Sermón 4: Pedro recibe una lección de fe

TEXTO: “Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (Mt 14:27,28)

LECTURA BÍBLICA: Mateo 14:24-33 (lectura paralela: Mr 6:45-52; Jn 6:14-21)

INTRODUCCIÓN: ¿En qué forma Pedro y los otros discípulos llegaron a comprender cabalmente a Jesús y sus planes y propósitos? Jesús se los reveló por medio de sus palabras y sus hechos. El Nuevo Testamento contiene solamente una porción de todo lo que Jesús dijo e hizo (ver Jn 20:30,31;25), pero lo que allí se relata es suficiente para que nos percatemos de algunos pasos importantes en el progreso de la vida de Pedro.

  1. Marcos 2:13-17; Mateo 9:9-13; Lucas 5:27-32. Jesús llamó a Leví (Mateo), un cobrador de impuestos, para que le siguiera. Mateo dejó todo para ir en pos de Jesús y ofreció una gran fiesta en honor de Jesús para que sus amigos pudieran conocerle. “Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino a pecadores” (Mr 2: 16,17).
    (xx)
  2. Marcos 2:18-22; Mateo 9:14-17; Lucas 5:33-39. Cuando algunos de los discípulos de Juan se unieron a los fariseos para criticar a Jesús por no ayunar, Jesús les dijo que no era apropiado que sus discípulos ayunaran en una fiesta de bodas. En las parábolas del remiendo de tela nueva sobre paño viejo y la de poner vino nuevo en odres viejos, Jesús enseñó que los viejos odres del judaísmo no podían contener el nuevo fermento del evangelio.
    (xx)
  3. En una serie de controversias acerca del día del reposo (sábado), Jesús defendió su derecho de sanar y hacer bien. Juan 5: 1-18 relata la curación de un hombre lisiado en el estanque de Bethesda en Jerusalén, un día sábado. En otra ocasión, también en un día de reposo, Jesús y sus discípulos arrancaban espigas al pasar por un campo (Mr 2:23-28; Mt 12:1-8; Lc 6:1-5). En un tercer caso Jesús sanó a un hombre que tenía una mano seca en un día sábado dentro de la sinagoga (Mr 3:1-6; Mt 9-13; Lc 6:6-11). Jesús defendió sus acciones enseñándoles: “¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja y si esta cayere en un hoyo en el día de reposo, no le eche mano, y la levante? Pues ¿cuánto más vale un hombre, que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo” (Mt 12:11,12), y también diciéndoles: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Mr 2:27,28).
    (xx)
  4. Marcos 3:13-19; Lucas 6:12-16. Después de una noche de oración Jesús seleccionó de entre sus discípulos a doce a quienes llamó apóstoles. En cuatro de los relatos sobre los doce, en Mateo, Marcos, Lucas, y los Hechos, se nombra primero a Simón Pedro. Pedro era naturalmente el líder. Él era el primero entre sus compañeros.
    (xx)
  5. A los doce discípulos y a una gran multitud Jesús dirigió el Sermón del Monte (Mt 5-7; Lc 6:12-49). En este mismo sermón proclamó el significado del discipulado cristiano. Pedro y los otros adquirieron conocimiento de los privilegios, los principios, y los requerimientos del reino de Dios.
    (xx)
  6. Pedro continuó ganando madurez espiritual a medida que presenciaba los milagros de Jesús: la resurrección del hijo de la viuda de Naín (Lc 7:11-17); el apaciguamiento de la tempestad en el mar de Galilea (Mr 4:35-41; Mt 8:23-27; Lc 8:22-25); la liberación del endemoniado gadareno. (Mr 5:1-20; Mt 8:28-34; Lc 8:26-39); la curación de la hija de Jairo y de la mujer que tocó el borde de la vestidura de Cristo (Mr 5:21-43; Mr 9:18-26; Lc 8:40-56), y muchos otros.
    (xx)
  7. Las parábolas de Jesús acerca del reino de Dios fueron también muy instructivas (Mr 4:1-34; Mt 13:1-53; Lc 8:4-18).
    (xx)
  8. Pedro ganó experiencia práctica cuando los discípulos fueron de dos en dos predicando y sanando (Mt 9:35-11:1). Cuando regresaron Jesús les aconsejó que fueran todos a un lugar desierto sobre la costa oriental del mar de Galilea, a fin de descansar. Mientras navegaban a través del lago, una gran multitud corrió alrededor de la costa para esperarlos del otro lado. Jesús sintió compasión por ellos y comenzó a enseñarles. Cuando ya el día había declinado el Señor tomó el paquetito de comida de un muchachito y la multiplicó para alimentar a cinco mil personas allí presentes. El relato se puede leer en Marcos 6:30-44; Mateo 14:13-21; Lucas 9:10-17; y Juan 6:1-13. Pedro debe de haber observado con admiración cómo Jesús dio gracias a Dios por el alimento, cómo usó él a sus discípulos para servir a las multitudes, cómo hizo que la multitud se sentara en grupos bien ordenados de cincuenta cada uno, y cómo no desperdició nada sino que hizo recoger los pedazos que habían sobrado y esto nos lleva a la porción de la Escritura que trata este mensaje.
  1. UNA ORDEN EXTRAÑA (Mr 6:45,46; Mt 14:22,23; Jn 6:14,15)
    1. “Enseguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud” (Mt 14:22). ¡Qué extraño parecía todo esto a los discípulos! Allí estaba esa multitud entusiasmada; habían exclamado: “Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo” (Jn 6:14). Quisieron hacer rey a Jesús. Con su poder milagroso los odiados conquistadores romanos podrían ser expulsados y el reino de Dios establecido. Los discípulos compartían el entusiasmo de la gente. ¡Qué extraño que Jesús no les permitiera que lo proclamaran rey! ¡Qué extraño que los despachara de vuelta!Satanás estaba usando la multitud y a los discípulos para renovar la tentación que le había presentado a Jesús en el desierto, es decir, de constituirse en un Mesías popular y político y evitar la cruz. Jesús, como a menudo lo hacía, subió a un monte para pasar un tiempo a solas con Dios, en oración. Él no iba a ser el Mesías que la gente pretendía. “Su hora no había venido aún” para dar por terminada su tarea y dirigirse hacia la cruz.
      (xx)
    2. Los discípulos tuvieron que hacer frente a las olas embravecidas (Mr 6:47,48; Mt 14:28; Jn 6:16-18). La oscuridad había descendido sobre ellos. Continuaron remando hasta la cuarta o última vigilia de la noche, pero no parecían adelantar mucho. ¿Por qué no venía Jesús? Ellos estaban haciendo lo que él les había mandado. ¿Por qué entonces tenían que enfrentarse con la tormenta y las dificultades cuando habían obedecido sus mandatos? Recordamos aquí también la demora de dos días después que Jesús se enteró de la muerte de Lázaro (Jn 11: 6). Esta demora resultó en que el nombre de Dios fuera glorificado cuando Jesús levantó a Lázaro de la tumba. En el caso que nos ocupa, la fe de los discípulos sería fortalecida. El propósito de la adversidad es fortalecer el carácter. Ellos no sabían que Jesús estaba vigilándolos desde la cima de la montaña. Nuestro Dios puede por cierto transformar las circunstancias para nuestro bien. El cristiano debe aprender a confiar en los buenos propósitos del Sellar aun en medio de las perplejidades de la vida, cuando no puede comprender por qué ocurren las cosas.
      (xx)
  2. EL TERROR Y EL RECONOCIMIENTO (Mr 6:48-50; Mt 14:25-27)
    Jesús se acercó a los discípulos caminando sobre la mar. Ellos se espantaron; pensaban que veían un fantasma; el terror de lo desconocido los embargó, mezclado con el temor que los mortales sienten por la divinidad. Jesús les habló: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” Posiblemente Jesús quería revelarles que Dios no es un Dios para ser temido como un cruel tirano sino un Padre amoroso que desea ser un amigo de sus criaturas. Si Dios es como Jesús, puedes confiar en él. “¡No temáis!”
    (xx)
  3. LA REACCIÓN IMPULSIVA DE PEDRO (Mt 14:28-31)
    Impulsivamente Pedro replicó: “Sellar, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (Mt 14:28). Algunos creen que Pedro estaba motivado por su deseo de ser siempre el primero o que se portó imprudentemente o con temeridad innecesaria. No; creemos que es más bien una reacción típicamente impulsiva. Jesús le dijo: “Ven”, y Pedro caminó sobre las aguas en dirección a Jesús. Todo fue bien mientras él miraba a Jesús, pero cuando vio las olas a su alrededor se asustó y comenzó a hundirse. “¡Señor sálvame!” gritó. Inmediatamente el Señor extendió su mano y los sostuvo. “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”
    (xx)
    ¿Por qué dudamos? Cuando miramos las dificultades estas nos parecen terribles. Cuando nos miramos a nosotros mismos nos vemos tan débiles. Cuando comenzamos a pensar en nuestros pecados y la incertidumbre de la vida, empezamos a hundirnos. Pedro no trató de llamar la atención de Jesús a sus buenas cualidades y a los sacrificios que había hecho… sólo clamó: “¡Señor, sálvame!”
    (xx)
    Nuestra propia impotencia es una de las peticiones más efectivas que jamás podemos presentar ante Dios.

CONCLUSIÓN.
Con Jesús en la barca el viaje terminó rápidamente (Jn 6:21). Cuando Jesús entró en el barco el viento cesó y ellos le adoraron diciendo: “Verdaderamente eres Hijo de Dios” (Mt 14:33). Esto fue un progreso notable en su fe. Ellos no habían entendido bien, pues tenían la idea de un reino político. Ahora los discípulos habían llegado a descubrir que él era diferente y mucho más excelso que ellos en su carácter, en sus enseñanzas, y en el ejercicio del poder divino.

Estaban aprendiendo a confiar en Jesús. En medio de la calma y en la tempestad él no los abandonaba. Tanto Pedro como sus compañeros aprendieron de Jesús −y nosotros también lo aprendemos− que Dios no es un terror desconocido, no es una aparición fantasmagórica, sino un Padre para ser amado, quien desea para cada uno de nosotros su verdadero destino en la vida.