Sermón 3: La cura de la ansiedad… orad y hallaréis paz — Fil. 4:6,7

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TEXTO:Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones ante Dios… y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4:6,7)

LECTURA BÍBLICA: Filipenses 4:1-7

INTRODUCCIÓN. Al acercarse a la última sección de su carta, Pablo trata de asuntos personales. Comienza por instar a dos miembros de la congregación, que parecen haber tenido una diferencia, a que piensen lo mismo y que traten de trabajar juntos. No obstante, Pablo introduce el tema con palabras cariñosas para la congregación. Ellos son sus “hermanos… amados y deseados” y su “gozo y corona”. En esta sección también aparece su palabra característica en la carta. “¡Regocijaos!” les dice a los Filipenses.

La esencia de esta sección es el ruego de Pablo para que los creyentes eviten una actitud de nerviosismo y ansiedad en su diario vivir y que el mundo pueda ver la gentileza; la tranquilidad que tiene aquel que ha colocado su confianza incondicional en el Señor. Es por eso que Pablo les dice en el versículo 5: “Vuestra gentileza (bondad, tranquilidad) sea conocida de todos los hombres”… porque “el Señor está cerca”, es decir, está cerca, a mano, para cuidar de nosotros.

  1. POR NADA ESTEÍS AFANOSOS
    Que entendamos bien claramente que en ninguna parte Pablo abogaba por una actitud descuidarla y liviana hacia nuestros deberes para proveer lo necesario para nuestro sustento y de los que están a nuestro cargo. Pablo era realista. Él esperaba que los creyentes tomaran muy seriamente su trabajo. Le escribió a Timoteo, “porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo” (1 Ti 5:8).
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    Por otro lado, Pablo siempre advirtió a las personas a quienes ministraba que los valores espirituales deberían ser colocados por encima de los deseos materiales. Sin duda Pablo debe haber estado pensando en las palabras de Jesús en el Sermón del Monte, cuando exhorta a las creyentes de Filipos a que no estén preocupados en exceso por las necesidades de la vida diaria. Jesús dijo: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” (Mt 6:31).
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    Jesús insistió en que los paganos eran los que hacían de estas casas su principal preocupación en la vida, y nos aseguró que nuestro Padre celestial sabe que tenemos necesidad de ellas. La expresión “no os afanéis”, o “no se preocupen”, como indica la Versión Popular, puede probablemente traducirse mejor “no estéis ansiosos en demasía”, y nunca debería interpretarse como que no debemos prestar atención al deber esencial de ganarnos la vida. Es más bien que deberíamos prestar más atención a la parte espiritual de nuestra vida. No está de más la “conversación escuchada en una huerta” cuando dos pajaritos hablaban entre sí:

    “Le dijo el petirrojo al gorrión,
    No entiendo y me gustaría información
    ¿Por qué estos seres humanos tan ansiosos
    Corren preocupados de un lado a afro?
    Le dijo el gorrión al petirrojo,
    ¿Será posible que no tengan aquí
    Un Padre celestial que les cuide
    Lo mismo que a ti y a mí?”

    La prudencia es el deber de todo hombre. La ansiedad, sin embargo; es el enemigo más grande de la prudencia. La ansiedad y la desesperación son para la mente y el alma lo que la fricción es para el mecanismo de una máquina. Nuestra efectividad se ve disminuida en proporción directa con la presencia de la ansiedad.
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  2. OREMOS CON AGRADECIMIENTO
    Debemos hacer énfasis, otra vez, que la oración no es una excusa piadosa de la pereza. El hombre que es imprudente y holgazán no puede esperar que Dios haga una obra mágica a su favor simplemente porque él emita unas pocas palabras piadosas de ruego ardiente bajo una gran tensión emocional.
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    Pablo está hablando de una actitud hacia la vida. En verdad la oración es un modo de pensar y vivir tanto como lo son pedirlos específicos en determinadas momentos y lugares. Pablo dijo a lo tesalonicenses, “orad sin cesar” (1 Ts 5:17). Esto no significa “pasar toda la vida de rodillas” sino que en nuestro diario andar nuestro corazón y mente estén siempre en contacto con Dios.
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    La oración es una confianza incondicional en Dios. Las palabras “por nada” son importantes. Dios nos hizo y conoce nuestra naturaleza. Dios conoce su voluntad para nuestras vidas y conoce todas las circunstancias con que nos enfrentamos. No hay una ansiedad que nuestro Creador no entienda y por cierto nada está escondido de él. Dios ve todas nuestras dificultades nuestras posibles pérdidas, nuestro temor a ciertas contingencias y cada lucha que enfrentamos. Dios es suficientemente grande para cuidar, de las cosas pequeñas de nuestra vida, así como también de las cosas importantes. Las maravillas que revela el microscopio son obra de Dios tanto como lo son las maravillas descubiertas a través del telescopio. La providencia de Dios es real y se mueve en todo el ámbito de nuestro universo.
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    La vida de oración de un cristiano debería estar llena de alabanza. Alguien ha dicho que la ingratitud no solamente es el más grande de los pecados, sino que es por cierto la madre de todos los demás pecados: Pablo no recomienda esa filosofía propugnada por algunos de que todo en la vida es luminoso y agradable. Esta es una filosofía que cierra los ojos a las tristes realidades de la vida. Pablo, sin embargo, nos urge para que descubramos cuantas buenas cosas hay en el mundo, y para que reconozcamos que es Dios quien nos las ha dado: Cuanto más agradecido se sentía Pablo, tanto más consideraba toda su vida como un bien que se le había entregado en custodia, una obligación para servir a Dios y a su creación. No hay nada que de más sabor a la vida y que dé más significado a las metas propuestas, que el vivir constantemente como un humilde y agradecido cristiano.
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  3. LA PAZ QUE SOBREPASA TODO ENTENDIMIENTO
    Existen en realidad dos clases de “paz” mencionadas por Pablo en el Nuevo Testamento. La “paz con Dios” que encontramos con la experiencia inicial de la conversión o, como Jesús la designó, el “nuevo nacimiento”. Nosotros encontramos paz con Dios cuando traemos nuestros pecados a Jesucristo y confiamos en él completamente para la salvación de nuestra alma. Jesús murió en la cruz para nuestra justificación. Lo que no podíamos hacer nosotros mismos, a causa de nuestra pecaminosidad; Jesús lo realizó. Nos redimió de la penalidad del pecado. El pagó el precio de nuestras iniquidades cuando murió en el Calvario. Él era y es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Jn 1:29). Cuando nos acercamos a él como nuestro Salvador personal tenemos paz con Dios. Nuestra culpabilidad desaparece, de una vez para siempre. Tenemos paz acerca de nuestro destino eterno.
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    Existe, sin embargo, otra clase de paz para el cristiano. Pablo la llama “la paz… que sobrepasa todo entendimiento”. Se ha dado en llamarla la paz del post-graduado (del diplomado). La obtenemos a medida que crecemos en la vida cristiana. Ninguno de nosotros logra esta paz en su totalidad; pero es la meta hacia la cual, debemos esforzarnos constantemente en nuestro peregrinaje cristiano: Cuanto más, nos sometemos a las cosas del Espíritu y cuanto más dependemos de Cristo para la dirección de nuestra vida personal, tanto más gozaremos de esta paz.

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CONCLUSIÓN. La búsqueda de la paz es una de las preocupaciones más grandes, de la humanidad en nuestros días. La paz del mundo siempre esta ligada con el propio interés de cada persona. Cada uno mira a la vida desde su punto de vista particular, de acuerdo a lo que a él le conviene. El captar el panorama completo es difícil. Cuando todos nos concentramos en nuestros intereses egoístas es fácil que nuestras relaciones se deterioren y eventualmente se produzcan conflictos. La respuesta a esa larga búsqueda por paz, que data de los albores de la humanidad, sólo ha de hallarse en la serenidad individual dentro del corazón humano.
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Si bien todos los cristianos deberían cooperar en la mejor forma posible, sin comprometer los dictados de su conciencia, con aquellos grupos correctos que buscan promover la paz, una persona que ha nacido de nuevo sabe muy bien que la paz universal sólo puede lograrse cuando el Príncipe de Paz reine dentro de los corazones de los hombres en este mundo. Jesús dijo: “Bienaventurados los pacificadores.” El verdadero pacificador es aquel que guía a otros al Salvador que da paz interior. ¿Tienes tú las dos clases de paz que Dios ofrece? ¿Has nacido de nuevo por el Espíritu de Dios? ¿Estás creciendo y acercándote a la “paz que sobrepasa todo entendimiento” la cual guardará tu mente y traerá contentamiento en cada área de tu personalidad?