Sermón 1: Los amigos creyentes son una bendición en nuestras vidas –Fil.1:3

 

TEXTO:Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros” (Fil 1:3)

LECTURA BÍBLICA: Filipenses 1:1-5

INTRODUCCIÓN. Dado que durante varios domingos consideraremos la carta de Pablo a los Filipenses, me parece bien una palabra de introducción a toda la epístola. Pablo fundó la iglesia de Filipos en su segundo viaje misionero. Entre los primeros miembros se encontraban Lidia y sus amistades, la chica que estuvo poseída del espíritu de adivinación y el carcelero de Filipos. Después que Pablo dejó la ciudad, la iglesia se mantuvo en contacto con él y a menudo proveyó para sus necesidades. Con el correr del tiempo, sin embargo, perdieron este contacto, pero cuando más tarde Pablo fue llevado a Roma en calidad de prisionero, los Filipenses nuevamente se vincularon con él.

La ocasión inmediata de la epístola, a los filipenses fue la recepción por parte de Pablo de una donación de los creyentes de Filipos. Lo enviaron por mano de Epafrodito. Este se enfermó en viaje a Roma y fue necesario que Pablo cuidara de él. Los creyentes de Filipos se afligieron al saber que la acción bien intencionada de ellos había resultado en molestias para Pablo. Cuando Pablo supo de su preocupación escribió a la iglesia. Quería que supiesen que la bondad que le habían manifestado compensaba con creces cualquier molestia que él hubiese tenido al atender al mensajero de ellos.

El libro es, pues, una carta de amor de Pablo a su iglesia predilecta. Es sumamente personal, con teniendo repetidas veces la palabra “gozo” o alguna variante de la misma. Una de las primeras frases afirma la alegría de Pablo al recordar a sus amigos en Filipos.

  1. LOS AMIGOS TIENEN IMPORTANCIA
    La poetisa inglesa Elizabeth Barrett Browning le dijo un día al escritor Charles Kingsley: “Dime el secreto de tu vida para que yo también pueda hermosear la mía.” Pocos de nosotros nos damos cuenta de la gran importancia de nuestros amigos y de la contribución que hacen a nuestras vidas. Alguien ha dicho que somos afortunados si al fin de nuestra peregrinación podemos contar con siquiera dos o tres verdaderos amigos. Pablo tenía recuerdos felices de los tiempos de antaño. Aunque hacía muchos años que no había visitado a los filipenses, él daba gracias a Dios por estos amigos y los recordaba a menudo en sus oraciones.
  2. LOS AMIGOS EN CRISTO SON LOS MÁS QUERIDOS
    Hay una diferencia tremenda entre conocidos y verdaderos amigos: A diario tenemos encuentros con personas de nuestro mundo de trabajo y a veces compartimos actividades sociales con aquellos que no conocen a Cristo de la manera que lo conocemos nosotros. Tales amistades pueden, a primera vista, parecer reales pero no aguantan la prueba del tiempo. Cuando llega una verdadera crisis en la vida, es el amigo que conoce a Cristo quien puede compartir con nosotros el significado de tales experiencias.
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    Pablo amaba a sus amigos creyentes y los menciona a menudo en sus cartas. Varias veces él nombra a sus amigos como co-autores de sus cartas a las iglesias. Siempre que pudo destacó las buenas cualidades de ellos, y aun cuando alguien le fracasó, si luego rectificó su proceder y le fue de utilidad, lo hizo notar debidamente. Por ejemplo, Juan Marcos se volvió atrás en el primer viaje misionero. Por esto Pablo se negó a llevarlo consigo en el segundo viaje, pero años más tarde incluyó a Marcos en la lista de sus amigos al escribirle a Filemón. También a Timoteo escribió así: “Toma a Marcos y tráele contigo porque me es útil para el ministerio” (2 Ti 4:11).
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  3. PARA HACER AMIGOS Y RETENERLOS, HAY QUE MOSTRARSE AMIGO
    El escritor del libro de los Proverbios nos recuerda que “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo” (Pr 18:24). Esto quiere decir algo más que hacer los cumplidos sociales. Mostrarnos amigos quiere decir comportarnos desinteresadamente hacia los demás. A menudo, debemos tomar el primer paso en establecer la relación amistosa. Jesús dijo que “no vino para ser servido, sino para servir” (Mr 10:45). Cada creyente debe adoptar esta actitud hacia la vida. No debemos tratar de ver qué podemos obtener de nuestros amigos, sino más bien ver qué podemos hacer para ellos. De este modo se hacen los amigos. A nadie le agrada estar con una persona egoísta. Jesús dijo que somos sus amigos si hacemos las cosas que él nos manda. Esto significa que la amistad lleva implícita sus obligaciones.
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  4. EL MÁS GRANDE DE LOS AMIGOS ES JESÚS
    Luego que el profeta hace la afirmación notable de que el hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo, cierra con una afirmación significativa, dice: “y amigo hay más unido que un hermano” (Pr 18:24). Es este uno de aquellos maravillosos pasajes del Antiguo Testamento que se refieren al Salvador. No hay nadie que se mantenga tan cercano a nosotros como el Salvador. Jesús está con nosotros en cada paso del viaje de la vida. Él nos introduce al servicio y nos da fuerza para hacer hazañas.
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    Un gran buque transportando tropas iba cruzando el Atlántico durante la Segunda Guerra Mundial. El capitán vio surgir un submarino que luego disparó un torpedo directamente hacia el trasatlántico. Gritó por los altavoces: “¡Esto es el fin!” Un pequeño barco destructor de la escolta estaba cerca. Su capitán vio el submarino y el torpedo. Sin titubear un instante ordenó: ¡Adelante a toda máquina! Su nave se, adelantó para interceptar el torpedo, recibiendo el impacto de lleno. El destructor voló en pedazos por el aire pereciendo toda la tripulación. El capitán del transporte dijo después: “El capitán de aquel destructor era mi mejor amigo. Ahora entiendo mejor aquel versículo de la Biblia que dice: ‘Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vicia por sus amigos’ ” Jesús puso su vicia por sus amigos, pero hizo más: murió por sus enemigos también. En realidad, esta es la manera en que hace amigos de sus enemigos.
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    ¡Gracias a Dios por nuestros amigos! Nos regocijamos de nuevo cada vez que los recordamos. ¡Gracias a Dios aun más por el amigo que puso su vida por nosotros!

CONCLUSIÓN. ¡Los recuerdos pueden alegrar o amargar! Aquellos que nos traen a la memoria los goces pasados suelen perdurar alegrándonos la vida de nuevo. Podemos y debemos agradecer a Dios por esto siempre. Tales recuerdos enriquecen nuestro propio valor moral.

Al pensar en nosotros los demás, ¿se acuerdan de las cosas buenas que hemos hecho para ellos y de las muchas maneras en que hemos fortalecido sus vidas? Del mismo modo, ¿pensamos a menudo, con gratitud, en aquellos que han sido de bendición para nosotros? Con toda probabilidad, si nosotros pensamos con gratitud acerca del bien que otros nos han hecho, habrá también quienes alaben a Dios por haber gozado de nuestra amistad en el pasado.

El más grande de los recuerdos, sin embargo, es saber que hubo un momento cuando recibimos a Jesucristo como Salvador, Señor y amigo. Poder decir que recordamos el día en que Jesús llegó a ser nuestro propio amigo personal sería el recuerdo más grandioso que jamás podamos tener. Dado que le amamos, el gozo será permanente y duradero.