiva. No nos podemos recluir, alejándonos del trajín y vaivén de la vida diaria. No importa donde estemos y con quien estemos, Cristo debe ser honrado en el diario vivir. Podemos ser “santos en la casa de César” si así lo deseamos, y ¡deberíamos desear esa meta con todo el corazón!