Tanta influencia ejerció David Brainerd en mi vida durante los primeros años de mi ministerio que mi hijo menor lleva su nombre.
Cuando apenas contaba dieciocho años de edad, y a tres mil millas de casa, era yo un misionero a los indios. ¡De ahí mi amor a Brainerd!
Fue Brainerd el que me enseñó a ayunar y orar. Aprendí que se pueden forjar mayores cosas a través de un contacto diario con Dios que a través de la predicación.
Cuando siento que mi relación con Dios pierde calor hallo inspiración en volver a Brainerd. Nadie ha tenido jamás una pasión tan grande por las almas. Vivir sólo para Dios fue su única meta y gran ambición.
Su reclamo misionero, expresado en una carta a su hermano Israel, repercutirá por siempre en mis oídos: “Declaro, ahora que estoy agonizando, que nada en el mundo me habría hecho gastar mi vida de otro modo”.
Durante mucho tiempo he deseado dar a conocer la esencia del inspirador diario de David Brainerd, incluyendo todos los relatos de su gran experiencia espiritual, pero sin la masa de material irrelevante que siempre ha desanimado y estorbado al lector promedio. Esto es lo que he hecho.
Aunque Brainerd realizó su tarea hace más de doscientos años, su mensaje es apropiado para nuestros días. No hay nada que necesitemos más que una nueva manifestación del poder de Dios. Brainerd nos enseña cómo obtenerla.
—Oswald J. Smith