Sermón 2: Dios nunca abandona la tarea — Fil. 1:6

 

TEXTO:Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil 1:6)

LECTURA BÍBLICA: Filipenses 1:1-7

INTRODUCCIÓN. Pablo era un hombre que hablaba siempre de lo seguro. Nunca dejó a nadie en duda acerca de su posición en un asunto. No importa cuán grandes las dificultades, Pablo era optimista en cuanto al final. Su celo no era causado por frustraciones personales, sino por la seguridad de que estaba del lado que iba a ganar. No sufría de orgullo presuntuoso pero era una persona que confiaba completamente en la verdad de su mensaje y lo que es más, en la persona que respaldaba ese mensaje.

Después de entregar los saludos personales, Pablo inmediatamente se ocupa de alentar a sus amigos, asegurándoles que su labor en el Señor no era en vano. Sus contribuciones a la obra del evangelio no quedarían sin recompensa. Aunque pensaba más bien, quizá, en donaciones en dinero de parte de los filipenses, dudamos que esto fuera el único alcance de sus palabras. La palabra traducida al castellano como “Comunión” (v. 5) significa también la amistad y compasión de las cuales estos donativos eran una expresión.

Pablo incluía también en su significado los distintos servicios con los cuales los creyentes de Filipos le habían ayudado a extender las buenas nuevas de Jesucristo. Esta comunión o compañerismo con Pablo comenzó desde el primer día en que lo conocieron y continuó mientras pudieron mantenerse en contacto con él.

El se regocija en su amistad, pero hace más. El les envía una gran promesa desde la cárcel.

  1. DIOS SIEMPRE ESTÁ OBRANDO
    Si bien Pablo era un seguidor de Jesucristo, retenía en su vida cristiana algunas de las grandes verdades del Antiguo Testamento. Una de las verdades que los profetas del Antiguo Testamento señalaban repetidamente era que Dios actuaba en el mundo. Quizá la peor herejía imaginable para un profeta del Antiguo Testamento era decir que Dios hubiera abdicado al gobierno de su creación. Un escritor de hace algunos años atrás nos recuerda que Dios está presente en el campo de acción cuando más invisible parece.
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    Para Pablo Dios era un Dios que podía lo mismo derribar y levantar. Era un Dios que podía destruir lo que debía ser destruido, pero un Dios que sobre las ruinas levantaba un edificio aun más grande. El Dios de Pablo era uno que traía juicio, pero con miras de redimir más bien que de castigar. Su gracia soberana llevaba a los hombres al arrepentimiento y esto, por obra del Espíritu Santo conducía a su transformación. Dios siempre está haciendo obras nuevas. Siempre está formando y reformando a su pueblo. El Espíritu de Dios se movió sobre el abismo y llevó a cabo la creación. A través de la historia, aun hasta el día de hoy, Dios sigue transformando el caos del cosmos en una nueva creación. Quizá lo que más necesitamos hoy es una nueva comprensión de la soberanía de Dios suplementada por el conocimiento de que él es misericordioso y perdonador para con aquellos que vienen a él con verdadero arrepentimiento.
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    Dios siempre está comenzando obras nuevas. El mundo siempre está cambiando, pero Dios siempre está presente para canalizar estos cambios en hechos constructivos y significativos. Alguien ha dicho que la historia es realmente la historia de Dios.
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  2. LA SALVACIÓN DEL INDIVIDUO ES LA OBRA DE DIOS
    El hombre no es capaz de satisfacer sus propias necesidades.
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    En oposición a la filosofía secular que pone la salvación del hombre en sus propias manos, está el hecho innegable de que tanto nuestro principio como nuestro destino final está en las manos de Dios. La regeneración es un acto de Dios. La doctrina de la seguridad eterna está basada sobre el hecho de que la persona que ha nacido de Dios tiene la simiente de Dios permaneciendo en él; y no puede seguir practicando el pecado porque es nacido de Dios. La justificación es igualmente una obra de Dios. Pablo hace la pregunta: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica” (Ro 8:33). Dios declara que el pecador es justo a base de la obra de Cristo en el Calvario.
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    Nuestro crecimiento personal como cristianos depende del hecho de que hayamos tenido una experiencia personal de la salvación. El Dios que comenzó esta buena obra la continuará a través de nuestra vida cristiana. La santificación es tanto un acto como un proceso. Somos apartados por el Santo Espíritu de Dios, y luego seguimos creciendo a medida que nos colocamos progresivamente bajo el señorío de Jesucristo y la dirección del Espíritu Santo. Dios comenzó la obra. Dios continuará la obra. Estas palabras de Pablo son tanto una seguridad consoladora y un constante desafío. Ningún creyente ha alcanzado la perfección.
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    Necesitamos que nuestra satisfacción con nosotros mismos sea sacudida a menudo. Dios obra continuamente para conducirnos a la madurez. La gracia salvadora por medio de la cual comenzamos nuestra experiencia espiritual jamás se destruirá ni quedará reducida a la nada. El Dios que nos libertó del castigo del pecado nos salva, día a día, del poder de nuestro pecado y nos guía a ser más semejantes al Salvador.
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  3. DIOS ESTÁ TRABAJANDO EN LAS IGLESIAS
    Cada congregación local es preciosa a la vista de Dios. Ama a cada una como el esposo ama a su novia. Espera que cada congregación local sea un cuerpo a través del cual pueda hacer su obra en el mundo.
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    La iglesia en Filipos era un producto de la gracia de Dios. Cuando Pablo llegó a la ciudad no había suficientes personas interesadas en las cosas espirituales como para formar una sinagoga con el fin de estudiar Antiguo Testamento. Sólo habló a un grupo de mujeres que oraban a la ribera del río. Con este humilde principio comenzó, y luego otros se fueron agregando. No sabemos el tamaño, numéricamente, de la iglesia de Filipos, pero sabemos que era grande en espíritu. Pablo estaba convencido de que “las puertas del infierno” no prevalecerán contra la congregación de los Filipenses. El Dios que comenzó la buena obra en la iglesia la habría de continuar. Aquellos que sirven al Señor en las congregaciones locales necesitan ser alentados constantemente con esta grande verdad. El pastor no está solo en su obra. Dios está con él. La congregación no está huérfana de ayuda. El Espíritu Santo está presente en cada asamblea de creyentes renacidos.
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    Aun donde dos o tres se reúnen para adorarle, Dios está con ellos. El éxito final de una iglesia no depende de la fuerza humana de sus miembros, sino el poder de Dios. La permanencia de la existencia de la iglesia depende del poder de Dios. Por supuesto los miembros deben estar en armonía con los grandes principios por medio de los cuales Dios opera, pero en última instancia el éxito depende del poder de Dios y no del poder del hombre. Cuánta persecución sufrió la iglesia de Filipos no sabemos a ciencia cierta. La mayoría de las iglesias del primer siglo su frieron a manos de gentiles incrédulos. No obstante, hicieron progresos notables en medio del ambiente pagano que las rodeaba. Los miembros dieron un testimonio único en su género, y a menudo literalmente perdieron sus vidas a causa de su testimonio por Cristo. Se preocuparon menos acerca de las estructuras eclesiásticas que de la comunicación de su fe. Dios les había hablado y obraba a través de ellos. Esto aseguraba su continuidad.
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  4. HASTA EL DÍA DE CRISTO
    A igual que los profetas del Antiguo Testamento que miraban constantemente hacia adelante, hacia “el día del Señor”, la esperanza cumbre de Pablo era el regreso a la tierra de Jesús su Salvador y Señor. Esto sería la consumación de toda la historia en un gran final. Para Pablo, todo lo que se hacía para Jesús valía la pena por que él ganaría la victoria final.
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    De modo que el concepto Paulina de la salvación contiene un tercer elemento. No sólo hemos sido salvados de la penalidad del pecado y somos salvados a diario del poder del pecado, sino que a la venida de Cristo seremos salvados de la presencia del pecado. A igual que el historiador hebreo que creía que Dios obraba en todas las cosas con un propósito suyo, Pablo estaba convencido de que en la era cristiana Cristo obra en todos los individuos como en las iglesias. Nada puede suceder que esté fuera de la voluntad absoluta de Dios. Las fuerzas satánicas del mal pueden ganar algunas escaramuzas, pero la guerra la ganará Cristo.
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    El tema central del último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, es que la victoria será del Señor y su pueblo. Pablo termina su gran capítulo sobre la resurrección con una clara y sencilla exhortación a la fidelidad: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co 15:58).
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    La esperanza de cada creyente es la consumación final. No hemos de pararnos ociosamente a mirar, imaginándonos que no hay nada que podamos hacer ni para mejorar este mundo ni para desarrollar nuestra propia vida cristiana. Al mismo tiempo, sin embargo, tenemos que reconocer que nuestra visión suprema es guiar a las personas a la redención por Cristo Jesús. Esta es la mejor manera de hacer que el mundo sea un lugar mejor. Más, es el único modo en que el mundo pueda llegar a ser lo que Dios desea que sea. La paz en esta tierra sólo vendrá en la medida en que haya paz en los corazones de tantos individuos que afectan al mundo y su orden social. Pero muy adentro en el corazón de cada hijo de hijo de Dios debe haber la convicción de que la verdadera esperanza de un nuevo mundo es la venida en gloria de su Señor.

CONCLUSIÓN. Dado que Dios siempre termina lo que empieza, las posibilidades del hombre siempre exceden a su capacidad. Nuestra vicia se parece a un hombre remando un bote. Vamos hacia adelante, pero al mismo tiempo miramos atrás para tener una mejor perspectiva. No podemos estar absolutamente seguros del futuro. Lo único seguro es que hay un propósito divino para nosotros, que comenzó antes de que apareciéramos en escena y que nos seguirá dirigiendo con tal que querramos colaborar con aquel que nos guía. La persona realmente creativa jamás alcanza su meta. Cuando llega cerca, se le hace agua la boca con aspiraciones más elevadas y anhelos no cumplidos.

¡En todo esto Dios se está esforzando! Él no quiere que estemos satisfechos jamás, sino que deseemos siempre mansiones más amplias para el alma. En verdad, no sabemos lo que tiene el futuro para nosotros, pero sí sabemos quién tiene nuestro futuro en sus manos.