Sermón 4: ¿Conoces bien a Jesús? — Fil. 3:10

TITULO: ¿Conoces bien a Jesús?

TEXTO:A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejantes a él en su muerteFilipenses 3:10

INTRODUCCIÓN. En cierta ocasión una mujer de la India había iniciado un peregrinaje a un lugar distante donde pensaba poder ver a Dios. Ya había viajado muchos kilómetros y aún quedaba un largo camino por recorrer. El progreso era lento pues se postraba cuan larga era, luego se levantaba, colocaba sus pies donde su cabeza había yacido y volvía al postrarse. Así proseguía su camino postrándose, levantándose y cayendo otra vez. Alguien le preguntó qué deseaba lograr con ese peregrinaje tan laborioso. Ella contestó con el rostro iluminado, “¡Una visión de él! ¡Una visión de él!”

A través de la historia, el más grande deseo del hombre ha sido lograr una revelación total de Dios. Job expresó este anhelo universal cuando clamó: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!” (Job 23:3). Cuando se le preguntó al poeta inglés Tennyson, hacia el final de sus días, cuál era su deseo principal en la vida, replicó: “Una visión más clara de Dios”.

Pablo también estaba llegando al final de su vida. Había dejado atrás muchos años de ministerio, pero su mayor ambición era conocer aun más acerca de su Salvador. Lo que expresa en el versículo 10 no representa un deseo de conocer a Jesús como su Salvador personal. El había arreglado este asunto muchos años atrás en el camino de Damasco. Lo que él ahora anhelaba era conocer aun más de cerca a su Salvador y alcanzar una comunión profunda con Aquel que había sido su Señor y su Amigo a través de los años.

  1. EL CRISTIANISMO ESTA BASADO SOBRE UNA PERSONA, NO SOBRE UNA ESCUELA DE PENSAMIENTO
    En los primeros versículos del capítulo 3, Pablo trata sobre un problema que afligía si no a todas, a la mayoría de las iglesias fundadas por Pablo. Al ausentarse éste, los judaizantes se habían introducido en las iglesias de los gentiles trastornando su fe en Cristo. Estos agitadores insistían que la salvación en Cristo no era solo “por gracia” sino que consistía en “gracia más obras” y no incluía seguridad eterna. Esta enseñanza se basaba en el concepto de que el cristianismo era una mera división del judaísmo más bien que una fe que podían aceptar judíos y gentiles por igual, sin todo el ceremonial judío.
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    En la actualidad, este asunto en particular no está presente en el cristianismo, pero el principio básico todavía persiste. El hombre no se salva por ceremonias, ordenanzas ni aun por las buenas obras. El cristianismo representa la relación personal del hombre con Jesucristo. La doctrina correcta dentro de la enseñanza es importante, pero la doctrina por sí misma no trae salvación. La salvación viene por una experiencia personal con Jesucristo.
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    Si alguien podría haberse salvado por guardar la ley y cumplir con todas las formalidades religiosas, este hubiera sido el apóstol Pablo. Sin embargo, él estableció bien claramente que había renunciado a toda pretensión de justicia o méritos propios cuando recibió a Jesús como su Salvador y aceptó la obra de Cristo en la cruz como pago por sus pecados. Todo el legalismo de Pablo y su confianza en su propia justicia fueron clavados en la cruz aquel día, cuando él encontró a su Salvador, en el camino de Damasco. Quedó destruida esa idea de que su salvación dependía de él mismo. Comenzó a vivir en Cristo y Cristo comenzó a vivir en él. Pablo lo expresa en muchas maneras y en muchos lugares pero nunca tan claramente como cuando dice que quisiera “ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Fil 3:9).
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  2. EL VERDADERO CONOCIMIENTO CRECE
    Cuando se trata de la verdad no hay lugar para la experiencia estática. Aquello que es vital siempre está creciendo. Pablo reconoció que su experiencia inicial con Jesús debe seguir adelante con una consagración más profunda, y el descubrimiento de nuevas esferas en las cuales servir al Señor.
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    Lo que no crece, retrocede. El poeta Henry W. Longfellow dijo señalando a un árbol, cuando se le preguntó el secreta de su maravilloso temple y perpetua alegría: “Trato de ser como un árbol, echando algunas nuevas ramas cada año.” Una de las experiencias más desanimadoras que podemos tener es el tratar con gente de reacciones pueriles y una actitud inmadura. Puede que hayan crecido físicamente, pero se han rehusado a crecer emocional o espiritualmente. John Steen en Conquering Inner Space (Conquistando el espacio interior) dice: “¿Qué es la falta de madurez? Es un miembro de la junta golpeando la mesa con el puño, exigiendo que se hagan las cosas como él quiere… Es un estudiante universitario diciéndole a sus padres en qué fallan ellos emocionalmente… Es una jovencita de la escuela secundaria enfurruñándose y protestando por no haber podido obtener cierto lujo que ella deseaba”.
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    La vida que continúa avanzando permanece vital y útil hasta el fin. Cuando dejamos de romper terrones y preparar más terreno virgen, la vida se enmohece. Una verdadera experiencia con Jesucristo producirá el deseo de seguir creciendo. La época más peligrosa en la vida de un cristiano es cuando siente que “ya ha llegado”. Deja de crecer y su efectividad se va reduciendo. Las últimas palabras que tenemos registradas de Pedro son “creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P 3:18).
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  3. COMO CONOCER MEJOR A JESÚS
    ¿Cuáles son algunas maneras prácticas de tener mayor comunión con Jesús? Pablo habló del “poder de su resurrección” y de “la participación de sus padecimientos” y llegar “a ser semejante a él en su muerte”. Estos son conceptos tremendos y metas que valen la pena. ¿Cómo pueden ponerse, en ejecución? En principio, el cristiano debe dar gran importancia, a la Biblia, la Palabra de Dios escrita. Jesús, claro está, es la Palabra Viviente de Dios, pero es a través de la revelación escrita, la Biblia, que llegamos a conocer más acerca de Jesús y sentimos su presencia en una comunión profunda y personal. Un gran evangelista de otra generación escribió en la primera página de su Biblia: “Este Libro te apartará del pecado o el pecado te apartará de este Libro”.
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    La vida cristiana que crece es la que constantemente se alimenta de las verdades de la Palabra de Dios. Horace Greeley dijo una vez: “Es imposible esclavizar al pueblo que lee la Biblia.” Del mismo modo es imposible crecer sin conocer la Palabra de Dios. Alguien (William Lyon Phelps), dirigiéndose a un grupo de rotarios expresó: “Si bien creo que todos los hombres deberían tener la oportunidad de seguir estudios universitarios, al mismo tiempo yo preferiría tener un conocimiento profundo de la Biblia sin una educación universitaria, que poseer una educación universitaria y ser ignorante en cuanto a la Biblia.”
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    El crecimiento espiritual tiene mucho que ver con la vida secreta de oración. Durante su ministerio, Jesús afirmó a menudo la necesidad de una vida de oración para asegurar un contacto vital con el Padre.
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    Hay otros elementos que dan significado a la vida cristiana. Debemos vigilar cuidadosamente nuestra conducta. No podemos tratar de servir a dos señores al mismo tiempo y ser consecuentes en nuestra vida cristiana. La pureza moral en nuestra vida personal es un requisito absoluto si queremos ser más semejantes a Cristo. Además, debemos desplegar un espíritu de abnegación si nuestra comunión con Cristo ha de ir profundizándose: Finalmente, debemos ocuparnos en servir a Cristo en obras de amor. El ser cristiano es más que un aislamiento pietista. Es entrar de lleno al servicio del Señor y aprender el significado de una participación gozosa en las actividades cristianas.
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CONCLUSIÓN. Conocer a Cristo no significa ser hábil en el campo teórico o teológico, ni tampoco representa un misticismo pietista que se aparta de todo contacto con las cosas mundanas. Más bien, un conocimiento genuino de cristo significa poseerla certeza del perdón, y sobre esa base segura edificar una superestructura de comunión diaria con él, que a su vez se desborda y produce obras de abnegación que reflejan el amor de Cristo. Lo más elevado del desarrollo cristiano es cuando podemos hablar a otros del poder redentor de Cristo. Cuanto más atractiva sea nuestra personalidad, a través de nuestra conducta desinteresada que refleje la persona de Cristo, tanto más efectivo será nuestro testimonio para guiar a otros a los pies del Salvador.

Este creciente conocimiento y relación con Cristo nos proporciona los recursos que precisarnos en nuestra vida diaria. Estamos unidos a Cristo en nuestro diario vivir y compartimos así sus ideales, convicciones, su muerte y su resurrección victoriosa. Todo esto genera un poder dinámico que torna la vida en una aventura y un servicio lleno de felicidad.